Capítulo 23
Estaba enfundada en una
chamarra gruesa del equipo que le llegaba hasta las rodillas. Llevaba una
sudadera color azul debajo y su uniforme del equipo, así como una bufanda azul
con el escudo en una orilla. Tenía el cabello recogido en una coleta alta y
nada de maquillaje en el rostro. Se le veía la nariz roja y tenía las pestañas
húmedas, se había tomado un medicamento para la gripa esa mañana, pero después
que regreso de Madrid el cambio de clima le había hecho enfermar.
Mientras caminaba por el campo
de entrenamiento algunos la miraban confundidos, a nadie más le parecía que
hiciera tanto frío como para usar aquella enorme chamarra que usualmente solo
se usaba durante las tormentas de nieve.
Los jugadores que estaban
corriendo vueltas en el campo no parecieron percatarse de la presencia de la
chica, Eva vio a su amiga acercarse y cuando la tuvo frente a sí no pudo decir
nada más que:
-Necesitas un antibiótico. Te
ves horrible.
-Me lo imagino, esta mañana
apenas he podido salir de la cama. – respondió la nutrióloga, con la voz ronca,
casi irreconocible.
-Y un anti-inflamatorio… -
sentenció Eva.
Después de que el entrenamiento
terminó y ambas pudieron revisar a los jugadores, el médico del equipo ofreció
a su colega revisarla. A regañadientes Lou se sentó en la cama se revisión y
esperó a que su amiga le revisara la respiración con el estetoscopio, luego la
garganta con un palito de madera, los ojos y las orejas. Finalmente le dio una
receta y le golpeo la frente juguetonamente.
-No te fíes del clima. Anda,
vete a casa y toma algo de té que eso te hará bien.
Lou se puso de pie y le dio a
su amiga un saludo militar poniendo su mano sobre su frente.
Solo habían pasado un par de
horas desde que la chica había tomado sus medicamentos, Eva no se había ido con
tonterías al medicarla, le recetó lo más fuerte que posiblemente había
encontrado en su guía médica porque la nutrióloga estaba inmersa en un estado
de inconciencia muy confusa; sabía que estaba despierta pero estando tumbada en
su cama apenas podía reconocer el lejano sonido de la televisión en el canal de
caricaturas.
El teléfono sonó a su lado y
entonces la chica llevó su mano hasta el aparato para contestar, cuando lo hiso
escuchó la voz de Gonzalo, en medio de las palabras que le decía solo pudo
procesar el “hola?” al final de la oración.
-Perdona, estoy algo enferma y
creo que el medicamento es muy fuerte. – le explicó a su amigo.
Gonzalo dijo algo más y colgó.
Lou siguió con el teléfono al oído intentando escuchar algo más, pero tardó un
par de minutos en darse cuenta de que lo que estaba escuchando era la voz de
Doug Narinas desde la televisión.
Puso el teléfono de vuelta en
su sitio y continuó intentando descansar, había sobre su cama una caja de
pañuelos desechables y unas botellas de agua, a su lado en el suelo estaba el
bote de basura-donde ya había un montoncito de pañuelos usados-. Estaba
cubierta por sus mantas desde los pies hasta la barbilla y llevaba puesto un
pijama que constaba de un pantalón y una blusa de manga larga color crema con
ovejitas y números estampados por doquier.
En medio de aquel extraño
trance Lou se sentó con la almohada entre ella y la cabecera de madera de su
cama, tenía el cabello suelto hecho un desastre, el fleco le caía sobre el
frente, húmedo por el sudor.
Escuchó el timbre unos minutos
después y quiso moverse pero sentía las extremidades como de trapo. Volvió a
escuchar el timbre un par de veces más y cuando el ruido se detuvo fue
reemplazado por el de su teléfono, contestó y se dio cuenta de que era Gonzalo.
Le parecía raro, pero él quería saber por qué no le abría la puerta, la chica
tosió un par de veces y le explicó dónde buscar la llave extra, con trabajo él
entendió lo que la chica quería decir y cinco minutos después entró en la casa,
dejando la llave en la barra en la cocina.
Subió las escaleras y entró en
la única habitación que estaba abierta. Lou estaba sentada en la cama luciendo
realmente enferma, tenía la nariz roja como un tomate, los ojos llorosos y el
rostro pálido. Se acercó a la chica e intento no hacer mucho ruido, pero golpeó
el cubo de basura con un pie, provocando un estruendo que hiso a ambos mirar
hacia abajo, donde el cubo estaba.
-Te ves horrible. – dijo
Gonzalo con una sonrisa de lado.
-Me lo han dicho antes. –
respondió ella con su voz ronca.
-¿Cómo te sientes? – preguntó,
sentándose al lado de ella en la cama, la chica se recorrió un poco para que él
tuviera espacio y antes de dejarla contestar le puso la mano sobre la frente,
sobre el cabello húmedo. – ¡Bueno, pero estas ardiendo!
-Pero me he tomado el
medicamento. – respondió ella mientras Gonzalo le quitaba todas las mantas de
encima y la ayudaba a sentarse sobre ellas.
-¿Quién es tu médico? ¿A quién
llamo? – preguntó Gonzalo desde el baño, donde le ponía agua fría a un trozo de
tela.
-Miguel Martín. – dijo la chica
con los ojos puestos en los dibujos animados.
Gonzalo le colocó el trapo
húmedo sobre la frente después de apartar el cabello castaño de la chica hacia
un lado.
-Él está en España, dime de
alguien de aquí.
Después de pensárselo un
momento la chica dio con el nombre que se estaba escapando de la mente.
-Eva.
Dicho eso, Gonzalo cogió el
móvil de Lou y buscó en sus contactos hasta que se encontró con el número de la
doctora. En cuanto contestó Gonzalo fue al grano y le dijo lo que pasaba, la
amiga de Lou escuchó con atención desde el otro lado de la línea, estaba en su
sala leyendo un poco, pero escuchando aquello, la doctora le dijo a Gonzalo que
podría obligar a la chica a tomar un baño con agua fría si su temperatura no
bajaba en los siguientes minutos minutos o llevarla al hospital directamente.
Eva le pidió a Gonzalo que no
dejara de llamarla en caso de cualquier cosa, él le dio las gracias y colgó,
mirando a su ex novia. Conociéndola bien, sabía que en alguna parte tendría un
botiquín y de seguro un termómetro. Entro en el baño contiguo a su habitación y
buscó hasta encontrar una cajita azul que contenía casi todo tipo de
medicamentos, en una orilla encontró en una caja larga y transparente un
termómetro electrónico. En una bolita de algodón puso algo de alcohol y limpio
la punta metálica del aparato antes de enjuagarlo en agua y ponérselo a Lou
debajo del brazo.
-Debería llamar a Lukas…
-Gonzalo miró a la chica, ella lucía algo confundida y cansada pero no parecía
estar tan enferma como para ir al hospital.
-Tú siempre te enfermas. – dijo
Gonzalo.
-Ah-ha. Dame el teléfono. –
insistió ella.
Gonzalo tuvo que convencer a
Lou de que llamar a Lukas no serviría de nada, le mandó un mensaje de texto al
novio de su amiga sólo para que se quedara más tranquila, pero en el interior
Gonzalo no tenía ganas de meter a Lukas en todo ese asunto. Pocas veces estaba a
solas con la nutrióloga y esa era la ocasión de demostrarle lo mucho que le
preocupaba su bienestar.
Pasadas un par de horas la
chica ya había recobrado su temperatura normal, aunque Gonzalo había tenido que
convencerla de que se pusiera una camiseta más fresca. Los dos estaban sentados
en la cama de la chica comiendo cada uno de un plato de papas con queso y pollo
que él había sido lo suficientemente ágil para cocinar.
-¡Qué vergüenza! – dijo Lou
después que la película se fue a comerciales. – De seguro crees que soy una
inútil…
-En realidad no, creo que
simplemente estas enferma y necesitabas de alguien. – respondió Gonzalo.
Lou miró al jugador, él parecía
querer agregar algo más pero no dijo nada, simplemente se quedó en silencio.
Mientras la chica lo miraba atentamente.
Ambos se quedaron mirando un
momento antes de que llamaran a la puerta. La chica se levantó de la cama con
ayuda de su amigo, Gonzalo le ayudo a bajar las escaleras y luego la chica
abrió la puerta para encontrarse a Lukas esperando.
-¡Ella, cómo estas! – Lukas la
abrazó en cuanto ella abrió. Gonzalo no estaba por ninguna parte, la chica
suspiró y miró a su novio.
-He estado mejor…
La pareja continuaba abrazada y
Lukas le besó la frente un par de veces antes de soltarla y charlar un poco con
ella antes de obligarla a meterse de nuevo a la cama y descansar.
…
-Entonces – Mari estaba del
otro lado de la línea comiendo una barrita de durazno, Lou la podía escuchar
comiendo mientras hablaban. - ¿Fue un sueño o estabas alucinando?
-No lo sé, pero Gonzalo no
estaba aquí.
-¿Y Lukas pasó la noche en tu
casa? – preguntó.
-Sí, me revisó la temperatura
un par de veces durante la noche.
-Sabemos que ambos hombres te
agradan… - Lou suspiró. – Tarde o temprano tienes que decidirte por uno y cortar
toda conexión con el otro; después de todo, alucinaste a uno de ellos. ¡LOU ES
UNA SEÑAL!
Lou continuó hablando con Mari,
aunque no sabía muy bien si debía hacer caso a lo que su amiga le decía.
Después de todo ella ya había terminado con Gonzalo y ambos estaban en plan de
amigos, además que Lukas era muy serio en cuanto a su relación, ambos estaban
seguros del otro y nunca le había cuestionado su amistad con el argentino. A
pesar de conocer muy bien la historia, Lukas nunca le había reprochado haber hecho
amistad con su ex. Aun así, Lou se lo planteo en la mente y las cosas no
sonaban nada bien, además que las palabras de Mariana no le ayudaban nada.
-Piénsalo bien. No es que yo
quiera influir en tu decisión, pero… Gonzalo y tú hacían una bonita pareja.
-¿Y Lukas?
-No lo sé…es que Lukas te sigue
la corriente, en verdad no te saca de tu pequeña burbuja. Gonzalo siempre te
ponía en situaciones extrañas e incomodas, además, me divertía más verte los
días después que “metías goles” con él. Te ponías roja y andabas de buenas. Con
Lukas siento que no estas feliz ni en ese aspecto.
Lou se pasó la mano por la
cara, era de esperar que Mariana basara su opinión en algún aspecto que
involucrara sexo. Después de todo, ella había basado su relación con Kaká en eso
mismo, aunque a ellos les había funcionado… Era una cosa muy rara que Lou no
quería ni comprender ni hablar acerca de.
-Mari, este no es el momento de
discutir mi vida sexual, podemos volver al punto.
-¡Es que es muy importante! –
Chilló Mariana – Hay matrimonios que terminan porque a alguna de las partes no
les gusta el sexo con el otro.
-¡Pero yo no estoy casada! –
Lou deseaba con desesperación terminar esa llamada con su amiga.
-Sólo respóndeme o respóndete a
ti. ¿Qué te gusta más? ¿Un hombre que te trata como si te fueras a romper? ¿O
un hombre que parece que te va a romper?
-Mariana…
-Piénsalo, piénsalo.
Al terminar la llamada Lou
reconoció que había más de una connotación a aquella pregunta. Por primera vez
en mucho tiempo, la nutrióloga no pudo concentrarse en el partido. A pesar de
estar en la banca, cerca del campo y del director técnico del equipo. No logró
concentrarse en los hombres de azul que corrían en el pasto. No vio los goles y
ciertamente no vio nada. Pensaba sólo en dos cosas.
Su novio y su ex novio.
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