Gol-Segunda Parte-
Capítulo 17
Kate caminaba por la ciudad, no
tenía pendiente de nada, el trabajo estaba bien por el momento, tenía poco que
hacer en las oficinas de la televisora. Usualmente ella hacía notas sobre la
premier league, pero la temporada había terminado y lo único que le quedaba era
estar pendiente de los movimientos que los equipos harían durante esa
temporada.
De momento iba en camino a una
reunión con unas amigas, hacía tiempo que no salía con sus ellas y en ese
momento estaba ansiosa por llegar, pero había mucha gente en las calles, así
que ya iba con unos minutos de retraso, con el cabello negro flotando en el
aire por la velocidad a la que corría; se había maquillado temprano, con sombra
dorada y café, él delineador negro enmarcaba sus ojos grises, en los labios
solo se ponía brillo, pues naturalmente eran de un rosa brillante y
contrastaban con su piel pálida. Después de todo había nacido en escocia. Por
motivos de trabajo había llegado a Londres, Inglaterra; y usaba la mayor parte
de su tiempo en escribir. Amaba hacerlo y tenía un pequeño espacio en un
periódico local, donde escribía bajo el nombre de “Carly Indigo”, no tenía
ningún significado su nombre, pero debido a los temas más controversiales sobre
los que escribía en aquel periódico pequeño, prefería pasar desapercibida.
Entró al pequeño restaurante,
todo era de tonos rojos y marrones, las mesas de madera y las sillas que hacían juego tenían asientos
rojos. Las paredes estaban pintadas de un rojo brillante y en ellas había
líneas parecidas a las que uno encontraría en un mapa. La cocina estaba
escondida tras un par de puertas a la derecha y a la izquierda en una esquina
se veía el letrero de los baños. Kate encontró a sus amigas sentadas en una
mesa cerca del centro de lugar, ninguna tenía café frente a sí, por lo que la
pelinegra pudo deducir que no había llegado tan tarde como se lo había
imaginado.
-Bueno, ¿de qué me he perdido?
– preguntó al sentarse, dejando su bolso colgado sobre el respaldo de su silla.
-Eva nos decía algo sobre el
trabajo. – dijo una de sus amigas, acomodándose un mechón de cabello rojizo
detrás de la oreja.
-Esta te va a gustar, Kate. –
dijo Eva con una sonrisa. Ese día llevaba el cabello rizado, suelto y cayendo
sobre sus hombros, lo cual era una novedad, casi siempre lo llevaba atado en
una coleta baja. – Hay otra mujer trabajando para el primer equipo.
-¿Qué? – Kate se quedó
boquiabierta. ¿Otra mujer empleada por un equipo? Aquello sería un notición, en
especial, si la chica fotografiaba bien. Los hombres, aunque no todos, amaban a
las mujeres involucradas en el fútbol. Ella y su amiga Eva lo sabían
perfectamente.
…
Lou se acomodaba en la casa
nueva. Había dejado todo arreglado en Italia, pero mientras sacaba su ropa de
las maletas no podía evitar recordar lo que había pasado aquella última vez que
había estado en España. Gonzalo le había abierto los ojos ante la realidad, él
solo la quería por un motivo. Y no era precisamente por su bella cara.
Alejandro tenía razón, siempre
la tuvo.
Y mientras llevaba las blusas
al guardarropa de su habitación se le llenaron los ojos de lágrimas, recordando
a Gonzalo….
-Shhhhh
– Gonzalo puso sus labios sobre los de ella, pero Lou no comprendía que era lo
que él quería. – Será nuestro secreto. – Los labios del argentino fueron a dar
a los de ella de nuevo, pero esta vez estaban urgentes de más y entonces una de
sus manos fue a dar sobre su pierna debajo del vestido…
Lou
tuvo suficiente de todo aquello. Lo empujó con toda la fuerza que tenía y se
puso de pie, acomodándose el vestido.
Ni
siquiera le dio tiempo a Gonzalo de hablar, se acercó a él y le dio una
cachetada que dejó su marca en la mejilla del jugador. Cogió su zapato y lo
miró con las lágrimas resbalando por sus mejillas.
-No
me vuelvas a tocar en tu vida.
Se
había salido del baño cojeando, no había corrido porque el tobillo le dolía,
pero no fue necesario, Gonzalo se quedó en el baño estupefacto, nunca se había
imaginado que ella pudiera darle una cachetada y probablemente se la merecía.
Había sido todo, menos cariñoso, se había comportado como un patán. Él lo
sabía.
Lou
regresó al salón con el zapato en una mano, la primera en verla fue Ceci, que
fue hasta ella, aún tenía lágrimas en los ojos. Se había limpiado con los
antebrazos las pocas lágrimas que le habían caído por el rostro, pero su excusa
fue el dolor en su pie. Nadie dudo que eso fuera verdad, pues tenía el tobillo enrojecido y en un punto comenzaba a hincharse. La fiesta estaba terminada de todas
maneras, los que aún quedaban allí esperaron a que Kaká y Mari se fueran a su
habitación en el hotel y ellos también se fueron. Lukas ayudó a Lou a llegar hasta
su habitación, que estaba al lado de la suya propia, con un brazo alrededor de
la cintura de la chica mientras ella se apoyaba en sus hombros para cojear por
los pasillos del hotel. Esa noche no le contó nada a nadie, ni siquiera a Lukas,
quien le insistió en que sabía que algo andaba mal, pero ella no le dijo nada
así que se fue a su habitación a dormir.
Lou guardó las maletas en el
fondo del closet y se limpió el rostro, habían pasado dos semanas desde que
aquello había pasado y seguía llorando por ello.
Su nueva casa, al menos le daba
esperanzas de poder olvidarse de él, y de lo que había pasado en España. Quería
volver a ser la que había sido antes. Quería
pero no podría.
La casa que había conseguido en
Londres, era completamente distinta del pequeño y acogedor apartamento en el
que había vivido en Italia, dejando que un agente inmobiliario decorara la casa
que ella simplemente había visto una vez, resulto quedándose con una espaciosa
y moderna casa de dos pisos con garaje para dos autos, aunque allí sólo puso
las cajas con objetos que nunca acomodó en Italia y que seguramente ni siquiera
le eran útiles, pero que simplemente no podía tirar. La puerta de entrada de
madera pintada en color negro, a la izquierda – visto de frente – la puerta
grande de metal cubierto por pintura blanca, al igual que todas las paredes del
exterior que cubría el garaje. El jardín delantero era corto y al frente había
un poco de césped, y un camino con tejas de color rojizo. Lo primero que se
podía ver al entrar era una pared con un cuadro colgado, la imagen era
indescifrable, una obra moderna que Lou odiaba. A la derecha estaba la sala,
con amplios sillones cuadrados de color rojo brillante, las paredes blancas y
en el centro una mesa baja de forma rectangular con la parte de arriba de
vidrio y el resto de madera negra con espacios que simulaban el de un librero,
Lou lo había utilizado para poner algunos libros que ya no leía, pero que no
podía tirar, como su antigua copia de “El principito” que le encantaba y el
aburrido “Laberinto de la soledad” que nunca le gusto – no podía tirarlo, allí
estaba un recuerdo de sus años de estudiante en México, simplemente no podía
tirarlo, por más odiosa que le pareciera su lectura -, a un par de pasos de la
escuadra de sillones rojos estaba un estéreo con un estante de cd’s de metal y
vidrio, Lou no tardó en llenar la mitad de aquel estante. Allí mismo en la sala
estaba en el fondo una pequeña barra, detrás estantes con vino, Lou no entendía
por qué le habían llenado los estantes de alcohol, ella rara vez bebía fuera de
las fiestas con sus amigas, que tampoco eran una cosa muy común. En el lado
opuesto de la casa, estaba el comedor, una mesa larga de madera de roble con
sillas a juego de asientos blancos con puestos para seis personas. En el fondo
estaba la cocina, detrás de una puerta naranja con una abertura en forma
cuadrada por la parte de arriba. Adentro en la cocina, los colores eran naranja
y blanco, la estufa era blanca, impecable al igual que el lavaplatos, y cerca
un fregadero, frente al cual había una ventana que daba al jardín trasero.
Dentro de la alacena había guardado algunos platos y vasos y el refrigerador
naranja estaba cerca de la puerta casi al frente de ésta. Había una isla en
medio de la cocina, allí había un frutero donde la chica había colocado algunas
manzanas y naranjas. En el fondo había una pequeña mesa cuadrada de vidrio
estilo moderno, las sillas a juego de metal con asientos color naranja muy
pequeños y sin respaldo se colocaban debajo de la mesa, dejando bastante
espacio alrededor de la misma. Pegado a la pared un teléfono también naranja
estaba cerca de puerta. Del comedor se podía pasar a un pasillo donde se
encontraban las escaleras, mismo pasillo que se conectaba también a la sala, y
en el fondo a la derecha estaba el baño. Un baño espacioso con inodoro,
lavamanos, un espejo y unos estantes, donde Lou había puesto algunos rollos
extra de papel de baño y toallas para secarse las manos. Afuera había un salón
grande, donde Lou había puesto un librero y un escritorio de madera negros para
trabajar. Tenía sobre el escritorio su portátil y al lado un pequeño bote de
basura de metal con un pedal para abrirlo. Arriba había un espacio en medio de
las habitaciones, allí había unos sillones negros similares a los que había
abajo, y al frente una pantalla plana grande, debajo de la cual, en el mueble
para la tv había un reproductor de dvd’s y blu-ray, con la pequeña colección
que la castaña tenía guardada allí mismo. Alrededor había cuatro puertas. Tres de
ella eran habitaciones completamente amuebladas en diferentes colores, una en
tonos azul cielo y gris, una en rosa y violeta oscuro, y la que Lou había
proclamado como suya, una roja con verde olivo. La última puerta, entre las dos
habitaciones libres, era un baño con regadera y puertas de vidrio, un inodoro
blanco y un lavamanos cuadrado colocado en una base de madera con un espacio
debajo y dos puertas.
La habitación que Lou ocupaba
tenía un largo tocador de madera pintado en un tono marrón oscuro, al igual que
las mesas de noche, la base y cabecera de la cama, el closet y las puertas de
las otras habitaciones. Dentro también había un baño grande con regadera y
bañera, una cortina de color verde oscuro separaba aquella parte del baño del
resto, que era una especie de circulo con el inodoro lejos y el lavábamos de
mármol cerca de la puerta, en el lado opuesto del cuarto de baño había una
estantería llena de toallas y las habituales cremas y demás cosas que la chica
usaba, así como unas bocinas pequeñas para su reproductor. Al lado de estos
estantes cuadrados estaba un espejo de cuerpo entero.
De vuelta en la habitación la
cama amplia estaba colocada cerca de la ventana que le dejaba ver hacía la
calle y el jardín delantero. La colcha sobre la cama, al igual que las paredes
a la izquierda y derecha de ésta era roja, la pared detrás de la cabecera era
verde olivo, al igual que la del frente, donde estaba el closet y la puerta. A
la izquierda estaba el tocador y el espejo, a cada lado de la cama había una mesa
de noche. En el techo blanco, había un candelabro con círculos de vidrio y
alrededor de toda la habitación había más focos en forma de esfera.
La chica estaba exhausta
después de colocar sus cosas en su sitio dentro de su habitación, además que le
parecía que la casa era muy grande, demasiado. Pero ya había firmado el
contrato para trabajar con el club inglés. Por suerte conocía a algunos
de los jugadores, a los españoles; pero, sobre el resto de la plantilla solo
tenía una idea de quién jugaba. Solo sabía que el siguiente lunes conocería al
médico del primer equipo, y que tendría que trabajar lado a lado con él, o
ella, más bien.
El fin de semana transcurrió
sin muchos acontecimientos, más que la vez que de alguna forma Lou consiguió
perderse en la ciudad, después de haber estado buscando la manera de regresar a
la pequeña zona residencial donde estaba ubicada su casa, tenía conocimiento de
que algunos otros jugadores vivían cerca de su casa, pero no tenía idea de cómo
andar por aquella ciudad, que tan pocas veces había explorado.
El lunes por la mañana se
aventuró a la ciudad, subiendo a un taxi y observando con cuidado el camino,
segura de que tendría que reproducirlo más tarde. Cuando por fin llegó al
edificio, se encontró admirando de nuevo la construcción. Estaba en los campos
de entrenamiento de los blues, pero
no había para ella nada como los bonitos campos de su antiguo equipo.
Entró por fin al edificio y fue
recibida por una recepcionista detrás de un mostrador de vidrio. La mujer
delgada y pelirroja alzó la mirada, mostrando unos ojos color marrón, tenía el
rostro ovalado y radiante con poco maquillaje, que dejaba ver las pecas que se
esparcían por todo su rostro y brazos, como pudo ver la castaña.
-Un momento. – dijo en inglés,
con el claro acento londinense. La pelirroja estaba en ese momento escribiendo
algo en el ordenador. Se dio la vuelta y le dio la espalda, Lou se acomodó el
bolso en el hombro y aliso con la blusa de seda azul rey y se miró los zapatos,
más allá de sus pantalones de vestir negros, llevaba puestos un par de zapatos
Louis Vuitton negros de tacón alto con una pequeña abertura en la parte del
frente y un pequeño candado dorado que colgaba detrás del talón. Sobre los
hombros llevaba un saco a juego con los pantalones, éste se ajustaba a la
cintura y se abría un poco, dando la sensación de que su cadera era más grande.
La pelirroja volvió a mirarla. – Éste es tu horario. – Le entregó una hoja de
papel color amarillo.- Éste es el informe mensual que debes de entregar a Eva
al final de cada mes. – Lou asintió. La pelirroja le daba otra hoja, aunque
ésta era de color blanco. – Y éste es un listado con los nombres de los
jugadores. Esta es la lista preliminar, pero te servirá hasta que inicie la
temporada. – Lou recibió otra hoja, ésta era de color azul.
-Bien… Me habían dicho que me
presentara con el médico del equipo… - dijo la castaña mostrándose dudosa.
-Sí, ve por aquel pasillo y
entra por la puerta de la izquierda, desde allí caminas otro pasillo y casi al
final, donde el camino va a la derecha verás su oficina. No hay pierde, tiene
su nombre escrito detrás. – la pelirroja sonrió, mostrando un par de hoyuelos
en las mejillas.
-Gracias, – miró el gafete en
la blusa blanca de la recepcionista – Johana.
La pelirroja asintió y volvió a
voltear la mirada sobre el ordenador. Lou se fue por el complicado camino que
le había indicado. En sus manos llevaba las hojas.
En realidad, no tardó en estar
frente a la puerta con el grabado “Eva Carneiro. First team doctor”. Respiró
hondo y llamó a la puerta.
-Pase. – dijo una voz femenina
desde dentro. Abrió la puerta y entró, frente a ella estaba una oficina con
paredes blancas y un escritorio de vidrio con un par de sillas frente a éste,
en la esquina opuesta estaba una cama para revisión con el usual papel verde
brillante puesto encima. Tenía también un mueble con puertas de vidrio dentro
del cual había aparatos médicos para revisión y un kit de primeros auxilios.
Cerca de la puerta había una báscula de pesas – Tú debes ser la nutrióloga. –
Lou asintió con la cabeza. – Toma asiento. – la castaña se sentó en silencio. –
Como sabes, yo soy médico del primer equipo, como tú serás la nutrióloga de los
mismos hombres, quería discutir contigo los aspectos que me importan de cada
jugador, hay casos especiales. Aquí tenemos atención específica para cada
jugador, me gusta que estén en óptimas condiciones para cada partido.
-Lo comprendo. – dijo la
castaña por primera vez, el cabello recientemente cortado estaba suelto sobre
sus hombros, hasta donde llegaba y se ondulaba levemente, el fleco de lado
estaba también un poco ondulado y le estorbó en ese momento, así que lo apartó
de su rostro antes de volver a hablar. – Para empezar necesito saber que tanto
entrenan, cómo son estos entrenamientos, de qué manera viven y bueno, lo que me
puedes decir que puedo trabajar por cada uno.
-Entonces ven. – La mujer
bajita, de cabello rizado se puso de pie sonriendo y al levantarse Lou notó que
vestía el uniforme deportivo que el club tenía para el equipo técnico. Un pants
negro con el escudo del león y el círculo azul por fuera, la camiseta azul rey,
unos zapatos deportivos y el cabello suelto. Eva abrió la puerta de su oficina
y dejó que Lou saliera primero, ella se sintió rara, era más alta que Eva.
Mientras le comentaba acerca de
la manera de trabajar en el club, Eva dirigía a Lou hasta su nueva oficina. Era
una oficina parecida a la de Eva, aunque ella tenía una báscula mucho más
moderna, la nutrióloga lo notó al instante, era una báscula eléctrica que además
medía la altura y arrojaba algunos datos importantes como la masa corporal, el
porcentaje de grasa y masa magra, etc. Tenía también un escritorio de vidrio y
una vitrina que contenía los aparatos típicos que utilizaban los nutriólogos,
además del kit de primeros auxilios, que la chica supuso tendrían todos en sus
oficinas. Eva le indico que dejara sus cosas allí, al salir Lou se dio cuenta
de las letras grabadas en un recuadro pegado a la puerta. “Louella Gómez. First
team nutritionist.” Por un momento se preguntó si habría otro nutriólogo para
los demás equipos…
-Te voy a dar tus uniformes. Al
principio es algo incómodo, pero te acostumbraras, con estos hombres no puedes
estar de tacones… - bromeo Eva.
-Sí, no puede esperarse más…
son jugadores, después de todo. – La
doctora entendió la broma rápidamente y rio con la castaña. Ambas caminaron
hasta un salón donde a Lou le entregó una maleta con los colores y escudo del
equipo, tenía un tamaño considerable y estaba cargada con sus uniformes para
trabajar.
-Se te verá bien el azul. –
dijo Eva. Lou cogió la bolsa y caminaron de regreso a la oficina de la chica. –
Te voy a llevar a ver el entrenamiento, para cuando lleguemos, ya habrán
terminado el calentamiento – miró su reloj - ¿por qué no te cambias? Te esperaré aquí afuera.
Lou entró a su oficina y
rápidamente se cambió, sorprendida de encontrar también un par de zapatos
deportivos dentro de la maleta. Estos con los colores del equipo y el nombre de
Adidas en una esquina, junto a las líneas blancas. Al igual que Eva, se puso
unos pants negros y una camiseta azul. Aunque la ropa le quedaba un poco
grande, no le importó y salió de la oficina, siguiendo a la mujer aún más
bajita que ella.
Diez minutos más tarde estaban
sentadas en unas gradas mirando el entrenamiento, los jugadores ni siquiera se
percataron de la presencia del par de mujeres que mientras miraban conversaban.
Poco a poco hacían amistad, aunque Lou estaba segura de que pasaría mucho
tiempo antes de que pudiera llamarle a aquella mujer su amiga.
…
El sol estaba muy brillante,
Gonzalo hablaba por el teléfono con su madre, que estaba alarmada después de
saber que había cambiado a su antigua novia por la modelo rubia. A su madre no
le gustaba meterse en los asuntos de su hijo, pero sabía que él no cambiaría a
una chica por otra en tan poco tiempo.
Gonzalo intentaba explicarle
que estaba bien y que Adriane su nueva novia lo hacía muy feliz. Aunque no se
pudo ni siquiera convencer a sí mismo. La verdad era que aquella mujer lo
estaba volviendo un poco loco. Nunca quería hablar de fútbol y cuando lo hacía
era obvio que no sabía ni una palabra de lo que decía, lo cual solo fastidiaba
a Gonzalo. Siempre se estaba quejando por la comida en los restaurantes, por
las luces en el centro comercial, por las actuaciones de las películas que
veían, de la decoración de su casa, de que la chaqueta que acababa de comprarse
le picaba pero “no podía quitársela”. Aquella chica simplemente no tenía
suficiente, siempre estaba en plan de salir, rara vez se quedaban en casa a ver
una película o hacer tonterías, ella amaba irse de fiesta.
A su madre no le fue difícil
entender que su hijo no quería preocuparla, así que pronto colgó el teléfono
quedándose con la promesa de que la visitaría pronto.
Gonzalo no sabía muy bien por
qué seguía engañándose y salía con la rubia, siendo que en el fondo solo quería
disculparse con la castaña. Mariana no le había dicho ni una palabra sobre
ella, y Ceci estaba completamente cortante con él, al igual que Cristiano.
Ese día no se vería con su
novia, así que estaba en unos cómodos pants grises y una camiseta blanca, si lo
viera, Adriane seguro sufriría de un ataque de ansiedad.
“Lou
me copiaría y nos echaríamos al sofá a ver cualquier cosa en la tele el resto
del día...” pensó.
En todo el día no se la había
podido sacar de la mente, la extrañaba, además que Andrea, le había dado una
reprimenda terrible cuando tuvo oportunidad. Él sabía que ella tenía razón. Le
había dicho algo tan horrible, tal vez para otra no hubiera sido tan hiriente,
pero él tenía pleno conocimiento de que él era el único que la castaña amaba y
por ningún motivo haría algo con otro, en especial cuando le costó tanto darle
confianza a Gonzalo.
Sintiéndose enfermo y vacío, se
pasó la mano por el cabello y apagó el televisor. Fue hasta su estudio y
encendió el ordenador. En el buscador puso el nombre de la chica, sintiéndose
como un tonto por tener que recurrir al internet para saber sobre su ex. A la
cual no quería llamar ex.
En la pantalla apareció una
imagen grande de su rostro, la que se había tomado para el equipo español un
año atrás. Él recordó a aquella chica tan distinta de su novia. Era mucho más
juguetona de lo que parecía, a veces como una niña, pero en aquellos primeros
momentos parecía una mujer madura, seria y desinteresada en los intentos de
Gonzalo por salir con ella.
Él sabía que no había sido un
gran novio, no era detallista, no estaba en él comprar regalos o mandar
mensajes de texto con frases cursis; tampoco era muy bromista, y rara vez se
interesaba por lo que ella le contaba…en muchos aspectos, no se lo podía negar
a sí mismo: eran diferentes. Ella se preocupaba de saber sobre su día, si la
había pasado bien en el club, si estaba demasiado cansado o si quería que
hiciera algo en especial para la cena. Normalmente se sentaban juntos a mirar
partidos en repetición o en vivo y ambos eran unos locos, pero conversaban
sobre deportes, ella había intentado arrastrarlo varias veces a su gimnasio
favorito, pero él nunca fue. Cuando recién se mudó a su casa, la chica se había
puesto a trabajar, quería ayudar a Andrea con algunas tareas simples que
Gonzalo bien podría hacer, pero nunca hizo y estaba seguro que nunca haría.
Ella se había negado a usar el
dinero de él, mientras que Adriane lo despilfarraba con alegría. A Gonzalo no
le molestaba, después de todo, era como pagar a una actriz. Pero no estaba
engañando al mundo, sino a sí mismo, y lo hacía pésimamente.
Al mirar más abajo, se encontró
un link a la página de un periódico inglés. La imagen al lado, era la de una
mujer distinta de la que él conocía, aunque lucía igual de radiante y en sus
manos llevaba una copia del periódico; su cabello estaba mucho más corto de lo
que él recordaba, caía suelto sobre sus hombros en ondas, tenía un poco más
maquillaje del que usualmente usaba, con los ojos enmarcados con delineador
negro y sobra gris oscuro, él la conocía bien y lo notó al instante en la falta
de los lunares que adornaban su nariz y parte de sus mejillas, notó entonces
que estaba más delgada, la sonrisa en su rostro solo sirvió para hacer que
Gonzalo se sintiera un poco más mal, se notaba contenta. Vestía una camiseta
del club Chelsea y sobre ésta una sudadera del mismo equipo en color negro. El
artículo era una parte de la entrevista de Carly Indigo con la chica.
Leyó la entrevista y frunció el
ceño, ella se había ido a trabajar para el Chelsea y aunque se le había
preguntado sobre él, la chica se sacó el tema de encima con una evasiva
creativa y dio el tema por terminado, para volver a hablar sobre el campo de
trabajo para las mujeres en equipos de fútbol ingleses.
Apagó el ordenador y se fue a
su habitación, abrió el closet, solo pensaba sacar una de las almohadas extra,
pero cuando la sacó de arriba del mueble, unos portarretratos se cayeron al
suelo, por suerte no tenían vidrio. En los cuadros estaban ambos. Él ni
siquiera recordaba haberse tomado aquellas fotos, la primera era de la noche
que había llegado a Italia para estar con ella, ambos aparecían sonriendo. La
siguiente fotografía era un poco más grande y el marco era en forma ovalada;
volvían a salir los dos aunque aparecían los hombros de Sergio y Marcelo,
aunque esa había sido tomada en el restaurante de Mariana, él se reía de alguna
broma de sus amigos, ella lo miraba y sonreía, el brazo de él estaba sobre el
respaldo de la silla de ella. En el cuarto retrato, estaban con Özil y Cristiano,
los tres hombres sonreían frente a la cámara mientras ella ponía una cara
graciosa con una sonrisa exagerada y los ojos bien abiertos, una ceja alzada.
Él recordaba haberse tomado esa foto, pero no sabía que la chica había puesto
aquella cara, era de uno de sus primeros partidos de la Champions. En el último
retrato aparecían ambos con el pasto detrás, estaban en el Bernabéu después de
un partido.
¿Por qué estaban esas
fotografías allí?