Capítulo 31
-¿Qué se supone que haga contigo? –
preguntó Lou al perro, éste no contestó. Hacía una semana que la castaña había
estado exenta de ir a trabajar. El perro estaba acostado en la cama aplastándola
con la mitad de su cuerpo. Apenas la chica puso una mano sobre el lomo del
animal, éste se puso de pie y se bajó de la cama moviendo la cola y mirando a
su dueña con ojos expectantes.
Lou comprendió y salió de la cama
rápidamente, se puso un suéter y unas pantuflas para sacar al perro a que
hiciera sus necesidades afuera. Después de que el perro comiera y se quedara en
paz a su lado en la cama con la taza de té caliente a su lado y la computadora
sobre el regazo, la chica comenzó a leer algunos mails, mirando la hora en la
esquina superior derecha de la computadora la castaña se tiró sobre la cama.
Haciendo la computadora a un lado se quedó mirando el techo con una mano sobre
la cabeza de Pongo. Había pasado por su mente llamar a Lukas, tal vez no se podrían
reconciliar o volver a ser amigos, pero no quería dejar las cosas mal, en
realidad simplemente quería saber que él estaba bien y que ninguno de los dos
se quedaría resentido.
Mientras la idea pasaba por su mente,
el teléfono comenzó a sonar, provocando que el enorme perro se alzara sobre la
cama y pusiera una de sus grandes patas en el estómago de la nutrióloga, al
alcanzar el teléfono Lou retiró con cuidado la pata del animal y se llevó el
teléfono al oído.
Mariana no paraba de hablar cuando Lou
contestó el teléfono. Mientras la nutrióloga intentaba encontrar sentido a las
palabras de su amiga, ésta continuaba inundándola con más palabras. Cuando por
fin la cabeza le daba vueltas, Lou se sentó en la cama y le pidió a su amiga
que hablara más despacio.
-Está bien… - Mariana respiró hondo. –
revisa tu correo, sé que solo miras las facturas, pero tienes que revisar.
-¿Me has enviado algo? – Lou se puso de
pie con el teléfono inalámbrico aún al oído, mientras caminó por las escaleras
y entró a la cocina Pongo la siguió en silencio.
-No, pero he recibido algo que
seguramente tú también has recibido. – Desde el otro lado de la línea Mariana
miraba por arriba y por abajo la tarjeta de papel beige, el moño de color café
que envolvía dicha tarjeta estaba sobre la mesa de la cocina mientras Luca y
Richy dormían en el piso de arriba.
-No creo que… - Lou se encontró con un
paquete curioso, era un sobre mucho más grande a los que generalmente recibía.
– espera.
Lou se sentó en una de las sillas
minimalistas del pequeño desayunador y puso el sobre encima de la mesa de la
cocina, al sacarlo la castaña vio una invitación, pero al leer los nombres en
la portada sintió que se le iba el aire. – te llamo luego. – colgó rápidamente
a su amiga y marcó de memoria el número.
-¿bueno? – contestó la voz aguda y
cantarina.
-¿Cómo es que no llamaste para decirme
que te casarías? – dijo molesta al teléfono. – No puedo creerlo… ¿en verdad
quieres que este allí? ¿En serio?
-¡Claro que sí! Y no te lo pude decir
por la situación… sabía que estabas pasándolo mal y no quise decírtelo.
…
Con una botella de agua sobre su regazo
y un libro en sus manos, Lou estaba sentada del lado del pasillo al lado de
Sergio, quién dormía cómodamente con la cabeza apoyada en su hombro y una mano
puesta sobre ella como si quisiera abrazarla. Desde que habían subido al avión
Lou había tomado una pastilla para calmar sus nervios, además de que se le
hacía un nudo en el estómago solo de pensar en volver a México, el vuelo era
terriblemente largo y no era un solo vuelo, había tenido que hacer escala en
Nueva York y en Dallas para llegar al aeropuerto internacional de la ciudad de
México desde donde tomaría otro avión para llegar a Nayarit y de allí irse en
auto hasta la playa donde se celebraría la boda, la playa del Carmen.
Mientras Sergio había lucido una
sonrisa enorme durante todo el trayecto desde que se encontraron en Nueva York
tras uno de los vuelos más largos que la chica había hecho en años, él parecía
estar encantado tras dormir el noventa por ciento del vuelo.
Cuando finalmente llegaron al hotel los
dos amigos fueron a sus habitaciones. La chica se tumbó boca abajo sobre la
cama y respiró hondo sintiendo la paz y comodidad que solo una cama puede
proveer, pero Sergio entró como una exhalación en su habitación y saltó en la
cama a su lado, sentándose junto a su cuerpo inmóvil.
-¿Te vas a quedar aquí? – le preguntó,
Lou no respondió así que le movió las piernas hasta que se volteó en la cama
quedando boca arriba en la cama. Tras un par de minutos, Lou accedió a ponerse
ropa más adecuada para la playa y salir a ver el hotel antes de ir a comer algo
con Sergio, que se notaba alegre. – pero no tardes.
La chica entró en el baño con la maleta
arrastrando tras de sí, sacó uno de los trajes de baño que había comprado con
Lucy y Rita el fin de semana previo al largo viaje. El bikini color azul oscuro
con un par de cintas entrecruzadas debajo del busto y unos pantalones cortos de
color blanco y una blusa de tirantes color amarillo. Con las sandalias puestas
salió del baño para ser cogida de la mano por Sergio y llevada por todo el
hotel. Después de conocer todos los lugares posibles, ambos se sentaron a comer
en el restaurante de comida mexicana que tenía vista a las albercas menos
profundas y el mar a lo lejos.
Mientras comían Lou comenzaba a
reconocer a algunas personas, la mayoría había optado por hospedarse en el
hotel donde se llevaría a cabo la fiesta. De momento Bárbara no había hecho
acto de presencia, Sergio mantenía a la chica contándole sobre su familia y
ocasionalmente le permitía comer un bocado de sus tacos de marlín.
-Bien, vamos a la playa. – Sergio
apenas dejó algo de dinero sobre la mesa y corrió hacia el mar cogiendo la mano
de su amiga antes de que ella pudiera decir nada más.
En la playa Sergio se deshizo de la
camiseta color gris que estaba usando y se tiró sobre una de las sillas que el
hotel había colocado sobre la arena, cerca de ellos estaba una pequeña barra
donde se servían helados y bebidas preparadas. Lou se sentó en la silla de
playa al lado de su amigo y sacó de su bolso un spray bloqueador junto con sus
lentes oscuros. Tras unos minutos al lado de su amigo, éste decidió levantarse
para meterse al mar, claro no sin la castaña, así que le sacó los lentes
oscuros que le cubrían la mitad del rostro y la cargó por la arena hasta el
mar.
-¡No te atrevas! – le dijo la chica,
Sergio la miró sonriendo antes de meterse al agua y tirar en medio de ésta a su
amiga, que inmediatamente comenzó a sacudir los brazos.
-Perdón… - dijo él cuando su amiga
salió del agua con el cabello pegado de manera graciosa al rostro, cuello y
hombros.
…
-Quiero darle las gracias a todos por
estar aquí, en verdad… - el hombre de cabello oscuro hablaba de pie desde detrás
de la mesa de los novios.
Lou con su vestido color rosa tomaba su
tercer vaso de jugo con vodka mientras el hombre hablaba. Resultaba que la boda
de su madre había sido un evento bastante privado, su hermano y su novia
estaban ambos sentados en la mesa al lado de los novios junto a sus nuevos tíos
y dos de sus nuevos hermanos. El hombre con quién su madre se casaba tenía
cuatro hijos de un matrimonio anterior, todos mayores que ella. En su mesa
estaban su tía Bárbara, unos tíos del lado de su padrastro y dos de sus
flamantes hermanos nuevos. Sergio estaba sentado al lado de ella charlando con
uno de los hermanastros de la chica mientras que Bárbara continuaba
divirtiéndose con el fastidio en el rostro de su sobrina, apenas perceptible.
-Oh, por favor. Tu madre se ha
disculpado contigo, ¿ahora qué pasa? – Bárbara le dio una palmada en el hombro
a la castaña.
-Cuatro hermanos, - Lou tomo un sorbo
más de su bebida – cuatro hermanos y el más chico es cinco años mayor que yo,
¿en serio?
-No te preocupes, te cuidaremos la
espalda, hermanita. – sonrió el aludido, Toño, que estaba sentado al lado de
Sergio charlando animadamente. – Después de todo, ahora somos familia. – el
hombre de veintinueve años sonrió y se pasó una mano por el cabello rubio
rojizo que parecían tener todos sus hermanos también.
Los sobrinos de Lou jugaban por el
lugar mientras se hacía el brindis. La cena se sirvió y en seguida comenzó la
música. Mientras Sergio intentaba convencer a la castaña de ir a bailar un par
de niños pequeños aparecieron frente a la chica y cogiéndola de la mano la
arrastraron hasta la pista, Sergio los siguió y ambos cogieron a los pequeños
niños de las manos y bailaron con ellos hasta que un par de niños más se les
unieron, pronto algunos niños se fueron a buscar otro lugar para jugar, dejando
a Lou y Sergio en la pista. Ambos continuaron bailando hasta que los músicos
tomaron un descanso.
Mientras Sergio y Lou charlaban acerca
del regreso a casa, Bárbara estaba afuera del salón, según sabía la castaña,
esperaba a que alguien llegara, aunque estaría llegando muy tarde.
-Sergio… tienes admiradora. – dijo la
chica sonriendo cuando una de las niñas con las que habían estado bailando
antes se acercó a su mesa con los ojos puestos en el jugador. Él miró hacia
atrás y vio a la pequeña con su vestido rosa pálido, la pequeña encontraba con
dificultad la manera de caminar con la falda amplía de su vestido. La chica
reconoció que ella y uno de los niños un poco más grandes había sido quienes
habían tirado pétalos de rosas rosas detrás de su madre cuando ella había
entrado por el pasillo de la iglesia.
-¿Qué tal? – Sergio, que era buenísimo
con los niños saludó a la niña y le hiso ponerse entre él y su amiga para ver
qué era lo que la niña quería.
-Mami quiere que foto con tía y tú.- la
pequeña señaló a su madre que estaba cerca con la cámara digital tomándole una
fotografía a su cuñado y sus suegros.
-Ah, tu eres Valeria…-Lou había tenido
una larga conversación con su padrastro quién le había dicho los nombres de
cada uno de sus hijos y sus nietos. – claro que sí cariño.
Sergio y la chica sonrieron al mismo
tiempo y la niña saltó con alegría en los brazos de Sergio cuando los tres
fueron hasta donde la madre de la niña estaba con la cámara. Después de tomarse
una foto para ella, Lou sacó su móvil y le pidió que tomara otra más con él. El
pequeño grupo de niños con los que habían estado bailando se acercó y volvieron
a tomarse varias fotos, Lou cogió en sus brazos al niño más pequeño, el hijo de
Toño, solo tenía año y medio pero sus primos lo cogían de la mano y lo hacían
correr. Después de que se tomaron muchas fotos Sergio y Lou se quedaron
conversando con Mariela, la mamá de Vale y tía del niño que la castaña aún
tenía en brazos, ahora un poco adormilado. De un día para otro, la familia de
la castaña se había hecho enorme. Ya tenía seis sobrinos y cinco hermanos.
Fascinante, pensó. Mientras la chica miraba al niño dormir cómodamente en su
hombro desnudo Sergio le puso una mano en la espalda y la hiso mirarlo.
-¿Sí? – le dijo.
-¿Sabes que Bárbara te quiere? – le
preguntó, ella asintió. - ¿Sabes que puede ser agresiva?
-Sí… ¿Qué te pasa, hombre? Anda, dime.
-Puede que haya tenido que ayudarle a
Mariana, y puede que te molestes, pero ha sido con la mejor intensión. –Sergio
hiso que su amiga se diera la vuelta y viera a Bárbara caminar con su vestido
color verde olivo al lado de un hombre alto y delgado de cabello oscuro,
rasurado perfectamente, con corbata roja. Su tía tenía un brazo entrelazado con
el de él. Lou se dio la vuelta de nuevo y miró a Sergio a la cara sin decirle
nada, conociéndola, él entendió y con cuidado cogió de sus brazos al niño de
cabello rubio sin despertarlo. Lou se recogió la falda y se fue en dirección
opuesta, hacia los baños.
Se miró un instante al espejo y luego
de tomar aire volvió a salir, como si aquel día fuera muy fácil para ella, su
tía había tenido que hacerlo…
Lou salió y se encontró a Sergio
charlando en una mesa distinta con la que parecía ser la madre del niño que
antes había estado cargando, Bárbara estaba en esa enorme habitación pero la
castaña no parecía capaz de ubicarla. Mientras caminaba se encontró a uno de
los niños más grandes, probablemente tendría unos siete años, éste niño como si
fuera más grande que ella le cogió la mano y la invito a bailar, sin pensárselo
Lou sonrió y miró a lo lejos a su hermano que charlaba ocupadamente como lo
había estado toda la noche con unos amigos de la familia.
Mientras la castaña bailaba con el niño
comenzó a sonar una canción lenta y en su hombro sintió como alguien la
llamaba, se volteó y se encontró con nada más y nada menos que Toño, él cogió
al niño de la mano y lo llevó de vuelta con sus primos, donde estaban tomando
más fotos. Lou se quedó en la pista de baile sin saber muy bien que hacer, se
tocó el cabello que llevaba recogido en un chongo alto con trenzas y rizos y
apartó el fleco de su rostro soplando hacía arriba. Sergio apareció rápidamente
y poniendo una mano en su espalda y cogiendo su mano comenzaron a bailar y al
parecer los músicos se divertían con la música cuando la canción terminó y
comenzaron a tocar una versión algo descompuesta de héroe de Enrique Iglesias.
Lou miró a Sergio con una expresión que lo hiso reír.
-No es tu favorita, ¿verdad? – le
preguntó justo cuando sonaba el primer coro.
-No, y además, - Lou tembló para darle
dramatismo a sus palabras. – el cantante esta…cerrando los ojos y alcanzando la
nada…
-¡No! Todo menos eso… - Ambos se
miraron y se rieron en silencio mientras otras parejas continuaban bailando a
su alrededor. – Oh, espera.
Lou sintió como le volvían a tocar el
hombro, se separó de Sergio, quién lucía alegre. La castaña vio parado frente a
ella a su tía y el hombre alto que la acompañaba. Bárbara se apresuró a coger
la mano de Sergio y ponerse a bailar mientras que Lou y Gonzalo se miraban con
expresiones serias. Él le tendió una mano y ella la cogió, Gonzalo puso su otra
mano en la espalda de la chica y ella colocó su otra mano en el hombro de él,
un poco incomoda, nada cómo lo había estado con Sergio. Bailaron el resto de la
canción, al principio ninguno habló y ambos intentaban mirar hacía otra parte,
pero el silencio les resultaba muy incómodo.
-Te rasuraste. – dijo Lou fingiendo
sorpresa.
-Sí… es una boda, no podía llegar con
la barba tan larga.
-Igual se te veía bien, digo… no es que
se te viera mejor, también así te ves bien… es que siempre te ves bien…bueno… -
Lou arrugó la frente y miró hacia otro lado con nerviosismo y decidió callarse
de una vez.
-Gracias. – el argentino sonrió como
era usual en él y miró como la chica asentía avergonzada. – Tu también estas
muy guapa. Te sienta bien el sol. – le dijo, pasando la mirada por el hombro
desnudo de la chica, se veía la piel bronceada a la perfección libre de líneas
blancas.
-Gracias. – dijo ella en voz baja, entonces
se terminó la canción y la chica se apartó un poco del argentino, bueno… - la
voz de la cantante la interrumpió anunciando algo más “movido”. Gonzalo sonrió
y obligó a la chica a bailar con él mientras otra versión malograda de otra
canción sonó, addicted to you que originalmente era de Shakira se escuchó y a
la castaña no le quedó más que intentar no pisar a Gonzalo mientras él se
divertía mirando a la chica concentrarse en sus pies.
-No te rías, puedo pisar muy fuerte. –
le dijo, él simplemente la hizo dar una voltereta y continuó bailado mientras
que Sergio y Bárbara lucían como una pareja profesional en medio de la pista,
Lou no concebía ser tan mala para el baile, luego vio a su hermano moverse en
una orilla de la pista y comprendió que posiblemente habían heredado esa falta
de coordinación de su padre.
La canción terminó y aun así el
argentino no permitió a la chica alejarse hasta que fue ella quien no podía
dejar de bailar, en especial cuando comenzó a sonar Besos.
…
Para cuando llamaron a su puerta Lou
estaba poniéndose los shorts, antes de que pudiera decir algo, Sergio y Gonzalo
entraron en la habitación, la chica subió el cierre de los shorts rápidamente y
miró a los dos hombres que la miraban con vergüenza en el rostro, la chica aún
no se ponía la camiseta así que no le causo gracia verlo allí frente a ella.
-Bueno, ¿para qué esperar cuando pueden
abrir la puerta y entrar, verdad?
-Ni te molestes, recuerdo haberte
comprado ese traje de baño en Italia.
-Ah, sí… - Lou paso la cabeza por la
camiseta de tirantes color azul cielo, - la vez que te partiste la cara. Fue
karma adelantado por este momento. – la castaña miró a Sergio. – ten cuidado,
viene por ti.
-Yo solo… - Sergio miró confundido a
sus dos amigos, Gonzalo parecía divertido mientras que la chica lucía un poco
molesta.
-No importa, vamos. – Lou cogió a
Sergio del brazo. – Solo los perdono porque amo los delfines.
-¿Crees que los delfines muerdan? –
preguntó Gonzalo mientras caminaban por el pasillo hasta el ascensor.
-No sé, pero seguro les gusta la carne
importada. Suerte que yo soy de aquí. – bromeo la castaña.
Sergio se detuvo un momento.
-¿Así se llevan ustedes? ¿En serio? –
preguntó incrédulo.
-Sí, creo que…somos…así…
-Desde que nos conocemos…sí nos
llevamos…
Gonzalo y Lou hablaron al mismo tiempo
mientras Sergio suspiraba.
-Y yo que pensaba que eras un amor con
todos… - Sergio paso el brazo sobre los hombros de sus amigos y continuaron
caminando. – me siento engañado.
-También estuve en un colegio católico
toda mi vida. – añadió, seguidamente se golpeó con la puerta del elevador. -
¡Puta! ¡Qué mierda…! – se acercó la mano al pecho con expresión dolorida.
Sergio y Gonzalo se miraron de reojo.
-¡Cómo no lo adiviné!
…
De vuelta en casa Lou despertaba en la
mañana para ver en la mesita de noche al lado de su cama portarretratos
digital, allí todas las fotos que había sacado de la boda de su madre, Pongo se
ponía contento al verla levantarse de la cama y apenas le daba tiempo a la
chica de ir al baño antes de comenzar a ladrar, exigiendo que le abriera la
puerta al jardín para que pudiera orinar. Las últimas semanas en Inglaterra se
le habían ido casi volando, después de volver de México, los partidos parecían
ir y venir en un segundo. El Chelsea estaba jugando de maravilla y habían ganado
al Arsenal en el derby. Sin noticias de Lukas, la nutrióloga había continuado
trabajando con el equipo y en su consultorio. Mari le llamaba frecuentemente
para contarle prácticamente cualquier cosa que los gemelos hacían mientras que
Ceci estaba muy ocupada haciendo un gran proyecto para un parque industrial.
Como era usual la chica fue al trabajo
por la mañana y revisó a los jugadores que habían quedado pendientes, la final
de la Champions League se acercaba y pronto se decidiría si el equipo
clasificaría a la semifinal mientras que en la tabla de la premier league
permanecían en segundo puesto detrás del Arsenal y por encima del Manchester
City. Al salir del trabajo, Lou fue a comer algo acompañada por su teléfono
celular y siguió trabajando desde su consultorio no muy lejos de casa.
Con el atardecer, Lou regresó a casa y
poniéndose unos pantalones deportivos, una camiseta Nike y sus converse negros;
con el cabello recogido en una trenza de lado, la castaña cogió la correa del
enorme perro y volvió a intentar sacarlo a pasear, aunque casi siempre
resultaba que el perro la paseaba a ella.
Tal vez si la chica hubiera puesto más
atención a aquel programa del canal Discovery hubiera sabido que hacer con Pongo
y su gusto por perseguir autos. Lou intentaba calmar al perro pero no lograba
hacerlo por más que jalara la correa del perro o le diera órdenes. No había
nada que pudiera hacer.
-¡Hey, hey, hey…! – una voz delante de
ella hiso al perro detenerse, dándole a la chica un respiro. Con el fleco
cayéndole húmedo sobre la frente sudada después de correr treinta minutos tras
el perro, Lou miró al hombre que se inclinaba para acariciar la cabeza de
Pongo, ahora sentado y en calma.
-Gracias a Dios… - Lou caminó alrededor
del perro y le dio la correa a Lukas, que la miró sin decir nada aunque
sonreía.
-¿En serio pensaste que podrías tu sola
con esta bestia? – dijo el alemán sacudiendo juguetonamente las orejas del
perro.
-No, por eso no lo compré. – respondió
ella con las manos en las rodillas mientras se agachaba ligeramente para tomar
un respiro.
Lukas y Lou se quedaron en silencio
mientras ella descansaba un poco. En cuanto ella se enderezó, él comenzó a
caminar con el perro siguiéndole el paso, lo que Lou envidio al momento.
La calle comenzó a oscurecer cuando
ambos caminaban de vuelta a la casa de la chica, hablaban tranquilamente y el
perro lucía exhausto.
-¿Entonces no estas molesta conmigo?
-No. Soy muy mala para guardar rencor.
– Lou le guiñó un ojo. – Además, yo también tuve la culpa. Ya te lo dije…
-Bien. – Lukas sonrió y abrazó a la
chica antes de poner la correa de Pongo en sus manos. – Cuídalo, creo que está
muy delgado.
-¡Qué! ¡Pero si yo lo veo igual de
enorme que siempre! – la chica se metió a su casa delante del perro. – Cuídate.
-Yo siempre. – le dijo él desde afuera.
– Adiós.
Lou sonrió y cerró la puerta.
Satisfecha por haber puesto punto final al asunto con Lukas, la nutrióloga le
sacó la correa al perro y subió a tomar una ducha.
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