Wednesday, March 5, 2014

Gol. Capítulo 28


Capítulo 28

Mientras esperaba afuera de los vestidores con una tabla en las manos –encargo de Eva- vio a algunos de los jugadores del equipo contrario salir del vestidor de visitantes. Era buena suerte para los blues, jugaban en casa y así no tenían que preocuparse de más viajes. Pocos jugadores se habían tomado la libertad de visitar sus hogares durante el par de días que no habían tenido partidos, pero era en su mayoría, el cuerpo técnico el que estaba teniendo problemas para volver a la rutina después de pasar un par de horas en incomodos aviones. Además que ese día los jugadores tenían especiales ganas de juguetear, ya iban dos veces ese día que Mourinho había dedicado miradas amenazadoras a los hombres que se habían quedado en la banca. Entre ellos estaban Mata, David Luiz y Torres, quienes ya se habían llevado un par de reprimendas durante la primera mitad del partido contra Fulham.

Lou no veía la hora de volver a ponerse el pijama y acostarse en su cama con Pongo a mirar cualquier comedia romántica que la tv. de paga estuviera transmitiendo.


Pronto, Lou atendía, tras el año nuevo en su consultorio privado. Era curioso cómo la gente había parecido inundar su oficina después de las festividades. El consultorio era pequeño, pero estaba en un edificio cerca del hospital y había una sala de espera afuera, un chico joven que aún no terminaba sus estudios en la universidad le ayudaba como secretario a cambio de una paga modesta. Todo en el consultorio era de un color rosa claro, a excepción de las puertas que eran del color oscuro de la madera. En su oficina, la nutrióloga tenía un escritorio y una báscula menos precisa que la que le ofrecían en su trabajo como nutrióloga del equipo. Simplemente tomaba el peso y continuaba con la rutina que había aprendido en la escuela; con sus aparatos parecidos a pinzas y sus cintas de medir, hacía cuentas y se ideaba frente a su ordenador una dieta que le diera a cada paciente suficientes opciones.

Los días en Stamdford Bridge se le pasaban rápido mientras la temporada avanzaba. Había estado trabajando lo suficiente con Eva como para sentarse al lado de ella en algunos entrenamientos y mirar, tomaba en cuenta que ese no era su trabajo, pero generalmente veía a los jugadores después que se dieran una ducha y rara vez tenía visitas en su oficina. Por si acaso tal vez, en un par de ocasiones el entrenador de los chicos más jóvenes la había visitado para pedirle consejo y con gusto había dado revisión a su equipo.

-¿Evento de caridad? – preguntó una mañana, Lukas la había despertado con el sonido estridente de su teléfono sonando sobre la mesita de noche. En ese momento le explicaba acerca del evento.

-Sí, es algo bueno. – le dijo. – Podremos ver a algunos de los niños a los que el equipo apoya.

-Entonces yo no podré ir, trabajo para otro equipo y dudo que la prensa sea buena conmigo.

-No creo que haya nada de malo, beneficencia es beneficencia. – le dijo él, dándole un beso en la mejilla. – Ahora sal de la cama y deja de ser una perezosa.

La chica se estiró y sin ganas se puso de pie. Llevaba puesto su pijamas rosa y tenía el cabello trenzado y cayendo por su espalda, miraba a Lukas con envidia, el cabello le había crecido y ahora se lo peinaba de lado, pero era tan manejable que no le tomaba más de unos minutos cada día para peinárselo; llevaba puestos los pantaloncillos del pijama y una camiseta blanca de manga corta y cuello redondo.

Esa noche, después del trabajo, Lou llegó a su casa y corrió a su habitación, conectó su laptop y la encendió, Mariana de seguro la mataría si no contestaba rápido.
Para su suerte, Mari tampoco estaba en línea cuando se abrió la ventana del navegador en su pantalla. Un minuto más tarde se conectó y acomodándose el cabello saludó a su amiga que miraba en dirección a la cámara web con una sonrisa enorme en el rostro. Lou no sabía que esperar de esa sonrisa, su amiga estaba feliz en general, para ser una mujer embarazada de gemelos, parecía estar guardando la calma.

-¿…? – Lou miró a su amiga de manera expectante.

Mari respiró profundo y sonrió una sonrisa amplia, parecida a la que le había dedicado cuando le contó acerca de su primer beso, con Diego Fierro un desafortunado primer amor del instituto.

-¡Son niños! – le gritó emocionada a la pantalla. Kaká estaba cerca de ella, aunque Lou no pudiera verlo, podía escuchar que él también gritaba al teléfono con emoción, seguramente llamaba a sus padres. - ¡Voy a tener dos niños!

-Guau… - Lou no podía creerlo. En ese momento Mari puso ante la cámara las imágenes de los ultrasonidos en tercera dimensión, los bebés estaban pequeños pero bien formados, prontos a nacer.  Hasta ese momento las dos amigas parecían darse cuenta de lo que aquello en verdad implicaba. Al quitar de la cámara las imágenes de sus bebés, mari tenía lágrimas en los ojos. – ¡Hey, no llores! Si es por lo de quedar gorda, te prometo que no pasara, te ayudaré, lo prometo, en serio.

-No es eso… Es que… - La castaña miró su vientre de gran tamaño, tenía ya seis meses con aquellos bebés dentro. - ¿Crees que podré con esto?

-¡Claro que sí! No será fácil y seguro que vas a cometer errores al principio, pero siempre has tenido cierto aire de madre. Una madre muy rara, pero madre al final.

-Ay… es que en verdad quiero hacerlo bien. – se puso la mano en el vientre. – son tan pequeñitos que me preguntó cómo es que algún día serán hombres como Ricardo y Rodrigo. – Lou tardó unos segundos en registrar que su amiga usaba el nombre de su marido en lugar de su apodo, que parecía ser su manera favorita de llamarle.

-Ahora no pienses en eso, primero hay que preocuparnos en que nazcan y nazcan bien. ¿Cómo te ha ido con la dieta?

-De maravilla, el médico me felicito, peso justo. – Mari se enjugo las lágrimas, luciendo más calmada. – De verdad, con eso ya no preocupa lo de estar gorda o no, sea lo que sea, valdrá la pena por tenerlos en mis brazos.

-A mí me sigue sorprendiendo que hayas quedado embarazada tan pronto. ¿Cuándo dejaste la pastilla?

-Un mes antes de la boda. – Mari miró hacia un lado como haciendo memoria. – no te frustres, eh, yo estoy casada. Tu preocúpate por ser buena madrina y ya.

Lou sonrió y continuó hablando con su amiga cerca de una hora más. Cuando se fue a dormir, no dejó de pensar en Italia. ¿Había tenido que decirle adiós de esa manera? Había recibido un par de mensajes suyos, pero ¿cómo contestarle? Tras un par de vueltas en la cama, la chica decidió tontear con su teléfono móvil hasta que el sueño acudiera a ella. Mientras miraba sus fotos, se topó con las fotos de Navidad y de año nuevo. En muchas aparecía con Bárbara y Mari. Durante el año nuevo, cuando había estado en España, Cristiano le había invitado a quedarse en su casa, pero como ya era usual, Sergio le había hecho un lugar en su habitación de huéspedes. En su móvil había demasiadas imágenes de la noche que habían pasado en un club nocturno, Ceci y Cristi habían permanecido con ella toda la noche a excepción de los minutos en que se fueron a bailar. Aunque la única de las tres que salió a bailar fue Ceci, que se la pasaba de maravilla con Cristiano, que no dejaba de ponerle el brazo de manera protectora sobre los hombros y ocasionalmente le besaba la sien o la mejilla; según Cristi, un hábito molesto que había adquirido después de que su hermana Catia lo visitara un par de semanas atrás.
Cristi estaba soltera, cosa que no solo tranquilizaba a sus amigas, sino que también le daba un poco de paz mental a Ceci, que era siempre la que escuchaba las historias sobre amores que su amiga tenía para contar.

Mientras miraba las fotos, Lou se quedó dormida y cuando menos lo esperaba era de día y tenía el teléfono enterrado en las sabanas donde había finalmente conseguido dormir. Sin más que levantarse y bañarse la chica se resignó a comenzar su rutina diaria, mirando el reloj con la alarma puesta para sonar en cinco minutos. Lou se metió a bañar en su espacioso baño y con rapidez se duchó antes de correr a su habitación y apagar la alarma; ya que era demasiado perezosa para apagar la alarma desde antes, pues eso significaba que tendría que volver a programarla esa noche.
Con el cabello envuelto en la toalla se puso crema en el rostro y en el cuerpo, se vistió tranquilamente, poniéndose unos pantaloncillos del equipo en color negro y su camiseta azul sobre un top blanco que usualmente usaba debajo de su ligeramente holgada camiseta. Se secó el cabello con paciencia, poniéndose todo tipo de cremas para mantenerlo libre de friz. Era inútil. El clima afuera estaba especialmente húmedo y con resignación, se puso el cabello en una trenza francesa detrás de la cabeza, se aplicó el usual maquillaje ligero y bajo para hacerse el desayuno.

-¿Diga? – contestó el teléfono. En la planta baja, mientras comía un trozo de pan y un huevo revuelto, el teléfono no dejó de sonar. Solamente alguien conocido le llamaría a esa hora.

-¡Ella! Por fin me contestas… - dijo Lukas desde el otro lado de la línea, se notaba que estaba de buen humor, y a decir por su voz ronca Lou supuso que él aun estaría acostado en su cama.

Lo envidió. Pero sobretodo, envidió pensar que seguramente Pongo estaría a su lado acostado con la cabeza sobre sus grandes patas y con la mirada puesta en él.

-¿Me has llamado antes? – Se limpió las manos con una servilleta y metió la mano en el bolsillo de su pantalón, donde estaba su teléfono móvil. Iluminó la pantalla y leyó “tres llamadas perdidas”. Lou se sonrojo al descubrir que su teléfono estaba en silencio.

-Sí, pero me ha mandado al buzón tras unos minutos. – le dijo. – Deberías revisar ese móvil.

Lou sonrió y se hiso la loca. No iba a explicarle que había recurrido a sus tácticas del instituto para evadir hablar con personas.

-¿Y qué pasa? – preguntó. Un ladrido le llegó desde el otro lado de la línea.

-Bien, bien… - Lukas pareció intentar tapar el micrófono, pero la chica escuchó perfectamente como el hombre le daba instrucciones al perro de que saliera de la habitación. – Pongo dice “hola”. Hace un par de días que no salimos, ¿Qué tal si mañana vamos a cenar? Puedes contarme con más detalle cómo te fue en España y podríamos comprarles algo a los niños de Mariana y Kaká.

-Ya no estoy segura de con quién quieres quedar bien… - le dijo Lou, dejando la taza de café sobre la mesa. Esa mañana había usado por primera vez en tres años la cafetera y al probar el fuerte café, recordó por qué había pasado tanto tiempo sin usarla.

-¿Es un sí?


Lou se miró al espejo una vez más. Lucy había insistido en arreglarla esa noche después de que la nutrióloga le hubiera contado sus planes de esa noche.
Lucy le había puesto uno de sus vestidos color rojo, estaba ajustado de la parte de arriba y tenía el cuello ovalado y alargado sobre los hombros, la falda llevaba tablas y se hacía un poco de vuelo; debajo llevaba unas medias de color piel que dudaba poder mantener en condiciones presentables, casi siempre se le corrían las medias y terminaba tirándolas en algún bote de basura en el primer baño que encontraba. Sus zapatos de tacón alto de color negro y su cabello peinado perfectamente con ayuda de la magia de una crema que Lucy le había puesto.

-¿Es necesario tanto arreglo? – preguntó Lou mientras su amiga le daba las últimas pasadas a sus pestañas con el cepillo del rímel.

-Yo sé que sí. – le guiño un ojo, aunque Lou no pudo verla, puesto que estaba demasiado ocupada intentando no llorar a causa de la lentitud con que su amiga le aplicaba el rímel.

-¿Sabes algo que yo no? – le dijo finalmente. En los ojos le había puesto sombra color café claro y una línea negra sobre la línea de las pestañas y labial rojo al estilo Audrey Hepburn.

-Algo así…

Lou la miró con los ojos entrecerrados. Pronto recibió un mensaje de texto de Lukas que le decía
“Cena formal”, dejando muy en claro que Lucy sabía más de lo que Lou imaginaba.

Lucy se fue, dejando a Lou frente al sofá de la sala de estar mirando la televisión. En verdad que al mueble donde estaba la tv le faltaban libros y cuadros, tal vez cuándo imprimiera sus fotos de Navidad podría poner algunos y después que Mariana tuviera a sus gemelos de seguro que tendría fotos de los pequeños para ponerlas por toda su casa.

La nutrióloga recordó aquél momento cuando Gonzalo y ella pensaron que podrían ser padres. El rostro de aquel hombre había estado tan alegre como el de Kaká la última vez que lo había visto. En sus ojos se adivinaba la devoción que tenía por su mujer. Lou solo podía fantasear con encontrarse un hombre que la quisiera la mitad de lo que el brasileño amaba a su mejor amiga. Tal vez, Lukas era aquel hombre, pero no podía olvidarse del amor que también ella debía sentir por él. Amor que estaba puesto en duda desde que Gonzalo y ella se fueron de paseo como “amigos” en el yate de uno de los amigos del jugador.

El teléfono comenzó a sonar, no era el de su casa, pero era un sistema que había instalado recientemente por recomendación de la Olalla, el timbre en la puerta tenía una cámara y una bocina que le permitía ver quién estaba afuera antes de abrir y con el teléfono podía hablar con quién estaba afuera. Al contestar se dio cuenta de que era Lukas, que vestía un traje negro con camisa blanca y corbata roja.

-¡Ahora salgo! – dijo ante el teléfono y salió en seguida con su cartera bajo el brazo y la llave en la mano. Cerró rápidamente y se volteó.

Lukas la esperaba recargado en un auto negro que obviamente no era suyo. Lou lo miró y se dio cuenta del plan que había fraguado con su amiga.

-Vamos a ir a esa cena, ¿verdad? – le dijo, aún no había llegado frente a él.

-Beneficencia es beneficencia. – Lukas ya había caminado hasta la castaña que llevaba el cabello alaciado con cuidado, le pasó un mechón de cabello atrás de la oreja y la miró a los ojos con una sonrisa. – Per me rogó que fuera. Y no podría ir solo. – La chica lo miró hacia arriba y su expresión seria no cambió ni por un instante. Lukas intento sonreírle con más entusiasmo pero tampoco eso resulto. Le dio un abrazo con un brazo y la miró a la cara de nuevo, le cogió el rostro con ambas manos y le dio un beso en los labios. – Vamos, no puede ser tan malo. – le dio otro beso en los labios y luego otro más en cada mejilla, hasta que ella suspiró y cedió dándole una pequeña sonrisa.

-Me la debes. – le dijo, al tiempo que abría la puerta del auto y se subía en la parte trasera, Lukas detuvo la puerta y se metió detrás de ella.

Durante el camino, Lukas le contó todo cuanto pudo recordar acerca del evento. Por el vestido que llevaba, ya se había imaginado que era formal pero no demasiado estricto y de hecho era un evento pequeño. Primero se llevaría a cabo una cena y luego abría una especie de subasta. Pronto estuvieron en el lugar, había cámaras y había bastante gente rodeando la entrada.

-¿Dijiste evento pequeño? – preguntó a Lukas con una expresión en su rostro que rayaba en el horror. Lukas sonrió y salió del auto, tendiéndole una mano a la chica para que la tomara y saliera sin más demora del auto.

Había un pequeño camino por el cual debían caminar, tal vez posar para un par de fotos. Lou decidió que ella entraría por detrás de las mantas con estampados del equipo y emirates airlines, pero Lukas no le soltó la mano y aunque ella le dijera en voz baja que no quería posar para ninguna foto, él la besó en la mejilla como si nada y la llevó por la alfombra roja donde ambos sonrieron ante los flashes de las cámaras. Ella se deshizo finalmente de la mano de su novio cuando otros jugadores llegaron y decidieron tomarse fotos con él. Mientras caminaba hacia la puerta no pudo evitar encontrarse con un par de mujeres, a las tres después de saludarse sin saber exactamente con quién venía cada una les gritaron los fotógrafos que posaran para una foto. Sin saber ninguna cómo hacer para huir teniendo la puerta del lugar tan cerca, las tres se unieron y posaron. En cuanto la segunda ronda de flashes les golpeo el rostro, una de ella con el cabello rubio se fue hasta la puerta prácticamente corriendo en sus Louis Vuitton.

-Sandra. – le tendió la mano la otra mujer, con el cabello oscuro que le llegaba hasta la cintura y tal vez un poco más largo.

-Lou. – la saludó. Ambas caminaron con más gracia que su compañera y conversaban acerca de lo horrible que resultaba el ruido afuera. – Yo soy novia de Lukas, por cierto. – le dijo una vez que estuvieron ante las mesas redondas.

-Yo vengo con Szcsesny, también es mi novio.

Unos minutos más tarde los hombres entraron por la puerta con sonrisas en el rostro y haciendo un ruido nada discreto mientras bromeaban.
Después de una hora, con los hombres en su mesa haciendo bromas y las mujeres siguiendo la corriente, Lou se encontró charlando alegremente con Per.




Ceci se pasaba el cepillo por el cabello para asegurarse que hubiera quedado bien. Se peinó horas antes, pero mientras esperaba a que Ronaldo llegara, estaba ansiosa. Ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que había salido su familia y su novio. No sabía si sentir nervios o sentirse segura, pues Cristiano siempre había tenido unos modales impecables con su familia y se mostraba lo más sincero que podía.

Con el sonido del timbre, Ceci caminó hasta la puerta, su madre estaba en su habitación poniéndose los aretes y probablemente poniéndose perfume, su padre estaba sentado en la sala mirando el noticiero de la tarde.

Ceci abrió la puerta y saludó a Cristiano con un beso corto en los labios y lo dejó pasar. Su madre no tardó en aparecer frente a la joven pareja. El padre de Ceci se levantó del sofá haciendo algo de ruido y apagó el televisor mientras que desde el fondo del pasillo la hermana de la castaña salía de la habitación que en ese momento compartía con Ceci.
Pronto estuvieron en el restaurante sentados ante una mesa y conversando.

Cristiano cogió la mano de Ceci por encima de la mesa y la miró con aquella mirada tan llena de calma que intentaba ayudarla cuando estaba estresada con algún proyecto del trabajo. En esa ocasión era el estrés de su propia familia. Seguramente si no lo quisiera tanto como lo hacía no le importaría nada lo que su familia pudiera pensar de él, pero al verlo tan calmado y simpático, ella misma respiró hondo y se relajó un poco, dándole un ligero apretón a la mano de su novio.




-Vamos, ¿no te quieres sacar los zapatos? – preguntó Lukas.

Lou lo miró con las cejas alzadas. Hacía un par de minutos que habían salido del evento y estaban caminando por una calle cercana, el auto estaba a unas calles de distancia. Mientras la chica caminaba un poco cansada con los tacones altos él la miraba con una sonrisa de lado, esperando que se sacara los zapatos.

-¿No te quieres sacar la corbata? – la chica se puso delante de él. Lukas lo pensó un momento y asintió. – La verdad, te ves muy bien, pero se nota que prefieres algo menos formal.

-Eso sí… - dijo mientras ella le aflojaba la corbata y se la sacaba de la cabeza sin deshacer completamente el nudo. Miró la corbata un momento y se la puso. - ¿Qué haces? – Lou encogió los hombros y se sacó los tacones, olvidándose de lo arruinadas que quedarían sus medias. – Dime algo. – La chica lo cogió de la mano y asintió, cogiendo con la otra mano sus zapatos. De momento, Lukas la veía aún más pequeña. Él se miró los pies al caminar y notó que ella también le había desabotonado los primeros dos botones de la camisa. - ¿De dónde sacaste esa idea de regalarle a Pavlov ese video juego?

La chica sonrió un instante y comenzó a reír. Unos segundos después, le dio la cara a Lukas y meciendo sus manos entrelazadas le respondió con una expresión divertida:
-Cuando estuvo en mi casa, me costó mucho separarlo de su Nintendo. Supuse que le haría gracia.

Poco después se encontraron con una tienda abierta, la tienda vendía antigüedades, en su mayoría la tienda tenía muchos objetos de metal, tanto que la luz ligera que caía desde los focos en el techo se reflejaba dándole al lugar un brillo dorado.
Los dos entraron y aunque ella lo encontró extraño, no había nadie tras el mostrador.

-¿Algo que te guste? – le preguntó Lukas, que miraba un toca discos antiguo, a su lado había una caja de cartón con discos grandes, desde donde Lou podía ver, había álbumes de los Beatles y Queen.

Soltando la mano de Lukas la chica se puso a husmear alrededor. Con los zapatos en una de sus manos fue hasta una bonita vitrina de madera cuidada con esmero. Unas líneas blancas marcaban las orillas del vidrio y unas letras adornaban los mismos. Talladas en la madera, había unas figuras como ángeles a los lados de las pequeñas puertas y en la parte superior e inferior había unas formas parecidas a las ramas de un árbol y unas aves posadas encima.
Lou dejó los zapatos en el suelo, sin importarle que quedaran tirados, abrió con cuidado las puertitas de la vitrina, adentro no había nada en los estantes de madera. Se podían ver algunas parcas de platos y vasos colocados mucho tiempo atrás. El mueble era muy grande, por lo mismo le recordaba a una catedral, no sabía si era por los ángeles o por el simple hecho de que tenía muchas figuras por todos lados.

Cerró las puertitas y cogió sus zapatos, observó un teléfono grande y viejo. Tenía en medio de un cuadro de madera una rueda de numeritos con marco de metal dorado sobre el cual había un micrófono, al costado estaba sosteniendo con el mismo metal que la rueda una bocina de plástico con un cordón largo de color negro conectado al cuadro de madera que formaba el cuerpo del teléfono.

Poco después se encontró mirando un conjunto de máquinas de escribir. Pasaba una mano por las teclas de una de ellas cuando los brazos de Lukas se pasaron alrededor de su cintura y la pegaron a él.

-¿Ahora quieres escribir? – le dijo en alemán.

-No… Siempre he sido horrible para eso. – le respondió en el mismo idioma. - ¿Has visto algo bueno?

-Ella…- dijo divertido - te estoy viendo a ti, ¿eso cuenta? – la chica percibió la sonrisa que seguramente él tendría en el rostro por su tono de voz.

Lou se volteó y lo miró un instante antes de imitar su “aha” y echarse a reír. Él sonrió y la miró mientras ella reía con ganas, se doblaba de risa y le lanzaba miradas de disculpas cada pocas carcajadas, pero al parecer su sonrisa le causaba más risa. Cuando ella por fin dejó de reír, Lukas se acercó a ella y le cogió el rostro con ambas manos, sin importarle si el cabello de la chica estaba fuera de sitio. La miró a los ojos y ella hiso lo mismo.

Lukas se acercó a ella despacio, cosa que a Lou le extrañó pues él siempre había sido muy confianzudo y nunca antes la había besado como si pidiera permiso, casi siempre sentía que más bien le robaba los besos; aun así, a Lou no le importó, en ese momento no pensaba más que en el hecho de que estuviera actuando con tanta cautela. Por fin, cuando faltaban solo unos centímetros entre ambos él miró hacia los labios de la chica y luego todo su rostro hasta llegar a sus ojos, cerró los ojos y ella hiso lo mismo, entonces se unieron sus labios. El beso fue tierno y lento, Lou pudo reconocer que era distinto al resto, aunque no podría poner el dedo en el detalle que se lo dejaba saber; Lukas estaba como siempre al mando y hacía que el beso fuera dulce y paciente un instante, cuando al final ambos tuvieron que separarse para respirar cuando aquello se convirtió en algo más apasionado. La chica estaba colorada, Lukas le besó y acarició la mejilla roja como una manzana. Parecía tener algo en la mente, la castaña lo sabía por el inusual silencio y la falta de su usual sonrisa…además que se le empezaba a notar un poco de sudor en la frente. ¿Nervios? Lou nunca lo había visto en verdad nervioso.

-¿Quieres decirme algo? – le preguntó la chica, que paso los brazos alrededor de la cintura del alto hombre alemán. Él asintió y se separó de ella, se volteó y dejo ver que sus hombros estaban tensos cuando respiró hondo.

Se volteó de nuevo y se plantó con seguridad frente a la castaña que jugaba nerviosamente con su corbata, se metió una mano en el bolsillo del saco negro que llevaba puesto y se puso de rodillas sin dejar de mirar el rostro desconcertado de la castaña.

-Ella… - la chica ni siquiera notó que le llamaba de aquella manera que tan poco le gustaba que la llamaran – Sé que ha sido poco tiempo… muy poco… pero yo te amo y sé que tú a mí. Nos lo hemos dicho muchas veces, - Lou respiraba con dificultad, sintió un cosquilleo que le subía por los brazos cuando sus dedos se quedaron congelados con la corbata entre ellos. No sabía qué hacer, pero se imaginaba que era lo que seguiría a aquel bonito discurso. – no has tenido problema en aceptar a mis amigos, a mi familia, mi trabajo… Creo que no tiene caso seguir así. – “¿Qué? ¿Me va a dar el cortón? Pero yo pensé qué…” Lou se dijo a sí misma en la mente. - ¿Te casarías conmigo? – Lukas sonrió como era usual, de oreja a oreja y con los ojos brillándole. Le extendió la mano y en ella había una cajita que abrió para revelar un anillo de diamantes hermoso.

Lou miraba a Lukas a la cara con los ojos abiertos como platos y la boca igualmente abierta. Perdió el aliento en cuanto miró el anillo. Era hermoso, pero demasiado grande. En medio de la cinta de oro blanco había pequeños diamantes de color azul y en el medio un gran diamante brillaba en la cajita de terciopelo negro.

El jugador al ver el rostro de la chica se sintió animado, al menos había logrado sorprenderla y cuando ella dejó caer sus zapatos y se cubrió la boca con la mano él se puso de pie para acercarse a la chica.
Lou no parecía poder controlar sus emociones, las lágrimas comenzaban a asomar en sus ojos cuando él se acercó a ella. La rodeó con los brazos y dejó que ella lo abrazara por el cuello antes de volver a mirarla. Sabía que algunas mujeres lloraban de la emoción, pero nunca se imaginó que Lou lloraría, aquello era una sorpresa para él.

-¿Entonces? – le preguntó con suavidad mientras le limpiaba un par de lágrimas que le habían resbalado por las mejillas.

-Como si pudiera decirte que no. – le golpeó cariñosamente el hombro al alemán.

Lukas sonrió y cogió el anillo con cuidado antes de coger la mano temblorosa de la chica, le puso el anillo en el dedo y se quedó mirando su mano en la suya un momento. Ella hacía lo mismo. Le dio un apretón a su mano y besó a su novia que no parecía poder dejar de llorar.

El dueño de la tienda se asomó por la puerta trasera y saludó al par, recibió la noticia de que ella había dicho que sí y los felicitó a ambos, antes de que Lukas le explicará que había planeado todo con ayuda de Ceci y Lucy. Después de todo, una tienda de antigüedades abierta a mitad de la noche no había resultado sospechosa.



Esa mañana, Lukas se dio la vuelta en la cama y miro en el otro lado de la cama a la castaña con el cabello suelto cayendo sobre la almohada y su espalda cubierta hasta la mitad por la sabana café de su cama, ella respiraba profundamente mientras dormía pero era hora de levantarse. Se acercó a su –ahora- prometida y paso un brazo sobre ella para apoyarlo en el colchón y no aplastarla con su peso. Le quitó algunos cabello del hombro antes de besarlo con suavidad, la chica hiso un pequeño ruido y se movió ligeramente, Poldi sonrió y le volvió a besar la piel desnuda, esta vez un poco más abajo del hombro.

-No hagas eso… - le dijo ella con la voz ronca, revolviéndose en la cama y ganándose otro beso, esta vez en el cuello. Buscó con su mano el brazo de él y lo cogió como para detenerlo.

-¿Por qué no? – le dijo con su voz grave y ronca de la mañana.

-Por favor. – Lou se frotó los ojos para quitarse el sueño, justo cuando su prometido la besaba había estado soñando con su ex, aquello simplemente le fastidiaba. Besó la mejilla del jugador. – No me gusta.

-Ayer no me dijiste eso…  - le recordó él, Lou lo miró con los ojos entrecerrados y la boca apretada, aunque más que molesta se veía divertida. - ¿Tienes que ir hoy?

-Sí. Supongo que tú tienes entrenamiento. – Él asintió. – Será mejor que me valla a casa a bañar y arreglar.

-No me mientes, lo que quieres es ir a contarle a Mari. – Besó a la castaña en los labios y se levantó.

-Bueno… en parte sí. – Lou se ruborizó. – Pero creo que ya todos lo han de saber en Inglaterra al menos. Per me llamó temprano para saber cómo había salido todo. Y hace un par de horas Santi nos felicitó en Twitter, además que me tome la libertad de subir una foto de anoche a Instagram.




-Amor, despierta. – Kaká le besó la frente a su esposa. – Vamos, Lou te está esperando. – le dijo.

-La llamo luego. – Mari se cubrió con las sabanas. Eran las doce de la mañana y Kaká acababa de regresar después de su entrenamiento, pero Mari dormía mal, ya faltaban poco más de dos meses para que los gemelos nacieran y se le había imposibilitado dormir demasiado tiempo en una posición, los niños le aplastaban la vejiga por lo que iba al baño cada pocas horas, tenía sueño a todas horas, le dolía la espalda con frecuencia y caminar era un trabajo demasiado pesado para llevar a cabo más de un par de horas al día.

-Es tarde y te ha estado llamando desde hace rato. Mariana Izecson, levántate ya.

-¿Me vas a traer el desayuno? – preguntó, asomando la cabeza entre las sabanas.

-Pan francés, dos huevos revueltos y zumo de naranja.

-250 mililitros, amor. ¿En la computadora? – hiso un ademán de levantarse, ante lo que Kaká respondió cogiéndola por los brazos y ayudándola a ponerse de pie.

-Sí, esta sobre el tocador. – le señaló el tocador en la esquina cerca de la ventana, donde se encontraba la computadora con la pantalla hacia abajo. El hombre puso su mano en la espalda de la chica mientras la sostenía con la otra por el brazo, ayudándola a llegar a la sillita frente al tocador.

-Aún no es tan grave. – le dijo a su marido. – Espera al mes que entra…

Con el cepillo entre el cabello abrió la portátil y miró a su amiga sentada muy derecha frente a ella. Detrás estaba su título de la universidad y sus múltiples diplomas, una impresora sobre un escritorio y un librero repleto de libros de nutrición y algunos cuadros en el centro, sobre todo con imágenes de Ceci, Mari y ella.

-¿Y bien? ¿Por qué ha sido necesario despertarme? – le preguntó a su amiga mientras se cepillaba el cabello con cuidado.

-Entré en pánico. – le respondió rápidamente a su amiga. - ¿has entrado a twitter? – le preguntó. – ¿o a Instagram? – Mari negó con la cabeza. – No lo hagas, de nada sirve…

-¿Me vas a decir que ha pasado? Estas demasiado estresada y la estresada últimamente soy yo.

Lou se mordió el labio y puso la mano izquierda frente a la cámara de su laptop. Mari la vio pero no encontró nada fuera de lo normal, entonces vio la pulsera amarilla cayéndole por la muñeca y notó que no hacía juego con el anillo de diamantes que llevaba en el dedo anular. Entonces se acercó a la pantalla como si ésta fuera un imán que la atraía naturalmente.

-¡NO! – dijo en voz alta. – ¡Qué lio has armado!

-Yo…te lo digo, entré en pánico. – Mari miró el rostro de su amiga que lucía pálido y con los ojos enrojecidos. – Lloré. – explicó la castaña.

-¿De la emoción? – Lou asintió y Mari se tranquilizó un poco, si al menos la chica se había emocionado entonces seguro que había estado equivocada y su amiga de verdad amaba a su novio. Las esperanzas que Mari guardaba de unir a Gonzalo y a Lou de nuevo se esfumaron en ese instante, aunque Lou no sonreía sino que parecía preocupada.

-¿Es lo correcto? – preguntó a Mari. – Casarme con él.

-Pues, lo amas, ¿no?

Lou se miró las manos sobre el escritorio, no tenía mucho tiempo para charlar con su amiga.

-No sé. – le respondió con un suspiro. Apoyó la barbilla en su mano y miró la pantalla, buscando ayuda en el rostro conocido de su amiga. – Lo quiero, pero no es igual a…

Ambas guardaron silencio. Mari comprendió porque su amiga estaba dudando. Nunca había tenido una relación tan seria como la que tuvo con Gonzalo y no sabía cómo compararla con la que tenía con Lukas. Mari la había tenido muy fácil con Kaká, no había habido dudas, había entendido desde muy pronto que los dos sentían lo mismo y punto. Se habían casado.

Mari miró su barriga y puso una mano sobre ésta. Su amiga siguió el movimiento desde la pantalla con sus ojos.

-Debes pensarlo muy bien. Lukas es un hombre muy amable, responsable, amigable, nada celoso, alegre, enérgico, bromista y demás.  Fue tu amigo primero que nada, lo conoces mejor que yo. – Lou asintió, escuchando con cuidado lo que su amiga le decía. – Pero sabes que Gonzalo no va a esperarte. Si te casas con Lukas y resulta ser un error, no podrás volver con Gonzalo. Él te ama, pero no te lo perdonaría. Y además, está el hijo de Lukas. Vas a ser mamá en cuanto te cases, sin demora, y vas a tener que tratar mucho a la ex de Lukas.

-Por eso no me preocupa, el niño es un amor… en todo caso… que resultara ser un error…

-Aun no has finalizado nada. – mari se puso un broche en el cabello y miró hacia el armario que estaba abierto de par en par, pronto Kaká entraría de nuevo con su desayuno. – Respira profundo y piénsalo. Hay tiempo para que cambies de opinión. – Mari le aconsejó.

-Ay… yo siempre te traigo mis problemas… - le dijo Lou a Mari.

-¡Bah! – Mari hiso un gento desdeñoso con la mano – sin mi estarías perdida.

-Más tarde intentare llamarte. – dijo Lou. – Gracias. Cuídate y cuídalos.

-Yo siempre. – La embarazada sonrió – Suerte. Adiós.

Las dos finalizaron la llamada y Mariana se levantó con un poco de trabajo, caminó hasta el armario con una mano debajo de gran barriga, sentía que si no la sostenía ésta se caería hasta la altura de sus tobillos. Se quitó el pijama y se puso unos pantalones de color azul brillante con elástico en la cintura, una blusa de color rosa y un suéter amplio de color blanco. Kaká entró en la habitación y vio a la mujer sentada, ya solo le faltaba recoger su cabello. Lo peinó en una coleta pulcramente recogida y se puso un poco de rimmel para acentuar sus pestañas.

-¿abajo? – Kaká encogió los hombros y ayudó a Mariana a bajar las escaleras para llegar a la planta baja.

Los dos se sentaron en la mesa de la cocina. Mientras ella desayunaba, Kaká tomaba té y se comía un planto de fruta con un sándwich de jamón.

-Tú ya lo sabías. – lo acusó Mariana después de haber comido un poco de huevo.

-Ella te lo quería decir. Además creo que primero Gonzalo se roba a la novia antes de que ella logre siquiera escoger la fecha.

Mariana y Kaká se miraron sonrientes. Durante el resto del desayuno, Kaká le contaba a su esposa cómo los había encontrado en el balcón el día de la cena de Navidad, seguido por una historia más reciente del equipo.




Los tacones hacían ruido sobre el piso en que la chica caminaba. Llevaba su uniforme, esta vez el traje formal del equipo que consistía de una falda de lápiz negra, una blusa de color azul oscuro y un saco a juego con la falda que tenía bordado el escudo del club. Llevaba el cabello recién cortado, recogido en una coleta alta y el fleco sobre la frente. Con el maquillaje un poco más cargado de lo normal alrededor de los ojos se presentó ante su jefe. Mourinho la miró de pies a cabeza y le dio las instrucciones claramente como al resto del equipo técnico.

-A partir de ahora, vienes a todos los partidos de la Champions. – le había instruido. – Quiero que hagas el mismo trabajo que hacías en Madrid. Y nada de “peros”, estoy apostando por ti…de nuevo.

La chica entendió muy bien y en ese momento mientras caminaba detrás de otros mientras técnicos no se atrevía a mirar a los jugadores que iban a la rueda de prensa después del partido contra Benfica.

Después de haber llevado el anillo un par de días, con el equipo repleto de hombros, pocos se habían dado cuenta de que la nutrióloga llevaba un anillo extra y mucho menos se habían enterado que se había comprometido.

Durante el corto viaje en camión de vuelta al hotel donde se quedaban esa noche para volar a casa al día siguiente, Petr se sentó al lado de la nutrióloga mientras que Eva se había sentado en el asiento al lado de la chica pero alejada por el pasillo entre los asientos.

-Hey, ¿Te vas a casar? – preguntó en voz alta, llamando la atención de los que iban atrás de ellos. David Luiz y Oscar se levantaron de sus asientos y miraron por sobre las cabezas de ellos, Lou alzó su mano y les mostro el anillo con una sonrisa tímida en el rostro y un asentimiento de cabeza. - ¡Wow, felicidades! – le dio un abrazo y una sonrisa, no paso ni un minuto cuando el resto de los hombres en el camión se habían enterado también.

El camión se llenó de ruido, entre felicitaciones y bromas. Lou no se lo había esperado, pero todos parecieron contentos por ella. Por fin, se animó, era la decisión correcta. Después de todo, él la quería de verdad y ella hasta cierto punto también. Quizá con el tiempo lo querría con la intensidad que él la quería a ella.

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