Capítulo 25
-Mari, ¿era absolutamente
necesario que yo estuviera aquí? – le preguntó Lou mientras ella se pasaba
felizmente la mano por el creciente vientre.
Sólo tenía cuatro meses de
embarazo y ya estaba cómo de seis. Lou la miraba mientras se agachaba para
poner unas tuercas a la mecedora, hacía un par de meses que Mari se había
mudado a Italia y por ello la nutrióloga poco había visto a su amiga y a tantos
aviones.
Después de su última visita a
Italia habían sido nulas sus apariciones en Italia y Mari había tomado control
completamente sobre el restaurante.
Ese día la nutrióloga había
despertado en su habitación de hotel con Lukas a kilómetros de distancia en
Inglaterra jugando un partido de la Premier League. Hacía un par de semanas que
él la había llevado de compras, cada vez que la chica se acordaba le daba risa.
Lukas le había insistido para que fueran al centro comercial, ella estaba
desconfiada de aquello, a los hombres nunca les gustaba esperar a que sus
novias terminaran de probarse ropa. Pero claro, Lukas había estado encantado en
comprarle a su novia unos cuantos outfits
nuevos además de un juego de collar, aretes y anillos. Lou casi se murió de
pena cuando la mujer detrás del mostrador en la joyería ofreció mostrarle los
anillos de compromiso argumentando que parecían una pareja “resuelta”. Lukas
había sonreído y cogido la mano de la chica, pero nada más. Entre las demás
cosas que ambos compraron, también escogieron con tiempo algunos regalos que
llevarle a Pavlov para navidad; un oso de felpa y algunas prendas pequeñitas
para los bebés de Mariana y Kaká.
-No me habías dicho que tenían
gemelos. – le dijo Lukas con el ceño fruncido.
-Ay, Lukas ¿Dónde tienes la
cabeza? – Le había dicho ella cariñosamente – ¿pero si nos lo dijo en cuanto se
enteró!
Mientras Lou ponía atención a
la mecedora que estaba construyendo con dificultad, Mari ponía la vista en la
pantalla. Como era de esperar, la habitación de sus bebés estaba cubierta por
bolsas de plástico y los muebles estaban alejados de las paredes que aún no habían
adquirido color alguno, la ventana tenía ventanas color beige con círculos de
colores pastel y el único mueble que estaba en su lugar era una televisión y la
silla donde Mariana estaba sentada supervisando el trabajo de su amiga.
-Si me caigo te voy a culpar. –
la amenazó.
-Ojala y tus hijos salgan a
Kaká…- dijo la nutrióloga en voz baja mientras se echaba el cabello hacia
atrás.
-¿Qué? – Mari miraba
atentamente la pantalla, donde Kaká aparecía en su uniforme negro con rojo
corriendo por un campo casi repleto de hombres. El balón a sus pies.
Lou no se molestó en responder,
ya sabía que Mari estaba mirando el futbol y cuando eso pasaba hablar con ella
era como hablar con una pared.
Después de quince minutos Lou
se sentaba en la mecedora con el instructivo para armarla en las manos, la ropa
para bebé que le había llevado a su amiga estaba en la habitación de la misma.
Mariana por fin miró a su amiga y sonrió, poniendo en mute la televisión.
Lou reconoció esa mirada. No le
gustaba. Significaba que le iba a sacar la información que previamente había
reusado darle.
-¿Le dijiste?
-¿Decirle qué?
-Lo del beso. – dijo Mari con
seriedad.
-¿A quién? – Mariana la miró
alzando una ceja. -No. Pensaba decírselo, pero cómo sabes, me la puso difícil y
ya no le dije…
Mariana suspiró.
-¿Y se lo vas a decir? – Lou
negó con la cabeza.
-Ni siquiera quiero hablar de
esto. Creo que tal vez Gonzalo necesitaba hacer algo para ponerle fin o algo,
pero ahora no quiero verlo ni hablarle.
-quell'idiota… él no deja de
hablar de ti. Hace una semana estuvo de visita y te juro que cada que podía me
preguntaba sobre ti. Claro, no pude contestarle mucho…con eso de que nunca te
dejas ver…
Lou sonrió.
-No quiero hacerle sentir mal.
Yo no quiero tener nada que ver con él.
-Pues, mira, mañana que estemos
en Nápoles y te obligue a ir al cine con él, me cuentas que tan mal lo haces
sentir.
Lou miró a su amiga con
reprobación, si se iba a Nápoles con ella era por asuntos del restaurante.
Aunque ya se había imaginado que había un motivo detrás de la planeación tan
extraña de Mari; siendo que Florencia estaba más cerca las chicas se iban a
Nápoles.
…
Después de cenar las dos chicas
se pusieron en camino hacia Nápoles, Kaká le dio mil instrucciones a ambas
mujeres para que tuvieran cuidado mientras que Mari escuchaba como si fuera una
niña pequeña aburrida, Lou sonreía de lado la mitad del tiempo.
-Tranquilízate, la cuidaré
bien. Ci vediamo!
La mañana siguiente estuvieron
en el restaurante desde temprano, Lou no sabía entonces que Mariana había
estado charlando con Gonzalo por teléfono. Mientras una de ella atendía las
mesas, la otra estaba en la cocina revisando que el personal allí trabajara
bien.
La decoración estaba perfecta,
siendo que el lugar estaba un poco retirado de la costa, y el ambiente en la
ciudad era un poco cálido, el aire acondicionado en el lugar parecía refrescar
a alguno de quienes habían estado en la playa, aprovechando el final del
verano. Los niños tenían una pequeña área de juegos en la parte de atrás, donde
había seis mesas, de las cuales sólo dos estaban ocupadas. Ese día había poca
gente, era un día tranquilo, pero después de todo era lunes y la gente estaba
ocupada a esa hora del día.
-Será mejor que vallamos al
hotel, esta tarde seguro que te sorprendes. – dijo Mariana, poniendo en su
lugar la camisa blanca que usaba para cocinar.
Lou se sacó el delantal y lo
puso en un estante detrás de una de las barras cerca de la cocina.
Una cosa que ambas conocían muy
bien eran los hoteles, en especial los de Italia. Y cuando se quedaban en
Nápoles Mari siempre escogía el mismo hotel, en esa ocasión se quedaron en la
habitación 321 para su deleite. Recordando fácilmente el número ambas fueron en
busca de su habitación en el tercer piso. Unas cuantas personas pasaron junto a
ellas, la mayoría sin querer golpeaba a la nutrióloga, mientras Mariana se
paseaba felizmente delante de ella con una mano en el vientre sin que nadie la
tocara más que la ocasional mujer curiosa.
Siempre le hacían las mismas
preguntas, ¿Cuánto tiempo tienes? ¿Entonces son gemelitos? ¿Sabes si son niños
o niñas? ¿Cuándo nacen? Solamente una niña le había preguntado hacía unas
semanas si se había tragado a la cigüeña. Mariana sonrió y le dijo que no,
aunque la niña permanecía con expresión confusa. En su momento Mari tendría “la
charla” con sus hijos, pero para eso tenía que pasar mucho tiempo y no le
contaría cuentos a una niñita curiosa, esa era tarea de sus padres. No hay como
los padres – pensaba Mariana – para engañar a los niños.
Lou mientras tanto esperó a que
Mari abriera la puerta, cuando por fin lo hiso ambas entraron y se tiraron en
el sofá en la sala al centro de la suite. Las cortinas rosa pálido cerradas.
Ambas chicas se quedaron dormidas en poco tiempo y sin problema.
-¡LOUELLA GOMEZ CONTESTA TU
TELEFONO O TE GOLPEO! – La chica se levantó rápidamente y con los ojos aún
medio cerrados contestó al teléfono.
-Lou, hola ¿cómo estás? – En
cuanto escuchó la voz perdió el sueño que le quedaba. Un viaje en tren no era
nada en ese momento, ¿para qué quería Gonzalo hablar con ella?
-Bi-bien… ¿y t-tu? – él
contestó confiado, del otro lado del teléfono, el pipita sonreía de oreja a
oreja, Mariana le había contado cosas que él no sabía que podría causarle a la
castaña solo con un beso.
-¿y qué tal si vamos a algún
lado?
-Yo no… - Mari se levantó y
miró a su amiga con expresión asesina. Claro, Mariana no tenía idea de quién
hablaba con ella, pero el hecho que no la dejara dormir le molestaba al punto
de lucir como si estuviera a punto de cometer asesinato contra la nutrióloga. –
te espero en cuanto puedas venir.
Gonzalo se rio y la chica
escuchó casi con entusiasmo cuando él le dijo que estaría allí en menos de diez
minutos.
Al colgar Lou se miró al espejo
con horror, el maquillaje de los ojos estaba corrido y tenía el cabello hecho
un desastre. Se miró la ropa y se dio cuenta de que olía a comida.
Sin querer despertar a su amiga
cogió algunas prendas de su maleta y fue al baño, rápidamente se puso una falda
larga a la cintura de color rosa brillante con un top de tirantes color blanco
y unas sandalias color beige que combinaban con su cinturón y su bolso. Después
de revisar su cabello decidió alaciarlo un poco cepillándolo y pasándose la
plancha de cabello rápidamente. En cuanto salió del baño fue a la habitación de
su amiga, donde la vio acurrucada de manera chistosa en su cama abrazando una
almohada.
Cogió la pequeña libretita del
hotel que estaba junto al teléfono en una mesa de noche y garabateo rápidamente
que saldría con Gonzalo y estaría de vuelta pronto. Apenas puso la pluma al
lado de la nota escuchó su teléfono sonar en su bolsillo.
La película aún no comenzaba,
las luces aún estaban encendidas.
-Eres un raro… ¿para qué te
poner los lentes oscuros? ¿Quién te va a ver?
-Solo por si las dudas…
-respondió, metiendo la mano en el bote palomitas.
-¡Que no te hacen bien! – le
pegó un manotazo en el brazo al pipita. – tienen mucha mantequilla.
-¿Y desde cuando a ti te hace
bien la mantequilla? – preguntó Gonzalo mientras volvía a coger más palomitas.
-¿Desde cuándo te hace bien
meterte conmigo? – la chica alzo la ceja al mirarlo, él le lanzó una palomita a
la cara y sonrió. – Que maduro…
-Shhhh! No ves que ya empieza
la película. – dijo sacándose finalmente las gafas oscuras.
Ambos guardaron silencio
durante los cortos y después cuando comenzó la película Gonzalo volteo con la
castaña para hacerle un comentario sobre la escena que tenían en frente.
Mientras en la pantalla, Robert De Niro y Bradley Cooper se reencontraban como
“padre e hijo”, un par de adolescentes en la fila de adelante intentaban
disimular su risa. Lou miró a los chicos de adelante y le arrojó una palomita
de maíz a Gonzalo, dando justo en su nariz, él se quejó en voz alta, ganándose
que una señora a su lado lo callara con un fuerte “shhhh”. Gonzalo y Lou se
miraron un segundo antes de volver a poner la vista en la pantalla. Miraban el lado bueno de las cosas, cuando Pat
caminaba con Tiffany en la pantalla, ambos ya habían comenzado una silenciosa
guerra de palomitas de maíz, de pronto el jugador le arrojo un puñado tan
grande que las palomitas volaron en todas direcciones y la gente cerca se
molestó, antes que cualquier otra cosa pasara, Lou le tiró el cubo con las
pocas palomitas que quedaban sobre la cabeza. Gonzalo se puso de pie al
instante, la gente de atrás se quejó y al pasar eso, Lou no pudo aguantarse la
risa. Pat gritaba como loco al tiempo que las carcajadas de la nutrióloga se
hacían más fuertes, al punto que se convirtieron en carcajadas mudas. Uno de
los trabajadores del cine entró en la sala seguido por la misma mujer que había
callado a Gonzalo minutos antes.
-Voy a tener que pedirles que
se retiren de la sala. – pidió el adolescente con una expresión de
aburrimiento.
Gonzalo que estaba agachado
junto a la castaña que continuaba luchando por dejar de reír asintió y cogiendo
a la chica del brazo comenzó a caminar hacia la salida.
-No puedo… respirar… - dijo la
castaña al verlo en la luz clara que había afuera de la sala. Tenía palomitas
en el cabello y algunas se habían atorado en los botones de su camisa de
cuadros azules.
-Me alegro que al menos lo
encuentres gracioso, pero nos han sacado del cine. – La chica dejó de reír y se
limpió las lágrimas que se le habían saltado de tanta risa. Desde que había
visto a Gonzalo en el lobby del hotel no había parado de reír y sonreír.
-No importa, quiero helado. –
Lou encogió los hombros y pasando un brazo sobre los hombros del pipita comenzó
a caminar. – Hay un jardín muy bonito donde podemos ir, en frente hay una
heladería donde venden un gelato buenísimo. ¿Has comido gelato? – Gonzalo negó
con la cabeza. - ¡Qué! ¡Pero hace cuando has vivido aquí!
Lou abrió los ojos como platos
y puso su mano libre sobre su corazón antes de cogerle la mano a Gonzalo y
arrastrarlo hacia el auto mientras prácticamente corría. Al estacionar el auto
a Higuaín ni siquiera le dio tiempo de quitarse el cinturón de seguridad cuando
Lou ya había saltado fuera del auto. Caminaron juntos hasta la pequeña
heladería.
-Buona notte! (Buenas noches!)
- dijo la castaña al entrar. Una campanita había sonado al abrir la puerta,
Gonzalo no pudo evitar mirar sobre su cabeza para verla colgando en el techo,
tocando la puerta. Ambos miraron los las hileras de gelato que había detrás de
un vidrio en el refrigerador.
-Benvenuto! – respondió el
hombre detrás del mostrador. - ¿Qué será?
Con un cono grande en sus manos
cada uno, caminaban por el jardín, era un parque en realidad. Había poca gente,
el sol se había puesto hacía bastante tiempo y los únicos que aún estaban en
aquella parte de la ciudad iban con sus perros o con sus maletines, saliendo
del trabajo. Había un banco cerca, así que la mayoría de los que pasaban con
prisa, eran hombres con corbata o mujeres con faldas de lápiz.
Ellos dos caminaban por el
estrecho camino de grava, todo a su alrededor era verde oscuro bajo las luces
de las farolas, más adentro en el parque había muchas flores, alrededor solo
había árboles y no muy lejos en el horizonte se podía ver la costa.
-¿Cómo es que estamos comiendo
gelato sin que te de un ataque de “¡no es saludable!”? – preguntó Gonzalo. – ¿o
intentas sabotearme porque no soy uno de tus “blues”? – Lou le pegó en el brazo.
-No intento nada, pero creo que
no te hará daño, siendo que rara vez comes así. – unas gotitas de llovía
comenzaron a caer, la chica miró hacia arriba y volteo a ver a Higuaín. – Creo
que va a llover hay que terminar rápido.
Gonzalo la miró con cara de
póker y luego a su helado, lo probó por última vez antes de pasárselo por la
cara a la chica, dejándole una cantidad grande de helado en la mejilla a la
castaña.
La chica se pasó la mano por
ese lugar en la cara y vio el helado de vainilla en sus dedos, más temprano
había quedado claro que ambos estaban de humor para jugar bromas así que ella
le pasó la mano en la frente y luego le restregó el postre congelado en la
cara, dejándole un poco sobre las pestañas del ojo izquierdo. Gonzalo sonrió
antes de correr tras ella blandiendo el helado como si éste fuera una espada.
Después de correr por medio jardín y tropezar ambos se quedaron tirados en el
suelo muertos de risa, con la cara, el cabello y en el caso de Gonzalo, también
la ropa llena de helado.
-Te ves tan bien… - dijo Lou
con una enorme sonrisa pintada en el rostro.
-Sí, lo sé. – respondió
completamente falto de modestia, como era usual en él. La miró un instante bajo
la luz de la farola. – Te hiciste algo en el cabello.
-¡Valla! Hasta que alguien lo
nota… - la chica se cogió un mechón de cabello. – Tampoco es una gran
diferencia, sólo me corté unos centímetros.
-Te queda bien – dijo él,
recordando su antiguó corte de cabello, por supuesto que antes parecía tener
una gruesa melena de cabello mientras que ahora le caía con más gracia sobre
los hombros. - ¿Cómo te ha ido con Lukas? – preguntó dudoso.
-Bien. – respondió ella, sin
querer dar demasiados detalles. – Te ha sanado muy bien lo de la última vez. –
la chica le tocó con cuidado la cara al jugador, pasando su mano con cuidado
por la sien y luego hasta la barbilla de él.
-Sí, me sacaron los puntos hace
mucho, no tenía idea de lo que era eso… Cuando te paso a ti, bueno…
-Ay, pero hace mucho de eso, ahora
solo tengo una cicatriz bastante curiosa. El médico me dejo algo así como una
media luna. Si quisiera podría ir por allí contando a la gente que me mordió un
lobo y tendría “pruebas”. – la chica se encogió de hombros y bajo la mano,
poniéndola sobre su regazo.
-Intente llamarte un par de
veces.
-Estaba ocupada. – mintió.
Gonzalo le iba a decir algo más pero ella no quería saber hacia dónde iba esa
conversación o al menos prefería tratarla entre una copa de vino y así tal vez
se amenizaría.- Creo que es buena hora para cenar, ¿Qué me dices?
Gonzalo asintió y se guardó lo
que iba a decir, de cualquier manera seguro que aquello era una locura que
simplemente irritaría a la chica.
-¿Te parece comida autentica?
La chica asintió y él se
levantó primero, ayudándola a levantarse también, caminaron juntos hasta el
auto, a medio camino comenzó a llover y protegidos por la chaqueta negra del
pipita corrieron el resto del camino. En el auto se sentaron unos minutos antes
de arrancar e irse, todo el camino, Lou iba intentando limpiarle la cara a
Gonzalo con un pañuelo, en su bolso siempre llevaba un paquetito de pañuelos
desechables.
Al llegar al restaurante,
Gonzalo encontró un lugar para estacionarse con facilidad y ayudo a la chica a
bajar del auto. Ambos entraron al restaurante, todo allí tenía apariencia de
antiguo, las paredes eran de roca y las mesas estaban hechas de madera oscura
que le daba un poco de calor al lugar. Los dos tomaron asiento en una mesa
cerca del fondo, después de pedir pizza marinara ambos y un vino tinto que
Gonzalo escogió ambos continuaron conversando aunque en ésta ocasión en una
dirección que parecía alejarse cada vez más de Lukas y los planes que la
nutrióloga pudiera tener con él.
Mientras Gonzalo le contaba a
la chica acerca de su última visita a Argentina ella escuchaba un tanto
fascinada, siempre le había llamado la atención visitar aquel país
latinoamericano pero era complicado, en su trabajo pocas veces tenía la
oportunidad de ausentarse por más de un par de días y un viaje tan largo no
podía hacerse un fin de semana.
-Mi madre me dio más estofado…
creo que he echado a perder algo de lo que tu habías logrado conmigo en Madrid.
La chica sonrió.
-Seguro que ahora hay alguien
más que te “meta en cintura”- dijo
despreocupada.
-¿Has solucionado algo con tu
madre? – preguntó él. Antes de contestar Lou tomó un poco de vino y miró hacia
abajo.
-Ya sabes que no. – Él lucía
avergonzado así que en lugar de continuar con aquella conversación volvió a
preguntarle sobre algo que a él le hacía mucha más gracia. - ¿entonces te ha
enseñado tu madre a hacer empanadas?
Como por arte de magia Gonzalo
pareció adquirir un nuevo brillo, parecido al de un niño al ver un juguete
nuevo debajo del árbol de navidad. Con sólo una pregunta Gonzalo había dado
rienda suelta a su lengua.
Una vez que terminaron la cena
quedó claro que la chica estaba un poco entorpecida por el alcohol, mientras
ambos reían Higuaín se había dado cuenta de ello y había decidido llamar a
Mariana, ella le había dicho que simplemente la llevara al hotel y ella se
haría cargo de su amiga.
Durante el trayecto entre el
restaurante y el hotel la chica no dejó de contarle a Gonzalo acerca de las
tonterías que hacía con sus amigas en Londres, mientras él comenzaba a tener
imágenes claras en su mente de las amigas, Rita y Lucy, no podía empezar a
comprender cómo se había hecho amiga de Kate la periodista que a juzgar por lo
que ella misma le decía era una mujer de cuidado. Conocía a su ex novia lo
suficiente para saber la cantidad de respeto que había detrás del uso de la
palabra “mujer” en boca de ella.
Gonzalo detuvo el auto justo
frente a la entrada al hotel.
-Eso estuvo divertido. Muchas
gracias, te veo pronto. – la chica puso la mano en la puerta para abrirla, pero
Gonzalo se estiro y sostuvo la puerta para que no saliera aún.
-Toma. – Gonzalo se quitó la
chaqueta y se la puso a la chica sobre los hombros, como era de esperar, la
prenda le iba grande, pero sonrió agradeciendo la preocupación. – No quiero que
te enfermes.
-A veces me sorprendes. – le
dijo Lou antes de quitar el seguro a su puerta, por último le dio un beso en la
mejilla a su amigo. – descansa, sé que mañana entrenan.
La chica se bajó tambaleante del
auto y entró rápidamente en el lobby grande y vacío. Mientras caminaba hacia el
elevador miró la chaqueta de Gonzalo, era raro, porque él nunca le había dejado
usar su chaqueta cuando habían estado en Madrid… Sí usaba sus camisetas cuando
estaban en casa, pero eso era solo porque a Gonzalo le gustaba verle las
piernas. Ese día, Gonzalo se había comportado junto con ella como un niño
pequeño, cosa que rara vez pasaba antes, sin querer su mente se desvió a las
comparaciones que tan cuidadosamente evitaba hacer entre Gonzalo y Lukas.
-Mari, ya te dije que… - Lou abrió la puerta y se encontró con un hombre
de cabello castaño oscuro, ojos profundos y sonrisa de lado…lo reconoció al
instante. Abrió la boca para hablar, pero verlo allí le había causado demasiada
sorpresa. ¿En serio había hecho ese viaje para poder verla? ¿Solo para verla?
Sin poder articular palabra el único sonido que salió de su boca fue un
suspiro.
Sin decirle nada él la abrazó, rodeándola por los hombros, ella de
pronto sintió como si saliera del trance y puso sus brazos alrededor de él,
hundiendo su cara en el cuello de él, mientras él le besaba la frente.
-¿En serio no pensaste que te dejaría venir a Italia sola, o sí? –
pregunto Higuaín una vez que se separaron.
-En realidad no pensé nada… no puedo creer que Mourinho halla consentido
esto… - dijo ella, dejando pasar a Higuaín.
-Le he pedido que me dejara unos días libres para ver a mi familia antes
de la concentración para el partido. Es un hombre de familia y lo entendió
perfecto.
-Pero le has mentido. Yo no soy “familia”. – le dijo ella sintiéndose un
tanto culpable.
-Para mi eres familia – respondió él.
De pronto Lou notó que Gonzalo no traía sus maletas consigo.
-¿Y tus cosas? – le pregunto.
-Están en mi habitación, no te preocupes.
-¿Te has hospedado aquí? – le pregunto Lou. – No tendrías que haberlo
hecho, podrías haberte quedado conmigo, solo gastas tu dinero…
-Bueno, no quería que te incomodaras… - Dijo Gonzalo sonriendo.
La chica no
podía evitar recordar bien lo que Gonzalo había hecho por ella al hacer aquel
viaje, en ese momento Lou se sintió un poco tonta, fue hasta el elevador y
volvió a ver imágenes en su mente.
-¿Puedo
pasar? – Mari y Lou voltearon hacia la puerta, allí estaba de nuevo Gonzalo,
solo que esta vez estaba solo. La última vez que lo habían visto había sido el
día anterior, cuando el equipo entero, incluido Mourinho había hecho una visita
al hospital.
Ceci,
Mariana y Cristi ya le habían contado a Lou lo mucho que él se había preocupado
y ella no supo que decir. Miro a su amiga y ella, dejó sus cartas sobre la
mesita antes de ponerse de pie y mover la mesita hasta la pared, lejos de la
cama. Ella caminó a la puerta y le dedicó una mirada su amiga antes de salir.
Gonzalo
entró en la habitación con una cajita larga en sus manos, como las que guardan
joyas. Lou no lo comprendió hasta que él se sentó frente a ella en la silla, un
poco alejado. Él la miro con los ojos llenos de agua, ella no sabía que
decirle. La última vez que habían hablado los dos, había terminado en ambos
enojados. Ella no sabía qué hacer, porque él no decía ni hacía nada más que
mirarla y reprimirse.
Lo
único que se oía era el pitido reconfortante del monitor cardiaco. Gonzalo miro
al suelo y miro la cajita. Extendió el brazo y se lo dio a la castaña. Ella
cogió la cojita, ambos se veían serios. Ella la quiso poner en la mesa de
noche, no le interesaba mucho que tan costoso podía ser el regalo que él le
hubiera llevado, quería hablar con él, pero no sabía cómo romper el silencio.
-Ábrelo.
La
chica abrió la cajita con las manos temblorosas, dentro había un relicario
pequeño con un diseño intrincado, tenía una forma ovalada parecida al que ella
ya tenía, una de sus manos se fue directamente a su cuello, allí donde su
relicario debería estar. Solo encontró la tela de la bata del hospital. No
recordaba haberse quitado el relicario.
-La
policía no encontró el tuyo. Hice que grabaran el nombre de tu abuelo en éste.
También tiene tus iniciales.
Lou
miró el relicario y busco la manera de abrirlo, pero no sabía cómo hacerlo, a
diferencia del suyo, éste no tenía el pequeño botón al costado. Gonzalo se
sentó al lado de ella en la cama y cogió con delicadeza la joya y la abrió sin
ninguna dificultad, después la volvió a poner en las manos de la chica, que
murmuro un “gracias” y miró el grabado en cursiva, se parecía dolorosamente al
grabado del anterior.
Ella
sonrió, dentro había un pequeño reloj en la cara opuesta del grabado.
-Están…están
al revés. – dijo con una pequeña risa.
-Sí. –
Higuaín sonrió, soltando una risa también.
-Y… el
reloj… - se cubrió la boca con una mano. – está en las doce y…
-seis minutos. – dijeron ambos al mismo tiempo. Ella parecía estar a
punto de llorar, Gonzalo nunca había preguntado por qué estaba el reloj
detenido a esa hora, pero cuando había comprado el relicario había buscado lo
que se pareciera más al que ella había perdido.
-¿Estas bien? –
preguntó Gonzalo sacándola de su ensoñación, la chica estaba casi volviendo en
sí a pesar del alcohol.
Al mirarla el
hombre notó que ella tenía algunas lágrimas en los ojos. Ella al darse cuenta
intentó disimular y mirar hacia otro lado.
-Sí, esperando
el elevador.
-Tal vez
quieras – Gonzalo presionó el botón con la flecha hacia abajo – llamarlo
primero.
La chica no
sabía muy bien si había olvidado presionar el botón por culpa de su estado
inconveniente o por culpa de sus extraños recuerdos. Mientras esperaba en
silencio Gonzalo paso un brazo sobre los hombres de ella, atrayéndola hacia sí
en caso que ella perdiera el equilibrio en algún momento.
Cuando las
puertas del elevador se abrieron ante ella, ambos entraron en el elevador, por
algún motivo Gonzalo había decidido que la chica probablemente se caería y se
quedaría dormida en el suelo antes de llegar a su habitación así que buscó
dejar el auto a uno de los trabajadores del hotel y bajó rápidamente,
encontrándose a la chica con el cabello húmedo y su chaqueta puesta sobre los
hombros mirando hacia la nada.
Poco después
las puertas del elevador se abrieron y ambos caminaron hasta la habitación de
la chica pasando por un pasillo repleto de puertas color crema y alfombras
anaranjadas. La luz era tenue y Gonzalo sintió a la chica su lado relajarse un
tanto vencida por el cansancio.
-Espero que te
des una ducha antes de pensar en dormir. – le dijo a la chica.
-Espero que te
duermas antes de pensar en una ducha. – respondió ella, imitando el tono de
Gonzalo.
No cabía duda
que el alcohol aún estaba haciéndole efecto.
Gonzalo esperó
a que Lou sacara su llave, una tarjetita que abriría la puerta. Al abrir ambos
se dieron cuenta de que Mariana ya se había ido a dormir pues todas las luces
estaban apagadas, y la puerta a la izquierda donde según Lou, su amiga estaba
quedándose, estaba cerrada. Ella entró un poco tambaleante delante de Gonzalo,
encendió la luz y él la cogió del brazo antes de que ella pudiera golpearse con
una pared. Mientras ella reía lo más silenciosamente posible, Gonzalo recordaba
que la chica se ponía algo difícil cuándo bebía. Sin molestarse en darle
explicaciones, cerró la puerta con el seguro y buscó en la suite y a la derecha
se encontró una puerta abierta, Lou dio unos pequeños brinquitos al lado de
Gonzalo y tiró los zapatos hacía la habitación aunque no le dio importancia al
lugar donde éstos habían caído.
-Bien, que
descanses. – dijo él, haciendo ademan de irse. Él se acercó a ella y le dio un
beso en la mejilla antes de darse la vuelta, cuando dio un par de pasos notó
que una mano lo detenía por el brazo, de dio la vuelta de nuevo y vio a la
chica delante de él.
Lou en realidad
no pensaba, se quedó pasmada un instante mientras miraba a Gonzalo a los ojos,
hacía tanto que no lo miraba de verdad y aunque no quisiera admitirlo extrañaba
ver su rostro.
Con la ayuda
del alcohol de olvido de que existía un mañana y al igual que Gonzalo poco le
importó lo que sucediera a su alrededor. Ambos se acercaron al otro y
terminaron besándose. Esta vez, diferente a la vez anterior, cuando Gonzalo
había presionado levemente sus labios contra los de ella. Ahora ninguno de los
dos podía esconder lo que estaba ocurriendo; se extrañaban y ambos lo sabían,
se lo confirmaban el uno al otro. Mientras se besaban y abrazaban Gonzalo no
pudo evitar caminar, dando pasitos que los dirigían a ambos a la habitación de
la chica, cuidadoso de no ofender a la chica que besaba, ella contrarió a
resistirse caminaba con él, hasta la puerta, donde presionó su espalda y
continuó besando a aquel hombre que de algún modo había logrado enfurecerla y
hacerla feliz al mismo tiempo.
Después de
cerrar la puerta la chica tuvo un momento de claridad mental, aquel con quien
se besaba no era su novio, era todo lo contrario. Y su novio la esperaba en
casa, confiado de que ella lo amaba y no le haría precisamente lo que le estaba
haciendo.
Gonzalo supo al
instante que algo andaba mal, se sentó sobre la cama, llevando consigo a la
chica y haciéndola sentarse de frente a él sobre sus piernas. La beso un par de
veces buscando tener algo más que recordar de aquel día. Ella puso sus manos en
el pecho de Gonzalo y se separó de él, ambos se quedaron mirando el uno al
otro.
-¿En verdad me
perdonaste? – preguntó él.
-Sí. No tardé
mucho, pero tú no me la pusiste fácil.
-Comenzaste a
salir con Lukas. – Gonzalo le acomodó a la chica un mechón de cabello rebelde
detrás de la oreja.
-Tú tenías a la
rubia esa. – contesto ella con saña. – Quiero olvidarte. – confesó finalmente
con lágrimas en los ojos.
-No quiero que
lo hagas. – dijo él, dándole un beso en la frente y abrazándola con dulzura.
Ella se soltó finalmente a llorar.
Mientras
Gonzalo abrazaba a una claramente sobria Lou que había terminado de llorar unos
minutos antes y se había quedado dormida abrazada a él, se dio cuenta de lo
complicada de la situación, por más que Mari intentara ponerles las cosas en
bandeja de oro, si Lou no tomaba la iniciativa ellos nunca estarían juntos de
nuevo.
El problema era
que ella tenía demasiado miedo para hacerlo.
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