Capítulo 33
Lou estacionó el auto en cuanto vio un
lugar disponible, movió la palanca y dejó el auto en neutral. El auto se apagó
haciendo un sonido de verdad preocupante, justamente ese día, su auto decidía
ponerse en su contra. Allí terminaba su tiempo en el Chelsea. Frente a una
tienda de muebles y un pub.
Miró por el espejo retrovisor y alcanzó
a echar un vistazo al asiento trasero donde estaban sus cosas en la bolsa que
normalmente usaba para llevar su uniforme. Hacia una semana que se lo habían
dicho, ya no trabajaría para el Chelsea y ahora era tiempo de dejar su oficina
como la había encontrado. Se llevó los retratos que había sobre su escritorio,
cogió los pocos libros que había dejado en uno de los estantes detrás de su
escritorio y limpió los cajones. A pesar de saber que tendría que hacerlo, en
aquel momento, sentada en el auto frente a su casa, no podía evitar sentirse
triste. Eva se quedaba y le había dado una despedida rápida, ella tampoco
estaba feliz de ver a la nutrióloga irse, pero eso no estaba en sus manos y
mucho menos en las de Mourinho.
La chica se pasó una mano por el
rostro, no debería sentirse tan triste, tenía trabajo en los dos restaurantes
que había creado con Mariana y de allí ganaban bien, si quisiera quedarse en
Londres podría continuar con sus consultas, en algún momento podría buscar un
consultorio más grande, pero de momento le iba bien. Pero para Lou el trabajo
en el equipo era rutina; había pasado ya tres años con futbolistas, estaba
acostumbrada a bromear con hombres y hablar del juego con sus pacientes como si
se tratara del clima. Le molestaba además que le hubieran dicho “te dejaremos
ir”, una manera bonita de decirle que la despedían cuando su trabajo siempre
había sido excelente. Pero claro, el equipo contrataba a un nuevo médico, hasta
Eva tendría que acostumbrarse a su nuevo compañero de trabajo, un médico que
sabía tanto de terapia física como de nutrición, o al menos eso había dicho Eva
cuando le contó sobre su reemplazo. El único consuelo de la chica era, que al
menos no tendría que volver a ver un “desayuno inglés”. También estaba el tema
de la boda de Cristiano y Ceci, que era un pequeño lío. Los medios se habían
enterado hacía unos meses y Ceci no soportaba que la siguieran los fotógrafos,
que le llamaran de revistas y programas de televisión para hacerle entrevistas,
pero sobretodo, odiaba que Cristiano intentara tranquilizarla. Ni siquiera
Cristina había podido poner a Ceci de buen humor después de su último encuentro
con la prensa, había salido de la iglesia con Cristiano pues tenían que asistir
a las pláticas prematrimoniales que la iglesia exigía para casarlos. Ni Mariana
ni Lou supieron del incidente hasta que Cristiano explotó dos semanas después y
les pidió que intervinieran, lo cual las llevó a hacer una especie de
conferencia en Skype.
Por fin, la nutrióloga se tragó el
orgullo y alcanzó su bolsa en el asiento trasero, se bajó del auto con cuidado,
pero al volverse para cerrar la puerta uno de sus tacones cedió y se rompió, la
chica se apoyó en el auto y miró hacia abajo, al lado de su pie estaba el tacón
color nude. Sabiendo que ese día daría la despedida a los jugadores se puso un
conjunto de falda de lápiz y chaqueta a dos botones color morado con una blusa
blanca que había combinado con sus zapatos nude favoritos, por supuesto que
eran también muy altos, pero durante su tiempo trabajando en aquel equipo sólo
había lucido pantalones y zapatillas deportivas que en nada ayudaban con su
baja estatura.
-Al menos podría meterme al pub… -
pensó, pero decidió que era mejor ir a casa de una vez. Tal vez a su novio le
causara gracia una vez que le contara sobre su curiosa caminata a casa. Lou
comenzó a caminar en dirección a la siguiente esquina con la esperanza de
subirse a un taxi, pero la calle parecía desierta.
Con el bolso colgado del hombro y el
tacón en su mano siguió caminando cuando sintió que una gota de lluvia le
golpeaba el rostro. Se limpió y no se atrevió a mirar hacia arriba pensando que
en las películas siempre comenzaba a llover a cantaros cuando los actores
miraban hacia el cielo. Se apresuró y continuó cojeando por la calle cuando las
gotas de lluvia comenzaron a caer más constantemente. Pronto estuvo caminando
por la calle debajo de una lluvia fría, había dejado la sombrilla en casa.
Justo cuando pensaba que su día no
podía empeorar un auto pasó a toda velocidad y la empapó. Lou se quedó para un
momento, admiró su mala suerte y sonrió para sí misma. ¿Qué más podía pasar?
Fuera de los primeros diez minutos de
cojear nada más ocurrió, Lou llegó a casa sana y salva.
Entró a su casa y tiró su bolsa en el
suelo de su habitación. Preparó el baño y se metió en la tina mientras
escuchaba blow me one last kiss y
cantaba completamente desafinada al lado de P!nk.
Tras el baño la chica se dedicó a jugar
en el Xbox con el pijama del oso Pooh puesto y desperdiciar balas, de alguna
manera aquello la tranquilizó lo suficiente para que no se desquitara con los
cojines de su habitación. Pronto Lou estaba mirando un paseo para recordar con un tazón de palomitas en su regazo, para
cuando Mandy Moore y Shane West estaban hablando en el hospital, la nutrióloga
ya sostenía un pañuelo desechable en su mano.
En algún momento de la película Lou se
quedó dormida, pero no se dio cuenta hasta que comenzó a escuchar ruido afuera.
Medio despierta, Lou apagó el televisor con el control remoto y apagó la luz de
la lámpara sobre la mesa de noche junto a su cama. Se volteó e intentó volver a
dormir. Pensó en que los vecinos deberían haber al menos esperado al sábado
para hacer aquel ruido, ¿por qué tocarían en ese momento si nos dejan?
La chica se levantó de la cama como si
en ese momento hubiera recordado que había dejado una olla en la estufa. El
ruido que venía de afuera era en realidad una canción de Rocío Durcal y ella no
recordaba que sus vecinos fueran aficionados del mariachi. Pronto la canción
terminó y comenzó a sonar desde la calle te
amaré toda la vida. Lou se puso de pie y miró por la ventana para
encontrarse con un grupo de mariachis tocando frente a su casa. Desde allí
arriba y con la oscuridad de la noche Lou no pudo distinguir bien quien estaba
allí, pero era obvio que había un hombre que no estaba vestido como los músicos
uniformados con sus trajes de charro color negro y sus sobreros puestos, a
excepción de la mujer que cantaba con el sombrero en la mano.
Lou se miró, llevaba el pijama de
Winnie Pooh, se puso la primera sudadera que encontró en el armario y bajó las
escaleras a toda prisa. Abrió la puerta y con recelo abrió después el portón de
su casa.
Junto a la mujer que cantaba
perfectamente las notas indicadas, estaba Gonzalo. Lou miró la escena con
expresión confundida, estaba medio dormida, pero no estaba sorda y podía
percibir la manera en que el argentino gritaba las palabras de la canción
mientras miraba una hoja con la letra. Los músicos detrás de él la miraban
sonrientes mientras tocaban. El hombre con el guitarrón atinó a dar un paso al
frente y darle un codazo a Gonzalo, él cantaba con los ojos cerrados en un
intento por concentrarse y cantar las notas indicadas, aunque no tenía mucho
éxito. Abrió los ojos y se notó confundido cuando se dio cuenta de que la chica
estaba de pie frente a él con unos pantalones de pijama holgados y una sudadera
gap de color azul. Se apartó de los mariachis y abrazó a la chica.
-¿Tenía que ser en la madrugada? –
preguntó ella al devolverle el abrazo. Gonzalo sonrió y le besó la frente.
-Bárbara me dijo que así se hace en
México… - dijo al separarse de ella. Lou lo miró, llevaba unos jeans y una
camiseta de color negro debajo de la chaqueta de piel marrón.
-¿Los trajiste desde…? – Gonzalo
asintió con una sonrisa, se sentía satisfecho hasta el momento,-¡No tenías que
traerme mariachi! ¿Es que no has visto say
anything?- la canción terminó y los vecinos se asomaban desde sus entradas,
Lou les saludó con la mano y volvió la vista hacia los músicos mexicanos para
agradecerles.
Gonzalo no tuvo que hablarles para que
los músicos continuaran, ya habían hablado antes y en ese momento aunque Lou
hubiera querido mandar a Gonzalo a dormirá su hotel y meterse a su casa y
dormir, la castaña tuvo que quedarse un momento más en el frío y escuchar la
canción, ahora más suave y de un volumen más moderado. De cualquier manera
Gonzalo comenzó a hablar y no le permitió seguir escuchando las armonías de los
violines y las guitarras.
-Si te pido que vayas a Italia conmigo…
¿lo harías? – Gonzalo cogió las manos de la chica, obligándola a mirarlo de
frente.
-No lo creo. – Lou se sintió orgullosa,
si ellos dos hubieran seguido juntos cuando él había decidido irse a Nápoles
ella lo hubiera seguido sin decir nada, pero después de lo que había pasado no
solo con él pero con Lukas, Lou estaba decidida a tomar sus propias decisiones.
No lo seguiría solamente porque era su novio, pero no comprendió por qué él
sonrió y continuó hablando en lugar de molestarse.
-No podría pedirte eso bajo nuestras
circunstancias… - Gonzalo le dedico una mirada pensativa a la chica, ella se
quedó mirándolo con escepticismo, ¿si no era eso lo que quería, entonces qué? –
pero tengo que decirte que me acostumbre a estar contigo y a verte todos los
días… y desde que eso no pasa me siento diferente. No soy cursi, rara vez te
digo lo que siento y soy pésimo para idear citas. Me pongo de malas fácilmente
y habló un inglés que deja mucho que desear. – Lou sonrió pero permaneció
callada. – Pero tú me pones de buen humor. Nunca te has quejado porque sólo
vamos a cenar y al cine. Tienes las ideas más raras para hacer que converse
contigo y nunca tuviste problema para decirme lo que sientes… - se acercó a la
castaña y le habló en voz más baja, - aun cuando no estábamos juntos. Me
hiciste sentir que era la escoria del universo cuando me dejaste en Madrid y
dejé de ser un “homme à femmes
éternellement” –
Lou se mordió la lengua para no echarse a reír, apenas podía creer que él
recordara aquel pequeño insulto, - …yo te amo, y creo que es tiempo que tú me
lo vuelvas a decir – él se acercó a la chica y puso sus manos en las mejillas
de ella, estaba tan cerca que podría haberla besado en ese mismo momento con
tan solo inclinarse un poco más,- necesito saberlo.
La
música se había detenido, pero Lou no fue consciente de ello, estaba inmersa en
los ojos de su novio. No podía articular palabra, hacía poco menos de un año
que habían vuelto a salir por influencia y con ayuda de Mariana, y en todo ese
tiempo Gonzalo le había asegurado y repetido que la quería mientras que ella
había permanecido en silencio como un animal que conoce la trampa de las hojas
sobre el agujero y las esquiva con recelo, solo que debajo de aquellas hojas no
había agujero. La castaña respiró hondo, el olor de la colonia que Gonzalo
usaba le llegó con intensidad a la nariz, estaban muy cerca y aun así le
pareció que no era suficiente.
-Yo
también te amo. – atino a decir, finalmente había dicho lo que él quería oír.
Al decirlo respiró entrecortadamente mientras él sonreía sin poder esconder su
alegría.
-Entonces
¿Qué tal si me dejas cambiarte – le quitó un mechón de cabello del rostro – el
apellido? – con la mano contraria le mostró un anillo en una cajita de
terciopelo negra. Adentro había un anillo de diamante. Lou apenas le echo un
vistazo cuando comenzó a reír tan fuerte que tuvo que apoyarse en Gonzalo,
quién la sostuvo sin comprender qué era lo que le causaba tanta gracia.
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