Wednesday, March 5, 2014

Gol. Capítulo 33


Capítulo 33

Lou estacionó el auto en cuanto vio un lugar disponible, movió la palanca y dejó el auto en neutral. El auto se apagó haciendo un sonido de verdad preocupante, justamente ese día, su auto decidía ponerse en su contra. Allí terminaba su tiempo en el Chelsea. Frente a una tienda de muebles y un pub.
Miró por el espejo retrovisor y alcanzó a echar un vistazo al asiento trasero donde estaban sus cosas en la bolsa que normalmente usaba para llevar su uniforme. Hacia una semana que se lo habían dicho, ya no trabajaría para el Chelsea y ahora era tiempo de dejar su oficina como la había encontrado. Se llevó los retratos que había sobre su escritorio, cogió los pocos libros que había dejado en uno de los estantes detrás de su escritorio y limpió los cajones. A pesar de saber que tendría que hacerlo, en aquel momento, sentada en el auto frente a su casa, no podía evitar sentirse triste. Eva se quedaba y le había dado una despedida rápida, ella tampoco estaba feliz de ver a la nutrióloga irse, pero eso no estaba en sus manos y mucho menos en las de Mourinho.

La chica se pasó una mano por el rostro, no debería sentirse tan triste, tenía trabajo en los dos restaurantes que había creado con Mariana y de allí ganaban bien, si quisiera quedarse en Londres podría continuar con sus consultas, en algún momento podría buscar un consultorio más grande, pero de momento le iba bien. Pero para Lou el trabajo en el equipo era rutina; había pasado ya tres años con futbolistas, estaba acostumbrada a bromear con hombres y hablar del juego con sus pacientes como si se tratara del clima. Le molestaba además que le hubieran dicho “te dejaremos ir”, una manera bonita de decirle que la despedían cuando su trabajo siempre había sido excelente. Pero claro, el equipo contrataba a un nuevo médico, hasta Eva tendría que acostumbrarse a su nuevo compañero de trabajo, un médico que sabía tanto de terapia física como de nutrición, o al menos eso había dicho Eva cuando le contó sobre su reemplazo. El único consuelo de la chica era, que al menos no tendría que volver a ver un “desayuno inglés”. También estaba el tema de la boda de Cristiano y Ceci, que era un pequeño lío. Los medios se habían enterado hacía unos meses y Ceci no soportaba que la siguieran los fotógrafos, que le llamaran de revistas y programas de televisión para hacerle entrevistas, pero sobretodo, odiaba que Cristiano intentara tranquilizarla. Ni siquiera Cristina había podido poner a Ceci de buen humor después de su último encuentro con la prensa, había salido de la iglesia con Cristiano pues tenían que asistir a las pláticas prematrimoniales que la iglesia exigía para casarlos. Ni Mariana ni Lou supieron del incidente hasta que Cristiano explotó dos semanas después y les pidió que intervinieran, lo cual las llevó a hacer una especie de conferencia en Skype.

Por fin, la nutrióloga se tragó el orgullo y alcanzó su bolsa en el asiento trasero, se bajó del auto con cuidado, pero al volverse para cerrar la puerta uno de sus tacones cedió y se rompió, la chica se apoyó en el auto y miró hacia abajo, al lado de su pie estaba el tacón color nude. Sabiendo que ese día daría la despedida a los jugadores se puso un conjunto de falda de lápiz y chaqueta a dos botones color morado con una blusa blanca que había combinado con sus zapatos nude favoritos, por supuesto que eran también muy altos, pero durante su tiempo trabajando en aquel equipo sólo había lucido pantalones y zapatillas deportivas que en nada ayudaban con su baja estatura.

-Al menos podría meterme al pub… - pensó, pero decidió que era mejor ir a casa de una vez. Tal vez a su novio le causara gracia una vez que le contara sobre su curiosa caminata a casa. Lou comenzó a caminar en dirección a la siguiente esquina con la esperanza de subirse a un taxi, pero la calle parecía desierta.
Con el bolso colgado del hombro y el tacón en su mano siguió caminando cuando sintió que una gota de lluvia le golpeaba el rostro. Se limpió y no se atrevió a mirar hacia arriba pensando que en las películas siempre comenzaba a llover a cantaros cuando los actores miraban hacia el cielo. Se apresuró y continuó cojeando por la calle cuando las gotas de lluvia comenzaron a caer más constantemente. Pronto estuvo caminando por la calle debajo de una lluvia fría, había dejado la sombrilla en casa.
Justo cuando pensaba que su día no podía empeorar un auto pasó a toda velocidad y la empapó. Lou se quedó para un momento, admiró su mala suerte y sonrió para sí misma. ¿Qué más podía pasar?
Fuera de los primeros diez minutos de cojear nada más ocurrió, Lou llegó a casa sana y salva.

Entró a su casa y tiró su bolsa en el suelo de su habitación. Preparó el baño y se metió en la tina mientras escuchaba blow me one last kiss y cantaba completamente desafinada al lado de P!nk.
Tras el baño la chica se dedicó a jugar en el Xbox con el pijama del oso Pooh puesto y desperdiciar balas, de alguna manera aquello la tranquilizó lo suficiente para que no se desquitara con los cojines de su habitación. Pronto Lou estaba mirando un paseo para recordar con un tazón de palomitas en su regazo, para cuando Mandy Moore y Shane West estaban hablando en el hospital, la nutrióloga ya sostenía un pañuelo desechable en su mano.
En algún momento de la película Lou se quedó dormida, pero no se dio cuenta hasta que comenzó a escuchar ruido afuera. Medio despierta, Lou apagó el televisor con el control remoto y apagó la luz de la lámpara sobre la mesa de noche junto a su cama. Se volteó e intentó volver a dormir. Pensó en que los vecinos deberían haber al menos esperado al sábado para hacer aquel ruido, ¿por qué tocarían en ese momento si nos dejan?
La chica se levantó de la cama como si en ese momento hubiera recordado que había dejado una olla en la estufa. El ruido que venía de afuera era en realidad una canción de Rocío Durcal y ella no recordaba que sus vecinos fueran aficionados del mariachi. Pronto la canción terminó y comenzó a sonar desde la calle te amaré toda la vida. Lou se puso de pie y miró por la ventana para encontrarse con un grupo de mariachis tocando frente a su casa. Desde allí arriba y con la oscuridad de la noche Lou no pudo distinguir bien quien estaba allí, pero era obvio que había un hombre que no estaba vestido como los músicos uniformados con sus trajes de charro color negro y sus sobreros puestos, a excepción de la mujer que cantaba con el sombrero en la mano.
Lou se miró, llevaba el pijama de Winnie Pooh, se puso la primera sudadera que encontró en el armario y bajó las escaleras a toda prisa. Abrió la puerta y con recelo abrió después el portón de su casa.

Junto a la mujer que cantaba perfectamente las notas indicadas, estaba Gonzalo. Lou miró la escena con expresión confundida, estaba medio dormida, pero no estaba sorda y podía percibir la manera en que el argentino gritaba las palabras de la canción mientras miraba una hoja con la letra. Los músicos detrás de él la miraban sonrientes mientras tocaban. El hombre con el guitarrón atinó a dar un paso al frente y darle un codazo a Gonzalo, él cantaba con los ojos cerrados en un intento por concentrarse y cantar las notas indicadas, aunque no tenía mucho éxito. Abrió los ojos y se notó confundido cuando se dio cuenta de que la chica estaba de pie frente a él con unos pantalones de pijama holgados y una sudadera gap de color azul. Se apartó de los mariachis y abrazó a la chica.

-¿Tenía que ser en la madrugada? – preguntó ella al devolverle el abrazo. Gonzalo sonrió y le besó la frente.

-Bárbara me dijo que así se hace en México… - dijo al separarse de ella. Lou lo miró, llevaba unos jeans y una camiseta de color negro debajo de la chaqueta de piel marrón.

-¿Los trajiste desde…? – Gonzalo asintió con una sonrisa, se sentía satisfecho hasta el momento,-¡No tenías que traerme mariachi! ¿Es que no has visto say anything?- la canción terminó y los vecinos se asomaban desde sus entradas, Lou les saludó con la mano y volvió la vista hacia los músicos mexicanos para agradecerles.

Gonzalo no tuvo que hablarles para que los músicos continuaran, ya habían hablado antes y en ese momento aunque Lou hubiera querido mandar a Gonzalo a dormirá su hotel y meterse a su casa y dormir, la castaña tuvo que quedarse un momento más en el frío y escuchar la canción, ahora más suave y de un volumen más moderado. De cualquier manera Gonzalo comenzó a hablar y no le permitió seguir escuchando las armonías de los violines y las guitarras.

-Si te pido que vayas a Italia conmigo… ¿lo harías? – Gonzalo cogió las manos de la chica, obligándola a mirarlo de frente.

-No lo creo. – Lou se sintió orgullosa, si ellos dos hubieran seguido juntos cuando él había decidido irse a Nápoles ella lo hubiera seguido sin decir nada, pero después de lo que había pasado no solo con él pero con Lukas, Lou estaba decidida a tomar sus propias decisiones. No lo seguiría solamente porque era su novio, pero no comprendió por qué él sonrió y continuó hablando en lugar de molestarse.

-No podría pedirte eso bajo nuestras circunstancias… - Gonzalo le dedico una mirada pensativa a la chica, ella se quedó mirándolo con escepticismo, ¿si no era eso lo que quería, entonces qué? – pero tengo que decirte que me acostumbre a estar contigo y a verte todos los días… y desde que eso no pasa me siento diferente. No soy cursi, rara vez te digo lo que siento y soy pésimo para idear citas. Me pongo de malas fácilmente y habló un inglés que deja mucho que desear. – Lou sonrió pero permaneció callada. – Pero tú me pones de buen humor. Nunca te has quejado porque sólo vamos a cenar y al cine. Tienes las ideas más raras para hacer que converse contigo y nunca tuviste problema para decirme lo que sientes… - se acercó a la castaña y le habló en voz más baja, - aun cuando no estábamos juntos. Me hiciste sentir que era la escoria del universo cuando me dejaste en Madrid y dejé de ser un “homme à femmes éternellement” – Lou se mordió la lengua para no echarse a reír, apenas podía creer que él recordara aquel pequeño insulto, - …yo te amo, y creo que es tiempo que tú me lo vuelvas a decir – él se acercó a la chica y puso sus manos en las mejillas de ella, estaba tan cerca que podría haberla besado en ese mismo momento con tan solo inclinarse un poco más,- necesito saberlo.

La música se había detenido, pero Lou no fue consciente de ello, estaba inmersa en los ojos de su novio. No podía articular palabra, hacía poco menos de un año que habían vuelto a salir por influencia y con ayuda de Mariana, y en todo ese tiempo Gonzalo le había asegurado y repetido que la quería mientras que ella había permanecido en silencio como un animal que conoce la trampa de las hojas sobre el agujero y las esquiva con recelo, solo que debajo de aquellas hojas no había agujero. La castaña respiró hondo, el olor de la colonia que Gonzalo usaba le llegó con intensidad a la nariz, estaban muy cerca y aun así le pareció que no era suficiente.

-Yo también te amo. – atino a decir, finalmente había dicho lo que él quería oír. Al decirlo respiró entrecortadamente mientras él sonreía sin poder esconder su alegría.

-Entonces ¿Qué tal si me dejas cambiarte – le quitó un mechón de cabello del rostro – el apellido? – con la mano contraria le mostró un anillo en una cajita de terciopelo negra. Adentro había un anillo de diamante. Lou apenas le echo un vistazo cuando comenzó a reír tan fuerte que tuvo que apoyarse en Gonzalo, quién la sostuvo sin comprender qué era lo que le causaba tanta gracia.

-Creí que intentarías convencerme de irme a Italia, - le dijo cuándo se calmó – y pensaba en cómo decirte que no sin lastimarte… - le sonrió. 

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