Gol
Capítulo 18
Mariana se había levantado
temprano esa mañana, Kaká había estado insistente la tarde anterior, quería
mostrarle un poco de la ciudad donde había crecido. Finalmente, la luna de miel
había sido en Sao Paolo, Brasil y ninguno de los dos podía estar más feliz.
Kaká estuvo listo temprano, con
unos pantalones cortos de color blanco y una camisa de manga corta color azul
cielo. Llevaba unos tenis y el cabello peinado despreocupadamente.
Mari no tardó en tomar una
ducha y ponerse unos shorts color rosa y una blusa de tirantes color verde.
Metió los pies en unas sandalias blancas y se recogio el cabello en una coleta
alta, se puso los lentes oscuros y ambos salieron del hotel. Kaká conocía
perfectamente la ciudad, así que caminaron, tomados de la mano. El peso de sus
anillos de boda era casi imperceptible, pero Mariana no podía evitar notar la
manera en que la cintilla dorada contrastaba con la piel clara de Kaká, quien
le comentaba cosas sobre su infancia en Sao Paolo.
Casi tres horas después de que
salieron del hotel, se detuvieron a comer en un restaurante pequeño, una vez
que acabaron de comer, Kaká se dirigió por unas calles que llevaban a un
pequeño campo, había mucho pasto, de un color brillante, allí él se detuvo,
unos niños jugaban con una balón un tanto desgastado, pero ellos corrían
felices detrás de éste. El hombre pasó su brazo sobre los hombros de Mariana y
la miro antes de volver a mirar a su alrededor.
-Aquí fue donde empecé. – dijo
Kaká. – Jugaba con mis hermanos, - se rio – éramos unos diablos.
Mariana escuchó atenta,
sonriente mientras él le contó todo sobre su niñez y hasta el momento en que
comenzó a jugar en Italia. Ambos se fueron a cenar en un restaurante que estaba
cerca del hotel, habían tenido un día muy largo y habían caminado mucho por
toda la ciudad. Mariana estaba segura de que había guardado en alguna parte de
su maleta un bloqueador, pero esa mañana había olvidado ponérselo…seguro que al
regresar a España tendría un bronceado muy bonito, o al menos tendría uno.
…
-Se van a Nueva York, yo me
quedo aquí. – le respondió a Ceci por el teléfono. Lou estaba en su casa,
cocinando el desayuno mientras balanceaba el teléfono con su hombro, pegándolo
a su oído izquierdo. Habían pasado dos semanas desde la boda de su amiga,
quién, dentro de un par de días estaría de regreso en Madrid, aunque estaba
convencida de que difícilmente la convencería de dejar a su marido un par de
días para visitarla. Justo sobre eso había discutido ya con Ceci.
-¿Entonces tu no viajas con el
equipo? – Ceci estaba de pie frente al espejo que estaba colocado en la puerta
de su closet mirando cómo se le veían los vestidos que quería ponerse ese día.
Había quedado de ir a comer con su suegra después del trabajo. Seguramente Cris
se quedaría en casa con su hijo.
-No, aquí las cosas son muy
distintas. Aunque tengo preferencia para los partidos. Sinceramente, no soy fan
del equipo, pero uno no le dice que no a boletos para la premier league… - dijo
volteando el último par de hot cakes sobre el plato. Había hecho suficientes
para alimentar a cuatro personas, pero sólo comería ella, siempre hacía más de
la cuenta, ahora que vivía sola, no tenía buena medida de las cantidades que
cocinaba. Y pensar que era nutrióloga.
-Claro, - se rio – yo nunca lo
haría, en especial si puedo conocer al Chicharito…
-¿Pensé que tenías novio? –
bromeo.
-Y lo tengo, pero lamento
informarte – guardó uno de los vestidos y puso el otro extendido sobre la cama
– que tengo que irme al trabajo y después a comer con mi suegra.
-Pues que te valla muy bien, y
me saludas a todos. – Lou dijo.
-Como siempre… - Ceci puso los
ojos en blanco, literalmente siempre mandaba a todos a saludar.
-¡Cuídate, adiós!
-¡Tú cuídate! – La escuchó reír
al otro lado de la línea – Adiós. - Una vez que colgó el teléfono, Ceci se
vistió, poniéndose el vestido corto de color purpura y unas zapatillas blancas.
Como era usual, llevaba el cabello suelto, mostrando sus rizos naturales.
Lou fue a poner el teléfono en
su base cuando el móvil comenzó a sonar sobre la mesa del comedor. Se apresuró
a cogerlo y contestó.
-¿Bueno? – contestó en inglés.
-Hola, Lou. – la voz le era
familiar, la reconoció al instante. – ¿Cómo estás? Hace mucho que no te veo.
-Sí, lo sé… Estoy muy bien,
gracias por preguntar, ¿cómo estás tú? – volvió a la cocina.
-Bien. – Respondió - ¿Harás
algo hoy? – Escuchó un bostezo al otro lado de la línea.
-Tal vez… - en verdad no tenía
nada que hacer, tenía los siguientes tres días libres y lo único que había
planeado hacer era ir al gimnasio y probablemente ir de compras.
-Tengo aquí a un pequeño
hombrecito y… ¿podrías cuidarlo? – Lou se sorprendió, él le había hablado de su
hijo. Pavlov. Lo había tenido con su novia, pero más tarde ellos se separaron.
Algo le había comentado la última vez que se vieron sobre el niño, que lo
tendría con él por un par de semanas.
-Bien, sabes que no me resisto
a los niños… ¿a qué hora lo traerás?
-Justo – escuchó el timbre de
la casa – ahora.
Lou fue a la entrada y se
encontró con Lukas en frente la reja que separaba su patio delantero de la
calle. Con él había un niño pequeño, de cabello rubio y rosadas mejillas
redondas, su piel era pálida y contrastaba con sus pantalones negros y su
camiseta blanca. Lou caminó rápidamente hasta la entrada, colgando el teléfono
y guardando el móvil en un bolsillo de sus pantalones.
-Contaba contigo. – dijo Lukas.
Lou alzo las cejas y puso los ojos en blanco. – tengo que irme a entrenar.
-Me lo imagino. ¿Eso es todo lo
que necesita? – preguntó apuntando a la mochila negra que llevaba colgada en el
hombro, el niño aún estaba en sus brazos. Estaba bastante grande, pero parecía
gustarle ser cargado. Lukas asintió y puso a Pavlov en el suelo. – Hola –
saludo al pequeño, era muy parecido de facciones a su padre, aunque no conocía
a su madre, seguro que los ojos eran de ella, pues aquella tonalidad entre el
gris y el azul no eran herencia de Poldi. – Mi nombre es Lou. – le tendió la
mano y el pequeño de cinco años la miró sin entender muy bien. La castaña
volvió a intentar, esta vez en alemán y el niño cogió su mano sonriendo
tímidamente y la sacudió suavemente.
-Und meine Pavlov. ((Y el mío
Pavlov)) – respondió.
Lukas se despidió de su hijo y
mirando el reloj se fue, lanzándole una última mirada a los dos. Ella lo había
cogido de la mano mientras con la otra saludaba al jugador. Ambos entraron a la
casa cuando el auto se alejó.
-¿Tienes hambre? – preguntó al
niño en alemán.
Una hora más tarde, ambos
estaban en el jardín pasándose un balón. El niño tenía talento, herencia de su
padre. Ella no era tan mala, considerando que en el instituto estuvo en el
equipo de futbol y de eso ya habían pasado años sin que jugara. Después de
volverse un poco locos en el jardín trasero ambos acabaron tumbados en el césped.
El niño hablaba con rapidez, se movía mucho y se reía muy fuerte. Era
completamente distinto del niño que había visto cuando llegó a su casa. En poco
tiempo había entrado en confianza y se había puesto a contarle a la castaña
cualquier cosa que sus compañeros de clase le dijeran o cualquier pensamiento
que tuviera, usualmente explicaciones extravagantes para las cosas más simples,
como lo hacían los niños acerca de por qué no hay peces en la selva, cosa que
Pavlov explicaba de manera casual diciendo que de seguro era como decían los adultos:
el calentamiento global (así explicaba también el funcionamiento de los
aparatos eléctricos y la existencia de Atlantis).
Después de que ambos pasaron un
rato más corriendo por todos lados, Lou decidió ir adentro, en una hora más tal
vez, Lukas estaría allí para recoger a su hijo y ella quería estar adentro de
la casa para escuchar el timbre. Una vez adentro, Pavlov se interesó por correr
a lo largo y ancho de la casa. Lou se quedó al pie de la escalera, esperando a
que el niño finalmente descubriera que había escaleras, era el único lugar por
donde no le permitiría correr, de pequeña recordaba haberse caído de las
escaleras de una de sus tías, fracturándose el brazo derecho, solo de acordarse
le volvía a doler todo el cuerpo. Aunque claro, su tía le había dedicado a
partir de entonces cuidados y atenciones especiales, resultando en una relación
de amistad que hasta aquel día la castaña aún conservaba.
Mientras Lou hacia algunas
llamadas concernientes al restaurante, Pavlov jugaba con su Nintendo DS.
Aparentemente en Italia todo iba bien, el mes siguiente Mariana tendría que ir
a revisar personalmente, mientras tanto, Lou se ponía al día.
Cuando terminó con el teléfono
y miró la hora se fue a la cocina, regresando con un par de tazones pequeños,
le dio uno al niño, que estaba demasiado ocupado jugando quien sabía qué.
-Vale, es el refrigerio. – le
indico al niño, que la miro un momento antes de apagar el aparato y sentarse en
la mesa del comedor, dejando el Nintendo sobre la mesa cerca de sí.
En el tazón había manzana,
plátano y melón, todo cortado en trozos pequeños y cubierto por yogurt. El niño
se lo comió, dejando solo un poco.
La chica recogió los platos y
los puso en el fregadero antes de volver al comedor.
-Bien, ¿ahora qué hacemos? – el
niño se pasó las manos por los ojos y bostezó.
Subieron a la sala de televisión
y comenzaron a ver un programa que a él parecía interesarle, al poco tiempo el
niño estaba dormido con la cabeza apoyada en las piernas de Lou, quien se quedó
haciéndole cariñitos en la cabeza mientras veía un programa distinto.
…
Un par de semanas habían
pasado, Ceci había tenido pocos problemas con los hombres que trabajaban en la
construcción de algunas nuevas secciones en el estadio y su jefe estaba
complacido con el avance que se tenía, mientras, los recién casados, Kaká y
Mariana habían regresado de su luna de miel, y él ya se había incorporado al
resto del equipo en los entrenamientos. Mari había evitado a Gonzalo, quién ya
había terminado con su novia, después de volver de una visita corta a su
familia en Argentina y comer mucho de ese magnífico estofado, empanadas y demás
platos que su madre cocinaba tan bien y que en algún momento fueron el dolor de
cabeza de la nutrióloga.
Mientras tanto las cosas en
Inglaterra iban bien, Lou se había comprado un auto, aunque solo sabía llegar
hasta los campos de entrenamiento, el estadio y el mercado.
Ahora que estaba en un club
distinto, solo tenía que estar presente en el club en su horario determinado.
Así que comenzó a pensar en poner un consultorio, aunque primero quería
ajustarse mejor a la vida en aquel país.
Ese día había quedado con
Lukas, él había estado de acuerdo en enseñarle un poco de la ciudad. Habían
estado saliendo con frecuencia y el pequeño hijo de él se había encariñado un
poco con la chica.
Cuando salieron era temprano,
Lukas llegó por ella en su auto, un Audi gris. En el centro de la ciudad solo
caminaron, él llevaba una camiseta de color azul oscuro debajo de una chaqueta
negra y unos jeans con tenis. La chica se había vuelto a poner los tacones
altos hacía bastante, llevaba ese día unos bonitos zapatos Gucci de color rosa
brillante y unos jeans tan deslavados que eran casi blancos y tenían partes
rasgadas aquí y allá, también se había puesto una chaqueta negra con piedritas
negras que se ceñía por la parte de la cintura y una blusa lisa color rojo
brillante de manga corta con el relicario cayendo sobre su pecho al lado de
otro collar más largo y un gorro gris sobre la cabeza con el cabello suelto. Su
bolso de mano era del mismo color que sus zapatos.
Ambos caminaban por la calle,
ella prestaba mucha atención a los lugares por donde pasaban mientras hablaban
sobre los últimos días que no se habían podido ver. Al parecer Lukas estaba
cansado con los entrenamientos y la visita de su hijo, quien se había ido hacía
poco de regreso a Alemania con su madre.
Mientras caminaban por la
acera, pasaba poca gente a su lado, de pronto el tacón de la chica quedo
atascado en un pequeño agujero en el pavimento y se lastimo el pie que le había
causado problemas desde semanas atrás.
-¡Mierda! – la chica murmuró
cuando Lukas la detuvo antes de que tuviera tiempo de caer. Con toda la gente
que pasaba, decidió llevarla a sentarse en una banca que estaba en el parque
justo en el lado contrario de la calle.
El pasto era verde brillante y
había algunas flores detrás de la banca de metal, así como unos árboles altos y
en frente se veía la calle, repleta de tiendas y gente que iba y venía. Ambos
se quedaron sentados unos minutos.
-¿Estás bien? – preguntó el
alemán.
-Sí, sí… es solo que – miro
hacia su pie lastimado. – hace tiempo sabes que me lastimé.
-Bien, seguro no tiene nada que
ver con tus zapatos.- le dijo él con las cejas juntas y la comisura de los
labios hacia abajo, en su voz se percibía claramente el sarcasmo.
-¿Qué sugieres? – preguntó
ella.
-Que te los quites. – ella
bufó. Nunca se sacaría los zapatos en plena calle, y mucho menos con el aire
frío que estaba azotando la ciudad ese día. - ¿No?
El jugador la sostuvo en sus
brazos rápidamente, ella lo miró mal mientras se aferraba a sus hombros,
esperando que no la tirara. De esa manera entraron a una tienda que no quedaba
muy lejos, ante ellos había estantes llenos de zapatos. Lukas la dejó en uno de
los asientos rojos donde la gente se sentaba para medirse los zapatos, él se
sentó al lado de ella con una sonrisa un tanto burlona.
-¿Te los vas a quitar o te los
voy a quitar?
-Vale, ¡ya, ya! Yo puedo sola… -
La chica se sacó los bonitos Gucci rosados y se miró el pie un momento,
examinando rápidamente la hinchazón que comenzaba a notarse más. - ¿Y ahora?
-Escoge los que quieras. –
respondió Lukas.
Lou se puso de pie y miro los
zapatos en los estantes mientras cojeaba con los pies descalzos. Cogió un
zapato blanco con tacón de diez centímetros y el jugador alzó una ceja en forma
de pregunta y se puso de pie, cogió unas sandalias Tommy en los colores típicos
de la marca, que de igual manera no se le verían mal a la chica.
-¿Qué talla? – preguntó a la
castaña antes de darle el número a la encargada y ayudar a Lou a sentarse de
nuevo, cuando le llevaron el par de la talla adecuada ella se los puso y le
quedaban perfectamente. – Nos los llevamos. – Lukas insistió en pagar él mismo
y después de que pusieron los tacones de la chica en la caja y se fueron Lou
aun cojeaba un poco.
-No tenías que hacer eso… - lo
acusó la chica.
-Ya, vamos, te llevaré al
hospital. – ambos miraron el pie de la chica, finalmente se había enrojecido y
comenzaba lentamente a hincharse, la experiencia del alemán con las lesiones le
daba una idea de lo mal que podía estar el pie de su amiga…la cosa no pintaba
bien, pero de nada le habría servido decírselo a la chica que ya lucía una
expresión dolorida en su rostro sonrosado. Ambos caminaron al auto del jugador,
en el camino Lukas quiso tirar los zapatos en un bote de basura.
-¡Qué crees que haces! – Lou se
los quito de las manos.
-Igual no los puedes usar. –
Lukas la miró con una sonrisa de lado mientras hablaba.
-No puedes tirar mis zapatos.
¡Son Gucci! – lo apuntó con un dedo acusador antes de darse la vuelta con la
bolsa que contenía la caja de zapatos en la mano, aun cojeaba y él tuvo que
hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírse.
…
Cuando llegaron de vuelta a
casa de la chica eran casi las nueve de la noche, había pasado tres horas en el
hospital, cosa que Lou aún no podía entender. El médico que la reviso en un
principio había tenido que mandarla a ver al traumatólogo, quien finalmente la
tuvo un par de horas esperando en la sala de observación después de sacarle una
radiografía.
Lukas se bajó primero y rodeó
el auto para abrirle la puerta a la chica, ella se bajó con la ayuda de él, sus
muletas estaban en la parte de atrás. Tenía un yeso puesto en el pie y no le quitarían aquello por tres
semanas, después pasaría un par de semanas sin usar zapatos de tacón alto. De
nuevo, era culpa de Gonzalo, pero ella intentó empujar el pensamiento a algún
rincón de su mente, un rincón preferiblemente resguardado por un enorme rottweiler
negro, la imagen en su mente se formó tan rápido como se disipó, igual que una
cortina de humo.
-¿Trabajas mañana? – preguntó
él, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, ella se recargaba con
cuidado en el auto mientras lo miraba. Tenía bonitos ojos.
-Sí, mañana sí. – respondió
ella. – Tú entrenas, ¿verdad? – él asintió.
-Temprano. – se sacó las manos
de los bolsillos y clavó la mirada en el suelo un instante antes de volver a
mirarla. – tal vez… ¿podamos ir a cenar mañana?
-Claro. – Lou sonrió,
acomodándose un mechón de su ahora corto cabello detrás de la oreja.
En lugar de despedirse como lo
hacía usualmente, con un abrazo y un beso exagerado en la mejilla, Lukas se
inclinó y le planto un beso en los labios, la castaña perdió el balance por un
momento y encontró estabilidad en los hombros del jugador. Él lo tomo como una
buena señal y paso los brazos alrededor de su cintura, olvidándose por un
momento del frío aire que se había liberado desde el cielo y que los golpeaba
como hielo en el rostro.
Un momento más y se separaron
solo para que Lukas volviera poner los labios sobre los de ella, aunque ella no
hizo por soltarse, en lugar de eso hizo que él se acercara un poco más y el
beso fue distinto de cualquier otro que hubiera recibido, aunque no podría
decir si era un “buen” diferente o uno “malo”.
Al separarse, Lukas cogió las
muletas rápidamente y se las dio a la chica, antes de caminar en silencio hasta
la puerta de su casa.
-Yo no puedo manejar, ¿te
espero a las 8?
-Aquí estaré. – le sonrió. –
cuídate y… si necesitas algo llámame.
-Sí, claro… - ella miró hacia
otro lado. – maneja con cuidado, buenas noches.
Él se fue y ella cerró la
puerta con los tres seguros que tenía la puerta antes de subir a su habitación
y mandarle un mensaje de texto a Mariana.
“Me besó” tecleo en el iPhone y envió,
pero lo pensó de nuevo y volvió a enviar:
“Lo besé” pero de nuevo pensó sobre lo
que había pasado.
“Nos besamos” luego de un minuto de
silencio, escuchó el ringtone que le había asignado a Mariana, una línea de
bajo completamente imperdible y una voz enorme. Esperó unos segundos antes de
coger el celular y desbloquear la pantalla, parando another one bites the dust con el dolor de su alma.
“¿Con quién?”
“Lukas”
“Skype. AHORA.” Mariana había respondido en
unos segundos, Lou se apresuró a conectar la portátil cerca de la cama y se
sentó allí mientras iniciaba, cuando al fin abrió el programa, Mari ya estaba
conectada y no tardó en hacer la conexión con ella.
-¿Eres una adolescente o qué? –
preguntó Mariana.
-Yo bien, ¿y tú?
-Bien. – Mari puso los ojos en
blanco. – Cuéntame, ¿qué demonios?
-Sabes que me he hecho amiga de
algunos jugadores… - Mari asintió con la cabeza y se enderezó, estaba sentada
frente a su portátil, probablemente en el suelo, pues podía verla sentada con
las piernas cruzadas, el pijamas puesto y muchas cajas detrás. – Pues, Lukas y
yo salimos hoy… y me lastime el pie – le mostró las muletas, la recién casada
se mordió la lengua para no soltar las carcajadas. – me llevó al hospital y al
llegar aquí, me besó. Y yo también lo besé.
-¿Te gusta? ¿De verdad te
gusta? – preguntó Mariana, con una expresión que denotaba preocupación.
-¡Claro que me gusta! – Lou
sonrió un poco, poniéndose colorada. – Mari… creo que tenemos una cita mañana.
-Pero… ¿estas segura? Es que…no
quisiera que lo estuvieras usando para olvidarte de…
-Gonzalo es diferente… - Lou
frunció el ceño – ahora que nos hemos separado, lo puedo ver. Ni siquiera se
interesaba en cómo estuviera yo. Siempre estaba en su papel de hombre dominante
y me hacía la finta llevándome a cenar y haciéndose tonto. – de pronto se
calló.
-¿Y…? – Mari intento hacer que
su amiga hablara. Pero Lou sacudió la cabeza. – Hay algo más. Cuéntamelo.
¿Sabes que Kaká me está esperando? ¡Suéltalo ya!
-Cuando… Ale me tenía…él, mira
no tiene importancia y lo sé pero a veces me pongo a pensar en eso y tiene
sentido. – Ambas chicas se quedaron mirando la pantalla. – Me dijo que Gonzalo
me usaba. Que seguro en cuanto volviera, me daría algo caro, me rogaría…
-Lou… no puedes creerle a ese
loco. – Mariana sonrió con esa expresión que ponía cuando no creía en algo. –
Por algo la policía lo mando al psiquiátrico…
-El relicario vale más que un
Vera Wang. – Mari alzó las cejas en sorpresa – Y sabes que me rogó que me fuera
a vivir con él y en cuanto me sentí mejor… - Mari entendió al instante. - ¿Qué
creerías tú?
Ambas continuaron conversando
después de unos momentos de silencio solo mirando sus pantallas sin saber muy
bien como retomar la conversación.
-¿Te dijo algo? – preguntó
Mari.
-Me dijo que – Lou sonrió como
una idiota. – fue muy torpe, pero me pareció mono que lo dijera…
-Ok, cuenta.
-Me dijo que mis labios eran
como unos duraznos. – Mariana miró la pantalla un par de segundos con expresión
seria antes de retorcerse de risa frente a la cámara.
-¿Y no te reíste allí mismo? –
dijo con los ojos lagrimeándole de la risa. Kaká pasó por detrás de ella.
-Hola, Lou. ¿Todo bien? – se
inclinó para ver la pantalla.
-Perfectamente. – sonrió. -
¿Allá?
-De maravilla.
Kaká se fue y Mari volvió a la
seriedad, o al menos lo intentó.
-¿Lo que quieres decirme es
que…un hombre que te dijo que tienes labios “peluditos” te ha seducido?
-Los duraznos son dulces, no
seas inteligente. – contesto Lou con sarcarmo.
-Bueno…mi opinión como
profesional…es que él cree que tienes los labios aterciopelados o algo.
-O algo…Mari, hablamos luego.
Tengo que ir al trabajo mañana.
-Déjame avisarte algo antes; -
Lou asintió y se enderezó – Gonzalo firmó con otro equipo… no quiero que te
asustes…pero…
-¿Pero? ¿Se va a argentina?
¿Francia? ¿Turquía? ¡Dilo ya, mujer!
-Se va a la serie A, en Italia.
Al Napoli. – Lou actuó natural ante aquello y respondió con una despedida fugaz
antes de cerrar la portátil y apretar las manos en puños. No lo volvería a ver.
No se verían más. Nunca. En alguna parte de su interior sintió que era liberada
de un enorme peso, pero al mismo tiempo le costaba respirar, aquello quería
decir que no se lo encontraría ni por accidente. Pero, ¿Por qué se sentía tan
decepcionada?