Monday, October 28, 2013

Gol. Capítulo 17

Gol-Segunda Parte-

 Capítulo 17


Kate caminaba por la ciudad, no tenía pendiente de nada, el trabajo estaba bien por el momento, tenía poco que hacer en las oficinas de la televisora. Usualmente ella hacía notas sobre la premier league, pero la temporada había terminado y lo único que le quedaba era estar pendiente de los movimientos que los equipos harían durante esa temporada.

De momento iba en camino a una reunión con unas amigas, hacía tiempo que no salía con sus ellas y en ese momento estaba ansiosa por llegar, pero había mucha gente en las calles, así que ya iba con unos minutos de retraso, con el cabello negro flotando en el aire por la velocidad a la que corría; se había maquillado temprano, con sombra dorada y café, él delineador negro enmarcaba sus ojos grises, en los labios solo se ponía brillo, pues naturalmente eran de un rosa brillante y contrastaban con su piel pálida. Después de todo había nacido en escocia. Por motivos de trabajo había llegado a Londres, Inglaterra; y usaba la mayor parte de su tiempo en escribir. Amaba hacerlo y tenía un pequeño espacio en un periódico local, donde escribía bajo el nombre de “Carly Indigo”, no tenía ningún significado su nombre, pero debido a los temas más controversiales sobre los que escribía en aquel periódico pequeño, prefería pasar desapercibida.

Entró al pequeño restaurante, todo era de tonos rojos y marrones, las mesas de madera  y las sillas que hacían juego tenían asientos rojos. Las paredes estaban pintadas de un rojo brillante y en ellas había líneas parecidas a las que uno encontraría en un mapa. La cocina estaba escondida tras un par de puertas a la derecha y a la izquierda en una esquina se veía el letrero de los baños. Kate encontró a sus amigas sentadas en una mesa cerca del centro de lugar, ninguna tenía café frente a sí, por lo que la pelinegra pudo deducir que no había llegado tan tarde como se lo había imaginado.

-Bueno, ¿de qué me he perdido? – preguntó al sentarse, dejando su bolso colgado sobre el respaldo de su silla.

-Eva nos decía algo sobre el trabajo. – dijo una de sus amigas, acomodándose un mechón de cabello rojizo detrás de la oreja.

-Esta te va a gustar, Kate. – dijo Eva con una sonrisa. Ese día llevaba el cabello rizado, suelto y cayendo sobre sus hombros, lo cual era una novedad, casi siempre lo llevaba atado en una coleta baja. – Hay otra mujer trabajando para el primer equipo.

-¿Qué? – Kate se quedó boquiabierta. ¿Otra mujer empleada por un equipo? Aquello sería un notición, en especial, si la chica fotografiaba bien. Los hombres, aunque no todos, amaban a las mujeres involucradas en el fútbol. Ella y su amiga Eva lo sabían perfectamente.





Lou se acomodaba en la casa nueva. Había dejado todo arreglado en Italia, pero mientras sacaba su ropa de las maletas no podía evitar recordar lo que había pasado aquella última vez que había estado en España. Gonzalo le había abierto los ojos ante la realidad, él solo la quería por un motivo. Y no era precisamente por su bella cara.
Alejandro tenía razón, siempre la tuvo.

Y mientras llevaba las blusas al guardarropa de su habitación se le llenaron los ojos de lágrimas, recordando a Gonzalo….

-Shhhhh – Gonzalo puso sus labios sobre los de ella, pero Lou no comprendía que era lo que él quería. – Será nuestro secreto. – Los labios del argentino fueron a dar a los de ella de nuevo, pero esta vez estaban urgentes de más y entonces una de sus manos fue a dar sobre su pierna debajo del vestido…

Lou tuvo suficiente de todo aquello. Lo empujó con toda la fuerza que tenía y se puso de pie, acomodándose el vestido.

Ni siquiera le dio tiempo a Gonzalo de hablar, se acercó a él y le dio una cachetada que dejó su marca en la mejilla del jugador. Cogió su zapato y lo miró con las lágrimas resbalando por sus mejillas.

-No me vuelvas a tocar en tu vida.

Se había salido del baño cojeando, no había corrido porque el tobillo le dolía, pero no fue necesario, Gonzalo se quedó en el baño estupefacto, nunca se había imaginado que ella pudiera darle una cachetada y probablemente se la merecía. Había sido todo, menos cariñoso, se había comportado como un patán. Él lo sabía.

Lou regresó al salón con el zapato en una mano, la primera en verla fue Ceci, que fue hasta ella, aún tenía lágrimas en los ojos. Se había limpiado con los antebrazos las pocas lágrimas que le habían caído por el rostro, pero su excusa fue el dolor en su pie. Nadie dudo que eso fuera verdad, pues tenía el tobillo enrojecido y en un punto comenzaba a hincharse. La fiesta estaba terminada de todas maneras, los que aún quedaban allí esperaron a que Kaká y Mari se fueran a su habitación en el hotel y ellos también se fueron. Lukas ayudó a Lou a llegar hasta su habitación, que estaba al lado de la suya propia, con un brazo alrededor de la cintura de la chica mientras ella se apoyaba en sus hombros para cojear por los pasillos del hotel. Esa noche no le contó nada a nadie, ni siquiera a Lukas, quien le insistió en que sabía que algo andaba mal, pero ella no le dijo nada así que se fue a su habitación a dormir.

Lou guardó las maletas en el fondo del closet y se limpió el rostro, habían pasado dos semanas desde que aquello había pasado y seguía llorando por ello.

Su nueva casa, al menos le daba esperanzas de poder olvidarse de él, y de lo que había pasado en España. Quería volver a ser la que había sido antes.       Quería pero no podría.
La casa que había conseguido en Londres, era completamente distinta del pequeño y acogedor apartamento en el que había vivido en Italia, dejando que un agente inmobiliario decorara la casa que ella simplemente había visto una vez, resulto quedándose con una espaciosa y moderna casa de dos pisos con garaje para dos autos, aunque allí sólo puso las cajas con objetos que nunca acomodó en Italia y que seguramente ni siquiera le eran útiles, pero que simplemente no podía tirar. La puerta de entrada de madera pintada en color negro, a la izquierda – visto de frente – la puerta grande de metal cubierto por pintura blanca, al igual que todas las paredes del exterior que cubría el garaje. El jardín delantero era corto y al frente había un poco de césped, y un camino con tejas de color rojizo. Lo primero que se podía ver al entrar era una pared con un cuadro colgado, la imagen era indescifrable, una obra moderna que Lou odiaba. A la derecha estaba la sala, con amplios sillones cuadrados de color rojo brillante, las paredes blancas y en el centro una mesa baja de forma rectangular con la parte de arriba de vidrio y el resto de madera negra con espacios que simulaban el de un librero, Lou lo había utilizado para poner algunos libros que ya no leía, pero que no podía tirar, como su antigua copia de “El principito” que le encantaba y el aburrido “Laberinto de la soledad” que nunca le gusto – no podía tirarlo, allí estaba un recuerdo de sus años de estudiante en México, simplemente no podía tirarlo, por más odiosa que le pareciera su lectura -, a un par de pasos de la escuadra de sillones rojos estaba un estéreo con un estante de cd’s de metal y vidrio, Lou no tardó en llenar la mitad de aquel estante. Allí mismo en la sala estaba en el fondo una pequeña barra, detrás estantes con vino, Lou no entendía por qué le habían llenado los estantes de alcohol, ella rara vez bebía fuera de las fiestas con sus amigas, que tampoco eran una cosa muy común. En el lado opuesto de la casa, estaba el comedor, una mesa larga de madera de roble con sillas a juego de asientos blancos con puestos para seis personas. En el fondo estaba la cocina, detrás de una puerta naranja con una abertura en forma cuadrada por la parte de arriba. Adentro en la cocina, los colores eran naranja y blanco, la estufa era blanca, impecable al igual que el lavaplatos, y cerca un fregadero, frente al cual había una ventana que daba al jardín trasero. Dentro de la alacena había guardado algunos platos y vasos y el refrigerador naranja estaba cerca de la puerta casi al frente de ésta. Había una isla en medio de la cocina, allí había un frutero donde la chica había colocado algunas manzanas y naranjas. En el fondo había una pequeña mesa cuadrada de vidrio estilo moderno, las sillas a juego de metal con asientos color naranja muy pequeños y sin respaldo se colocaban debajo de la mesa, dejando bastante espacio alrededor de la misma. Pegado a la pared un teléfono también naranja estaba cerca de puerta. Del comedor se podía pasar a un pasillo donde se encontraban las escaleras, mismo pasillo que se conectaba también a la sala, y en el fondo a la derecha estaba el baño. Un baño espacioso con inodoro, lavamanos, un espejo y unos estantes, donde Lou había puesto algunos rollos extra de papel de baño y toallas para secarse las manos. Afuera había un salón grande, donde Lou había puesto un librero y un escritorio de madera negros para trabajar. Tenía sobre el escritorio su portátil y al lado un pequeño bote de basura de metal con un pedal para abrirlo. Arriba había un espacio en medio de las habitaciones, allí había unos sillones negros similares a los que había abajo, y al frente una pantalla plana grande, debajo de la cual, en el mueble para la tv había un reproductor de dvd’s y blu-ray, con la pequeña colección que la castaña tenía guardada allí mismo. Alrededor había cuatro puertas. Tres de ella eran habitaciones completamente amuebladas en diferentes colores, una en tonos azul cielo y gris, una en rosa y violeta oscuro, y la que Lou había proclamado como suya, una roja con verde olivo. La última puerta, entre las dos habitaciones libres, era un baño con regadera y puertas de vidrio, un inodoro blanco y un lavamanos cuadrado colocado en una base de madera con un espacio debajo y dos puertas.

La habitación que Lou ocupaba tenía un largo tocador de madera pintado en un tono marrón oscuro, al igual que las mesas de noche, la base y cabecera de la cama, el closet y las puertas de las otras habitaciones. Dentro también había un baño grande con regadera y bañera, una cortina de color verde oscuro separaba aquella parte del baño del resto, que era una especie de circulo con el inodoro lejos y el lavábamos de mármol cerca de la puerta, en el lado opuesto del cuarto de baño había una estantería llena de toallas y las habituales cremas y demás cosas que la chica usaba, así como unas bocinas pequeñas para su reproductor. Al lado de estos estantes cuadrados estaba un espejo de cuerpo entero.
De vuelta en la habitación la cama amplia estaba colocada cerca de la ventana que le dejaba ver hacía la calle y el jardín delantero. La colcha sobre la cama, al igual que las paredes a la izquierda y derecha de ésta era roja, la pared detrás de la cabecera era verde olivo, al igual que la del frente, donde estaba el closet y la puerta. A la izquierda estaba el tocador y el espejo, a cada lado de la cama había una mesa de noche. En el techo blanco, había un candelabro con círculos de vidrio y alrededor de toda la habitación había más focos en forma de esfera.

La chica estaba exhausta después de colocar sus cosas en su sitio dentro de su habitación, además que le parecía que la casa era muy grande, demasiado. Pero ya había firmado el contrato para trabajar con el club inglés. Por suerte conocía a algunos de los jugadores, a los españoles; pero, sobre el resto de la plantilla solo tenía una idea de quién jugaba. Solo sabía que el siguiente lunes conocería al médico del primer equipo, y que tendría que trabajar lado a lado con él, o ella, más bien.

El fin de semana transcurrió sin muchos acontecimientos, más que la vez que de alguna forma Lou consiguió perderse en la ciudad, después de haber estado buscando la manera de regresar a la pequeña zona residencial donde estaba ubicada su casa, tenía conocimiento de que algunos otros jugadores vivían cerca de su casa, pero no tenía idea de cómo andar por aquella ciudad, que tan pocas veces había explorado.

El lunes por la mañana se aventuró a la ciudad, subiendo a un taxi y observando con cuidado el camino, segura de que tendría que reproducirlo más tarde. Cuando por fin llegó al edificio, se encontró admirando de nuevo la construcción. Estaba en los campos de entrenamiento de los blues, pero no había para ella nada como los bonitos campos de su antiguo equipo.

Entró por fin al edificio y fue recibida por una recepcionista detrás de un mostrador de vidrio. La mujer delgada y pelirroja alzó la mirada, mostrando unos ojos color marrón, tenía el rostro ovalado y radiante con poco maquillaje, que dejaba ver las pecas que se esparcían por todo su rostro y brazos, como pudo ver la castaña.

-Un momento. – dijo en inglés, con el claro acento londinense. La pelirroja estaba en ese momento escribiendo algo en el ordenador. Se dio la vuelta y le dio la espalda, Lou se acomodó el bolso en el hombro y aliso con la blusa de seda azul rey y se miró los zapatos, más allá de sus pantalones de vestir negros, llevaba puestos un par de zapatos Louis Vuitton negros de tacón alto con una pequeña abertura en la parte del frente y un pequeño candado dorado que colgaba detrás del talón. Sobre los hombros llevaba un saco a juego con los pantalones, éste se ajustaba a la cintura y se abría un poco, dando la sensación de que su cadera era más grande. La pelirroja volvió a mirarla. – Éste es tu horario. – Le entregó una hoja de papel color amarillo.- Éste es el informe mensual que debes de entregar a Eva al final de cada mes. – Lou asintió. La pelirroja le daba otra hoja, aunque ésta era de color blanco. – Y éste es un listado con los nombres de los jugadores. Esta es la lista preliminar, pero te servirá hasta que inicie la temporada. – Lou recibió otra hoja, ésta era de color azul.

-Bien… Me habían dicho que me presentara con el médico del equipo… - dijo la castaña mostrándose dudosa.

-Sí, ve por aquel pasillo y entra por la puerta de la izquierda, desde allí caminas otro pasillo y casi al final, donde el camino va a la derecha verás su oficina. No hay pierde, tiene su nombre escrito detrás. – la pelirroja sonrió, mostrando un par de hoyuelos en las mejillas.

-Gracias, – miró el gafete en la blusa blanca de la recepcionista – Johana.

La pelirroja asintió y volvió a voltear la mirada sobre el ordenador. Lou se fue por el complicado camino que le había indicado. En sus manos llevaba las hojas.
En realidad, no tardó en estar frente a la puerta con el grabado “Eva Carneiro. First team doctor”. Respiró hondo y llamó a la puerta.

-Pase. – dijo una voz femenina desde dentro. Abrió la puerta y entró, frente a ella estaba una oficina con paredes blancas y un escritorio de vidrio con un par de sillas frente a éste, en la esquina opuesta estaba una cama para revisión con el usual papel verde brillante puesto encima. Tenía también un mueble con puertas de vidrio dentro del cual había aparatos médicos para revisión y un kit de primeros auxilios. Cerca de la puerta había una báscula de pesas – Tú debes ser la nutrióloga. – Lou asintió con la cabeza. – Toma asiento. – la castaña se sentó en silencio. – Como sabes, yo soy médico del primer equipo, como tú serás la nutrióloga de los mismos hombres, quería discutir contigo los aspectos que me importan de cada jugador, hay casos especiales. Aquí tenemos atención específica para cada jugador, me gusta que estén en óptimas condiciones para cada partido.

-Lo comprendo. – dijo la castaña por primera vez, el cabello recientemente cortado estaba suelto sobre sus hombros, hasta donde llegaba y se ondulaba levemente, el fleco de lado estaba también un poco ondulado y le estorbó en ese momento, así que lo apartó de su rostro antes de volver a hablar. – Para empezar necesito saber que tanto entrenan, cómo son estos entrenamientos, de qué manera viven y bueno, lo que me puedes decir que puedo trabajar por cada uno.

-Entonces ven. – La mujer bajita, de cabello rizado se puso de pie sonriendo y al levantarse Lou notó que vestía el uniforme deportivo que el club tenía para el equipo técnico. Un pants negro con el escudo del león y el círculo azul por fuera, la camiseta azul rey, unos zapatos deportivos y el cabello suelto. Eva abrió la puerta de su oficina y dejó que Lou saliera primero, ella se sintió rara, era más alta que Eva.

Mientras le comentaba acerca de la manera de trabajar en el club, Eva dirigía a Lou hasta su nueva oficina. Era una oficina parecida a la de Eva, aunque ella tenía una báscula mucho más moderna, la nutrióloga lo notó al instante, era una báscula eléctrica que además medía la altura y arrojaba algunos datos importantes como la masa corporal, el porcentaje de grasa y masa magra, etc. Tenía también un escritorio de vidrio y una vitrina que contenía los aparatos típicos que utilizaban los nutriólogos, además del kit de primeros auxilios, que la chica supuso tendrían todos en sus oficinas. Eva le indico que dejara sus cosas allí, al salir Lou se dio cuenta de las letras grabadas en un recuadro pegado a la puerta. “Louella Gómez. First team nutritionist.” Por un momento se preguntó si habría otro nutriólogo para los demás equipos…

-Te voy a dar tus uniformes. Al principio es algo incómodo, pero te acostumbraras, con estos hombres no puedes estar de tacones… - bromeo Eva.

-Sí, no puede esperarse más… son jugadores, después de todo. – La doctora entendió la broma rápidamente y rio con la castaña. Ambas caminaron hasta un salón donde a Lou le entregó una maleta con los colores y escudo del equipo, tenía un tamaño considerable y estaba cargada con sus uniformes para trabajar.

-Se te verá bien el azul. – dijo Eva. Lou cogió la bolsa y caminaron de regreso a la oficina de la chica. – Te voy a llevar a ver el entrenamiento, para cuando lleguemos, ya habrán terminado el calentamiento – miró su reloj - ¿por qué no te cambias? Te esperaré aquí afuera.

Lou entró a su oficina y rápidamente se cambió, sorprendida de encontrar también un par de zapatos deportivos dentro de la maleta. Estos con los colores del equipo y el nombre de Adidas en una esquina, junto a las líneas blancas. Al igual que Eva, se puso unos pants negros y una camiseta azul. Aunque la ropa le quedaba un poco grande, no le importó y salió de la oficina, siguiendo a la mujer aún más bajita que ella.

Diez minutos más tarde estaban sentadas en unas gradas mirando el entrenamiento, los jugadores ni siquiera se percataron de la presencia del par de mujeres que mientras miraban conversaban. Poco a poco hacían amistad, aunque Lou estaba segura de que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera llamarle a aquella mujer su amiga.




El sol estaba muy brillante, Gonzalo hablaba por el teléfono con su madre, que estaba alarmada después de saber que había cambiado a su antigua novia por la modelo rubia. A su madre no le gustaba meterse en los asuntos de su hijo, pero sabía que él no cambiaría a una chica por otra en tan poco tiempo.

Gonzalo intentaba explicarle que estaba bien y que Adriane su nueva novia lo hacía muy feliz. Aunque no se pudo ni siquiera convencer a sí mismo. La verdad era que aquella mujer lo estaba volviendo un poco loco. Nunca quería hablar de fútbol y cuando lo hacía era obvio que no sabía ni una palabra de lo que decía, lo cual solo fastidiaba a Gonzalo. Siempre se estaba quejando por la comida en los restaurantes, por las luces en el centro comercial, por las actuaciones de las películas que veían, de la decoración de su casa, de que la chaqueta que acababa de comprarse le picaba pero “no podía quitársela”. Aquella chica simplemente no tenía suficiente, siempre estaba en plan de salir, rara vez se quedaban en casa a ver una película o hacer tonterías, ella amaba irse de fiesta.
A su madre no le fue difícil entender que su hijo no quería preocuparla, así que pronto colgó el teléfono quedándose con la promesa de que la visitaría pronto.

Gonzalo no sabía muy bien por qué seguía engañándose y salía con la rubia, siendo que en el fondo solo quería disculparse con la castaña. Mariana no le había dicho ni una palabra sobre ella, y Ceci estaba completamente cortante con él, al igual que Cristiano.
Ese día no se vería con su novia, así que estaba en unos cómodos pants grises y una camiseta blanca, si lo viera, Adriane seguro sufriría de un ataque de ansiedad.

“Lou me copiaría y nos echaríamos al sofá a ver cualquier cosa en la tele el resto del día...” pensó.

En todo el día no se la había podido sacar de la mente, la extrañaba, además que Andrea, le había dado una reprimenda terrible cuando tuvo oportunidad. Él sabía que ella tenía razón. Le había dicho algo tan horrible, tal vez para otra no hubiera sido tan hiriente, pero él tenía pleno conocimiento de que él era el único que la castaña amaba y por ningún motivo haría algo con otro, en especial cuando le costó tanto darle confianza a Gonzalo.
Sintiéndose enfermo y vacío, se pasó la mano por el cabello y apagó el televisor. Fue hasta su estudio y encendió el ordenador. En el buscador puso el nombre de la chica, sintiéndose como un tonto por tener que recurrir al internet para saber sobre su ex. A la cual no quería llamar ex.

En la pantalla apareció una imagen grande de su rostro, la que se había tomado para el equipo español un año atrás. Él recordó a aquella chica tan distinta de su novia. Era mucho más juguetona de lo que parecía, a veces como una niña, pero en aquellos primeros momentos parecía una mujer madura, seria y desinteresada en los intentos de Gonzalo por salir con ella.

Él sabía que no había sido un gran novio, no era detallista, no estaba en él comprar regalos o mandar mensajes de texto con frases cursis; tampoco era muy bromista, y rara vez se interesaba por lo que ella le contaba…en muchos aspectos, no se lo podía negar a sí mismo: eran diferentes. Ella se preocupaba de saber sobre su día, si la había pasado bien en el club, si estaba demasiado cansado o si quería que hiciera algo en especial para la cena. Normalmente se sentaban juntos a mirar partidos en repetición o en vivo y ambos eran unos locos, pero conversaban sobre deportes, ella había intentado arrastrarlo varias veces a su gimnasio favorito, pero él nunca fue. Cuando recién se mudó a su casa, la chica se había puesto a trabajar, quería ayudar a Andrea con algunas tareas simples que Gonzalo bien podría hacer, pero nunca hizo y estaba seguro que nunca haría.

Ella se había negado a usar el dinero de él, mientras que Adriane lo despilfarraba con alegría. A Gonzalo no le molestaba, después de todo, era como pagar a una actriz. Pero no estaba engañando al mundo, sino a sí mismo, y lo hacía pésimamente. 

Al mirar más abajo, se encontró un link a la página de un periódico inglés. La imagen al lado, era la de una mujer distinta de la que él conocía, aunque lucía igual de radiante y en sus manos llevaba una copia del periódico; su cabello estaba mucho más corto de lo que él recordaba, caía suelto sobre sus hombros en ondas, tenía un poco más maquillaje del que usualmente usaba, con los ojos enmarcados con delineador negro y sobra gris oscuro, él la conocía bien y lo notó al instante en la falta de los lunares que adornaban su nariz y parte de sus mejillas, notó entonces que estaba más delgada, la sonrisa en su rostro solo sirvió para hacer que Gonzalo se sintiera un poco más mal, se notaba contenta. Vestía una camiseta del club Chelsea y sobre ésta una sudadera del mismo equipo en color negro. El artículo era una parte de la entrevista de Carly Indigo con la chica.

Leyó la entrevista y frunció el ceño, ella se había ido a trabajar para el Chelsea y aunque se le había preguntado sobre él, la chica se sacó el tema de encima con una evasiva creativa y dio el tema por terminado, para volver a hablar sobre el campo de trabajo para las mujeres en equipos de fútbol ingleses.

Apagó el ordenador y se fue a su habitación, abrió el closet, solo pensaba sacar una de las almohadas extra, pero cuando la sacó de arriba del mueble, unos portarretratos se cayeron al suelo, por suerte no tenían vidrio. En los cuadros estaban ambos. Él ni siquiera recordaba haberse tomado aquellas fotos, la primera era de la noche que había llegado a Italia para estar con ella, ambos aparecían sonriendo. La siguiente fotografía era un poco más grande y el marco era en forma ovalada; volvían a salir los dos aunque aparecían los hombros de Sergio y Marcelo, aunque esa había sido tomada en el restaurante de Mariana, él se reía de alguna broma de sus amigos, ella lo miraba y sonreía, el brazo de él estaba sobre el respaldo de la silla de ella. En el cuarto retrato, estaban con Özil y Cristiano, los tres hombres sonreían frente a la cámara mientras ella ponía una cara graciosa con una sonrisa exagerada y los ojos bien abiertos, una ceja alzada. Él recordaba haberse tomado esa foto, pero no sabía que la chica había puesto aquella cara, era de uno de sus primeros partidos de la Champions. En el último retrato aparecían ambos con el pasto detrás, estaban en el Bernabéu después de un partido.

¿Por qué estaban esas fotografías allí?