Capítulo 26
Las primeras
luces de la mañana, las cortinas estaban abiertas y ella recordaba haberlas
dejado cerradas la noche anterior, cogió las mantas con las manos y se cubrió
hasta la cabeza con ella, unos segundos después sintió que algo saltaba sobre
ella, era algo pesado y grande, intento mantener la cabeza oculta en las mantas
pero no sirvió de nada, pronto un perro le olfateaba el cabello.
-Estoy
despierta. – anunció la chica antes de escuchar una risa y un ladrido.
-¡Pongo abajo!
– De inmediato el perro bajó de la cama y salió de la habitación, Lou abrió un
ojo y miró a Lukas, él llevaba puestos unos pantalones de pijama color gris y
una camiseta blanca. La chica estaba usando una camiseta de él y cuando salió
de la cama ésta estaba un poco arrugada. - ¿Lista para otro día en la oficina?
-Día de foto,
no me hables. – dijo la chica volviéndose hacia el cuarto de baño, últimamente
había estado de muy mal humor.
Después de
llegar de Italia no había podido ver a su novio de la misma manera. No le tenía
el mismo cariño, además que constantemente comparaba sus acciones a las de
Gonzalo, en un par de semanas que habían dormido juntos ella se aferraba al
torso de él en cuanto él se metía a la cama y se hacía la dormida lo antes
posible. En la medida de lo posible había evitado besarlo y se sentía mal de
haber hecho lo que había hecho en Italia, a pesar de no haber hecho nada en
realidad malo, pues no le había declarado su amor a ningún otro hombre, se
sentía terriblemente culpable después de haberse besuqueado con Gonzalo y para
colmo, Mariana estaba feliz con aquello.
-Alégrate, con
esa cara que tienes difícilmente saldrás mal. – Lukas se recargó en el marco de
la puerta y miró a su novia.
La chica miró
al hombre detrás de ella, él tenía una sonrisa en el rostro. Mientras ella
preparaba rápidamente la ducha él volvió a la habitación, dejándola con la
puerta cerrada.
…
A pesar de
haber pasado los últimos meses llena de trabajo, Ceci estaba más que feliz de
cuidar a aquel pequeño niño de Cristiano, sin poder huir aun así, de su mesa de
dibujo pues hacía poco se había sorprendido al descubrir que aquel niño
disfrutaba dibujando y no se aburría aunque pasara horas frente las hojas en
frente de él.
Un par de horas
después de terminar con sus dibujos ambos estaban en el Bernabéu esperando a
que los jugadores salieran al campo. La madre de Cristiano había ido a pasar
unos días en Portugal así que ese día eran solamente Cecilia y el niño.
A los quince
minutos Cristiano anotó un gol y fue a la esquina del campo, apuntando hacia
arriba, en el palco del jugador el niño estaba tan feliz como la castaña que lo
sostenía en sus brazos, feliz de compartir cada vez más tiempo con el niño.
Mientras el juego seguía su curso el niño no podía dejar de admirar a los
jugadores que se veían un poco pequeños desde donde los miraba.
-¿Podemos sacar
foto? – preguntó el niño al mismo tiempo que los jugadores entraban a los
vestidores durante el medio tiempo.
-Claro. – Ceci
sonrió y sacó su móvil del bolso, con el Samsung de exagerado tamaño se agachó
al lado del niño y tomó la foto, ambos aparecían sonrientes en la pantalla,
Ceci sintió ganas de poner la fotografía en su recién hecha cuenta de twitter,
pero claro, no era posible, así que en su lugar tomó una foto simplemente del
estadio y la subió: “Buenísimo el partido de hoy #HalaMadrid.” – Mira, lo guapo
que sales. – le dijo al pequeño Cris y le mostro la imagen en la pantalla, el
niño le mostro una sonrisa reluciente muy parecida a la de su padre, aunque a
diferencia de él no mostro nada de arrogancia y simplemente puso su mano sobre
el teléfono de la chica, buscando uno de los juegos.
…
Mientras Lukas
esperaba en el auto no conseguía dejar de pensar en el comportamiento de su
novia. Ella estaba bastante distante y él sabía que era más que sólo la emoción
de la chica al volver a ver a su amiga. A pesar de todo, no entendía muy bien
que era lo que a Lou le pasaba. Ella subió al auto con la chaqueta de cuero
negra cerrada y una bufanda de tela azul brillante enredada en el cuello.
-Perdona, me
cuesta acostumbrarme al clima. – dijo ella poniéndose el cinturón de seguridad.
-No pasa nada.
– giró la llave y arrancó el auto.
Minutos más
tarde ambos entraban de la mano entrando a una cafetería, había una pequeña
tarima en medio del lugar, en una de las mesas cercanas estaban sentadas Rita y
Kate mientras que Lucy de seguro estaba en algún otro lugar.
-Hola, ¿Qué
tal? – las chicas se saludaron mientras el famoso novio de Lucy también se acercaba
a la mesa, en esta ocasión un muchacho más joven y con apariencia mucho menos
elegante que el anterior.
-Alfred – se
presentó.
Todos se
sentaron y pronto un mesero tomo la orden de los que acababan de llegar. Pronto
se escuchó una voz familiar en las bocinas de todo el lugar, la gente miró
hacia el escenario y se encontraron a la rubia menuda frente al micrófono con
un teclado a su lado y un chico alto y delgado de cabello castaño oscuro y
gafas gruesas que parecían resbalar por el puente de su nariz, él también tenía
un micrófono delante, aunque el suyo estaba más alejado.
-¡Frank! –
gritó Rita alegre. – Es un guitarrista de primera. – explicó ella con rapidez.
Los dos chicos
se colocaron apropiadamente en sus lugares y Lucy comenzó a tocar en el
teclado, this love comenzó a sonar y
la gente continuó charlando, acogiendo la música de fondo. Mientras la pareja
de músicos continuaba tocando, sorprendentemente fue él chico quién cantaba
como voz principal mientras que la rubia se dedicaba a hacer falsetes y coros
al chico de la guitarra.
En la mesa
donde estaban todos los amigos sentados poco de conversación había mientras
todos miraban fascinados al par sobre el escenario, pronto Rita comenzó a
hablar acerca de su brillante idea de presentar a los dos y hacerlos tocar. El
dueño del café se paseaba por su negocio complacido con la actitud de su
clientela ante la música, generalmente sólo había ruido de platos, tazas y
voces.
-No sabía que
Lucy fuera tan… musical. – admitió Alfred.
-Nadie lo sabía
más que Rita. – sonrió Kate. – Aunque no es sorpresa que pueda cantar, su
hermano tuvo una banda en la secundaria, Lucy nunca se unió porque se llevan
seis años, pero ahora sé por qué le daba tanta importancia.
-Seguro, cuando
le conté que fui la chica del pandero por dos semanas en la banda de un amigo
en el instituto casi se le salen los ojos. – Aun estaba en plan de
conversación.
Las dos chicas
continuaron hablando y Lukas ya estaba inmerso en una charla sobre autos con
Alfred. Lou se levantó y fue al baño, en el fondo se escuchaba una versión
acústica de five colours in her hair.
…
Ceci jugaba con
Cris mientras esperaba en la sala de la casa del jugador a que Cristiano
terminara de cambiarse. Algunas veces le hacía gracia a la chica que su novio
parecía tardarse más que él en arreglarse para salir.
-Tío, sí que os
tomas tiempo… - dijo cuando el padre del niño apareció en la puerta con una
chaqueta de cuero pequeña en la mano.
-Vamos, la
vanidad no puede ser tan mala. – Ceci rodo los ojos y miró al niño con
expresión divertida.
El niño corrió
a la puerta en cuanto su padre habló acerca de salir a celebrar. Ese día había
anotado dos goles y quería pasar un buen rato con su novia y su hijo. Hacía
días que Cristiano y Ceci habían cumplido un año de novios.
Mientras iban
de camino en el auto, Cris, desde su asiento en la parte de atrás había
preguntado acerca de aquella cita. Cristiano sonrió como pidiéndole ayuda a los
cielos mientras Ceci estalló en carcajadas agudas y melódicas.
-¿En serio? ¿Tu
papai no te contó?
-No bien. –
dijo el niño con una mirada inocente.
Ceci comenzó a
reír e hiso un intento por explicarle al niño como es que su padre había
terminado llegando a casa con plantitas en la cabeza y la camisa manchada de
tierra. El niño escuchaba con atención mientras Cristiano manejaba y Ceci
continuaba sonriendo mientras le contaba al niño.
-Y entonces se
le ocurrió que era buena idea cenar en un lugar donde había terraza, el
problema es que en la terraza había unos arreglos de velitas con plantitas en
cada mesa y cuando yo cogí la vela para verla, porque estaba monísima eh, la voltee
un poquito y la plantita claro que era de plástico y se comenzó a quemar.
>>Lo bueno es que ya habíamos
terminado de cenar; pero cuando vi que la plantita se quemaba entré en pánico y
tu papá no hacía mucho por ayudarme, más que voltearme a ver con esa cara de
fastidio que tan bien le sale… en fin, cuando yo le soplé a la planta y no se
apagó Cristiano tuvo que tirarle el vaso de agua encima antes de que el mantel
también se encendiera, pero claro, me tiro agua a mí también. Me levante y casi
tiro todo en la mesa, terminé tirando la planta en dirección a tu papá y
bueno…se llenó de tierra la camisa.
-¿Y lo de las
plantas?
-Ah, eso es su
culpa. – dijo Ceci en tono triunfal. – Se tropezó con el perro del vecino y
cayó en uno de los arbustos afuera de mi casa.
El niño se rio
mientras Cristiano ponía el auto en un buen lugar y avisaba a ambos
acompañantes que ya habían llegado.
Los tres
caminaban por la acera, algunos autos pasaban a su lado, aunque el tráfico
estaba ligero. Entre ambos iba el niño cogiendo de la mano a cada uno,
insistiendo en dar pequeños brinquitos, ambos adultos le sostenían las manos
con fuerza para evitar que al dar aquellos saltos se cayera, pero Ceci ya se había
dado, mirando por el rabillo del ojo que Cristiano estaba mirando hacia la
acera contraria.
Parado cerca de
una librería en la esquina, del lado contrario de la calle un hombre con una
cámara enorme que sostenía sobre su rostro los fotografiaba. En el tiempo que
la chica había salido con Cristiano ya se había dado cuenta lo mucho que a él
le desagradaba que le tomaran fotos a su hijo. A pesar de parecer ridículo en
ocasiones, era de entender; tenía todo el derecho de proteger su privacidad y
decidir si quería que el rostro del pequeño fuera conocido por la gente,
después de todo el futbolista era él y no el niño.
Poco después de
que los tres entraron al restaurante, Cristianso se tranquilizó, pues se habían
sentado en una mesa cerca del fondo,
como era normal.
Aún con la
carta sobre la mesa el niño llamó la atención de su padre, que en ese momento
miraba la selección de vinos, aún se notaba un poco tenso, sobre todo porque
tenía los hombros rígidos y se lucía demasiado inmóvil para estar cómodo. Ceci
miró al niño. Después de tocar con su mano pequeña el antebrazo de Cristiano,
éste volteo a mirarlo con una expresión seria, el niño prosiguió a encantar a
su padre contándole una pequeña historia de una aventura que había tenido en el
jardín de recreo con una tal Kevin.
-Pero no habla
español, yo no entiendo. – dijo – y me hacía caras cuando le hablo, pensé que
habla portugués, ¡papá eso tampoco! ¿Por qué no todos falam português? – Su
padre iba a contestarle pero el niño volvió a hablar. – además me hace así.
El niño comenzó
a hacerle caras a su padre, lo que lo reír, olvidando por un rato que afuera
había un hombre tomando fotografías para alguna revista o periódico.
Ceci los miró
sonriente, mientras Cristiano continuaba jugando a hacer muecas con su hijo. Sí
que se había encontrado a un hombre extraño, pero lo quería. Lo quería de
verdad.
…
Lou miraba a
Sergio en la pantalla, Sergio parecía
casi tan entusiasmado como un poste. La chica acababa de darle la noticia de su
próximo viaje a Alemania. Con la computadora sobre su cama y el perro de Lukas
acostado a su lado con la cabeza descanzando sobre su regazo, la chica
acariciaba levemente las orejas puntiagudas del perro.
-¡Pensé que
vendrías a España! – llevaba el ceño fruncido y el cabello finalmente de un
color oscuro.
-Ay, Sergio…
Pasaré al año nuevo allá, ¿qué tal? – intentó contentarlo, pero sabía que su
amigo estaba más que decepcionado.
-No será lo
mismo… - dijo recordando el año anterior, cuando habían cantado villancicos la
mitad de la noche y la otra mitad bromeado. El año anterior había sido
maravilloso, no sólo para el Equipo, pero también para él.
-La tía Bárbara
también me lo ha dicho, por favor no me hagas sentir mal… - le dijo la chica. -
¿Has hablado con Mariana últimamente?
-Hace un par de
días, ella tampoco vendrá a España, dice que está a poco de explotar. – ambos
rieron, Mariana siempre era bastante exagerada. – ¿Qué te ha dicho esa mujer?
Sergio conocía
suficientes historias de la tía Bárbara para tener una idea clara de cómo era y
de qué tipo de relación tenía su amiga con aquella mujer.
-No ha parado
de reprocharme que salga con Lukas – el perro a su lado pareció mover las
orejas ante la mención de su dueño – mientras aún quiera a Gonzalo.
-Tampoco ella
quiere que te vayas a Alemania. Es que – Sergio se pasó una mano por el cabello
húmedo, la chica supuso que se había duchado hacía poco. – ella tiene más
derecho que cualquiera de nosotros de verte.
-Sergio… - Lou
puso los ojos en el cielo. – hablemos de otra cosa, ¿quieres? – él rodo los
ojos y asintió. – Escuché que conociste a One
Direction…
-¡Ah, esos
tíos! No son muy hábiles con el balón, me alegro que puedan cantar. – sonrió.
-De haber sabido,
te hubiera pedido que les pidieras sus autógrafos, yo pensé que podría
encontrármelos por la calle pero viven de gira…
Después de
terminar su conversación por Skype con Sergio la chica se tiró sobre la cama,
dejando la laptop sobre la mesa de noche. Pongo, que pasaba la noche en su casa
para tranquilidad de su dueño, estaba más tranquilo que de costumbre. Lou tenía
la idea de que el animal podía percibir la personalidad de la gente y se
comportaba de acuerdo a con quien estaba. Siempre que Lukas estaba cerca, el
perro comenzaba a inquietarse, aunque Lou también recordaba que él lo sacaba a
pasear con mucha frecuencia y lo dejaba correr libremente, mientras que ella
rara vez salía con aquel enorme perro a la calle, casi siempre halando de la
correa sin resultado alguno, en vez de pasear al perro ella siempre terminaba
corriendo detrás de éste.
Con la luz
prendida y su ropa de aquel día, la chica se quedó dormida, el perro acomodado
a sus pies. Antes de quedarse dormida escuchó su celular sonar, pero estaba
demasiado cansada y fastidiada para hacer algo al respecto.
La mañana
siguiente sabría quién había sido.
El teléfono
sonaba y el perro ladraba, la luz estaba claramente golpeando su rostro y la
almohada estaba tirada en alguna parte en el suelo, Lou abrió los ojos y rodó
sobre su costado, quedando de frente a la mesita de noche había puesto su
teléfono móvil, al lado de éste se encontraba un marco con una fotografía que
uno de los meseros del antigua restaurante de Mariana había tomado el día que celebraron
allí su contratación en el Real Madrid.
En el teléfono
había un par de mensajes de texto sin leer, la castaña se echó el cabello hacía
atrás y leyó los mensajes. Ambos eran de Gonzalo.
“Bárbara me ha
llamado, ¿cómo está eso de que te vas a Alemania con Podolski?” Lou intentó
dejar pasar el hecho de que no había escrito Lukas, sino Podolski. Definitivamente allí había un problema.
“Vale, no me
contestes, pero yo recuerdo haber pasado la Navidad sin ti en Argentina. ¿Estás
haciendo lo que quieres o solo te estas dejando ‘ir con la corriente’? Sé que
no eres así y Bárbara no para de llamarme, ¿Cuál es la palabra mágica de esa
señora?”
Lou se quedó un
momento mirando la pantalla, debatiendo consigo misma si valía la pena
contestar el mensaje o no. Pongo ya tranquilo miraba a la chica mientras ella
se levantaba de la cama con los pantalones y la blusa blanca arrugados.
Después de
bañarse rápidamente, la chica se cambió y se peinó para ir a trabajar. Antes de
irse puso comida y agua en los platos de comida del perro, dejándolo en el
patió trasero.
Mientras la
chica manejaba volvió a sonar su teléfono móvil desde su bolso, cuando estacionó
el auto afuera del hospital la chica leyó el mensaje de texto.
“No sé ¡No sé!
¡Che! Y pensaba que los argentinos eran unos tíos relajados… Deja de
contestarle y ella dejará de fastidiarte.”
Así envió el
mensaje de testo y puso el celular en silencio antes de volver a meterlo en su
bolso.
Dejó las llaves
en un gancho al lado de la puerta, llevaba algunas cartas en las manos, el
perro la esperaba en la puerta del jardín.
-Ya te dije,
ahora mismo hago la maleta. – le decía a Lukas.
-Lleva
suéteres, me parece que estará más frío que Londres. – le aconsejo. – No quiero
que te enfermes.
-Sí… - la chica
recordó entonces la última vez que había enfermado, Eva le había dicho que ella
misma la había llamado, comprobando que la chica había tenido una especie de
sueño. – No te preocupes, te veo en la noche, ¿a qué hora sale el vuelo?
-A las 5 a.m. –
respondió. – deberíamos estar en el aeropuerto un par de horas antes.
-Haré café. –
sonrió la castaña, odiaba el sabor del café y rara vez lo tomaba, por eso mismo
la más mínima cantidad de éste líquido la ponía muy alerta.
…
Horas más tarde
el timbre sonó, Lou bajo a abrir la puerta, no pensaba que Lukas fuera a
pasarse por su casa tan temprano, pero en cuanto abrió la puerta y vio quién
estaba de pie frente a ella supó que de nuevo la suerte no iba a estar de su
lado.
-¿Me dejaras
pasar? – dijo la mujer frente a ella. Bárbara. Tenía el cabello de un rojo
brillante que la hacía lucir más pálida de lo que ya era, tenía unos grandes
ojos color café como los de la nutrióloga y llevaba los el rostro libre de
maquillaje, por lo que se le veía la nariz rosada.
-Claro. – Lou
sonrió un poco forzada antes de dejar pasar a su tía, después que ambas
estuvieron adentro, la mujer tomó asiento en uno de los sofás de la sala, Lou
se sentó frente a ella y no pudo evitar ver las maletas que su tía había dejado
en la entrada, justo al lado de la puerta de entrada. – Sabes que me da gusto
verte, pero ¿qué haces aquí?
-Vengo a
quedarme contigo en Navidad – dijo con toda naturalidad. – tu hermano está en
México y con la nueva novia que tiene ni loca festejo con ella.
-A mí me ha
parecido buena chica… - respondió Lou, pensado en mujer rubia que su hermano le
había presentado por Skype.
-No la conoces…
- le dijo la pelirroja. – Lo ideal, cariño – le paso las manos por el cabello a
su sobrina, cómo lo hacía cuando era pequeña y le trenzaba el cabello. – sería
que visitáramos a Mari en Italia.
-¿Italia? –
preguntó Lou con pánico. – Yo ya te lo he dicho: Lukas y yo iremos a Alemania…
Quiere pasar navidad con su hijo.
-Entonces tú
sales sobrando. – dijo Bárbara en tono suave, sabía que podía despertar el
enojo en su sobrina si no se iba con cuidado. – Además, nunca has pasado
Navidad demasiado lejos de Mariana, desde que se conocen ustedes dos han sido
como uña y carne. Sabes muy bien que ella no puede viajar por el embarazo.
-Pero la
familia de Kaká ira a Milán. – se quejó Lou, la verdad era que tenía miedo de
volver a Italia. – No lo pasará mal.
-Gonzalo estará
en Nápoles. – Advirtió la pelirroja.
Lou le lanzó
una mirada recelosa a su tía, aún se preguntaba cómo podría aquella mujer saber
por qué actuaba cómo lo hacía, pero a fin de cuentas ella era como su madre, no
había manera de que no la conociera. Mientras Bárbara miraba a su sobrina con
una sonrisa en el rostro, Lou se debatía si hacer caso de ella o imponer su
punto. Ya había aceptado acompañar a Lukas y aunque le pareciera tentador ir a
pasar la navidad con Mariana, se preguntaba hasta qué punto eso podía hacer que
Lukas se sintiera enojado y desplazado.
-Si es tan
maravilloso como me lo has pintado, seguro que lo entenderá. – dijo Bárbara, de
nuevo leyendo los pensamientos de su sobrina más joven.
-Ya tengo
hechas las maletas… - dijo Lou.
-Yo tengo dos
boletos de avión. – le confesó su tía. Lou alzo una ceja. – Tienes corazón, sé
que quieres ir.
-Tendré que
llamar a Lukas.
Sin que su tía
dijera más, Lou se levantó del sofá y fue a su habitación, cogió el teléfono y
llamó a Lukas quién no parecía molesto, sino todo lo contrario, la chica
continuo pidiéndole disculpas repetidamente hasta que colgaron y Bárbara se
paseaba por la habitación de su sobrina.
Ambas revisaron
la maleta de la chica y empacaron la ropa adecuada para el clima invernal de
Italia, una hora más tarde ya estaban en el aeropuerto y para la madrugada ya
habían llegado a su destino en Milán.
Bárbara le
pidió a la chica que dejase su móvil en el bolso, pero ella no podía evitar
tenerlo en la mano, preguntándose cuándo recibiría un mensaje de texto de su
novio, cuando el auto en el que iban se detuvo frente a un gran hotel.
-¿Lily Grand? –
preguntó la chica a su tía. – Al menos no reservaste suites, ¿verdad?
-A ti te he
reservado una Junior, la mía sí es suite. – dijo la mujer mientras sacaba un
par de billetes de su cartera de piel color beige. – ahora baja, no quiero
perder esas maletas de vista. – empujo cariñosamente a su sobrina para que se
bajara del taxi de una buena vez.
Un empleado del
hotel acudió rápidamente a ayudarles, llevaba su uniforme verde con dos filas
de seis botones en el frente y un sombrero. Entraron al lujoso hotel en el
centro de la ciudad y admiraron la calle desde las grandes ventanas de la
recepción. Los pisos de color dorado y unas bellas columnas de mármol indicaban
el camino a un escritorio grande donde había un par de hombres y mujeres. Con
las luces amarillas en el techo el lugar se veía completamente distinto a la
calle, mientras las dos mujeres esperaban a que les entregaran las llaves de
sus habitaciones, uno de los empleados del hotel se había adelantado con sus
maletas por un elevador. Al recibir las llaves, las dos subieron por las
escaleras, recorriendo el resto del hotel, que tenía apariencia moderna y
pasillos amplios, el hotel era más pequeño que aquellos donde la chica
acostumbraba quedarse, usualmente cuando viajaba con Mari se quedaban en
hoteles donde las suites más grandes tenían un par de habitaciones. Por suerte
a Bárbara y a Lou les habían dado habitaciones no muy lejanas, la de la
pelirroja estaba en el piso superior a la de la nutrióloga, pero a ninguna le
causo ningún problema.
-Te veré
mañana, descansa. – le dijo Bárbara a su sobrina dándole un abrazo y un beso en
la mejilla. - Dolci sogni.
Lou dio las
gracias al botones y le dio un par de euros antes de meterse en su suite junior
las maletas habían sido colocadas cerca de la cama. La chica admiró los muebles
y las paredes por un momento. Las paredes de color gris oscuro y los sofás
blancos y las almohadas sobre éstos de colores blanco y rosa. Cuadros con temas
florales decoraban la habitación dándole un toque cálido, mientras que los
arreglos con flores de verdad llenaban la habitación de un aroma dulce y
delicioso que la chica había comenzado a disfrutar desde que el botones abrió
la puerta. Dejando las maletas en el closet, la chica se sacó los tacones y
semetió en la cama con su ropa puesta.
Aun abrazaba la
almohada felizmente cuando sonó el teléfono en la mesita de noche de roble. Lou
se dio la vuelta sin abrir los ojos y sacando el brazo de debajo de las mantas
buscó el teléfono a tientas, lo cogió y contesto con la voz ronca.
La
recepcionista le informó que era su alarma y que la mujer con la que había
llegado la noche anterior había sido la que la pidiera. Lou agradeció y colgó,
no sin antes informarse del servicio a la habitación. Pidió el desayuno y puso
el teléfono en su lugar. Frente a ella, había un televisor de pantalla plana y
a su lado las ventanas con las cortinas de color marrón cerradas. La chica se
puso las manos en la cabeza y las paso por su cabello antes de darse cuenta de
que lo llevaba recogido en una coleta probablemente alborotada. Rápidamente se
levantó de la cama y con los ojos entrecerrados entró en el baño, se echó agua
en el rostro y miró su reflejo en el espejo. Se soltó el cabello y lo puso en
una trenza que le caía por el hombro izquierdo.
Apenas se
desvestía cuando tocaron a la puerta, la chica cogió la bata de baño y se
cubrió con ésta para abrir al servicio a
la habitación. Con el desayuno servido, la chica comió sobre la cama mientras
miraba la televisión, pronto terminó de comer y dejando los platos sobre la
mesa en el recibidor volvió a lo que estaba
haciendo antes de ser interrumpida por la comida. Después de tomar una ducha y
secarse el cabello, dejándolo lacio, la chica salió del baño cubierta por la
bata de color rosa pálido y abrió las cortinas para encontrarse con la vista
lejana de la Piazza Fontana, un par de minutos después volvió a cerrar las
cortinas y buscó en su maleta la ropa que se pondría para salir –finalmente- de
su habitación. Mientras buscaba su gorro de tejido rosa brillante, llamaron a
su puerta. Sin pensarlo dos veces, la chica fue a abrir, Bárbara entró en la
habitación con una camiseta de color azul cielo y unos pantalones blancos. La
mujer llevaba el cabello rojo suelto sobre la camiseta.
-¿Te
das cuenta de que estamos en Milán? – le preguntó Lou, cerrando la puerta.
-Claro,
por eso te he traído algo. – le dijo, dándole a la chica una bolsa de plástico
de alguna tienda departamental, la chica no se fijó simplemente miró adentro.
Bárbara entró en la habitación. – Es bonita. – la pelirroja se sentó en el sofá
frente a la cama.
Lou
se rio un instante al mirar la espalda de la mujer con el número veinticuatro.
-Tía,
¿es en serio? – Lou tenía en la mano una camiseta con franjas rojas y negras en
vertical, en la parte de atrás además tenía el número noventa y dos.
-¿No
has visto al chico jugar? Tiene futuro, te digo. – Lou puso los ojos en blanco
ante el comentario de su tía, daba igual, su cabello terminaría cubriendo el
número.
La
chica cogió sus pantalones negros y una camiseta de color blanco que se puso
debajo de la camiseta del equipo. A pesar de que su tía la conocía bien, la
camiseta le quedaba grande. Salió del baño con la ropa puesta y escogió unos
converse en lugar de sus usuales tacones y una chaqueta de cuero negra. Con la
cinta del bolso cruzada sobre el pecho ambas mujeres salieron del hotel y
cogiendo un taxi fueron hasta la casa de Mariana.
Una
vez que tocaron el timbre esperaron un par de minutos a que Mari saliera a
abrirles, para su sorpresa, en su lugar una mujer adulta con el cabello oscuro,
ojos verdes y nariz aguileña les abrió la puerta. En el interior de la casa
Mariana estaba sentada en uno de los sofás del recibidor con un libro grueso en
las manos y una camiseta casi idéntica a la que Lou llevaba puesta, siendo el
tamaño y el dorsal las únicas diferencias.
-¡Mari!
– dijo Lou alegremente.
Mariana
se dio la vuelta y vio a ambas mujeres paradas detrás de ella en el pasillo.
Tan rápido como ella pudieron se acercaron a Mari y la abrazaron, aunque ya era
un poco complicado con el tamaño de su vientre, que cada vez que la veía estaba
más grande.
-¡Qué
no te ibas a Alemania! – dijo Mari sorprendida. Bárbara le dio un abrazo
seguidamente y las tres se miraron una a la otra.
-Me
convencieron de no hacerlo. – dijo Lou. - ¿Cómo te ha ido?
Las
tres se sentaron, aún faltaban un par de horas para el partido así que no
tenían prisa por irse.
-Pues
ya lo ves… al final, no es tan mal
equipo…después de todo mi marido juega para ellos. – dijo mari.
-¿Y
los bebés? – preguntó Bárbara.
-Están
perfectos. 22 semanas y contando. Con suerte llegaran a las 34, aunque lo dudo…
- dijo Mariana, poniendo su mano sobre su vientre. – la verdad ya quiero que
nazcan, pero desearía no tener que parirlo yo.
-Ya
lo creo… - dijo Lou. – pero al menos sabrás que tanto sirve lo de hacer
ejercicio.
-¿Y
ese Tocho, por donde se ha metido? – preguntó la pelirroja. – tengo tantas
ganas de ver a ese perro…
-Esta
por alguna parte en el jardín. Desde que comencé con el embarazo ha estado muy
fastidioso, si sigue así creo que lo vamos a tener que dejar afuera siempre.
-Bueno,
tal vez cuando los bebés nazcan se tranquilice… - Lou pensó en Pongo, estaba al
cuidado de Jack y esperaba que no lo dejara afuera en el frío, ese perro le
preocupaba más de lo que la chica podía entender.
-Y
cuéntanos, ¿Qué podemos hacer mañana?
-Ay,
Bárbara… nada, Kaká y yo hemos preparado una cena bonita para mañana. Sólo
agregaré un lugar más en la mesa y ya está. – miro a Lou. – Que bueno que has
venido también, la familia de Kaká es muy agradable pero no he tenido
oportunidad de hacer amistad con ellos.
-No
te preocupes, ahora que estamos aquí, te fastidiaremos un par de días. –
respondió Lou con total normalidad.
…
El
partido había terminado 2-1, el equipo local había ganado. Algunos de los
jugadores charlaban de camino a los vestidores mientras que otros saludaban a
la gente y lanzaban sus camisetas. En realidad esa tarde el partido había
estado muy tranquilo, a pesar de ser dos grandes equipos la gente estaba
tranquila y los jugadores de alguna manera agradecían aquello. No se sentía la
presión, solamente la espera del día siguiente. La noche siguiente se
festejaría la Navidad.
Después
de una rápida ducha Kaká se encontró con su esposa en una de las salidas del
estadio mientras Bárbara iba a buscar a los jugadores del equipo visitante,
llevando consigo a una Lou testaruda.
-Yo
no tendría que estar aquí… - renegaba la nutrióloga.
-Si
no estás tú, ¿quién tomara las fotos? – le contestó la pelirroja.
Lou
que tenía ganas de irse lo antes posible esperó junto con su tía a que los
jugadores pasaran cerca de donde estaban, no podían ir más allá, ni siquiera
acercarse a las puertas de los vestidores, pero Lou lo entendía, generalmente
en los clubes donde trabajaba se le permitía acercarse y podía entrar a los
vestidores aunque claro, prefería quedarse afuera.
Poco
a poco, los jugadores salían vistiendo pants y sudaderas azules y camisas
blancas tipo polo del Napoli. Bárbara se tomó foto con algunos jugadores,
haciendo que Lou volviera a reprocharse a sí misma no haber tomado el curso de
fotografía en el instituto, de algo le hubiese servido, Ceci que lo había
tomado hacía las mejores fotos y además había aprendido a rebelar rollos.
Sin
poner mucha atención en los detalles detrás de las personas que fotografiaba,
la chica tomó las fotos y dio sonrisas a los jugadores, en realidad no estaba
familiarizada con el deporte en ese país así que no sabía los nombres de los
jugadores a quienes sonreía tras tomar las fotos, sólo podía reconocer que en
su mayoría eran muy amables.
-¿Lou?
Bárbara
sonrió y se acercó al hombre que había hablado, él con una sonrisa en el rostro
saludo a la mujer de cabellos rojos, finalmente conocía a quién había sido la
responsable de la formación de su ex. Por su parte Bárbara lo abrazó y besó en
la mejilla, deteniéndose un momento para mirar su rostro y después el de su
sobrina. Él miraba con una leve sonrisa de lado a la mujer, mientras que Lou
apartaba la mirada con un intenso rubor rosado en las mejillas. Aquel día,
recordó Bárbara, la chica no había usado maquillaje, en su lugar se había
puesto unos lentes oscuros que le cubrían la mayor parte del rostro y en ese
momento llevaba los lentes sobre la cabeza a manera de diadema para manejar la
cámara digital de su tía.
Gonzalo
no necesito más que una ojeada a la nutrióloga para darse cuenta de que llevaba
el rostro limpio y las mejillas se le habían tornado tan rosadas cómo podrían
ponérsele.
-¿Y
el glamour? – le preguntó a la chica.
-Creo
que Bárbara lo ha tomado prestado. – dijo ella con la mirada en la cámara. De
momento Lou hacía como que modificaba algún valor en la cámara digital, aunque
no tenía ni idea de lo que estaba haciendo así que simplemente comenzó a mirar
las fotos que ya había tomado, comprobando que si las cámaras no enfocaran
automáticamente seguro que ella no se les acercaría.
-¡HA!
– la pelirroja dejó que una risotada se escapara de sus labios. – Tiene razón…
- se acomodó el cabello cuidadosamente rizado sobre el hombro. – Tenía que
lucir bien para conocerlos – le guiñó un ojo a Gonzalo quien alzo las cejas y
asintió divertido, Lou miró a su tía por el rabillo del ojo mientras, con la
cabeza gacha se hacía la loca mirando las fotos, en su rostro se leía
desconcierto, - de joven, yo también me enamoré de un argentino… - ambos
Gonzalo y Lou miraron a la pelirroja con expresión de sorpresa, toda diversión
olvidada, ahora a ambos les ganaba la curiosidad.
-Eso
nunca me lo habías contado. – dijo Lou.
-Es
que bueno…es una historia muy larga… - la pelirroja miró hacia el suelo con las
mejillas coloradas, coloradas de verdad. Lou nunca había visto a su tía tan
ruborizada. Había algo en esa “larga historia” que de verdad aun le despertaba
sentimiento a Bárbara pues sus ojos se aguaron y comenzaron a brillar,
rápidamente recobró la compostura y miro sonriente a ambos jóvenes con las
mejillas de su color natural. – Gonzalo, tal vez se las pueda contar mañana,
¿nos vas a acompañar, cierto? – dijo la pelirroja.
Gonzalo
miró a Lou antes de abrir la boca y hablar.
-Por
supuesto. – respondió él con completa normalidad, Louella sintió ganas de
golpear algo, imposibilitada de hacerlo simplemente forzó una sonrisa que con
facilidad su tía y Gonzalo identificaron como falsa.
…
Lou
caminó con Mari por una plaza cerca de su casa, Bárbara se había quedado en el
hotel a comprobar el servicio de spa mientras las dos chicas se iban a dar la
vuelta por la ciudad. A Mariana le encantaba estar en Italia, conocía la lengua
al derecho y al revés y además le encantaba tener las tiendas tan cerca, aunque
no viviera tan cerca del centro de la ciudad, manejar hasta allá no era
complicado y las demás esposas de algunos compañeros de Kaká eran muy amables
con ella. En ese momento Lou seguía a su amiga, ella caminaba a paso lento para
ser ella, pero con el embarazo que tenía en ese momento era normal. Kaká hablaba
en ese momento con un reportero que quería hacer una nota en una revista acerca
de su movimiento a Italia, su matrimonio y la llegada por supuesto de sus
primeros hijos o hijas.
-¿Cómo?
– Mari frunció el ceño - ¿No te dijo que vendría a la fiesta mañana? – la
castaña se pasó las manos por el cabello largo, hacía poco de lo había cortado
en capas y aun no se acostumbraba al peso tan ligero de su propio cabello sobre
sus hombros. Frente a ellas había una fuente grande y poca gente se paseaba con
perros y carriolas por la plaza.
-Me
aseguró que no lo vería, tú sabes que yo no quiero ni verlo…
-Bueno,
así es la cosa… ¿quieres ver a los bebés? – soltó Mari de pronto. Lou rio y
asintió con entusiasmo, su amiga sacó de su bolso unas imágenes impresas pequeñas,
allí le mostro una por una donde salían sus bebés, sorprendentemente se veían
ya bastante claramente, aunque Lou no sabía nada acerca de eso. – pero no
podemos saber que serán, yo ya lo quiero saber, pero creo que hasta la
siguiente cita se dejaran ver. – dijo disimulando su decepción.
-Pero
sea lo que sea, son tuyos y de Kaká. Seguro salen hermosos. - le guiñó un ojo a su amiga.
-Ay,
eso es seguro. – La chef sonrió. – En verdad, estoy muy preocupada por el
parto. – dijo. Lou la miró con una expresión seria. - ¿Qué tal que… que me
quedo gorda? Kaká no me va a querer así…
Lou
se mordió la lengua para no reír.
-Mari,
tu marido te ama. Te ama y no le importara. Además, yo te he dado la mejor
dieta, no te preocupes, serás una mamá preciosa. – le puso una mano en el brazo
a su amiga.
-¿Pero
qué tal que con todo el ejercicio y la dieta me quedo gorda y floja? – dijo
Mari, luciendo más como la Mariana juguetona a la que Lou estaba acostumbrada.
-Entonces
tu marido gana suficiente dinero para pagarte una cirugía plástica.
…
Lou
entró en su habitación y tiró las bolsas de compras sobre uno de los sofás y
después miró la cama con añoranza, sentía que las piernas en cualquier momento
darían de sí y sufría de algo que Ceci llamaba el “cansancio post-compras”. Se
sacó los zapatos y escuchó que alguien llamaba a su puerta, afuera estaba
Bárbara con el cabello recogido en una chongo alto. Llevaba el pijama puesto y
en sus manos tenía una carta del restaurante, se le notaba el rostro limpio y a
la vista suave. Por lo que podía verse, el spa daba tratamientos de verdad
efectivos.
Se
sentó en la cama y miró a su sobrina con una sonrisa inocente.
-Cámbiate
mientras decido que cenar, hoy nos pondremos al corriente. ¿Te gusta el vino
tinto, verdad? Ah, no. Tú prefieres el whiskey. – dijo la pelirroja mientras se
sacaba las pantuflas y cogía el teléfono que estaba sobre la mesita de noche.
Lou
cogió su ropa de dormir y entro en el baño, unos pantalones de color rosa y una
camiseta de manga tres cuartos color blanco. Se recogió el cabello y se puso
crema en el rostro antes de salir del baño.
Bárbara
miraba la televisión con el control en la mano.
-¿Sobre
qué nos pondremos al corriente? – preguntó la nutrióloga sin dejar de mirar su
teléfono móvil.
-En
primera me vas a decir por qué no has dejado ese maldito aparatito en paz desde
que aterrizamos. – dijo la pelirroja con expresión seria.
-Lukas
no me ha llamado, creo que se molestó… - la preocupación se reflejaba en la
manera como su frente se arrugaba, mientras que su tía se mostraba más que nada
fastidiada por aquello.
-Pues,
déjalo. Así los hombres aprenden que una también puede hacer sus cosas por
separado. – Lou dejó su móvil boca abajo sobre la mesita de centro en el
pequeño recibidor y se sentó al lado de su tía con una almohada en el regazo.
Antes
de que las dos mujeres pudieran ponerse a conversar llamaron a la puerta, Lou
fue a abrir y en medio de su pequeño recibidor el empleado del hotel dejó la
comida que Bárbara había pedido, le dio al chico una propina y éste se fue.
Ambas
se sentaron en la cama con los platos en sus regazos y la pizza en la mesa de
centro del recibidor, los sillones aún ocupados por las bolsas de compras de la
castaña.
Bárbara
siguió cambiando los canales hasta que se topó con Billy Elliot y dejó el
control en paz. Miró a su sobrina y pensó por un momento que quería saber.
Luego comenzó a hablar y aunque Lou no sintiera muchas ganas de contarle todo
lo que le había sucedido desde la boda Mariana tuvo que hacerlo. Ni siquiera le
permitió omitir detalles acerca de sus encuentros con Gonzalo. Aunque ella
quisiera, la mujer simplemente tenía sus maneras muy singulares de
interrogarla. Tal vez porque la conocía muy bien o porque en el fondo la
castaña se moría de ganas de contarle a alguien lo que había sucedido que ese
alguien le aconsejara. Bárbara sabía lo que le decía cuando le aconsejaba hacer
algo, por ella Lou había terminado sus estudios de Francés antes de graduarse
en el instituto y ella había sido también quién le había aconsejado hacer la
carrera de nutrición y no la de administración.
Lou
escuchó a su tía con atención cuando a ella le tocó contarle sobre su vida, y
aunque no fuera tan complicada como la de ella, le pareció interesante, después
de todo había un hombre implicado en la conversación de su tía.
-¿Entonces
pronto tendré nuevo tío? – Lou le guiñó un ojo a su tía de manera juguetona.
-No
lo creo, yo no le hago caso. No me gusta. – dijo la pelirroja.
Antes
de irse a dormir, un poco tarde, Lou revisó por última vez su teléfono móvil,
para comprobar que tenía un mensaje de texto de Sergio, contándole acerca de lo
que se perdería el día siguiente en España.
Mientras
Lou se preocupaba y daba vueltas en la cama únicamente consiguiendo enredarse
en las suaves sábanas blancas que una chica de limpieza había cambiado mientras
ella no estaba, recordó lo que Ceci le había contado un par de semanas antes.
Ceci
pasaría, como era usual, las fiestas con su familia quienes en su mayoría eran
mujeres; mientras que cristiano se iría a Portugal por un par de días, el día
24 no se jugarían partidos de la Liga y aunque el 25 sí, no habría actividad
para el equipo hasta el día 26. Naturalmente Cristi estaba con su familia,
lejos de su ex, quién de seguro habría volado a Alemania para pasar las
festividades con su familia a no ser por el partido que jugaría el día 25, en
su lugar la familia de Mesut hacía el viaje a Londres sin rechistar. Lou lo
sabía por Lukas, aunque no había manera de que supiera nada acerca de él mismo.
Por
un breve momento antes de cerrar los ojos para hacer el último esfuerzo de irse
a dormir, la chica pensó que seguramente Lukas estaba molesto, pero después de
todo él tenía muchos motivos para estarlo. La chica siempre estaba en alguna
reunión con Kate y las amigas, sino en el club o con los jugadores de su club.
Las pocas veces que veía a Lukas en las últimas semanas apenas y había podido
besarlo, sintiéndose culpable de haberse encontrado a solas en su habitación
con Higuaín un par de meses antes.
Mariana sin lugar a dudas, celebraba las acciones de
la castaña, pero ya era muy tarde y Lou no podía pensar más en aquellos temas
que le causaban tanta preocupación. Ni todo el maquillaje del mundo podría
cubrir las horribles ojeras que tendría al día siguiente si no se iba a dormir
pronto, así que dando un último respiro hondo, se fue a dormir fingiendo
satisfacción.
No comments:
Post a Comment