Wednesday, March 5, 2014

Gol. Capítulo 31


Capítulo 31

-¿Qué se supone que haga contigo? – preguntó Lou al perro, éste no contestó. Hacía una semana que la castaña había estado exenta de ir a trabajar. El perro estaba acostado en la cama aplastándola con la mitad de su cuerpo. Apenas la chica puso una mano sobre el lomo del animal, éste se puso de pie y se bajó de la cama moviendo la cola y mirando a su dueña con ojos expectantes.

Lou comprendió y salió de la cama rápidamente, se puso un suéter y unas pantuflas para sacar al perro a que hiciera sus necesidades afuera. Después de que el perro comiera y se quedara en paz a su lado en la cama con la taza de té caliente a su lado y la computadora sobre el regazo, la chica comenzó a leer algunos mails, mirando la hora en la esquina superior derecha de la computadora la castaña se tiró sobre la cama. Haciendo la computadora a un lado se quedó mirando el techo con una mano sobre la cabeza de Pongo. Había pasado por su mente llamar a Lukas, tal vez no se podrían reconciliar o volver a ser amigos, pero no quería dejar las cosas mal, en realidad simplemente quería saber que él estaba bien y que ninguno de los dos se quedaría resentido.

Mientras la idea pasaba por su mente, el teléfono comenzó a sonar, provocando que el enorme perro se alzara sobre la cama y pusiera una de sus grandes patas en el estómago de la nutrióloga, al alcanzar el teléfono Lou retiró con cuidado la pata del animal y se llevó el teléfono al oído.

Mariana no paraba de hablar cuando Lou contestó el teléfono. Mientras la nutrióloga intentaba encontrar sentido a las palabras de su amiga, ésta continuaba inundándola con más palabras. Cuando por fin la cabeza le daba vueltas, Lou se sentó en la cama y le pidió a su amiga que hablara más despacio.

-Está bien… - Mariana respiró hondo. – revisa tu correo, sé que solo miras las facturas, pero tienes que revisar.

-¿Me has enviado algo? – Lou se puso de pie con el teléfono inalámbrico aún al oído, mientras caminó por las escaleras y entró a la cocina Pongo la siguió en silencio.

-No, pero he recibido algo que seguramente tú también has recibido. – Desde el otro lado de la línea Mariana miraba por arriba y por abajo la tarjeta de papel beige, el moño de color café que envolvía dicha tarjeta estaba sobre la mesa de la cocina mientras Luca y Richy dormían en el piso de arriba.

-No creo que… - Lou se encontró con un paquete curioso, era un sobre mucho más grande a los que generalmente recibía. – espera.

Lou se sentó en una de las sillas minimalistas del pequeño desayunador y puso el sobre encima de la mesa de la cocina, al sacarlo la castaña vio una invitación, pero al leer los nombres en la portada sintió que se le iba el aire. – te llamo luego. – colgó rápidamente a su amiga y marcó de memoria el número.

-¿bueno? – contestó la voz aguda y cantarina.

-¿Cómo es que no llamaste para decirme que te casarías? – dijo molesta al teléfono. – No puedo creerlo… ¿en verdad quieres que este allí? ¿En serio?

-¡Claro que sí! Y no te lo pude decir por la situación… sabía que estabas pasándolo mal y no quise decírtelo.




Con una botella de agua sobre su regazo y un libro en sus manos, Lou estaba sentada del lado del pasillo al lado de Sergio, quién dormía cómodamente con la cabeza apoyada en su hombro y una mano puesta sobre ella como si quisiera abrazarla. Desde que habían subido al avión Lou había tomado una pastilla para calmar sus nervios, además de que se le hacía un nudo en el estómago solo de pensar en volver a México, el vuelo era terriblemente largo y no era un solo vuelo, había tenido que hacer escala en Nueva York y en Dallas para llegar al aeropuerto internacional de la ciudad de México desde donde tomaría otro avión para llegar a Nayarit y de allí irse en auto hasta la playa donde se celebraría la boda, la playa del Carmen.

Mientras Sergio había lucido una sonrisa enorme durante todo el trayecto desde que se encontraron en Nueva York tras uno de los vuelos más largos que la chica había hecho en años, él parecía estar encantado tras dormir el noventa por ciento del vuelo.

Cuando finalmente llegaron al hotel los dos amigos fueron a sus habitaciones. La chica se tumbó boca abajo sobre la cama y respiró hondo sintiendo la paz y comodidad que solo una cama puede proveer, pero Sergio entró como una exhalación en su habitación y saltó en la cama a su lado, sentándose junto a su cuerpo inmóvil.

-¿Te vas a quedar aquí? – le preguntó, Lou no respondió así que le movió las piernas hasta que se volteó en la cama quedando boca arriba en la cama. Tras un par de minutos, Lou accedió a ponerse ropa más adecuada para la playa y salir a ver el hotel antes de ir a comer algo con Sergio, que se notaba alegre. – pero no tardes.

La chica entró en el baño con la maleta arrastrando tras de sí, sacó uno de los trajes de baño que había comprado con Lucy y Rita el fin de semana previo al largo viaje. El bikini color azul oscuro con un par de cintas entrecruzadas debajo del busto y unos pantalones cortos de color blanco y una blusa de tirantes color amarillo. Con las sandalias puestas salió del baño para ser cogida de la mano por Sergio y llevada por todo el hotel. Después de conocer todos los lugares posibles, ambos se sentaron a comer en el restaurante de comida mexicana que tenía vista a las albercas menos profundas y el mar a lo lejos.

Mientras comían Lou comenzaba a reconocer a algunas personas, la mayoría había optado por hospedarse en el hotel donde se llevaría a cabo la fiesta. De momento Bárbara no había hecho acto de presencia, Sergio mantenía a la chica contándole sobre su familia y ocasionalmente le permitía comer un bocado de sus tacos de marlín.

-Bien, vamos a la playa. – Sergio apenas dejó algo de dinero sobre la mesa y corrió hacia el mar cogiendo la mano de su amiga antes de que ella pudiera decir nada más.

En la playa Sergio se deshizo de la camiseta color gris que estaba usando y se tiró sobre una de las sillas que el hotel había colocado sobre la arena, cerca de ellos estaba una pequeña barra donde se servían helados y bebidas preparadas. Lou se sentó en la silla de playa al lado de su amigo y sacó de su bolso un spray bloqueador junto con sus lentes oscuros. Tras unos minutos al lado de su amigo, éste decidió levantarse para meterse al mar, claro no sin la castaña, así que le sacó los lentes oscuros que le cubrían la mitad del rostro y la cargó por la arena hasta el mar.

-¡No te atrevas! – le dijo la chica, Sergio la miró sonriendo antes de meterse al agua y tirar en medio de ésta a su amiga, que inmediatamente comenzó a sacudir los brazos.

-Perdón… - dijo él cuando su amiga salió del agua con el cabello pegado de manera graciosa al rostro, cuello y hombros.




-Quiero darle las gracias a todos por estar aquí, en verdad… - el hombre de cabello oscuro hablaba de pie desde detrás de la mesa de los novios.

Lou con su vestido color rosa tomaba su tercer vaso de jugo con vodka mientras el hombre hablaba. Resultaba que la boda de su madre había sido un evento bastante privado, su hermano y su novia estaban ambos sentados en la mesa al lado de los novios junto a sus nuevos tíos y dos de sus nuevos hermanos. El hombre con quién su madre se casaba tenía cuatro hijos de un matrimonio anterior, todos mayores que ella. En su mesa estaban su tía Bárbara, unos tíos del lado de su padrastro y dos de sus flamantes hermanos nuevos. Sergio estaba sentado al lado de ella charlando con uno de los hermanastros de la chica mientras que Bárbara continuaba divirtiéndose con el fastidio en el rostro de su sobrina, apenas perceptible.

-Oh, por favor. Tu madre se ha disculpado contigo, ¿ahora qué pasa? – Bárbara le dio una palmada en el hombro a la castaña.

-Cuatro hermanos, - Lou tomo un sorbo más de su bebida – cuatro hermanos y el más chico es cinco años mayor que yo, ¿en serio?

-No te preocupes, te cuidaremos la espalda, hermanita. – sonrió el aludido, Toño, que estaba sentado al lado de Sergio charlando animadamente. – Después de todo, ahora somos familia. – el hombre de veintinueve años sonrió y se pasó una mano por el cabello rubio rojizo que parecían tener todos sus hermanos también.

Los sobrinos de Lou jugaban por el lugar mientras se hacía el brindis. La cena se sirvió y en seguida comenzó la música. Mientras Sergio intentaba convencer a la castaña de ir a bailar un par de niños pequeños aparecieron frente a la chica y cogiéndola de la mano la arrastraron hasta la pista, Sergio los siguió y ambos cogieron a los pequeños niños de las manos y bailaron con ellos hasta que un par de niños más se les unieron, pronto algunos niños se fueron a buscar otro lugar para jugar, dejando a Lou y Sergio en la pista. Ambos continuaron bailando hasta que los músicos tomaron un descanso.

Mientras Sergio y Lou charlaban acerca del regreso a casa, Bárbara estaba afuera del salón, según sabía la castaña, esperaba a que alguien llegara, aunque estaría llegando muy tarde.

-Sergio… tienes admiradora. – dijo la chica sonriendo cuando una de las niñas con las que habían estado bailando antes se acercó a su mesa con los ojos puestos en el jugador. Él miró hacia atrás y vio a la pequeña con su vestido rosa pálido, la pequeña encontraba con dificultad la manera de caminar con la falda amplía de su vestido. La chica reconoció que ella y uno de los niños un poco más grandes había sido quienes habían tirado pétalos de rosas rosas detrás de su madre cuando ella había entrado por el pasillo de la iglesia.

-¿Qué tal? – Sergio, que era buenísimo con los niños saludó a la niña y le hiso ponerse entre él y su amiga para ver qué era lo que la niña quería.

-Mami quiere que foto con tía y tú.- la pequeña señaló a su madre que estaba cerca con la cámara digital tomándole una fotografía a su cuñado y sus suegros.

-Ah, tu eres Valeria…-Lou había tenido una larga conversación con su padrastro quién le había dicho los nombres de cada uno de sus hijos y sus nietos. – claro que sí cariño.

Sergio y la chica sonrieron al mismo tiempo y la niña saltó con alegría en los brazos de Sergio cuando los tres fueron hasta donde la madre de la niña estaba con la cámara. Después de tomarse una foto para ella, Lou sacó su móvil y le pidió que tomara otra más con él. El pequeño grupo de niños con los que habían estado bailando se acercó y volvieron a tomarse varias fotos, Lou cogió en sus brazos al niño más pequeño, el hijo de Toño, solo tenía año y medio pero sus primos lo cogían de la mano y lo hacían correr. Después de que se tomaron muchas fotos Sergio y Lou se quedaron conversando con Mariela, la mamá de Vale y tía del niño que la castaña aún tenía en brazos, ahora un poco adormilado. De un día para otro, la familia de la castaña se había hecho enorme. Ya tenía seis sobrinos y cinco hermanos. Fascinante, pensó. Mientras la chica miraba al niño dormir cómodamente en su hombro desnudo Sergio le puso una mano en la espalda y la hiso mirarlo.

-¿Sí? – le dijo.

-¿Sabes que Bárbara te quiere? – le preguntó, ella asintió. - ¿Sabes que puede ser agresiva?

-Sí… ¿Qué te pasa, hombre? Anda, dime.

-Puede que haya tenido que ayudarle a Mariana, y puede que te molestes, pero ha sido con la mejor intensión. –Sergio hiso que su amiga se diera la vuelta y viera a Bárbara caminar con su vestido color verde olivo al lado de un hombre alto y delgado de cabello oscuro, rasurado perfectamente, con corbata roja. Su tía tenía un brazo entrelazado con el de él. Lou se dio la vuelta de nuevo y miró a Sergio a la cara sin decirle nada, conociéndola, él entendió y con cuidado cogió de sus brazos al niño de cabello rubio sin despertarlo. Lou se recogió la falda y se fue en dirección opuesta, hacia los baños.

Se miró un instante al espejo y luego de tomar aire volvió a salir, como si aquel día fuera muy fácil para ella, su tía había tenido que hacerlo…

Lou salió y se encontró a Sergio charlando en una mesa distinta con la que parecía ser la madre del niño que antes había estado cargando, Bárbara estaba en esa enorme habitación pero la castaña no parecía capaz de ubicarla. Mientras caminaba se encontró a uno de los niños más grandes, probablemente tendría unos siete años, éste niño como si fuera más grande que ella le cogió la mano y la invito a bailar, sin pensárselo Lou sonrió y miró a lo lejos a su hermano que charlaba ocupadamente como lo había estado toda la noche con unos amigos de la familia.

Mientras la castaña bailaba con el niño comenzó a sonar una canción lenta y en su hombro sintió como alguien la llamaba, se volteó y se encontró con nada más y nada menos que Toño, él cogió al niño de la mano y lo llevó de vuelta con sus primos, donde estaban tomando más fotos. Lou se quedó en la pista de baile sin saber muy bien que hacer, se tocó el cabello que llevaba recogido en un chongo alto con trenzas y rizos y apartó el fleco de su rostro soplando hacía arriba. Sergio apareció rápidamente y poniendo una mano en su espalda y cogiendo su mano comenzaron a bailar y al parecer los músicos se divertían con la música cuando la canción terminó y comenzaron a tocar una versión algo descompuesta de héroe de Enrique Iglesias. Lou miró a Sergio con una expresión que lo hiso reír.

-No es tu favorita, ¿verdad? – le preguntó justo cuando sonaba el primer coro.

-No, y además, - Lou tembló para darle dramatismo a sus palabras. – el cantante esta…cerrando los ojos y alcanzando la nada…

-¡No! Todo menos eso… - Ambos se miraron y se rieron en silencio mientras otras parejas continuaban bailando a su alrededor. – Oh, espera.

Lou sintió como le volvían a tocar el hombro, se separó de Sergio, quién lucía alegre. La castaña vio parado frente a ella a su tía y el hombre alto que la acompañaba. Bárbara se apresuró a coger la mano de Sergio y ponerse a bailar mientras que Lou y Gonzalo se miraban con expresiones serias. Él le tendió una mano y ella la cogió, Gonzalo puso su otra mano en la espalda de la chica y ella colocó su otra mano en el hombro de él, un poco incomoda, nada cómo lo había estado con Sergio. Bailaron el resto de la canción, al principio ninguno habló y ambos intentaban mirar hacía otra parte, pero el silencio les resultaba muy incómodo. 

-Te rasuraste. – dijo Lou fingiendo sorpresa.

-Sí… es una boda, no podía llegar con la barba tan larga.

-Igual se te veía bien, digo… no es que se te viera mejor, también así te ves bien… es que siempre te ves bien…bueno… - Lou arrugó la frente y miró hacia otro lado con nerviosismo y decidió callarse de una vez.

-Gracias. – el argentino sonrió como era usual en él y miró como la chica asentía avergonzada. – Tu también estas muy guapa. Te sienta bien el sol. – le dijo, pasando la mirada por el hombro desnudo de la chica, se veía la piel bronceada a la perfección libre de líneas blancas.

-Gracias. – dijo ella en voz baja, entonces se terminó la canción y la chica se apartó un poco del argentino, bueno… - la voz de la cantante la interrumpió anunciando algo más “movido”. Gonzalo sonrió y obligó a la chica a bailar con él mientras otra versión malograda de otra canción sonó, addicted to you que originalmente era de Shakira se escuchó y a la castaña no le quedó más que intentar no pisar a Gonzalo mientras él se divertía mirando a la chica concentrarse en sus pies.

-No te rías, puedo pisar muy fuerte. – le dijo, él simplemente la hizo dar una voltereta y continuó bailado mientras que Sergio y Bárbara lucían como una pareja profesional en medio de la pista, Lou no concebía ser tan mala para el baile, luego vio a su hermano moverse en una orilla de la pista y comprendió que posiblemente habían heredado esa falta de coordinación de su padre.

La canción terminó y aun así el argentino no permitió a la chica alejarse hasta que fue ella quien no podía dejar de bailar, en especial cuando comenzó a sonar Besos.




Para cuando llamaron a su puerta Lou estaba poniéndose los shorts, antes de que pudiera decir algo, Sergio y Gonzalo entraron en la habitación, la chica subió el cierre de los shorts rápidamente y miró a los dos hombres que la miraban con vergüenza en el rostro, la chica aún no se ponía la camiseta así que no le causo gracia verlo allí frente a ella.

-Bueno, ¿para qué esperar cuando pueden abrir la puerta y entrar, verdad?

-Ni te molestes, recuerdo haberte comprado ese traje de baño en Italia.

-Ah, sí… - Lou paso la cabeza por la camiseta de tirantes color azul cielo, - la vez que te partiste la cara. Fue karma adelantado por este momento. – la castaña miró a Sergio. – ten cuidado, viene por ti.

-Yo solo… - Sergio miró confundido a sus dos amigos, Gonzalo parecía divertido mientras que la chica lucía un poco molesta.

-No importa, vamos. – Lou cogió a Sergio del brazo. – Solo los perdono porque amo los delfines.

-¿Crees que los delfines muerdan? – preguntó Gonzalo mientras caminaban por el pasillo hasta el ascensor.

-No sé, pero seguro les gusta la carne importada. Suerte que yo soy de aquí. – bromeo la castaña.

Sergio se detuvo un momento.

-¿Así se llevan ustedes? ¿En serio? – preguntó incrédulo.

-Sí, creo que…somos…así…

-Desde que nos conocemos…sí nos llevamos…

Gonzalo y Lou hablaron al mismo tiempo mientras Sergio suspiraba.

-Y yo que pensaba que eras un amor con todos… - Sergio paso el brazo sobre los hombros de sus amigos y continuaron caminando. – me siento engañado.

-También estuve en un colegio católico toda mi vida. – añadió, seguidamente se golpeó con la puerta del elevador. - ¡Puta! ¡Qué mierda…! – se acercó la mano al pecho con expresión dolorida.

Sergio y Gonzalo se miraron de reojo.

-¡Cómo no lo adiviné!




De vuelta en casa Lou despertaba en la mañana para ver en la mesita de noche al lado de su cama portarretratos digital, allí todas las fotos que había sacado de la boda de su madre, Pongo se ponía contento al verla levantarse de la cama y apenas le daba tiempo a la chica de ir al baño antes de comenzar a ladrar, exigiendo que le abriera la puerta al jardín para que pudiera orinar. Las últimas semanas en Inglaterra se le habían ido casi volando, después de volver de México, los partidos parecían ir y venir en un segundo. El Chelsea estaba jugando de maravilla y habían ganado al Arsenal en el derby. Sin noticias de Lukas, la nutrióloga había continuado trabajando con el equipo y en su consultorio. Mari le llamaba frecuentemente para contarle prácticamente cualquier cosa que los gemelos hacían mientras que Ceci estaba muy ocupada haciendo un gran proyecto para un parque industrial.

Como era usual la chica fue al trabajo por la mañana y revisó a los jugadores que habían quedado pendientes, la final de la Champions League se acercaba y pronto se decidiría si el equipo clasificaría a la semifinal mientras que en la tabla de la premier league permanecían en segundo puesto detrás del Arsenal y por encima del Manchester City. Al salir del trabajo, Lou fue a comer algo acompañada por su teléfono celular y siguió trabajando desde su consultorio no muy lejos de casa.

Con el atardecer, Lou regresó a casa y poniéndose unos pantalones deportivos, una camiseta Nike y sus converse negros; con el cabello recogido en una trenza de lado, la castaña cogió la correa del enorme perro y volvió a intentar sacarlo a pasear, aunque casi siempre resultaba que el perro la paseaba a ella.

Tal vez si la chica hubiera puesto más atención a aquel programa del canal Discovery hubiera sabido que hacer con Pongo y su gusto por perseguir autos. Lou intentaba calmar al perro pero no lograba hacerlo por más que jalara la correa del perro o le diera órdenes. No había nada que pudiera hacer.

-¡Hey, hey, hey…! – una voz delante de ella hiso al perro detenerse, dándole a la chica un respiro. Con el fleco cayéndole húmedo sobre la frente sudada después de correr treinta minutos tras el perro, Lou miró al hombre que se inclinaba para acariciar la cabeza de Pongo, ahora sentado y en calma.

-Gracias a Dios… - Lou caminó alrededor del perro y le dio la correa a Lukas, que la miró sin decir nada aunque sonreía.

-¿En serio pensaste que podrías tu sola con esta bestia? – dijo el alemán sacudiendo juguetonamente las orejas del perro.

-No, por eso no lo compré. – respondió ella con las manos en las rodillas mientras se agachaba ligeramente para tomar un respiro.

Lukas y Lou se quedaron en silencio mientras ella descansaba un poco. En cuanto ella se enderezó, él comenzó a caminar con el perro siguiéndole el paso, lo que Lou envidio al momento.

La calle comenzó a oscurecer cuando ambos caminaban de vuelta a la casa de la chica, hablaban tranquilamente y el perro lucía exhausto.

-¿Entonces no estas molesta conmigo?

-No. Soy muy mala para guardar rencor. – Lou le guiñó un ojo. – Además, yo también tuve la culpa. Ya te lo dije…

-Bien. – Lukas sonrió y abrazó a la chica antes de poner la correa de Pongo en sus manos. – Cuídalo, creo que está muy delgado.

-¡Qué! ¡Pero si yo lo veo igual de enorme que siempre! – la chica se metió a su casa delante del perro. – Cuídate.

-Yo siempre. – le dijo él desde afuera. – Adiós.


Lou sonrió y cerró la puerta. Satisfecha por haber puesto punto final al asunto con Lukas, la nutrióloga le sacó la correa al perro y subió a tomar una ducha. 

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