Wednesday, March 5, 2014

Gol. Capítulo 26


Capítulo 26


Las primeras luces de la mañana, las cortinas estaban abiertas y ella recordaba haberlas dejado cerradas la noche anterior, cogió las mantas con las manos y se cubrió hasta la cabeza con ella, unos segundos después sintió que algo saltaba sobre ella, era algo pesado y grande, intento mantener la cabeza oculta en las mantas pero no sirvió de nada, pronto un perro le olfateaba el cabello.
-Estoy despierta. – anunció la chica antes de escuchar una risa y un ladrido.
-¡Pongo abajo! – De inmediato el perro bajó de la cama y salió de la habitación, Lou abrió un ojo y miró a Lukas, él llevaba puestos unos pantalones de pijama color gris y una camiseta blanca. La chica estaba usando una camiseta de él y cuando salió de la cama ésta estaba un poco arrugada. - ¿Lista para otro día en la oficina?
-Día de foto, no me hables. – dijo la chica volviéndose hacia el cuarto de baño, últimamente había estado de muy mal humor.
Después de llegar de Italia no había podido ver a su novio de la misma manera. No le tenía el mismo cariño, además que constantemente comparaba sus acciones a las de Gonzalo, en un par de semanas que habían dormido juntos ella se aferraba al torso de él en cuanto él se metía a la cama y se hacía la dormida lo antes posible. En la medida de lo posible había evitado besarlo y se sentía mal de haber hecho lo que había hecho en Italia, a pesar de no haber hecho nada en realidad malo, pues no le había declarado su amor a ningún otro hombre, se sentía terriblemente culpable después de haberse besuqueado con Gonzalo y para colmo, Mariana estaba feliz con aquello.
-Alégrate, con esa cara que tienes difícilmente saldrás mal. – Lukas se recargó en el marco de la puerta y miró a su novia.
La chica miró al hombre detrás de ella, él tenía una sonrisa en el rostro. Mientras ella preparaba rápidamente la ducha él volvió a la habitación, dejándola con la puerta cerrada.


A pesar de haber pasado los últimos meses llena de trabajo, Ceci estaba más que feliz de cuidar a aquel pequeño niño de Cristiano, sin poder huir aun así, de su mesa de dibujo pues hacía poco se había sorprendido al descubrir que aquel niño disfrutaba dibujando y no se aburría aunque pasara horas frente las hojas en frente de él.
Un par de horas después de terminar con sus dibujos ambos estaban en el Bernabéu esperando a que los jugadores salieran al campo. La madre de Cristiano había ido a pasar unos días en Portugal así que ese día eran solamente Cecilia y el niño.
A los quince minutos Cristiano anotó un gol y fue a la esquina del campo, apuntando hacia arriba, en el palco del jugador el niño estaba tan feliz como la castaña que lo sostenía en sus brazos, feliz de compartir cada vez más tiempo con el niño. Mientras el juego seguía su curso el niño no podía dejar de admirar a los jugadores que se veían un poco pequeños desde donde los miraba.
-¿Podemos sacar foto? – preguntó el niño al mismo tiempo que los jugadores entraban a los vestidores durante el medio tiempo.
-Claro. – Ceci sonrió y sacó su móvil del bolso, con el Samsung de exagerado tamaño se agachó al lado del niño y tomó la foto, ambos aparecían sonrientes en la pantalla, Ceci sintió ganas de poner la fotografía en su recién hecha cuenta de twitter, pero claro, no era posible, así que en su lugar tomó una foto simplemente del estadio y la subió: “Buenísimo el partido de hoy #HalaMadrid.” – Mira, lo guapo que sales. – le dijo al pequeño Cris y le mostro la imagen en la pantalla, el niño le mostro una sonrisa reluciente muy parecida a la de su padre, aunque a diferencia de él no mostro nada de arrogancia y simplemente puso su mano sobre el teléfono de la chica, buscando uno de los juegos.


Mientras Lukas esperaba en el auto no conseguía dejar de pensar en el comportamiento de su novia. Ella estaba bastante distante y él sabía que era más que sólo la emoción de la chica al volver a ver a su amiga. A pesar de todo, no entendía muy bien que era lo que a Lou le pasaba. Ella subió al auto con la chaqueta de cuero negra cerrada y una bufanda de tela azul brillante enredada en el cuello.
-Perdona, me cuesta acostumbrarme al clima. – dijo ella poniéndose el cinturón de seguridad.
-No pasa nada. – giró la llave y arrancó el auto.

Minutos más tarde ambos entraban de la mano entrando a una cafetería, había una pequeña tarima en medio del lugar, en una de las mesas cercanas estaban sentadas Rita y Kate mientras que Lucy de seguro estaba en algún otro lugar.
-Hola, ¿Qué tal? – las chicas se saludaron mientras el famoso novio de Lucy también se acercaba a la mesa, en esta ocasión un muchacho más joven y con apariencia mucho menos elegante que el anterior.
-Alfred – se presentó.
Todos se sentaron y pronto un mesero tomo la orden de los que acababan de llegar. Pronto se escuchó una voz familiar en las bocinas de todo el lugar, la gente miró hacia el escenario y se encontraron a la rubia menuda frente al micrófono con un teclado a su lado y un chico alto y delgado de cabello castaño oscuro y gafas gruesas que parecían resbalar por el puente de su nariz, él también tenía un micrófono delante, aunque el suyo estaba más alejado.
-¡Frank! – gritó Rita alegre. – Es un guitarrista de primera. – explicó ella con rapidez.  
Los dos chicos se colocaron apropiadamente en sus lugares y Lucy comenzó a tocar en el teclado, this love comenzó a sonar y la gente continuó charlando, acogiendo la música de fondo. Mientras la pareja de músicos continuaba tocando, sorprendentemente fue él chico quién cantaba como voz principal mientras que la rubia se dedicaba a hacer falsetes y coros al chico de la guitarra.
En la mesa donde estaban todos los amigos sentados poco de conversación había mientras todos miraban fascinados al par sobre el escenario, pronto Rita comenzó a hablar acerca de su brillante idea de presentar a los dos y hacerlos tocar. El dueño del café se paseaba por su negocio complacido con la actitud de su clientela ante la música, generalmente sólo había ruido de platos, tazas y voces.
-No sabía que Lucy fuera tan… musical. – admitió Alfred.
-Nadie lo sabía más que Rita. – sonrió Kate. – Aunque no es sorpresa que pueda cantar, su hermano tuvo una banda en la secundaria, Lucy nunca se unió porque se llevan seis años, pero ahora sé por qué le daba tanta importancia.
-Seguro, cuando le conté que fui la chica del pandero por dos semanas en la banda de un amigo en el instituto casi se le salen los ojos. – Aun estaba en plan de conversación.
Las dos chicas continuaron hablando y Lukas ya estaba inmerso en una charla sobre autos con Alfred. Lou se levantó y fue al baño, en el fondo se escuchaba una versión acústica de five colours in her hair.


Ceci jugaba con Cris mientras esperaba en la sala de la casa del jugador a que Cristiano terminara de cambiarse. Algunas veces le hacía gracia a la chica que su novio parecía tardarse más que él en arreglarse para salir.
-Tío, sí que os tomas tiempo… - dijo cuando el padre del niño apareció en la puerta con una chaqueta de cuero pequeña en la mano.
-Vamos, la vanidad no puede ser tan mala. – Ceci rodo los ojos y miró al niño con expresión divertida.
El niño corrió a la puerta en cuanto su padre habló acerca de salir a celebrar. Ese día había anotado dos goles y quería pasar un buen rato con su novia y su hijo. Hacía días que Cristiano y Ceci habían cumplido un año de novios.
Mientras iban de camino en el auto, Cris, desde su asiento en la parte de atrás había preguntado acerca de aquella cita. Cristiano sonrió como pidiéndole ayuda a los cielos mientras Ceci estalló en carcajadas agudas y melódicas.
-¿En serio? ¿Tu papai no te contó?
-No bien. – dijo el niño con una mirada inocente.
Ceci comenzó a reír e hiso un intento por explicarle al niño como es que su padre había terminado llegando a casa con plantitas en la cabeza y la camisa manchada de tierra. El niño escuchaba con atención mientras Cristiano manejaba y Ceci continuaba sonriendo mientras le contaba al niño.
-Y entonces se le ocurrió que era buena idea cenar en un lugar donde había terraza, el problema es que en la terraza había unos arreglos de velitas con plantitas en cada mesa y cuando yo cogí la vela para verla, porque estaba monísima eh, la voltee un poquito y la plantita claro que era de plástico y se comenzó a quemar.
         >>Lo bueno es que ya habíamos terminado de cenar; pero cuando vi que la plantita se quemaba entré en pánico y tu papá no hacía mucho por ayudarme, más que voltearme a ver con esa cara de fastidio que tan bien le sale… en fin, cuando yo le soplé a la planta y no se apagó Cristiano tuvo que tirarle el vaso de agua encima antes de que el mantel también se encendiera, pero claro, me tiro agua a mí también. Me levante y casi tiro todo en la mesa, terminé tirando la planta en dirección a tu papá y bueno…se llenó de tierra la camisa.
-¿Y lo de las plantas?
-Ah, eso es su culpa. – dijo Ceci en tono triunfal. – Se tropezó con el perro del vecino y cayó en uno de los arbustos afuera de mi casa.
El niño se rio mientras Cristiano ponía el auto en un buen lugar y avisaba a ambos acompañantes que ya habían llegado.
Los tres caminaban por la acera, algunos autos pasaban a su lado, aunque el tráfico estaba ligero. Entre ambos iba el niño cogiendo de la mano a cada uno, insistiendo en dar pequeños brinquitos, ambos adultos le sostenían las manos con fuerza para evitar que al dar aquellos saltos se cayera, pero Ceci ya se había dado, mirando por el rabillo del ojo que Cristiano estaba mirando hacia la acera contraria.
Parado cerca de una librería en la esquina, del lado contrario de la calle un hombre con una cámara enorme que sostenía sobre su rostro los fotografiaba. En el tiempo que la chica había salido con Cristiano ya se había dado cuenta lo mucho que a él le desagradaba que le tomaran fotos a su hijo. A pesar de parecer ridículo en ocasiones, era de entender; tenía todo el derecho de proteger su privacidad y decidir si quería que el rostro del pequeño fuera conocido por la gente, después de todo el futbolista era él y no el niño.
Poco después de que los tres entraron al restaurante, Cristianso se tranquilizó, pues se habían sentado en  una mesa cerca del fondo, como era normal.
Aún con la carta sobre la mesa el niño llamó la atención de su padre, que en ese momento miraba la selección de vinos, aún se notaba un poco tenso, sobre todo porque tenía los hombros rígidos y se lucía demasiado inmóvil para estar cómodo. Ceci miró al niño. Después de tocar con su mano pequeña el antebrazo de Cristiano, éste volteo a mirarlo con una expresión seria, el niño prosiguió a encantar a su padre contándole una pequeña historia de una aventura que había tenido en el jardín de recreo con una tal Kevin.
-Pero no habla español, yo no entiendo. – dijo – y me hacía caras cuando le hablo, pensé que habla portugués, ¡papá eso tampoco! ¿Por qué no todos falam português? – Su padre iba a contestarle pero el niño volvió a hablar. – además me hace así.
El niño comenzó a hacerle caras a su padre, lo que lo reír, olvidando por un rato que afuera había un hombre tomando fotografías para alguna revista o periódico.
Ceci los miró sonriente, mientras Cristiano continuaba jugando a hacer muecas con su hijo. Sí que se había encontrado a un hombre extraño, pero lo quería. Lo quería de verdad.


Lou miraba a Sergio en  la pantalla, Sergio parecía casi tan entusiasmado como un poste. La chica acababa de darle la noticia de su próximo viaje a Alemania. Con la computadora sobre su cama y el perro de Lukas acostado a su lado con la cabeza descanzando sobre su regazo, la chica acariciaba levemente las orejas puntiagudas del perro.
-¡Pensé que vendrías a España! – llevaba el ceño fruncido y el cabello finalmente de un color oscuro.
-Ay, Sergio… Pasaré al año nuevo allá, ¿qué tal? – intentó contentarlo, pero sabía que su amigo estaba más que decepcionado.
-No será lo mismo… - dijo recordando el año anterior, cuando habían cantado villancicos la mitad de la noche y la otra mitad bromeado. El año anterior había sido maravilloso, no sólo para el Equipo, pero también para él.
-La tía Bárbara también me lo ha dicho, por favor no me hagas sentir mal… - le dijo la chica. - ¿Has hablado con Mariana últimamente?
-Hace un par de días, ella tampoco vendrá a España, dice que está a poco de explotar. – ambos rieron, Mariana siempre era bastante exagerada. – ¿Qué te ha dicho esa mujer?
Sergio conocía suficientes historias de la tía Bárbara para tener una idea clara de cómo era y de qué tipo de relación tenía su amiga con aquella mujer.
-No ha parado de reprocharme que salga con Lukas – el perro a su lado pareció mover las orejas ante la mención de su dueño – mientras aún quiera a Gonzalo.
-Tampoco ella quiere que te vayas a Alemania. Es que – Sergio se pasó una mano por el cabello húmedo, la chica supuso que se había duchado hacía poco. – ella tiene más derecho que cualquiera de nosotros de verte.
-Sergio… - Lou puso los ojos en el cielo. – hablemos de otra cosa, ¿quieres? – él rodo los ojos y asintió. – Escuché que conociste a One Direction
-¡Ah, esos tíos! No son muy hábiles con el balón, me alegro que puedan cantar. – sonrió.
-De haber sabido, te hubiera pedido que les pidieras sus autógrafos, yo pensé que podría encontrármelos por la calle pero viven de gira…

Después de terminar su conversación por Skype con Sergio la chica se tiró sobre la cama, dejando la laptop sobre la mesa de noche. Pongo, que pasaba la noche en su casa para tranquilidad de su dueño, estaba más tranquilo que de costumbre. Lou tenía la idea de que el animal podía percibir la personalidad de la gente y se comportaba de acuerdo a con quien estaba. Siempre que Lukas estaba cerca, el perro comenzaba a inquietarse, aunque Lou también recordaba que él lo sacaba a pasear con mucha frecuencia y lo dejaba correr libremente, mientras que ella rara vez salía con aquel enorme perro a la calle, casi siempre halando de la correa sin resultado alguno, en vez de pasear al perro ella siempre terminaba corriendo detrás de éste.
Con la luz prendida y su ropa de aquel día, la chica se quedó dormida, el perro acomodado a sus pies. Antes de quedarse dormida escuchó su celular sonar, pero estaba demasiado cansada y fastidiada para hacer algo al respecto.
La mañana siguiente sabría quién había sido.

El teléfono sonaba y el perro ladraba, la luz estaba claramente golpeando su rostro y la almohada estaba tirada en alguna parte en el suelo, Lou abrió los ojos y rodó sobre su costado, quedando de frente a la mesita de noche había puesto su teléfono móvil, al lado de éste se encontraba un marco con una fotografía que uno de los meseros del antigua restaurante de Mariana había tomado el día que celebraron allí su contratación en el Real Madrid.
En el teléfono había un par de mensajes de texto sin leer, la castaña se echó el cabello hacía atrás y leyó los mensajes. Ambos eran de Gonzalo.
“Bárbara me ha llamado, ¿cómo está eso de que te vas a Alemania con Podolski?” Lou intentó dejar pasar el hecho de que no había escrito Lukas, sino Podolski. Definitivamente allí había un problema.
“Vale, no me contestes, pero yo recuerdo haber pasado la Navidad sin ti en Argentina. ¿Estás haciendo lo que quieres o solo te estas dejando ‘ir con la corriente’? Sé que no eres así y Bárbara no para de llamarme, ¿Cuál es la palabra mágica de esa señora?”
Lou se quedó un momento mirando la pantalla, debatiendo consigo misma si valía la pena contestar el mensaje o no. Pongo ya tranquilo miraba a la chica mientras ella se levantaba de la cama con los pantalones y la blusa blanca arrugados.
Después de bañarse rápidamente, la chica se cambió y se peinó para ir a trabajar. Antes de irse puso comida y agua en los platos de comida del perro, dejándolo en el patió trasero.
Mientras la chica manejaba volvió a sonar su teléfono móvil desde su bolso, cuando estacionó el auto afuera del hospital la chica leyó el mensaje de texto.
“No sé ¡No sé! ¡Che! Y pensaba que los argentinos eran unos tíos relajados… Deja de contestarle y ella dejará de fastidiarte.”
Así envió el mensaje de testo y puso el celular en silencio antes de volver a meterlo en su bolso.

Dejó las llaves en un gancho al lado de la puerta, llevaba algunas cartas en las manos, el perro la esperaba en la puerta del jardín.
-Ya te dije, ahora mismo hago la maleta. – le decía a Lukas.
-Lleva suéteres, me parece que estará más frío que Londres. – le aconsejo. – No quiero que te enfermes.
-Sí… - la chica recordó entonces la última vez que había enfermado, Eva le había dicho que ella misma la había llamado, comprobando que la chica había tenido una especie de sueño. – No te preocupes, te veo en la noche, ¿a qué hora sale el vuelo?
-A las 5 a.m. – respondió. – deberíamos estar en el aeropuerto un par de horas antes.
-Haré café. – sonrió la castaña, odiaba el sabor del café y rara vez lo tomaba, por eso mismo la más mínima cantidad de éste líquido la ponía muy alerta.


Horas más tarde el timbre sonó, Lou bajo a abrir la puerta, no pensaba que Lukas fuera a pasarse por su casa tan temprano, pero en cuanto abrió la puerta y vio quién estaba de pie frente a ella supó que de nuevo la suerte no iba a estar de su lado.
-¿Me dejaras pasar? – dijo la mujer frente a ella. Bárbara. Tenía el cabello de un rojo brillante que la hacía lucir más pálida de lo que ya era, tenía unos grandes ojos color café como los de la nutrióloga y llevaba los el rostro libre de maquillaje, por lo que se le veía la nariz rosada.
-Claro. – Lou sonrió un poco forzada antes de dejar pasar a su tía, después que ambas estuvieron adentro, la mujer tomó asiento en uno de los sofás de la sala, Lou se sentó frente a ella y no pudo evitar ver las maletas que su tía había dejado en la entrada, justo al lado de la puerta de entrada. – Sabes que me da gusto verte, pero ¿qué haces aquí?
-Vengo a quedarme contigo en Navidad – dijo con toda naturalidad. – tu hermano está en México y con la nueva novia que tiene ni loca festejo con ella.
-A mí me ha parecido buena chica… - respondió Lou, pensado en mujer rubia que su hermano le había presentado por Skype.
-No la conoces… - le dijo la pelirroja. – Lo ideal, cariño – le paso las manos por el cabello a su sobrina, cómo lo hacía cuando era pequeña y le trenzaba el cabello. – sería que visitáramos a Mari en Italia.
-¿Italia? – preguntó Lou con pánico. – Yo ya te lo he dicho: Lukas y yo iremos a Alemania… Quiere pasar navidad con su hijo.
-Entonces tú sales sobrando. – dijo Bárbara en tono suave, sabía que podía despertar el enojo en su sobrina si no se iba con cuidado. – Además, nunca has pasado Navidad demasiado lejos de Mariana, desde que se conocen ustedes dos han sido como uña y carne. Sabes muy bien que ella no puede viajar por el embarazo.
-Pero la familia de Kaká ira a Milán. – se quejó Lou, la verdad era que tenía miedo de volver a Italia. – No lo pasará mal.
-Gonzalo estará en Nápoles. – Advirtió la pelirroja.
Lou le lanzó una mirada recelosa a su tía, aún se preguntaba cómo podría aquella mujer saber por qué actuaba cómo lo hacía, pero a fin de cuentas ella era como su madre, no había manera de que no la conociera. Mientras Bárbara miraba a su sobrina con una sonrisa en el rostro, Lou se debatía si hacer caso de ella o imponer su punto. Ya había aceptado acompañar a Lukas y aunque le pareciera tentador ir a pasar la navidad con Mariana, se preguntaba hasta qué punto eso podía hacer que Lukas se sintiera enojado y desplazado.  
-Si es tan maravilloso como me lo has pintado, seguro que lo entenderá. – dijo Bárbara, de nuevo leyendo los pensamientos de su sobrina más joven.
-Ya tengo hechas las maletas… - dijo Lou.
-Yo tengo dos boletos de avión. – le confesó su tía. Lou alzo una ceja. – Tienes corazón, sé que quieres ir.
-Tendré que llamar a Lukas.
Sin que su tía dijera más, Lou se levantó del sofá y fue a su habitación, cogió el teléfono y llamó a Lukas quién no parecía molesto, sino todo lo contrario, la chica continuo pidiéndole disculpas repetidamente hasta que colgaron y Bárbara se paseaba por la habitación de su sobrina.
Ambas revisaron la maleta de la chica y empacaron la ropa adecuada para el clima invernal de Italia, una hora más tarde ya estaban en el aeropuerto y para la madrugada ya habían llegado a su destino en Milán.
Bárbara le pidió a la chica que dejase su móvil en el bolso, pero ella no podía evitar tenerlo en la mano, preguntándose cuándo recibiría un mensaje de texto de su novio, cuando el auto en el que iban se detuvo frente a un gran hotel.
-¿Lily Grand? – preguntó la chica a su tía. – Al menos no reservaste suites, ¿verdad?
-A ti te he reservado una Junior, la mía sí es suite. – dijo la mujer mientras sacaba un par de billetes de su cartera de piel color beige. – ahora baja, no quiero perder esas maletas de vista. – empujo cariñosamente a su sobrina para que se bajara del taxi de una buena vez.
Un empleado del hotel acudió rápidamente a ayudarles, llevaba su uniforme verde con dos filas de seis botones en el frente y un sombrero. Entraron al lujoso hotel en el centro de la ciudad y admiraron la calle desde las grandes ventanas de la recepción. Los pisos de color dorado y unas bellas columnas de mármol indicaban el camino a un escritorio grande donde había un par de hombres y mujeres. Con las luces amarillas en el techo el lugar se veía completamente distinto a la calle, mientras las dos mujeres esperaban a que les entregaran las llaves de sus habitaciones, uno de los empleados del hotel se había adelantado con sus maletas por un elevador. Al recibir las llaves, las dos subieron por las escaleras, recorriendo el resto del hotel, que tenía apariencia moderna y pasillos amplios, el hotel era más pequeño que aquellos donde la chica acostumbraba quedarse, usualmente cuando viajaba con Mari se quedaban en hoteles donde las suites más grandes tenían un par de habitaciones. Por suerte a Bárbara y a Lou les habían dado habitaciones no muy lejanas, la de la pelirroja estaba en el piso superior a la de la nutrióloga, pero a ninguna le causo ningún problema.
-Te veré mañana, descansa. – le dijo Bárbara a su sobrina dándole un abrazo y un beso en la mejilla. - Dolci sogni.
Lou dio las gracias al botones y le dio un par de euros antes de meterse en su suite junior las maletas habían sido colocadas cerca de la cama. La chica admiró los muebles y las paredes por un momento. Las paredes de color gris oscuro y los sofás blancos y las almohadas sobre éstos de colores blanco y rosa. Cuadros con temas florales decoraban la habitación dándole un toque cálido, mientras que los arreglos con flores de verdad llenaban la habitación de un aroma dulce y delicioso que la chica había comenzado a disfrutar desde que el botones abrió la puerta. Dejando las maletas en el closet, la chica se sacó los tacones y semetió en la cama con su ropa puesta.

Aun abrazaba la almohada felizmente cuando sonó el teléfono en la mesita de noche de roble. Lou se dio la vuelta sin abrir los ojos y sacando el brazo de debajo de las mantas buscó el teléfono a tientas, lo cogió y contesto con la voz ronca.
La recepcionista le informó que era su alarma y que la mujer con la que había llegado la noche anterior había sido la que la pidiera. Lou agradeció y colgó, no sin antes informarse del servicio a la habitación. Pidió el desayuno y puso el teléfono en su lugar. Frente a ella, había un televisor de pantalla plana y a su lado las ventanas con las cortinas de color marrón cerradas. La chica se puso las manos en la cabeza y las paso por su cabello antes de darse cuenta de que lo llevaba recogido en una coleta probablemente alborotada. Rápidamente se levantó de la cama y con los ojos entrecerrados entró en el baño, se echó agua en el rostro y miró su reflejo en el espejo. Se soltó el cabello y lo puso en una trenza que le caía por el hombro izquierdo.
Apenas se desvestía cuando tocaron a la puerta, la chica cogió la bata de baño y se cubrió con ésta para abrir al  servicio a la habitación. Con el desayuno servido, la chica comió sobre la cama mientras miraba la televisión, pronto terminó de comer y dejando los platos sobre la mesa en el recibidor volvió a lo que estaba haciendo antes de ser interrumpida por la comida. Después de tomar una ducha y secarse el cabello, dejándolo lacio, la chica salió del baño cubierta por la bata de color rosa pálido y abrió las cortinas para encontrarse con la vista lejana de la Piazza Fontana, un par de minutos después volvió a cerrar las cortinas y buscó en su maleta la ropa que se pondría para salir –finalmente- de su habitación. Mientras buscaba su gorro de tejido rosa brillante, llamaron a su puerta. Sin pensarlo dos veces, la chica fue a abrir, Bárbara entró en la habitación con una camiseta de color azul cielo y unos pantalones blancos. La mujer llevaba el cabello rojo suelto sobre la camiseta.
-¿Te das cuenta de que estamos en Milán? – le preguntó Lou, cerrando la puerta.
-Claro, por eso te he traído algo. – le dijo, dándole a la chica una bolsa de plástico de alguna tienda departamental, la chica no se fijó simplemente miró adentro. Bárbara entró en la habitación. – Es bonita. – la pelirroja se sentó en el sofá frente a la cama.
Lou se rio un instante al mirar la espalda de la mujer con el número veinticuatro.
-Tía, ¿es en serio? – Lou tenía en la mano una camiseta con franjas rojas y negras en vertical, en la parte de atrás además tenía el número noventa y dos.
-¿No has visto al chico jugar? Tiene futuro, te digo. – Lou puso los ojos en blanco ante el comentario de su tía, daba igual, su cabello terminaría cubriendo el número.
La chica cogió sus pantalones negros y una camiseta de color blanco que se puso debajo de la camiseta del equipo. A pesar de que su tía la conocía bien, la camiseta le quedaba grande. Salió del baño con la ropa puesta y escogió unos converse en lugar de sus usuales tacones y una chaqueta de cuero negra. Con la cinta del bolso cruzada sobre el pecho ambas mujeres salieron del hotel y cogiendo un taxi fueron hasta la casa de Mariana.
Una vez que tocaron el timbre esperaron un par de minutos a que Mari saliera a abrirles, para su sorpresa, en su lugar una mujer adulta con el cabello oscuro, ojos verdes y nariz aguileña les abrió la puerta. En el interior de la casa Mariana estaba sentada en uno de los sofás del recibidor con un libro grueso en las manos y una camiseta casi idéntica a la que Lou llevaba puesta, siendo el tamaño y el dorsal las únicas diferencias.
-¡Mari! – dijo Lou alegremente.
Mariana se dio la vuelta y vio a ambas mujeres paradas detrás de ella en el pasillo. Tan rápido como ella pudieron se acercaron a Mari y la abrazaron, aunque ya era un poco complicado con el tamaño de su vientre, que cada vez que la veía estaba más grande.
-¡Qué no te ibas a Alemania! – dijo Mari sorprendida. Bárbara le dio un abrazo seguidamente y las tres se miraron una a la otra.
-Me convencieron de no hacerlo. – dijo Lou. - ¿Cómo te ha ido?
Las tres se sentaron, aún faltaban un par de horas para el partido así que no tenían prisa por irse.
-Pues ya lo ves…  al final, no es tan mal equipo…después de todo mi marido juega para ellos. – dijo mari.
-¿Y los bebés? – preguntó Bárbara.
-Están perfectos. 22 semanas y contando. Con suerte llegaran a las 34, aunque lo dudo… - dijo Mariana, poniendo su mano sobre su vientre. – la verdad ya quiero que nazcan, pero desearía no tener que parirlo yo.
-Ya lo creo… - dijo Lou. – pero al menos sabrás que tanto sirve lo de hacer ejercicio.
-¿Y ese Tocho, por donde se ha metido? – preguntó la pelirroja. – tengo tantas ganas de ver a ese perro…
-Esta por alguna parte en el jardín. Desde que comencé con el embarazo ha estado muy fastidioso, si sigue así creo que lo vamos a tener que dejar afuera siempre.
-Bueno, tal vez cuando los bebés nazcan se tranquilice… - Lou pensó en Pongo, estaba al cuidado de Jack y esperaba que no lo dejara afuera en el frío, ese perro le preocupaba más de lo que la chica podía entender.
-Y cuéntanos, ¿Qué podemos hacer mañana?
-Ay, Bárbara… nada, Kaká y yo hemos preparado una cena bonita para mañana. Sólo agregaré un lugar más en la mesa y ya está. – miro a Lou. – Que bueno que has venido también, la familia de Kaká es muy agradable pero no he tenido oportunidad de hacer amistad con ellos.
-No te preocupes, ahora que estamos aquí, te fastidiaremos un par de días. – respondió Lou con total normalidad.


El partido había terminado 2-1, el equipo local había ganado. Algunos de los jugadores charlaban de camino a los vestidores mientras que otros saludaban a la gente y lanzaban sus camisetas. En realidad esa tarde el partido había estado muy tranquilo, a pesar de ser dos grandes equipos la gente estaba tranquila y los jugadores de alguna manera agradecían aquello. No se sentía la presión, solamente la espera del día siguiente. La noche siguiente se festejaría la Navidad.
Después de una rápida ducha Kaká se encontró con su esposa en una de las salidas del estadio mientras Bárbara iba a buscar a los jugadores del equipo visitante, llevando consigo a una Lou testaruda.
-Yo no tendría que estar aquí… - renegaba la nutrióloga.
-Si no estás tú, ¿quién tomara las fotos? – le contestó la pelirroja.
Lou que tenía ganas de irse lo antes posible esperó junto con su tía a que los jugadores pasaran cerca de donde estaban, no podían ir más allá, ni siquiera acercarse a las puertas de los vestidores, pero Lou lo entendía, generalmente en los clubes donde trabajaba se le permitía acercarse y podía entrar a los vestidores aunque claro, prefería quedarse afuera.
Poco a poco, los jugadores salían vistiendo pants y sudaderas azules y camisas blancas tipo polo del Napoli. Bárbara se tomó foto con algunos jugadores, haciendo que Lou volviera a reprocharse a sí misma no haber tomado el curso de fotografía en el instituto, de algo le hubiese servido, Ceci que lo había tomado hacía las mejores fotos y además había aprendido a rebelar rollos.
Sin poner mucha atención en los detalles detrás de las personas que fotografiaba, la chica tomó las fotos y dio sonrisas a los jugadores, en realidad no estaba familiarizada con el deporte en ese país así que no sabía los nombres de los jugadores a quienes sonreía tras tomar las fotos, sólo podía reconocer que en su mayoría eran muy amables.
-¿Lou?
Bárbara sonrió y se acercó al hombre que había hablado, él con una sonrisa en el rostro saludo a la mujer de cabellos rojos, finalmente conocía a quién había sido la responsable de la formación de su ex. Por su parte Bárbara lo abrazó y besó en la mejilla, deteniéndose un momento para mirar su rostro y después el de su sobrina. Él miraba con una leve sonrisa de lado a la mujer, mientras que Lou apartaba la mirada con un intenso rubor rosado en las mejillas. Aquel día, recordó Bárbara, la chica no había usado maquillaje, en su lugar se había puesto unos lentes oscuros que le cubrían la mayor parte del rostro y en ese momento llevaba los lentes sobre la cabeza a manera de diadema para manejar la cámara digital de su tía.
Gonzalo no necesito más que una ojeada a la nutrióloga para darse cuenta de que llevaba el rostro limpio y las mejillas se le habían tornado tan rosadas cómo podrían ponérsele.
-¿Y el glamour? – le preguntó a la chica.
-Creo que Bárbara lo ha tomado prestado. – dijo ella con la mirada en la cámara. De momento Lou hacía como que modificaba algún valor en la cámara digital, aunque no tenía ni idea de lo que estaba haciendo así que simplemente comenzó a mirar las fotos que ya había tomado, comprobando que si las cámaras no enfocaran automáticamente seguro que ella no se les acercaría.
-¡HA! – la pelirroja dejó que una risotada se escapara de sus labios. – Tiene razón… - se acomodó el cabello cuidadosamente rizado sobre el hombro. – Tenía que lucir bien para conocerlos – le guiñó un ojo a Gonzalo quien alzo las cejas y asintió divertido, Lou miró a su tía por el rabillo del ojo mientras, con la cabeza gacha se hacía la loca mirando las fotos, en su rostro se leía desconcierto, - de joven, yo también me enamoré de un argentino… - ambos Gonzalo y Lou miraron a la pelirroja con expresión de sorpresa, toda diversión olvidada, ahora a ambos les ganaba la curiosidad.
-Eso nunca me lo habías contado. – dijo Lou.
-Es que bueno…es una historia muy larga… - la pelirroja miró hacia el suelo con las mejillas coloradas, coloradas de verdad. Lou nunca había visto a su tía tan ruborizada. Había algo en esa “larga historia” que de verdad aun le despertaba sentimiento a Bárbara pues sus ojos se aguaron y comenzaron a brillar, rápidamente recobró la compostura y miro sonriente a ambos jóvenes con las mejillas de su color natural. – Gonzalo, tal vez se las pueda contar mañana, ¿nos vas a acompañar, cierto? – dijo la pelirroja.
Gonzalo miró a Lou antes de abrir la boca y hablar.
-Por supuesto. – respondió él con completa normalidad, Louella sintió ganas de golpear algo, imposibilitada de hacerlo simplemente forzó una sonrisa que con facilidad su tía y Gonzalo identificaron como falsa.


Lou caminó con Mari por una plaza cerca de su casa, Bárbara se había quedado en el hotel a comprobar el servicio de spa mientras las dos chicas se iban a dar la vuelta por la ciudad. A Mariana le encantaba estar en Italia, conocía la lengua al derecho y al revés y además le encantaba tener las tiendas tan cerca, aunque no viviera tan cerca del centro de la ciudad, manejar hasta allá no era complicado y las demás esposas de algunos compañeros de Kaká eran muy amables con ella. En ese momento Lou seguía a su amiga, ella caminaba a paso lento para ser ella, pero con el embarazo que tenía en ese momento era normal. Kaká hablaba en ese momento con un reportero que quería hacer una nota en una revista acerca de su movimiento a Italia, su matrimonio y la llegada por supuesto de sus primeros hijos o hijas.
-¿Cómo? – Mari frunció el ceño - ¿No te dijo que vendría a la fiesta mañana? – la castaña se pasó las manos por el cabello largo, hacía poco de lo había cortado en capas y aun no se acostumbraba al peso tan ligero de su propio cabello sobre sus hombros. Frente a ellas había una fuente grande y poca gente se paseaba con perros y carriolas por la plaza.
-Me aseguró que no lo vería, tú sabes que yo no quiero ni verlo…
-Bueno, así es la cosa… ¿quieres ver a los bebés? – soltó Mari de pronto. Lou rio y asintió con entusiasmo, su amiga sacó de su bolso unas imágenes impresas pequeñas, allí le mostro una por una donde salían sus bebés, sorprendentemente se veían ya bastante claramente, aunque Lou no sabía nada acerca de eso. – pero no podemos saber que serán, yo ya lo quiero saber, pero creo que hasta la siguiente cita se dejaran ver. – dijo disimulando su decepción.
-Pero sea lo que sea, son tuyos y de Kaká. Seguro salen hermosos. -  le guiñó un ojo a su amiga.
-Ay, eso es seguro. – La chef sonrió. – En verdad, estoy muy preocupada por el parto. – dijo. Lou la miró con una expresión seria. - ¿Qué tal que… que me quedo gorda? Kaká no me va a querer así…
Lou se mordió la lengua para no reír.
-Mari, tu marido te ama. Te ama y no le importara. Además, yo te he dado la mejor dieta, no te preocupes, serás una mamá preciosa. – le puso una mano en el brazo a su amiga.
-¿Pero qué tal que con todo el ejercicio y la dieta me quedo gorda y floja? – dijo Mari, luciendo más como la Mariana juguetona a la que Lou estaba acostumbrada.
-Entonces tu marido gana suficiente dinero para pagarte una cirugía plástica.


Lou entró en su habitación y tiró las bolsas de compras sobre uno de los sofás y después miró la cama con añoranza, sentía que las piernas en cualquier momento darían de sí y sufría de algo que Ceci llamaba el “cansancio post-compras”. Se sacó los zapatos y escuchó que alguien llamaba a su puerta, afuera estaba Bárbara con el cabello recogido en una chongo alto. Llevaba el pijama puesto y en sus manos tenía una carta del restaurante, se le notaba el rostro limpio y a la vista suave. Por lo que podía verse, el spa daba tratamientos de verdad efectivos.
Se sentó en la cama y miró a su sobrina con una sonrisa inocente.
-Cámbiate mientras decido que cenar, hoy nos pondremos al corriente. ¿Te gusta el vino tinto, verdad? Ah, no. Tú prefieres el whiskey. – dijo la pelirroja mientras se sacaba las pantuflas y cogía el teléfono que estaba sobre la mesita de noche.
Lou cogió su ropa de dormir y entro en el baño, unos pantalones de color rosa y una camiseta de manga tres cuartos color blanco. Se recogió el cabello y se puso crema en el rostro antes de salir del baño.
Bárbara miraba la televisión con el control en la mano.
-¿Sobre qué nos pondremos al corriente? – preguntó la nutrióloga sin dejar de mirar su teléfono móvil.
-En primera me vas a decir por qué no has dejado ese maldito aparatito en paz desde que aterrizamos. – dijo la pelirroja con expresión seria.
-Lukas no me ha llamado, creo que se molestó… - la preocupación se reflejaba en la manera como su frente se arrugaba, mientras que su tía se mostraba más que nada fastidiada por aquello.
-Pues, déjalo. Así los hombres aprenden que una también puede hacer sus cosas por separado. – Lou dejó su móvil boca abajo sobre la mesita de centro en el pequeño recibidor y se sentó al lado de su tía con una almohada en el regazo.
Antes de que las dos mujeres pudieran ponerse a conversar llamaron a la puerta, Lou fue a abrir y en medio de su pequeño recibidor el empleado del hotel dejó la comida que Bárbara había pedido, le dio al chico una propina y éste se fue.
Ambas se sentaron en la cama con los platos en sus regazos y la pizza en la mesa de centro del recibidor, los sillones aún ocupados por las bolsas de compras de la castaña.
Bárbara siguió cambiando los canales hasta que se topó con Billy Elliot y dejó el control en paz. Miró a su sobrina y pensó por un momento que quería saber. Luego comenzó a hablar y aunque Lou no sintiera muchas ganas de contarle todo lo que le había sucedido desde la boda Mariana tuvo que hacerlo. Ni siquiera le permitió omitir detalles acerca de sus encuentros con Gonzalo. Aunque ella quisiera, la mujer simplemente tenía sus maneras muy singulares de interrogarla. Tal vez porque la conocía muy bien o porque en el fondo la castaña se moría de ganas de contarle a alguien lo que había sucedido que ese alguien le aconsejara. Bárbara sabía lo que le decía cuando le aconsejaba hacer algo, por ella Lou había terminado sus estudios de Francés antes de graduarse en el instituto y ella había sido también quién le había aconsejado hacer la carrera de nutrición y no la de administración.
Lou escuchó a su tía con atención cuando a ella le tocó contarle sobre su vida, y aunque no fuera tan complicada como la de ella, le pareció interesante, después de todo había un hombre implicado en la conversación de su tía.
-¿Entonces pronto tendré nuevo tío? – Lou le guiñó un ojo a su tía de manera juguetona.
-No lo creo, yo no le hago caso. No me gusta. – dijo la pelirroja.
Antes de irse a dormir, un poco tarde, Lou revisó por última vez su teléfono móvil, para comprobar que tenía un mensaje de texto de Sergio, contándole acerca de lo que se perdería el día siguiente en España.
Mientras Lou se preocupaba y daba vueltas en la cama únicamente consiguiendo enredarse en las suaves sábanas blancas que una chica de limpieza había cambiado mientras ella no estaba, recordó lo que Ceci le había contado un par de semanas antes.
Ceci pasaría, como era usual, las fiestas con su familia quienes en su mayoría eran mujeres; mientras que cristiano se iría a Portugal por un par de días, el día 24 no se jugarían partidos de la Liga y aunque el 25 sí, no habría actividad para el equipo hasta el día 26. Naturalmente Cristi estaba con su familia, lejos de su ex, quién de seguro habría volado a Alemania para pasar las festividades con su familia a no ser por el partido que jugaría el día 25, en su lugar la familia de Mesut hacía el viaje a Londres sin rechistar. Lou lo sabía por Lukas, aunque no había manera de que supiera nada acerca de él mismo.
Por un breve momento antes de cerrar los ojos para hacer el último esfuerzo de irse a dormir, la chica pensó que seguramente Lukas estaba molesto, pero después de todo él tenía muchos motivos para estarlo. La chica siempre estaba en alguna reunión con Kate y las amigas, sino en el club o con los jugadores de su club. Las pocas veces que veía a Lukas en las últimas semanas apenas y había podido besarlo, sintiéndose culpable de haberse encontrado a solas en su habitación con Higuaín un par de meses antes.
Mariana sin lugar a dudas, celebraba las acciones de la castaña, pero ya era muy tarde y Lou no podía pensar más en aquellos temas que le causaban tanta preocupación. Ni todo el maquillaje del mundo podría cubrir las horribles ojeras que tendría al día siguiente si no se iba a dormir pronto, así que dando un último respiro hondo, se fue a dormir fingiendo satisfacción. 

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