Epilogo
-¡Mamá!
– gritaba Luca desconsolado. - ¡Mamá! – Mariana se dio vuelta en la cama
dispuesta a ponerse de pie.
-Yo
voy. – Kaká se puso de pie y salió de la habitación dejando a Mariana
descansar.
Kaká
fue hasta la habitación de Luca y Richy y se encontró a ambos niños metidos en
la cama de Luca abrazándose el uno al otro. Hacía poco los niños habían
escuchado de los mayores en la escuela una de esas historias sobre fantasmas y
llevaban un par de noches llamando por ayuda a sus padres, siempre estaban
juntos y asustados, en esa ocasión Kaká no los pudo dejar solos aún con una luz
de noche para niños encendida. La forma de Bob esponja iluminado no había sido
de utilidad con los gemelos. Kaká sacó a los niños de la cama y los llevó a
ambos a su habitación, Mariana estaba medio despierta esperando a que volviera
a la cama, cuando lo vio entrar con los dos niños de casi cuatro años aun algo
asustados. Richy fue el primero en saltar a la cama y Luca no se quedó atrás,
pronto los cuatro estaban dormidos en la cama mientras que la pequeña Paola
dormía en su cuna, por primera vez solo se había despertado dos veces en toda
la noche.
Por
la mañana, mientras Kaká y los gemelos jugaban afuera, Mari se volvía loca con
los manteles y la leche para Paola.
Parecía
imposible que tres meses antes había entrado a su casa con la pequeñísima Pao
envuelta en una cobija rosa recién salida del hospital. Mariana estaba
convencida de que la niña era un ángel. Aun cuando estaba en su vientre, la
pequeña solo había pateado lo suficiente para hacerse notar, y una vez nacida
las enfermeras del cunero le habían hecho un sinnúmero de comentarios acerca de
lo fácil que era cuidar a la pequeña. Ella adjudicaba el carácter paciente y
pacífico de la niña al de Kaká. Cuando él la tenía en brazos, podía pasar horas
sin llorar a no ser porque tuviera hambre o si se ensuciaba el pañal la niña
gimoteaba y arrugaba la nariz de manera que Ceci describiría como “curiosa”.
-Mari,
yo pongo los manteles. – Kaká se acercó a la mesa donde Mariana había colocado
los cuatro diferentes manteles con estampados de cuadros muy al estilo
campestre.
-No,
no; - cogió el biberón y se la puso en la mano a su marido – tu dale de comer a
Paola.
-Solo
porque eres guapa. - Kaká le dio un beso en mejilla.
Mariana
fue al jardín y puso los manteles, en ese momento los gemelos jugaban al
fútbol, desde entonces ya era obvio que solo Luca era bueno para ello, aunque a
los cuatro años, Mariana dudaba si podía predecirse el futuro de los niños.
En
la siguiente hora, la comida llegó y Kaká se dedicó a responder preguntas
acerca de la pequeña bebé a sus dos hijos mayores. La mayoría de las preguntas
que los gemelos hacían tenían relación con el tamaño de la niña, que a pesar de
haber nacido a los nueve meses había nacido delgada y bajita, Kaká adjudicaba
dichas características a su esposa. Cuando los niños supieron que ellos habían
nacido del mismo tamaño que Paola, Kaká no pudo evitar reírse de las caras que
los niños pusieron. Pronto Mari se sentó con ellos y entre los cuatro admiraron
a Pao mientras ella intentaba cubrirse la nariz con la manita, fallando en
todos sus intentos hasta que Richy decidió ayudarle.
El
timbre sonó y Mari fue a abrir, seguida por los cumpleañeros Luca y Richy. Los
primeros en llegar eran unos compañeros de equipo de Kaká y sus familias, claro
Mariana se llevaba muy bien con las esposas de casi todos los compañeros de
Ricardo y los niños no eran una historia demasiado distinta. En cualquier caso,
los niños pronto se fueron como volando hacia el patio trasero mientras Mariana
y Kaká saludaban a los adultos.
…
Lou
llamó a la puerta, el timbre resonó por la casa y sonó suavemente afuera, Kaká
abrió la puerta y saludó a sus amigos, Gonzalo entró al lado de su mujer y
comenzó a charlar rápidamente con su excompañero de equipo.
-¿Mariana?
– Lou preguntó a Kaká metiéndose por un momento en la conversación.
-En
la cocina. – sonrió el brasileño.
Lou
le devolvió la sonrisa y tras darle un pequeño apretón a la mano de su marido
se fue por el pasillo hasta la cocina, donde Mariana estaba recargada en la
mesa del desayunador mientras daba palmaditas en la espalda a Pao. Lou se
acercó y le dio un beso en la mejilla a su amiga.
Ambas
se quedaron un minuto en silencio hasta que Pao escupió algo de leche y se
quedó dormida en brazos de su madre.
-¿Qué
tal les ha ido? – preguntó a su amiga mientras ponía a Paola en su pequeño
portabebés que estaba sobre la mesa.
-Uff…
- Mariana se acomodó un mechón de cabello castaño claro que hacía poco se había
teñido. – Los niños la aman, y es un amor, pero con la apertura de las tiendas
estoy cansadísima… - Mariana por fin había cumplido el sueño de crear una marca
de ropa y con la ayuda de Kaká y algunas amistades lo había logrado, aunque al
momento de abrirla estaba ocupada cuidando de su recién nacida - ¿A ti qué tal?
-Estamos
bien… - Lou sonrió y miró hacia abajo, mirando sus tacones de color rojo
brillante. – Los chicos de este semestre no causan problemas. – la chica dijo
alegre, aunque por la manera en que se mordía el labio era obvio que había algo
que no le decía.
-¿Y
qué más? – apenas la castaña iba a contestar cuando Ceci entró por la puerta
con un niño de piel morena y cabello oscuro en sus brazos y una enorme sonrisa
en el rostro. - ¡Junior!
El
niño casi saltó fuera de los brazos de Ceci al escucharla, pero pronto estaba
siendo cargado y mimado por Mariana.
-Hola,
¿cómo te trata la vida? – dijo Lou al saludarla.
-Bien
– Ceci sonrió, - ¿a ustedes? – las dos amigas dijeron un “bien” casi al mismo
tiempo que un grupo de niños pasaba corriendo por el pasillo desde el jardín
trasero.
-¡Ceci!
– Richy entró en la cocina y recibió un abrazo de su “tía” favorita. Ceci se
agachó ante el niño para escucharlo mientras él le contaba todo tipo de cosas
sobre lo que estaba haciendo con los demás niños. –Cris. Ven, cris.
Finalmente
“Junior”, cómo a Mariana le gustaba
llamar al niño de Cristiano -y ahora también de Ceci- salió corriendo con el
grupo de niños, la mayoría más chicos que él, pero mientras corrían y jugaban a
nadie le importó que edad tuvieran los niños.
Ceci
se puso a contarle a sus amigas acerca de su luna de miel en Portugal, desde
que Ceci y Cristiano habían vuelto a Madrid después de una semana de vacaciones
no habían hablado con ella y ahora se ponían al corriente en cuanto a los
acontecimientos de hacía cuatro meses atrás.
Cristiano
hizo acto de presencia en la cocina, al lado de Kaká unos momentos después y
saludó a las mujeres que estaban allí.
-¡Cris!
– la nutrióloga lo saludó efusivamente como siempre que se veían. - ¿Cómo está
el señor recién casado? – Cristiano sonrió y le dio un abrazo de lado antes de
seguir a Kaká de vuelta al jardín donde ya estaban todos los demás.
-Lou
estaba por contarme algo cuando llegaste. – Mariana se sentó en una de las
sillas altas de la barra, seguidamente Ceci se sentó y la aludida se pasó una
mano por el cabello de manera nerviosa.
-¿Ah,
sí? – Ceci miró atentamente a su amiga.
Lou
sonrió y se inclinó sobre la barra para hablar con sus amigas. Por la ventana
de la cocina podía ver afuera a algunos jugadores de la liga italiana hablando
con Gonzalo.
-No
se lo digan a nadie, ¿sí? – la chica sonrió emocionada y miró hacia arriba
antes de aspirar profundamente y contarle a sus amigas la noticia. – ¡Estoy
embarazada! – dijo en voz baja como si fuera un pequeño gritito emocionado.
Mariana
y Ceci se levantaron y felicitaron a su amiga, desde que se había casado con
Gonzalo el año anterior no había habido nada por lo que la felicitaran más que
por no haber regresado de su luna de miel con quemaduras en la piel - después
de pasar dos semanas en la isla de Hvar-, aquello era todo un acontecimiento.
-Pero,
¿cómo no se lo has dicho? – preguntó Mariana.
-No.
-¿Por
qué no? – Ceci inclinó la cabeza hacia un lado mirando a su amiga.
-Bueno,
creo que ya lo sospecha… pero es que la verdad no sé cómo sacar el tema. –
confesó la nutrióloga.
-Ceci.
– Mariana cogió a su bebé en brazos y dejó a Lou en la cocina a solas mientras
iba afuera, llevando consigo a Ceci.
Afuera,
se disculpó con los hombres con los que hablaba Gonzalo, Lou lo veía todo desde
la ventana de la cocina y se preguntaba cuando aprendería su amiga a no meterse
en sus asuntos, pero si ella no lo hacía seguramente Gonzalo se daría cuenta en
cuanto el vientre le comenzara a abultar.
Ceci
hablaba con Cristiano en voz baja, pero desde donde Lou estaba se veía confuso,
así que probablemente ella si esperaría a que la pareja lo anunciara en lugar
de anunciar ella misma que sus amigos tendrían un bebé. Mientras Gonzalo
caminaba con cara de póker hasta la casa Mariana fue hasta donde estaba Kaká y
le habló al oído, seguramente diciéndole a su marido la noticia, pues él la
miró con las cejas alzadas y le preguntó algo antes de sonreír y lanzar una
fugaz mirada a Gonzalo, quien en ese momento cerraba tras de sí la puerta
corrediza que daba hacia el jardín.
El
argentino entro en la cocina y vio a su mujer recargada en el fregadero dando
la espalda a la ventana. Ella lo vio entrar mientras jugaba con el anillo de
matrimonio que llevaba en su mano izquierda como costumbre desde hacía poco más
un año.
-Mariana
dijo que querías hablar conmigo. – Gonzalo prestó atención a los movimientos de
la nutrióloga.
Generalmente
cuando Mariana metía la nariz en sus asuntos era por algo de importancia,
aquello parecía ir muy en serio hasta que la chica se rio en voz baja y se
enderezó, caminando hasta él y cogiendo sus manos en las suyas luciendo en su
rostro una sonrisa brillante. Últimamente parecía que ella sonreía más, aunque
él ignoraba el motivo, se le quedó mirando con los ojos entrecerrados.
-Prometo
que Mari nunca te volverá a decir eso. – dijo la castaña de manera juguetona. –
Nunca. – reafirmó.
-Ya
lo prometiste.- le apuntó con un dedo acusador y tocó la nariz de la chica,
quien quitó su mano de su cara y volvió cogerla entre sus manos. En ese
momento, le recordó cómo lucía el día de su boda, con el cabello largo recogido
en un chongo alto y el velo largo adornando su cabeza, el vestido blanco con
mangas largas y encajes la había hecho lucir impresionante durante la ceremonia
y al intercambiar anillos el maquillaje aunque más recargado de lo que ella
acostumbraba usar le sentaba perfectamente y al mirarla con las manos
entrelazadas ambos sonrieron, como antes, lo hacían en el presente. Lou también
recordó como había estado a punto de llorar cuando él por fin le puso el anillo
en el dedo anular, sobre el anillo de diamante que le había hado cuando se
comprometieron aquella noche de abril.
-¿Ves
que… tu sobrino es un amor? – Gonzalo asintió – Bueno, es que no es él… en
general tú le caes bien a los niños…
-¿Intentaste
jugar con los nenes y no quisieron o…? – preguntó el argentino en tono
divertido.
-No,
no… a mí también me aman los “nenes” – imitó exageradamente el acento de su
esposo en la última palabra haciendo que él pusiera los ojos en blanco.
-¿Entonces?
– Gonzalo se cruzó de brazos.
-Pues
que estaba pensando en cómo le caerás a tu propio nene… nada más… - dijo ella,
caminando hacia atrás y recargándose de nuevo en el fregadera mirando la
expresión en el rostro de Gonzalo.
-Eso
habrá que verlo cuando tengamos uno, ¿no? – respondió él naturalmente.
-Claro,
en unos seis meses más o menos… - respondió ella también con naturalidad
mientras se acomodaba los jeans y la blusa color beige.
-¿Cómo?
¿Estas…? ¿Vamos a…? – La chica asintió mientras admiraba como su marido se
quedaba sin palabras.
-¿Qué
si vamos a ser padres? Sí. – le dijo.
Gonzalo
se apresuró a abrazarla y besarla mientras que ella se limitaba a sonreír
contra los labios de su marido.
Ambos
salieron cogidos de la mano hasta el jardín y desde ese momento no se separaron
en toda la tarde, ni siquiera cuando Luca pidió a la nutrióloga que jugara con
él y los demás niños antes de partir el pastel.
Para
cuando la fiesta terminó, Ricardo y Mariana habían tomado suficientes fotos
como para tapizar la pared de su habitación, aunque claro, no lo hicieron.
Al
irse, Ceci detuvo un instante a Lou.
-Oye,
las compras para el bebé… - le dijo en voz baja, ya solamente quedaban un par
de invitados más.
-¿Sí?
– Mari se acercó con Richy cargado y miró a Ceci de la misma manera atenta en
que Lou lo hacía.
-¿Cuándo
puedes comenzar?
Las
tres amigas sonrieron.
-Siempre
se trata de comenzar, ¿no es cierto? – dijo Mari.
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