Monday, November 4, 2013

Gol. Capítulo 18

Gol
Capítulo 18


Mariana se había levantado temprano esa mañana, Kaká había estado insistente la tarde anterior, quería mostrarle un poco de la ciudad donde había crecido. Finalmente, la luna de miel había sido en Sao Paolo, Brasil y ninguno de los dos podía estar más feliz.
Kaká estuvo listo temprano, con unos pantalones cortos de color blanco y una camisa de manga corta color azul cielo. Llevaba unos tenis y el cabello peinado despreocupadamente.

Mari no tardó en tomar una ducha y ponerse unos shorts color rosa y una blusa de tirantes color verde. Metió los pies en unas sandalias blancas y se recogio el cabello en una coleta alta, se puso los lentes oscuros y ambos salieron del hotel. Kaká conocía perfectamente la ciudad, así que caminaron, tomados de la mano. El peso de sus anillos de boda era casi imperceptible, pero Mariana no podía evitar notar la manera en que la cintilla dorada contrastaba con la piel clara de Kaká, quien le comentaba cosas sobre su infancia en Sao Paolo.

Casi tres horas después de que salieron del hotel, se detuvieron a comer en un restaurante pequeño, una vez que acabaron de comer, Kaká se dirigió por unas calles que llevaban a un pequeño campo, había mucho pasto, de un color brillante, allí él se detuvo, unos niños jugaban con una balón un tanto desgastado, pero ellos corrían felices detrás de éste. El hombre pasó su brazo sobre los hombros de Mariana y la miro antes de volver a mirar a su alrededor.

-Aquí fue donde empecé. – dijo Kaká. – Jugaba con mis hermanos, - se rio – éramos unos diablos.

Mariana escuchó atenta, sonriente mientras él le contó todo sobre su niñez y hasta el momento en que comenzó a jugar en Italia. Ambos se fueron a cenar en un restaurante que estaba cerca del hotel, habían tenido un día muy largo y habían caminado mucho por toda la ciudad. Mariana estaba segura de que había guardado en alguna parte de su maleta un bloqueador, pero esa mañana había olvidado ponérselo…seguro que al regresar a España tendría un bronceado muy bonito, o al menos tendría uno.




-Se van a Nueva York, yo me quedo aquí. – le respondió a Ceci por el teléfono. Lou estaba en su casa, cocinando el desayuno mientras balanceaba el teléfono con su hombro, pegándolo a su oído izquierdo. Habían pasado dos semanas desde la boda de su amiga, quién, dentro de un par de días estaría de regreso en Madrid, aunque estaba convencida de que difícilmente la convencería de dejar a su marido un par de días para visitarla. Justo sobre eso había discutido ya con Ceci.

-¿Entonces tu no viajas con el equipo? – Ceci estaba de pie frente al espejo que estaba colocado en la puerta de su closet mirando cómo se le veían los vestidos que quería ponerse ese día. Había quedado de ir a comer con su suegra después del trabajo. Seguramente Cris se quedaría en casa con su hijo.

-No, aquí las cosas son muy distintas. Aunque tengo preferencia para los partidos. Sinceramente, no soy fan del equipo, pero uno no le dice que no a boletos para la premier league… - dijo volteando el último par de hot cakes sobre el plato. Había hecho suficientes para alimentar a cuatro personas, pero sólo comería ella, siempre hacía más de la cuenta, ahora que vivía sola, no tenía buena medida de las cantidades que cocinaba. Y pensar que era nutrióloga.

-Claro, - se rio – yo nunca lo haría, en especial si puedo conocer al Chicharito

-¿Pensé que tenías novio? – bromeo.

-Y lo tengo, pero lamento informarte – guardó uno de los vestidos y puso el otro extendido sobre la cama – que tengo que irme al trabajo y después a comer con mi suegra.

-Pues que te valla muy bien, y me saludas a todos. – Lou dijo.

-Como siempre… - Ceci puso los ojos en blanco, literalmente siempre mandaba a todos a saludar.

-¡Cuídate, adiós!

-¡Tú cuídate! – La escuchó reír al otro lado de la línea – Adiós. - Una vez que colgó el teléfono, Ceci se vistió, poniéndose el vestido corto de color purpura y unas zapatillas blancas. Como era usual, llevaba el cabello suelto, mostrando sus rizos naturales.


Lou fue a poner el teléfono en su base cuando el móvil comenzó a sonar sobre la mesa del comedor. Se apresuró a cogerlo y contestó.

-¿Bueno? – contestó en inglés.

-Hola, Lou. – la voz le era familiar, la reconoció al instante. – ¿Cómo estás? Hace mucho que no te veo.

-Sí, lo sé… Estoy muy bien, gracias por preguntar, ¿cómo estás tú? – volvió a la cocina.

-Bien. – Respondió - ¿Harás algo hoy? – Escuchó un bostezo al otro lado de la línea.

-Tal vez… - en verdad no tenía nada que hacer, tenía los siguientes tres días libres y lo único que había planeado hacer era ir al gimnasio y probablemente ir de compras.

-Tengo aquí a un pequeño hombrecito y… ¿podrías cuidarlo? – Lou se sorprendió, él le había hablado de su hijo. Pavlov. Lo había tenido con su novia, pero más tarde ellos se separaron. Algo le había comentado la última vez que se vieron sobre el niño, que lo tendría con él por un par de semanas.

-Bien, sabes que no me resisto a los niños… ¿a qué hora lo traerás?

-Justo – escuchó el timbre de la casa – ahora.

Lou fue a la entrada y se encontró con Lukas en frente la reja que separaba su patio delantero de la calle. Con él había un niño pequeño, de cabello rubio y rosadas mejillas redondas, su piel era pálida y contrastaba con sus pantalones negros y su camiseta blanca. Lou caminó rápidamente hasta la entrada, colgando el teléfono y guardando el móvil en un bolsillo de sus pantalones.

-Contaba contigo. – dijo Lukas. Lou alzo las cejas y puso los ojos en blanco. – tengo que irme a entrenar.

-Me lo imagino. ¿Eso es todo lo que necesita? – preguntó apuntando a la mochila negra que llevaba colgada en el hombro, el niño aún estaba en sus brazos. Estaba bastante grande, pero parecía gustarle ser cargado. Lukas asintió y puso a Pavlov en el suelo. – Hola – saludo al pequeño, era muy parecido de facciones a su padre, aunque no conocía a su madre, seguro que los ojos eran de ella, pues aquella tonalidad entre el gris y el azul no eran herencia de Poldi. – Mi nombre es Lou. – le tendió la mano y el pequeño de cinco años la miró sin entender muy bien. La castaña volvió a intentar, esta vez en alemán y el niño cogió su mano sonriendo tímidamente y la sacudió suavemente.

-Und meine Pavlov. ((Y el mío Pavlov)) – respondió.

Lukas se despidió de su hijo y mirando el reloj se fue, lanzándole una última mirada a los dos. Ella lo había cogido de la mano mientras con la otra saludaba al jugador. Ambos entraron a la casa cuando el auto se alejó.

-¿Tienes hambre? – preguntó al niño en alemán.


Una hora más tarde, ambos estaban en el jardín pasándose un balón. El niño tenía talento, herencia de su padre. Ella no era tan mala, considerando que en el instituto estuvo en el equipo de futbol y de eso ya habían pasado años sin que jugara. Después de volverse un poco locos en el jardín trasero ambos acabaron tumbados en el césped. El niño hablaba con rapidez, se movía mucho y se reía muy fuerte. Era completamente distinto del niño que había visto cuando llegó a su casa. En poco tiempo había entrado en confianza y se había puesto a contarle a la castaña cualquier cosa que sus compañeros de clase le dijeran o cualquier pensamiento que tuviera, usualmente explicaciones extravagantes para las cosas más simples, como lo hacían los niños acerca de por qué no hay peces en la selva, cosa que Pavlov explicaba de manera casual diciendo que de seguro era como decían los adultos: el calentamiento global (así explicaba también el funcionamiento de los aparatos eléctricos y la existencia de Atlantis).

Después de que ambos pasaron un rato más corriendo por todos lados, Lou decidió ir adentro, en una hora más tal vez, Lukas estaría allí para recoger a su hijo y ella quería estar adentro de la casa para escuchar el timbre. Una vez adentro, Pavlov se interesó por correr a lo largo y ancho de la casa. Lou se quedó al pie de la escalera, esperando a que el niño finalmente descubriera que había escaleras, era el único lugar por donde no le permitiría correr, de pequeña recordaba haberse caído de las escaleras de una de sus tías, fracturándose el brazo derecho, solo de acordarse le volvía a doler todo el cuerpo. Aunque claro, su tía le había dedicado a partir de entonces cuidados y atenciones especiales, resultando en una relación de amistad que hasta aquel día la castaña aún conservaba.

Mientras Lou hacia algunas llamadas concernientes al restaurante, Pavlov jugaba con su Nintendo DS. Aparentemente en Italia todo iba bien, el mes siguiente Mariana tendría que ir a revisar personalmente, mientras tanto, Lou se ponía al día.

Cuando terminó con el teléfono y miró la hora se fue a la cocina, regresando con un par de tazones pequeños, le dio uno al niño, que estaba demasiado ocupado jugando quien sabía qué.
-Vale, es el refrigerio. – le indico al niño, que la miro un momento antes de apagar el aparato y sentarse en la mesa del comedor, dejando el Nintendo sobre la mesa cerca de sí.
En el tazón había manzana, plátano y melón, todo cortado en trozos pequeños y cubierto por yogurt. El niño se lo comió, dejando solo un poco.
La chica recogió los platos y los puso en el fregadero antes de volver al comedor.
-Bien, ¿ahora qué hacemos? – el niño se pasó las manos por los ojos y bostezó.
Subieron a la sala de televisión y comenzaron a ver un programa que a él parecía interesarle, al poco tiempo el niño estaba dormido con la cabeza apoyada en las piernas de Lou, quien se quedó haciéndole cariñitos en la cabeza mientras veía un programa distinto.





Un par de semanas habían pasado, Ceci había tenido pocos problemas con los hombres que trabajaban en la construcción de algunas nuevas secciones en el estadio y su jefe estaba complacido con el avance que se tenía, mientras, los recién casados, Kaká y Mariana habían regresado de su luna de miel, y él ya se había incorporado al resto del equipo en los entrenamientos. Mari había evitado a Gonzalo, quién ya había terminado con su novia, después de volver de una visita corta a su familia en Argentina y comer mucho de ese magnífico estofado, empanadas y demás platos que su madre cocinaba tan bien y que en algún momento fueron el dolor de cabeza de la nutrióloga.

Mientras tanto las cosas en Inglaterra iban bien, Lou se había comprado un auto, aunque solo sabía llegar hasta los campos de entrenamiento, el estadio y el mercado.
Ahora que estaba en un club distinto, solo tenía que estar presente en el club en su horario determinado. Así que comenzó a pensar en poner un consultorio, aunque primero quería ajustarse mejor a la vida en aquel país.

Ese día había quedado con Lukas, él había estado de acuerdo en enseñarle un poco de la ciudad. Habían estado saliendo con frecuencia y el pequeño hijo de él se había encariñado un poco con la chica.

Cuando salieron era temprano, Lukas llegó por ella en su auto, un Audi gris. En el centro de la ciudad solo caminaron, él llevaba una camiseta de color azul oscuro debajo de una chaqueta negra y unos jeans con tenis. La chica se había vuelto a poner los tacones altos hacía bastante, llevaba ese día unos bonitos zapatos Gucci de color rosa brillante y unos jeans tan deslavados que eran casi blancos y tenían partes rasgadas aquí y allá, también se había puesto una chaqueta negra con piedritas negras que se ceñía por la parte de la cintura y una blusa lisa color rojo brillante de manga corta con el relicario cayendo sobre su pecho al lado de otro collar más largo y un gorro gris sobre la cabeza con el cabello suelto. Su bolso de mano era del mismo color que sus zapatos.

Ambos caminaban por la calle, ella prestaba mucha atención a los lugares por donde pasaban mientras hablaban sobre los últimos días que no se habían podido ver. Al parecer Lukas estaba cansado con los entrenamientos y la visita de su hijo, quien se había ido hacía poco de regreso a Alemania con su madre.

Mientras caminaban por la acera, pasaba poca gente a su lado, de pronto el tacón de la chica quedo atascado en un pequeño agujero en el pavimento y se lastimo el pie que le había causado problemas desde semanas atrás.

-¡Mierda! – la chica murmuró cuando Lukas la detuvo antes de que tuviera tiempo de caer. Con toda la gente que pasaba, decidió llevarla a sentarse en una banca que estaba en el parque justo en el lado contrario de la calle.

El pasto era verde brillante y había algunas flores detrás de la banca de metal, así como unos árboles altos y en frente se veía la calle, repleta de tiendas y gente que iba y venía. Ambos se quedaron sentados unos minutos.

-¿Estás bien? – preguntó el alemán.

-Sí, sí… es solo que – miro hacia su pie lastimado. – hace tiempo sabes que me lastimé.

-Bien, seguro no tiene nada que ver con tus zapatos.- le dijo él con las cejas juntas y la comisura de los labios hacia abajo, en su voz se percibía claramente el sarcasmo.

-¿Qué sugieres? – preguntó ella.

-Que te los quites. – ella bufó. Nunca se sacaría los zapatos en plena calle, y mucho menos con el aire frío que estaba azotando la ciudad ese día. - ¿No?

El jugador la sostuvo en sus brazos rápidamente, ella lo miró mal mientras se aferraba a sus hombros, esperando que no la tirara. De esa manera entraron a una tienda que no quedaba muy lejos, ante ellos había estantes llenos de zapatos. Lukas la dejó en uno de los asientos rojos donde la gente se sentaba para medirse los zapatos, él se sentó al lado de ella con una sonrisa un tanto burlona.

-¿Te los vas a quitar o te los voy a quitar?

-Vale, ¡ya, ya! Yo puedo sola… - La chica se sacó los bonitos Gucci rosados y se miró el pie un momento, examinando rápidamente la hinchazón que comenzaba a notarse más. - ¿Y ahora?

-Escoge los que quieras. – respondió Lukas.

Lou se puso de pie y miro los zapatos en los estantes mientras cojeaba con los pies descalzos. Cogió un zapato blanco con tacón de diez centímetros y el jugador alzó una ceja en forma de pregunta y se puso de pie, cogió unas sandalias Tommy en los colores típicos de la marca, que de igual manera no se le verían mal a la chica.

-¿Qué talla? – preguntó a la castaña antes de darle el número a la encargada y ayudar a Lou a sentarse de nuevo, cuando le llevaron el par de la talla adecuada ella se los puso y le quedaban perfectamente. – Nos los llevamos. – Lukas insistió en pagar él mismo y después de que pusieron los tacones de la chica en la caja y se fueron Lou aun cojeaba un poco.

-No tenías que hacer eso… - lo acusó la chica.

-Ya, vamos, te llevaré al hospital. – ambos miraron el pie de la chica, finalmente se había enrojecido y comenzaba lentamente a hincharse, la experiencia del alemán con las lesiones le daba una idea de lo mal que podía estar el pie de su amiga…la cosa no pintaba bien, pero de nada le habría servido decírselo a la chica que ya lucía una expresión dolorida en su rostro sonrosado. Ambos caminaron al auto del jugador, en el camino Lukas quiso tirar los zapatos en un bote de basura.

-¡Qué crees que haces! – Lou se los quito de las manos.

-Igual no los puedes usar. – Lukas la miró con una sonrisa de lado mientras hablaba.

-No puedes tirar mis zapatos. ¡Son Gucci! – lo apuntó con un dedo acusador antes de darse la vuelta con la bolsa que contenía la caja de zapatos en la mano, aun cojeaba y él tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírse.




Cuando llegaron de vuelta a casa de la chica eran casi las nueve de la noche, había pasado tres horas en el hospital, cosa que Lou aún no podía entender. El médico que la reviso en un principio había tenido que mandarla a ver al traumatólogo, quien finalmente la tuvo un par de horas esperando en la sala de observación después de sacarle una radiografía.
Lukas se bajó primero y rodeó el auto para abrirle la puerta a la chica, ella se bajó con la ayuda de él, sus muletas estaban en la parte de atrás. Tenía un yeso puesto en  el pie y no le quitarían aquello por tres semanas, después pasaría un par de semanas sin usar zapatos de tacón alto. De nuevo, era culpa de Gonzalo, pero ella intentó empujar el pensamiento a algún rincón de su mente, un rincón preferiblemente resguardado por un enorme rottweiler negro, la imagen en su mente se formó tan rápido como se disipó, igual que una cortina de humo.

-¿Trabajas mañana? – preguntó él, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, ella se recargaba con cuidado en el auto mientras lo miraba. Tenía bonitos ojos.

-Sí, mañana sí. – respondió ella. – Tú entrenas, ¿verdad? – él asintió.

-Temprano. – se sacó las manos de los bolsillos y clavó la mirada en el suelo un instante antes de volver a mirarla. – tal vez… ¿podamos ir a cenar mañana?

-Claro. – Lou sonrió, acomodándose un mechón de su ahora corto cabello detrás de la oreja.

En lugar de despedirse como lo hacía usualmente, con un abrazo y un beso exagerado en la mejilla, Lukas se inclinó y le planto un beso en los labios, la castaña perdió el balance por un momento y encontró estabilidad en los hombros del jugador. Él lo tomo como una buena señal y paso los brazos alrededor de su cintura, olvidándose por un momento del frío aire que se había liberado desde el cielo y que los golpeaba como hielo en el rostro.
Un momento más y se separaron solo para que Lukas volviera poner los labios sobre los de ella, aunque ella no hizo por soltarse, en lugar de eso hizo que él se acercara un poco más y el beso fue distinto de cualquier otro que hubiera recibido, aunque no podría decir si era un “buen” diferente o uno “malo”.
Al separarse, Lukas cogió las muletas rápidamente y se las dio a la chica, antes de caminar en silencio hasta la puerta de su casa.

-Yo no puedo manejar, ¿te espero a las 8?

-Aquí estaré. – le sonrió. – cuídate y… si necesitas algo llámame.

-Sí, claro… - ella miró hacia otro lado. – maneja con cuidado, buenas noches.

Él se fue y ella cerró la puerta con los tres seguros que tenía la puerta antes de subir a su habitación y mandarle un mensaje de texto a Mariana.

Me besó” tecleo en el iPhone y envió, pero lo pensó de nuevo y volvió a enviar:
Lo besé” pero de nuevo pensó sobre lo que había pasado.
Nos besamos” luego de un minuto de silencio, escuchó el ringtone que le había asignado a Mariana, una línea de bajo completamente imperdible y una voz enorme. Esperó unos segundos antes de coger el celular y desbloquear la pantalla, parando another one bites the dust con el dolor de su alma.

“¿Con quién?”

Lukas

Skype. AHORA.” Mariana había respondido en unos segundos, Lou se apresuró a conectar la portátil cerca de la cama y se sentó allí mientras iniciaba, cuando al fin abrió el programa, Mari ya estaba conectada y no tardó en hacer la conexión con ella.

-¿Eres una adolescente o qué? – preguntó Mariana.

-Yo bien, ¿y tú?

-Bien. – Mari puso los ojos en blanco. – Cuéntame, ¿qué demonios?

-Sabes que me he hecho amiga de algunos jugadores… - Mari asintió con la cabeza y se enderezó, estaba sentada frente a su portátil, probablemente en el suelo, pues podía verla sentada con las piernas cruzadas, el pijamas puesto y muchas cajas detrás. – Pues, Lukas y yo salimos hoy… y me lastime el pie – le mostró las muletas, la recién casada se mordió la lengua para no soltar las carcajadas. – me llevó al hospital y al llegar aquí, me besó. Y yo también lo besé.

-¿Te gusta? ¿De verdad te gusta? – preguntó Mariana, con una expresión que denotaba preocupación.

-¡Claro que me gusta! – Lou sonrió un poco, poniéndose colorada. – Mari… creo que tenemos una cita mañana.

-Pero… ¿estas segura? Es que…no quisiera que lo estuvieras usando para olvidarte de…

-Gonzalo es diferente… - Lou frunció el ceño – ahora que nos hemos separado, lo puedo ver. Ni siquiera se interesaba en cómo estuviera yo. Siempre estaba en su papel de hombre dominante y me hacía la finta llevándome a cenar y haciéndose tonto. – de pronto se calló.

-¿Y…? – Mari intento hacer que su amiga hablara. Pero Lou sacudió la cabeza. – Hay algo más. Cuéntamelo. ¿Sabes que Kaká me está esperando? ¡Suéltalo ya!

-Cuando… Ale me tenía…él, mira no tiene importancia y lo sé pero a veces me pongo a pensar en eso y tiene sentido. – Ambas chicas se quedaron mirando la pantalla. – Me dijo que Gonzalo me usaba. Que seguro en cuanto volviera, me daría algo caro, me rogaría…

-Lou… no puedes creerle a ese loco. – Mariana sonrió con esa expresión que ponía cuando no creía en algo. – Por algo la policía lo mando al psiquiátrico…

-El relicario vale más que un Vera Wang. – Mari alzó las cejas en sorpresa – Y sabes que me rogó que me fuera a vivir con él y en cuanto me sentí mejor… - Mari entendió al instante. - ¿Qué creerías tú?

Ambas continuaron conversando después de unos momentos de silencio solo mirando sus pantallas sin saber muy bien como retomar la conversación.

-¿Te dijo algo? – preguntó Mari.

-Me dijo que – Lou sonrió como una idiota. – fue muy torpe, pero me pareció mono que lo dijera…

-Ok, cuenta.

-Me dijo que mis labios eran como unos duraznos. – Mariana miró la pantalla un par de segundos con expresión seria antes de retorcerse de risa frente a la cámara.

-¿Y no te reíste allí mismo? – dijo con los ojos lagrimeándole de la risa. Kaká pasó por detrás de ella.

-Hola, Lou. ¿Todo bien? – se inclinó para ver la pantalla.

-Perfectamente. – sonrió. - ¿Allá?

-De maravilla.

Kaká se fue y Mari volvió a la seriedad, o al menos lo intentó.

-¿Lo que quieres decirme es que…un hombre que te dijo que tienes labios “peluditos” te ha seducido?

-Los duraznos son dulces, no seas inteligente. – contesto Lou con sarcarmo.

-Bueno…mi opinión como profesional…es que él cree que tienes los labios aterciopelados o algo.

-O algo…Mari, hablamos luego. Tengo que ir al trabajo mañana.

-Déjame avisarte algo antes; - Lou asintió y se enderezó – Gonzalo firmó con otro equipo… no quiero que te asustes…pero…

-¿Pero? ¿Se va a argentina? ¿Francia? ¿Turquía? ¡Dilo ya, mujer!


-Se va a la serie A, en Italia. Al Napoli. – Lou actuó natural ante aquello y respondió con una despedida fugaz antes de cerrar la portátil y apretar las manos en puños. No lo volvería a ver. No se verían más. Nunca. En alguna parte de su interior sintió que era liberada de un enorme peso, pero al mismo tiempo le costaba respirar, aquello quería decir que no se lo encontraría ni por accidente. Pero, ¿Por qué se sentía tan decepcionada? 

Saturday, November 2, 2013

La Coqueteria Segun Sarah Lark

Recomendable 100% animarse a leer las creativas historias de Sarah Lark, escritora alemana con varios trucos cómicos, dramáticos y sorprendentes para saciar la sed del lector que disfruta de una narrativa resuelta, simple y más que nada agradable.



Monday, October 28, 2013

Gol. Capítulo 17

Gol-Segunda Parte-

 Capítulo 17


Kate caminaba por la ciudad, no tenía pendiente de nada, el trabajo estaba bien por el momento, tenía poco que hacer en las oficinas de la televisora. Usualmente ella hacía notas sobre la premier league, pero la temporada había terminado y lo único que le quedaba era estar pendiente de los movimientos que los equipos harían durante esa temporada.

De momento iba en camino a una reunión con unas amigas, hacía tiempo que no salía con sus ellas y en ese momento estaba ansiosa por llegar, pero había mucha gente en las calles, así que ya iba con unos minutos de retraso, con el cabello negro flotando en el aire por la velocidad a la que corría; se había maquillado temprano, con sombra dorada y café, él delineador negro enmarcaba sus ojos grises, en los labios solo se ponía brillo, pues naturalmente eran de un rosa brillante y contrastaban con su piel pálida. Después de todo había nacido en escocia. Por motivos de trabajo había llegado a Londres, Inglaterra; y usaba la mayor parte de su tiempo en escribir. Amaba hacerlo y tenía un pequeño espacio en un periódico local, donde escribía bajo el nombre de “Carly Indigo”, no tenía ningún significado su nombre, pero debido a los temas más controversiales sobre los que escribía en aquel periódico pequeño, prefería pasar desapercibida.

Entró al pequeño restaurante, todo era de tonos rojos y marrones, las mesas de madera  y las sillas que hacían juego tenían asientos rojos. Las paredes estaban pintadas de un rojo brillante y en ellas había líneas parecidas a las que uno encontraría en un mapa. La cocina estaba escondida tras un par de puertas a la derecha y a la izquierda en una esquina se veía el letrero de los baños. Kate encontró a sus amigas sentadas en una mesa cerca del centro de lugar, ninguna tenía café frente a sí, por lo que la pelinegra pudo deducir que no había llegado tan tarde como se lo había imaginado.

-Bueno, ¿de qué me he perdido? – preguntó al sentarse, dejando su bolso colgado sobre el respaldo de su silla.

-Eva nos decía algo sobre el trabajo. – dijo una de sus amigas, acomodándose un mechón de cabello rojizo detrás de la oreja.

-Esta te va a gustar, Kate. – dijo Eva con una sonrisa. Ese día llevaba el cabello rizado, suelto y cayendo sobre sus hombros, lo cual era una novedad, casi siempre lo llevaba atado en una coleta baja. – Hay otra mujer trabajando para el primer equipo.

-¿Qué? – Kate se quedó boquiabierta. ¿Otra mujer empleada por un equipo? Aquello sería un notición, en especial, si la chica fotografiaba bien. Los hombres, aunque no todos, amaban a las mujeres involucradas en el fútbol. Ella y su amiga Eva lo sabían perfectamente.





Lou se acomodaba en la casa nueva. Había dejado todo arreglado en Italia, pero mientras sacaba su ropa de las maletas no podía evitar recordar lo que había pasado aquella última vez que había estado en España. Gonzalo le había abierto los ojos ante la realidad, él solo la quería por un motivo. Y no era precisamente por su bella cara.
Alejandro tenía razón, siempre la tuvo.

Y mientras llevaba las blusas al guardarropa de su habitación se le llenaron los ojos de lágrimas, recordando a Gonzalo….

-Shhhhh – Gonzalo puso sus labios sobre los de ella, pero Lou no comprendía que era lo que él quería. – Será nuestro secreto. – Los labios del argentino fueron a dar a los de ella de nuevo, pero esta vez estaban urgentes de más y entonces una de sus manos fue a dar sobre su pierna debajo del vestido…

Lou tuvo suficiente de todo aquello. Lo empujó con toda la fuerza que tenía y se puso de pie, acomodándose el vestido.

Ni siquiera le dio tiempo a Gonzalo de hablar, se acercó a él y le dio una cachetada que dejó su marca en la mejilla del jugador. Cogió su zapato y lo miró con las lágrimas resbalando por sus mejillas.

-No me vuelvas a tocar en tu vida.

Se había salido del baño cojeando, no había corrido porque el tobillo le dolía, pero no fue necesario, Gonzalo se quedó en el baño estupefacto, nunca se había imaginado que ella pudiera darle una cachetada y probablemente se la merecía. Había sido todo, menos cariñoso, se había comportado como un patán. Él lo sabía.

Lou regresó al salón con el zapato en una mano, la primera en verla fue Ceci, que fue hasta ella, aún tenía lágrimas en los ojos. Se había limpiado con los antebrazos las pocas lágrimas que le habían caído por el rostro, pero su excusa fue el dolor en su pie. Nadie dudo que eso fuera verdad, pues tenía el tobillo enrojecido y en un punto comenzaba a hincharse. La fiesta estaba terminada de todas maneras, los que aún quedaban allí esperaron a que Kaká y Mari se fueran a su habitación en el hotel y ellos también se fueron. Lukas ayudó a Lou a llegar hasta su habitación, que estaba al lado de la suya propia, con un brazo alrededor de la cintura de la chica mientras ella se apoyaba en sus hombros para cojear por los pasillos del hotel. Esa noche no le contó nada a nadie, ni siquiera a Lukas, quien le insistió en que sabía que algo andaba mal, pero ella no le dijo nada así que se fue a su habitación a dormir.

Lou guardó las maletas en el fondo del closet y se limpió el rostro, habían pasado dos semanas desde que aquello había pasado y seguía llorando por ello.

Su nueva casa, al menos le daba esperanzas de poder olvidarse de él, y de lo que había pasado en España. Quería volver a ser la que había sido antes.       Quería pero no podría.
La casa que había conseguido en Londres, era completamente distinta del pequeño y acogedor apartamento en el que había vivido en Italia, dejando que un agente inmobiliario decorara la casa que ella simplemente había visto una vez, resulto quedándose con una espaciosa y moderna casa de dos pisos con garaje para dos autos, aunque allí sólo puso las cajas con objetos que nunca acomodó en Italia y que seguramente ni siquiera le eran útiles, pero que simplemente no podía tirar. La puerta de entrada de madera pintada en color negro, a la izquierda – visto de frente – la puerta grande de metal cubierto por pintura blanca, al igual que todas las paredes del exterior que cubría el garaje. El jardín delantero era corto y al frente había un poco de césped, y un camino con tejas de color rojizo. Lo primero que se podía ver al entrar era una pared con un cuadro colgado, la imagen era indescifrable, una obra moderna que Lou odiaba. A la derecha estaba la sala, con amplios sillones cuadrados de color rojo brillante, las paredes blancas y en el centro una mesa baja de forma rectangular con la parte de arriba de vidrio y el resto de madera negra con espacios que simulaban el de un librero, Lou lo había utilizado para poner algunos libros que ya no leía, pero que no podía tirar, como su antigua copia de “El principito” que le encantaba y el aburrido “Laberinto de la soledad” que nunca le gusto – no podía tirarlo, allí estaba un recuerdo de sus años de estudiante en México, simplemente no podía tirarlo, por más odiosa que le pareciera su lectura -, a un par de pasos de la escuadra de sillones rojos estaba un estéreo con un estante de cd’s de metal y vidrio, Lou no tardó en llenar la mitad de aquel estante. Allí mismo en la sala estaba en el fondo una pequeña barra, detrás estantes con vino, Lou no entendía por qué le habían llenado los estantes de alcohol, ella rara vez bebía fuera de las fiestas con sus amigas, que tampoco eran una cosa muy común. En el lado opuesto de la casa, estaba el comedor, una mesa larga de madera de roble con sillas a juego de asientos blancos con puestos para seis personas. En el fondo estaba la cocina, detrás de una puerta naranja con una abertura en forma cuadrada por la parte de arriba. Adentro en la cocina, los colores eran naranja y blanco, la estufa era blanca, impecable al igual que el lavaplatos, y cerca un fregadero, frente al cual había una ventana que daba al jardín trasero. Dentro de la alacena había guardado algunos platos y vasos y el refrigerador naranja estaba cerca de la puerta casi al frente de ésta. Había una isla en medio de la cocina, allí había un frutero donde la chica había colocado algunas manzanas y naranjas. En el fondo había una pequeña mesa cuadrada de vidrio estilo moderno, las sillas a juego de metal con asientos color naranja muy pequeños y sin respaldo se colocaban debajo de la mesa, dejando bastante espacio alrededor de la misma. Pegado a la pared un teléfono también naranja estaba cerca de puerta. Del comedor se podía pasar a un pasillo donde se encontraban las escaleras, mismo pasillo que se conectaba también a la sala, y en el fondo a la derecha estaba el baño. Un baño espacioso con inodoro, lavamanos, un espejo y unos estantes, donde Lou había puesto algunos rollos extra de papel de baño y toallas para secarse las manos. Afuera había un salón grande, donde Lou había puesto un librero y un escritorio de madera negros para trabajar. Tenía sobre el escritorio su portátil y al lado un pequeño bote de basura de metal con un pedal para abrirlo. Arriba había un espacio en medio de las habitaciones, allí había unos sillones negros similares a los que había abajo, y al frente una pantalla plana grande, debajo de la cual, en el mueble para la tv había un reproductor de dvd’s y blu-ray, con la pequeña colección que la castaña tenía guardada allí mismo. Alrededor había cuatro puertas. Tres de ella eran habitaciones completamente amuebladas en diferentes colores, una en tonos azul cielo y gris, una en rosa y violeta oscuro, y la que Lou había proclamado como suya, una roja con verde olivo. La última puerta, entre las dos habitaciones libres, era un baño con regadera y puertas de vidrio, un inodoro blanco y un lavamanos cuadrado colocado en una base de madera con un espacio debajo y dos puertas.

La habitación que Lou ocupaba tenía un largo tocador de madera pintado en un tono marrón oscuro, al igual que las mesas de noche, la base y cabecera de la cama, el closet y las puertas de las otras habitaciones. Dentro también había un baño grande con regadera y bañera, una cortina de color verde oscuro separaba aquella parte del baño del resto, que era una especie de circulo con el inodoro lejos y el lavábamos de mármol cerca de la puerta, en el lado opuesto del cuarto de baño había una estantería llena de toallas y las habituales cremas y demás cosas que la chica usaba, así como unas bocinas pequeñas para su reproductor. Al lado de estos estantes cuadrados estaba un espejo de cuerpo entero.
De vuelta en la habitación la cama amplia estaba colocada cerca de la ventana que le dejaba ver hacía la calle y el jardín delantero. La colcha sobre la cama, al igual que las paredes a la izquierda y derecha de ésta era roja, la pared detrás de la cabecera era verde olivo, al igual que la del frente, donde estaba el closet y la puerta. A la izquierda estaba el tocador y el espejo, a cada lado de la cama había una mesa de noche. En el techo blanco, había un candelabro con círculos de vidrio y alrededor de toda la habitación había más focos en forma de esfera.

La chica estaba exhausta después de colocar sus cosas en su sitio dentro de su habitación, además que le parecía que la casa era muy grande, demasiado. Pero ya había firmado el contrato para trabajar con el club inglés. Por suerte conocía a algunos de los jugadores, a los españoles; pero, sobre el resto de la plantilla solo tenía una idea de quién jugaba. Solo sabía que el siguiente lunes conocería al médico del primer equipo, y que tendría que trabajar lado a lado con él, o ella, más bien.

El fin de semana transcurrió sin muchos acontecimientos, más que la vez que de alguna forma Lou consiguió perderse en la ciudad, después de haber estado buscando la manera de regresar a la pequeña zona residencial donde estaba ubicada su casa, tenía conocimiento de que algunos otros jugadores vivían cerca de su casa, pero no tenía idea de cómo andar por aquella ciudad, que tan pocas veces había explorado.

El lunes por la mañana se aventuró a la ciudad, subiendo a un taxi y observando con cuidado el camino, segura de que tendría que reproducirlo más tarde. Cuando por fin llegó al edificio, se encontró admirando de nuevo la construcción. Estaba en los campos de entrenamiento de los blues, pero no había para ella nada como los bonitos campos de su antiguo equipo.

Entró por fin al edificio y fue recibida por una recepcionista detrás de un mostrador de vidrio. La mujer delgada y pelirroja alzó la mirada, mostrando unos ojos color marrón, tenía el rostro ovalado y radiante con poco maquillaje, que dejaba ver las pecas que se esparcían por todo su rostro y brazos, como pudo ver la castaña.

-Un momento. – dijo en inglés, con el claro acento londinense. La pelirroja estaba en ese momento escribiendo algo en el ordenador. Se dio la vuelta y le dio la espalda, Lou se acomodó el bolso en el hombro y aliso con la blusa de seda azul rey y se miró los zapatos, más allá de sus pantalones de vestir negros, llevaba puestos un par de zapatos Louis Vuitton negros de tacón alto con una pequeña abertura en la parte del frente y un pequeño candado dorado que colgaba detrás del talón. Sobre los hombros llevaba un saco a juego con los pantalones, éste se ajustaba a la cintura y se abría un poco, dando la sensación de que su cadera era más grande. La pelirroja volvió a mirarla. – Éste es tu horario. – Le entregó una hoja de papel color amarillo.- Éste es el informe mensual que debes de entregar a Eva al final de cada mes. – Lou asintió. La pelirroja le daba otra hoja, aunque ésta era de color blanco. – Y éste es un listado con los nombres de los jugadores. Esta es la lista preliminar, pero te servirá hasta que inicie la temporada. – Lou recibió otra hoja, ésta era de color azul.

-Bien… Me habían dicho que me presentara con el médico del equipo… - dijo la castaña mostrándose dudosa.

-Sí, ve por aquel pasillo y entra por la puerta de la izquierda, desde allí caminas otro pasillo y casi al final, donde el camino va a la derecha verás su oficina. No hay pierde, tiene su nombre escrito detrás. – la pelirroja sonrió, mostrando un par de hoyuelos en las mejillas.

-Gracias, – miró el gafete en la blusa blanca de la recepcionista – Johana.

La pelirroja asintió y volvió a voltear la mirada sobre el ordenador. Lou se fue por el complicado camino que le había indicado. En sus manos llevaba las hojas.
En realidad, no tardó en estar frente a la puerta con el grabado “Eva Carneiro. First team doctor”. Respiró hondo y llamó a la puerta.

-Pase. – dijo una voz femenina desde dentro. Abrió la puerta y entró, frente a ella estaba una oficina con paredes blancas y un escritorio de vidrio con un par de sillas frente a éste, en la esquina opuesta estaba una cama para revisión con el usual papel verde brillante puesto encima. Tenía también un mueble con puertas de vidrio dentro del cual había aparatos médicos para revisión y un kit de primeros auxilios. Cerca de la puerta había una báscula de pesas – Tú debes ser la nutrióloga. – Lou asintió con la cabeza. – Toma asiento. – la castaña se sentó en silencio. – Como sabes, yo soy médico del primer equipo, como tú serás la nutrióloga de los mismos hombres, quería discutir contigo los aspectos que me importan de cada jugador, hay casos especiales. Aquí tenemos atención específica para cada jugador, me gusta que estén en óptimas condiciones para cada partido.

-Lo comprendo. – dijo la castaña por primera vez, el cabello recientemente cortado estaba suelto sobre sus hombros, hasta donde llegaba y se ondulaba levemente, el fleco de lado estaba también un poco ondulado y le estorbó en ese momento, así que lo apartó de su rostro antes de volver a hablar. – Para empezar necesito saber que tanto entrenan, cómo son estos entrenamientos, de qué manera viven y bueno, lo que me puedes decir que puedo trabajar por cada uno.

-Entonces ven. – La mujer bajita, de cabello rizado se puso de pie sonriendo y al levantarse Lou notó que vestía el uniforme deportivo que el club tenía para el equipo técnico. Un pants negro con el escudo del león y el círculo azul por fuera, la camiseta azul rey, unos zapatos deportivos y el cabello suelto. Eva abrió la puerta de su oficina y dejó que Lou saliera primero, ella se sintió rara, era más alta que Eva.

Mientras le comentaba acerca de la manera de trabajar en el club, Eva dirigía a Lou hasta su nueva oficina. Era una oficina parecida a la de Eva, aunque ella tenía una báscula mucho más moderna, la nutrióloga lo notó al instante, era una báscula eléctrica que además medía la altura y arrojaba algunos datos importantes como la masa corporal, el porcentaje de grasa y masa magra, etc. Tenía también un escritorio de vidrio y una vitrina que contenía los aparatos típicos que utilizaban los nutriólogos, además del kit de primeros auxilios, que la chica supuso tendrían todos en sus oficinas. Eva le indico que dejara sus cosas allí, al salir Lou se dio cuenta de las letras grabadas en un recuadro pegado a la puerta. “Louella Gómez. First team nutritionist.” Por un momento se preguntó si habría otro nutriólogo para los demás equipos…

-Te voy a dar tus uniformes. Al principio es algo incómodo, pero te acostumbraras, con estos hombres no puedes estar de tacones… - bromeo Eva.

-Sí, no puede esperarse más… son jugadores, después de todo. – La doctora entendió la broma rápidamente y rio con la castaña. Ambas caminaron hasta un salón donde a Lou le entregó una maleta con los colores y escudo del equipo, tenía un tamaño considerable y estaba cargada con sus uniformes para trabajar.

-Se te verá bien el azul. – dijo Eva. Lou cogió la bolsa y caminaron de regreso a la oficina de la chica. – Te voy a llevar a ver el entrenamiento, para cuando lleguemos, ya habrán terminado el calentamiento – miró su reloj - ¿por qué no te cambias? Te esperaré aquí afuera.

Lou entró a su oficina y rápidamente se cambió, sorprendida de encontrar también un par de zapatos deportivos dentro de la maleta. Estos con los colores del equipo y el nombre de Adidas en una esquina, junto a las líneas blancas. Al igual que Eva, se puso unos pants negros y una camiseta azul. Aunque la ropa le quedaba un poco grande, no le importó y salió de la oficina, siguiendo a la mujer aún más bajita que ella.

Diez minutos más tarde estaban sentadas en unas gradas mirando el entrenamiento, los jugadores ni siquiera se percataron de la presencia del par de mujeres que mientras miraban conversaban. Poco a poco hacían amistad, aunque Lou estaba segura de que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera llamarle a aquella mujer su amiga.




El sol estaba muy brillante, Gonzalo hablaba por el teléfono con su madre, que estaba alarmada después de saber que había cambiado a su antigua novia por la modelo rubia. A su madre no le gustaba meterse en los asuntos de su hijo, pero sabía que él no cambiaría a una chica por otra en tan poco tiempo.

Gonzalo intentaba explicarle que estaba bien y que Adriane su nueva novia lo hacía muy feliz. Aunque no se pudo ni siquiera convencer a sí mismo. La verdad era que aquella mujer lo estaba volviendo un poco loco. Nunca quería hablar de fútbol y cuando lo hacía era obvio que no sabía ni una palabra de lo que decía, lo cual solo fastidiaba a Gonzalo. Siempre se estaba quejando por la comida en los restaurantes, por las luces en el centro comercial, por las actuaciones de las películas que veían, de la decoración de su casa, de que la chaqueta que acababa de comprarse le picaba pero “no podía quitársela”. Aquella chica simplemente no tenía suficiente, siempre estaba en plan de salir, rara vez se quedaban en casa a ver una película o hacer tonterías, ella amaba irse de fiesta.
A su madre no le fue difícil entender que su hijo no quería preocuparla, así que pronto colgó el teléfono quedándose con la promesa de que la visitaría pronto.

Gonzalo no sabía muy bien por qué seguía engañándose y salía con la rubia, siendo que en el fondo solo quería disculparse con la castaña. Mariana no le había dicho ni una palabra sobre ella, y Ceci estaba completamente cortante con él, al igual que Cristiano.
Ese día no se vería con su novia, así que estaba en unos cómodos pants grises y una camiseta blanca, si lo viera, Adriane seguro sufriría de un ataque de ansiedad.

“Lou me copiaría y nos echaríamos al sofá a ver cualquier cosa en la tele el resto del día...” pensó.

En todo el día no se la había podido sacar de la mente, la extrañaba, además que Andrea, le había dado una reprimenda terrible cuando tuvo oportunidad. Él sabía que ella tenía razón. Le había dicho algo tan horrible, tal vez para otra no hubiera sido tan hiriente, pero él tenía pleno conocimiento de que él era el único que la castaña amaba y por ningún motivo haría algo con otro, en especial cuando le costó tanto darle confianza a Gonzalo.
Sintiéndose enfermo y vacío, se pasó la mano por el cabello y apagó el televisor. Fue hasta su estudio y encendió el ordenador. En el buscador puso el nombre de la chica, sintiéndose como un tonto por tener que recurrir al internet para saber sobre su ex. A la cual no quería llamar ex.

En la pantalla apareció una imagen grande de su rostro, la que se había tomado para el equipo español un año atrás. Él recordó a aquella chica tan distinta de su novia. Era mucho más juguetona de lo que parecía, a veces como una niña, pero en aquellos primeros momentos parecía una mujer madura, seria y desinteresada en los intentos de Gonzalo por salir con ella.

Él sabía que no había sido un gran novio, no era detallista, no estaba en él comprar regalos o mandar mensajes de texto con frases cursis; tampoco era muy bromista, y rara vez se interesaba por lo que ella le contaba…en muchos aspectos, no se lo podía negar a sí mismo: eran diferentes. Ella se preocupaba de saber sobre su día, si la había pasado bien en el club, si estaba demasiado cansado o si quería que hiciera algo en especial para la cena. Normalmente se sentaban juntos a mirar partidos en repetición o en vivo y ambos eran unos locos, pero conversaban sobre deportes, ella había intentado arrastrarlo varias veces a su gimnasio favorito, pero él nunca fue. Cuando recién se mudó a su casa, la chica se había puesto a trabajar, quería ayudar a Andrea con algunas tareas simples que Gonzalo bien podría hacer, pero nunca hizo y estaba seguro que nunca haría.

Ella se había negado a usar el dinero de él, mientras que Adriane lo despilfarraba con alegría. A Gonzalo no le molestaba, después de todo, era como pagar a una actriz. Pero no estaba engañando al mundo, sino a sí mismo, y lo hacía pésimamente. 

Al mirar más abajo, se encontró un link a la página de un periódico inglés. La imagen al lado, era la de una mujer distinta de la que él conocía, aunque lucía igual de radiante y en sus manos llevaba una copia del periódico; su cabello estaba mucho más corto de lo que él recordaba, caía suelto sobre sus hombros en ondas, tenía un poco más maquillaje del que usualmente usaba, con los ojos enmarcados con delineador negro y sobra gris oscuro, él la conocía bien y lo notó al instante en la falta de los lunares que adornaban su nariz y parte de sus mejillas, notó entonces que estaba más delgada, la sonrisa en su rostro solo sirvió para hacer que Gonzalo se sintiera un poco más mal, se notaba contenta. Vestía una camiseta del club Chelsea y sobre ésta una sudadera del mismo equipo en color negro. El artículo era una parte de la entrevista de Carly Indigo con la chica.

Leyó la entrevista y frunció el ceño, ella se había ido a trabajar para el Chelsea y aunque se le había preguntado sobre él, la chica se sacó el tema de encima con una evasiva creativa y dio el tema por terminado, para volver a hablar sobre el campo de trabajo para las mujeres en equipos de fútbol ingleses.

Apagó el ordenador y se fue a su habitación, abrió el closet, solo pensaba sacar una de las almohadas extra, pero cuando la sacó de arriba del mueble, unos portarretratos se cayeron al suelo, por suerte no tenían vidrio. En los cuadros estaban ambos. Él ni siquiera recordaba haberse tomado aquellas fotos, la primera era de la noche que había llegado a Italia para estar con ella, ambos aparecían sonriendo. La siguiente fotografía era un poco más grande y el marco era en forma ovalada; volvían a salir los dos aunque aparecían los hombros de Sergio y Marcelo, aunque esa había sido tomada en el restaurante de Mariana, él se reía de alguna broma de sus amigos, ella lo miraba y sonreía, el brazo de él estaba sobre el respaldo de la silla de ella. En el cuarto retrato, estaban con Özil y Cristiano, los tres hombres sonreían frente a la cámara mientras ella ponía una cara graciosa con una sonrisa exagerada y los ojos bien abiertos, una ceja alzada. Él recordaba haberse tomado esa foto, pero no sabía que la chica había puesto aquella cara, era de uno de sus primeros partidos de la Champions. En el último retrato aparecían ambos con el pasto detrás, estaban en el Bernabéu después de un partido.

¿Por qué estaban esas fotografías allí? 

Saturday, September 21, 2013

Thursday, September 19, 2013

Buenos libros

Es siempre bonito mirar un libro, leer la reseña y decidirse a comprarlo. 

La desicion es siempre importante. Uno escoge no solo un par de horas de diversión, no, uno escoge un destino al cual viajar y en el cual vivir un par de dias, los mejores amigos y la aventura que tendrás. 
Leer el libro escogido es aun mas fácil, uno se hace cercano y familiar a la narrativa y estilo del autor, a sus personajes y sus formas de pensar.

Hay libros que uno acoge y protege con especial cuidado. Hay quien prefiere leer "en secreto": desde la comodidad de nuestro living, en nuestra habitación o jardín. Pero nunca falta tampoco aquel -como yo- que prefiere leer en cualquier lugar donde se le de la oportunidad: la escuela-siempre que las actividades estén terminadas, tampoco se trata de meterse en problemas -, en el auto -poco recomendable si uno se marea con facilidad-, en esas visitas incomodas a familiares lejanos.

Al final, llegas al último capítulo de tu preciado libro y sabes que pronto será la despedida, terminará la historia y con ella tu amistad con los personajes y su aventura llegará a su fin.

La última página ya marca el inevitable fin, la última palabra nos lleva a recordar las páginas previas y así aunque sea triste dejar un libro de lado y ponerlo en el librero para leerlo de nuevo quizá algún día, miramos hacia la nada y admiramos la aventura y nos ponemos a la espera de una nueva aventura que nos saqué de una aburrida clase y nos lleve hasta las lejanas tierras de la Nueva Zelanda de 1852...

Wednesday, September 18, 2013

Cuando tengas ganas de morirte

Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y veras qué hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.
Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.

Jaime Sabines.

Tuesday, September 17, 2013

Gol. Capítulo 16

Capítulo 16


Mariana se levantó de la cama y se arregló para ir a trabajar, habían pasado un par de semanas desde que el restaurante abrió y las críticas aun eran buenas, la gente continuaba llegando y Lou no parecía tener ningún problema para manejar la situación. En España, era una cosa distinta, Mari quería remodelar el restaurante, pero no podía con la boda que no estaba planeada completamente. Mari había encontrado los vestidos para sus damas, el suyo, los smokings de los hombres, además que ya había contratado el banquete, el jardín y él salón, la luna de miel ya estaba planeada, la iglesia ya estaba reservada, las flores, los músicos, el pastel de bodas, las invitaciones, todo. Todo estaba preparado.
Pero Mariana estaba estresada, Kaká le había ayudado con la mitad de las cosas, pero en ese tiempo ellos se habían peleado sobre los manteles de las mesas, el moño en las invitaciones, el color de las flores para la iglesia, y además el día anterior, él había llegado tarde a las pláticas pre-matrimoniales a las que debían asistir antes de la boda.
Mariana estaba irritable y Kaká después de haber tenido un entrenamiento pesado esa mañana estaba que echaba humo cuando Mariana comenzó con las indirectas.
A manera de broma le había preguntado si también al entrenamiento había llegado un “poquito tarde” y esto lo molesto de tal manera que él contraatacó con lo primero que logró recordar.
-No, amor. Pero si hubiera llevado un moño atado por el medio, seguro ni entrenaba. – le contestó él con una sonrisa, falsamente dulce.
-Bueno, cariñito… me imagino que si te pintabas de azul no te hubieran dejado entrar. – le comentó Mari, haciendo referencia a la idea que él había tenido de poner flores azules en lugar de rosas entre las blancas que se pondrían como centro de mesa.
-Mira, corazón. A la otra, me pondré un trapo color plata sobre la cabeza. Eso sí que te gustará. – comentó, recordándole a Mariana sobre los manteles que quería colocar.
-Panquesito… - dijo entre dientes. – no estoy para bromas.
-Sirenita, yo tampoco.
En ese momento ambos se echaron sobre el otro, besándose y tocándose, aunque aclarando el asunto.
-En este momento te odio. – dijo Mariana mientras Kaká la cargaba hasta la habitación.
-Sí, yo te odio más.- le dijo él, abriendo la puerta como podía.
-Ni me hables. – le espetó Mariana, poniendo sus manos en los hombros de él.
-¡Cállate de una vez! – la silenció el jugador antes de meterse en la habitación y cerrar la puerta con el pie.

~~~

Las puertas del restaurante por fin se cerraron, los meseros comenzaron a irse, en la cocina con los platos limpios todos salieron, despidiéndose de la jefa, Lou se tiró sobre una silla, no sabía qué hacer, había estado parte del día ayudando como podía en la cocina, luego simplemente se paseó por el lugar asegurándose de que a todos los clientes los atendían bien, pero a mitad del día se quedó sin mucho que hacer, la gente entraba y otros salían, en la cocina, ya tenían su ritmo bien puesto y ella solo estorbaba allí dentro, mientras que afuera no tenía mucho que hacer más que sentarse frente a la registradora y hacer las cuentas para los clientes que iban saliendo. Lo peor del asunto, al Real Madrid lo habían eliminado de la Champions league en la semifinal el miércoles. Ya ni siquiera la espera de la final le entusiasmaba tanto, además que el equipo había dejado escapar los últimos partidos y tampoco se llevarían la liga. Lou estaba molesta, frustrada y aburrida.
Y al terminar el día, además estaba cansada. Hacía días que no podía dormir, solo se acostaba en la cama y sus sentidos se agudizaban, también estaba paranoica. Después de que Ale la atacará, se fue a la casa de Higuaín y allí se sentía segura, con todo y las peleas, se sentía seguro y acompañada, no había un momento en que estuviera sola pues si no estaba Gonzalo para hacer alguna payasada, estaba Andrea para comentar con ella sobre lo último que había pasado en algún programa de la noche o hablar sobre cualquier cosa. La rubia que trabajaba para Higuaín era una mujer amable e inteligente. Lou extrañaba eso.
En aquel apartamento solo se tenía a sí misma. No había nadie para hacerle compañía, no había nadie para protegerla. Nunca antes había vivido sola y no era que no le gustara la soledad, porque amaba el silencio, pero por la noche extrañaba despertar con frio y descubrir que Gonzalo había cogido su parte de la cobija. Extrañaba que alguien la despertara a mitad de la noche porque había soñado con nachos y quería comer nachos. Extrañaba esas cosas raras que él decía cuando estaba dormido. Había hecho una frasecita su mantra y con esas tres palabras intentaba ir a dormir con paz mental, rara vez lo lograba pero decirse a sí misma “ya está terminado” era un paso fundamental para aceptarlo, pues realmente ya estaba terminada su relación con el argentino.
No lo admitiría a sí misma, pero extrañaba a Gonzalo. Aunque él la hubiera humillado y le hubiera dicho aquellas cosas tan horribles, extrañaba al argentino y al llegar a casa y poner los tres seguros a la puerta antes de ir a la habitación y cerrar con llave el balcón, Lou se dio cuenta que tal vez era hora de un cambio.
Al día siguiente llamó temprano a Mariana, ella estaba en el restaurant, haciendo lo suyo, Lou estaba entrando a la escuela de idiomas. Hablaron por unos cinco minutos y luego colgaron, Mari no entendió por qué sería tan importante que supiera aquellos mínimos detalles sobre el restaurante, pero no le dio importancia.
La escuela de idiomas consistía de un mostrador al frente y una puerta con un vidrio a la izquierda, todo allí era gris o blanco y  en las paredes de lo que parecía ser la recepción había posters de los países cuyos idiomas se enseñaban allí. El chico detrás del mostrador la atendió rápidamente y ella entró por la puerta de la izquierda hacia un pasillo largo, a sus lados había otras puertas que dirigían a pequeños salones de clase, no había más de cinco alumnos por salón, de hecho Lou no vio ningún salón lleno. Pronto alcanzo el final del pasillo, allí había unas escaleras, en la zona de arriba había más espacio y más salones, se fue al salón número seis y llamó a la puerta, un hombre demasiado joven para tener treinta y demasiado adulto para los veinte salió para recibirla.
-Hola, mucho gusto. Soy Lou Gómez.
-Eduardo Flores. – dijo él. - ¿te puedo ayudar en algo?
-Sí, eh… - la chica se sintió algo apenada, sabía que aquella no era la manera habitual, pero necesitaba un maestro de Italiano y lo necesitaba pronto. – me ha dicho el de recepción que tú podrías enseñarme italiano.
Eduardo se rio y miro de reojo a sus alumnos dentro del salón, detrás del cristal, tres jóvenes se amontonaban cerca de la puerta intentando escuchar la conversación, esperando que aquella chica fuera la novia del maestro, pero él sabía, porque se le notaba a kilómetros, que ella era muy joven y además parecía importante, hablaba como si tuviera prisa. No de irse, sino de llegar a un compromiso, o al menos, eso fue lo que pensó él.
-Sí, pero tú no serás básico, ¿verdad? – la chica sonrió y negó con la cabeza orgullosa.
-No, pero sé que hay muchas cosas que no sé.
Después que el maestro le diera el número de su teléfono móvil y se despidieron y ella se fue.

Lou pasó las siguientes semanas aprendiendo Italiano, no le fallaba mucho, simplemente era cosa de que aprendiera a conjugar los verbos en pasado y que expandiera su vocabulario.
En el restaurante las cosas iban muy bien, pero se aburría, extrañaba su trabajo como nutrióloga, extraña hablar en español, extrañaba a sus amigas, a los hombres del Madrid que la hacían reír demasiado y extrañaba las horas que pasaba en el hospital charlando con las enfermeras. Por un momento deseo volver a España, pero en aquel instante el teléfono comenzó a sonar, fue a cogerlo en la mesa de noche y presionó el botón verde. La llamada era de Mike, de nuevo el Chelsea quería saber si ella podría visitar el plantel y discutir la posibilidad de que trabajara con ellos, Lou se sorprendió había olvidado por completo aquella propuesta, así que cuando colgó con la promesa de llamarlos ella, tuvo que pensárselo muy bien.
Salió del apartamento, llevaba unos jeans y una camiseta roja con un estampado de flores, encima se había puesto una chaqueta ligera de denim. Estaba usando como era común, un par de tacones altos y llevaba el cabello suelo. Demasiado largo por no haberlo cortado en los últimos meses, aunque estaba perfectamente sano, así que no tenía urgencia de cortarlo.
En la ciudad, por la noche había muchos bares abiertos, se paseó por una calle bonita, había gente pasando a su lado y algunos autos, chicos guapos montados en vespas. En una esquina había un local donde vendían libros, además que era una pequeña cafetería, Lou la había descubierto cuando buscaba por todas las librerías una copia de “como agua para chocolate” la semana de su llegada a Italia. Allí mismo lo había comenzado a releer. En medio de la noche, la cafetería aún estaba abierta, así que husmeó entre los libros y escogió algo que se veía prometedor. “El profesor” aunque claro; los libros estaban en italiano. Con el libro en las manos buscó entre las revistas, allí, una de aquellas revistas le llamó la atención, en la portada, aparecía su ex. Su ex con una mujer. No le agradó nada, así que cogió la revista y fue al mostrador, pagando el libro y la revista se fue directa de vuelta al apartamento, se sentó en la mesita de la cocina y sacó la revista de la bolsa de papel que le habían dado en la librería. Pasó las hojas y se fue a encontrar con la nota donde se hablaba un poco de la súbita ruptura de ella con Gonzalo y de como él se “repuso” rápidamente y comenzó a salir con aquella nueva mujer. En su rostro lucía una cantidad exagerada de maquillaje, tenía un cuerpo de modelo, y el cabello rubio corto, por encima de los hombros. Lo primero que la chica pensó fue que eran todo lo contrario, además que por las fotos, se notaba que ella era de la misma altura que él, una mujer alta, se veía también que era mayor a él. Y al final de la nota, comprobó que aquella era modelo. En las fotos aparecían abrazados y en la última parecían estar besándose, ¿había pasado un mes y él ya estaba en plan de novio con otra mujer? Lou se negó a creérselo, releyó la nota entera y después se sintió enfadada, se levantó de golpe y caminó apresuradamente a la habitación, donde pateó la pared de piedra, simplemente lastimando su pie. Se sentó en la cama, enfadada y se sacó los zapatos, su pie estaba rojo, había tenido que ponerse violenta…
Molesta y cojeando por el dolor sacó el pijama del closet, puso su ropa en la canasta de la ropa sucia y se metió en la cama tras apagar las luces del apartamento y revisar que la puerta de entrada estuviera bien cerrada.
No logró dormir bien, y cuando por fin sus ojos cedieron al sueño, la alarma sonó. Lou se puso de pie de mala gana, al apoyar el pie derecho con el cual había pateado la pared, sintió un dolor fuerte que iba desde la punta de sus dedos y subía hasta su tobillo. Se preguntó si lo había roto, pero no tenía tiempo para nada así que se dio un baño y se puso una crema para el dolor que uno de los preparadores físicos en Madrid usaba para los golpes en los partidos. El dolor desapareció así que Lou se puso un vestido rosa de tirantes con corte en forma “A” y sus zapatillas blancas, se secó el cabello, dejando que algunas ondas se formaran en éste, cogió su bolso blanco y sus lentes oscuros y se fue. Una vez que llegó al restaurante, se sentó ante la caja registradora y cogió el celular, rápidamente llamó a Mari.
-¿Hola? – Mari contestó.
-Hola, ¿Cómo estas Mari? – preguntó Lou entusiasmada, mirando como los meseros salían de la cocina con sus delantales negros atados sobre la cintura.
-Bien, ¿y tú? – dijo la chica, en ese momento estaba en la barra, preparando bebidas.
-También. Mari… - el tono de la chica cambió un poco. Le comentó sobre la propuesta del equipo Inglés.
-Yo sé que no eres feliz en Italia. – respondió Mari. – y de segura ya te enteraste de la güera esa…
-Sí… pero eso es lo de menos, el restaurante va muy bien y creo que podemos dejarlo en las manos de Laura, es una chef increíble y ella puede hacerse cargo.
-¿Entonces te vas a Inglaterra? – Mari no daba crédito a lo que su amiga le decía.
-Sí.
-Ay, es que a ti te gusta estar entre hombres sudorosos, ¿verdad? Ya admítelo. – bromeó Mariana. – Pero vas a venir a mi boda.
-¡No me la pierdo por nada! Además con esa invitación tan mona que me han mandado…
-Más te vale.
Después de hablar un poco sobre la boda de Mari, ambas colgaron y se fueron a revisar que el restaurante funcionara como era debido. Lou se puso de acuerdo con Laura, le aumentarían el sueldo y ella quedaría a cargo del lugar hasta que Mari o ella fueran. En cuanto Lou tuvo tiempo llamó a Eduardo y canceló el resto de sus lecciones antes de llamar al hombre del Chelsea que le había insistido en que los visitara. Así lo haría, visitaría Inglaterra y probablemente allí se quedaría.
Pero antes de hacer cualquier arreglo, tenía que comprobar que el puesto le agradaba, esta vez no se metería en enredos, en sus manos estaba mantener a los jugadores a distancia, con los hombres del Madrid había hecho amistad y cuando se fue sabía que una parte de sí misma se había quedado con ellos y que a ellos los había herido, no le había comentado a nadie que se iría, ni siquiera a Sergio, que había estado intentando llamarla, pero ella no quería contestar sus llamadas. No quería escuchar los reproches de su amigo, que aquel día de la apertura del restaurante había hecho por restregarle en la cara lo mucho que todos la extrañaban. Casi se le rompía el corazón solo de acordarse de que había dejado toda una vida en España. Toda una vida.
Y mientras los días pasaban, ella sólo se torturaba más, en los programas de chismes había de vez en cuando una nota sobre Higuaín y su famosa novia, la mujer de cabello rubio había llevado a Gonzalo a un evento aquí, a un evento allá y en casi todas las fotos aparecían abrazados o besándose. Al principio a Lou le hervía la sangre, pero después, no se movía siquiera, no estaba indiferente, simplemente no sentía nada. Como si hubiera abusado brutalmente de sus sentimientos y en ese momento ya no le quedaban ningunos. No sentía ni enojo, ni tristeza, ni felicidad, nada. Solo sentía que los días pasaban muy lento y su avión salía el viernes.
Cuando el viernes llegó, Lou se fue al aeropuerto a las cuatro de la tarde, el vuelo salía a las siete, así que tenía suficiente tiempo.
No tardó en aterrizar en la ciudad de Londres, en el aeropuerto de Heathrow, desde allí un taxi la llevo al hotel donde durmió casi toda la tarde antes de salir a buscar algún lugar donde cenar.
El mesero acababa de darle la carta, estaba en un restaurante local, Lou creyó ver a alguien conocido. El lugar estaba decorado con muchas fotos en las paredes, algunas más cerca del suelo que otras, las paredes eran azul oscuro y toda la parte del frente eran cristales, grandes vitrales coloridos y la puerta de vidrio en el medio. Al fondo estaba la cocina y la caja registradora sobre un costado de la pequeña barra.
-¿Qué haces aquí? – le dijo él en inglés cuando la saludó.
-…es una larga historia.- le respondió ella, también en inglés.
-Tengo tiempo, ¿te molesta? – le dijo, refiriéndose al puesto frente a ella, estaba sentada en una pequeña cabina al estilo de los años 50, aunque la mesa era azul oscuro y los sillones tenían un diseño de rayas gruesas del mismo azul y blanco. Ella negó con la cabeza y él se sentó al mismo tiempo que alzaba el brazo y le indicaba al mesero que le llevará otra carta. – La comida aquí es excelente. – le dijo.
-Seguro… - dijo ella, mordiéndose la lengua para no reprocharle al jugador que visitara un restaurante donde todo en el menú contenía alguna cosa que ella nunca en la vida le permitiría a ningún futbolista comer con frecuencia. El mesero le llevó la carta al hombre sentado frente a ella y de inmediato él supo que pedir.
-Pide las alitas, te las sirven con unas papas y una ensalada buenísimas. – le recomendó.
-¿Vienes aquí con frecuencia, verdad? – le dijo ella, el mesero se acercó y el alemán sonrió antes de que el mesero respondiera por él.
-¿Lo de siempre Lukas? – Lou se quedó mirando al mesero sin saber que decir, no esperaba eso, según sabía, él llevaba poco tiempo en Inglaterra.
-Sí, a ella tráele las alitas. Ya sabes, con la ensalada. – se cubrió la cara con el dorso de la mano y bajó la voz, aunque ella lo pudo escuchar. – Es nutrióloga, no quiero que se le quemen los cables aquí… - el mesero se rio por lo bajo y escribió en su pequeña libreta.
-¿De tomar?
-Una limonada. – dijo ella.
-¡No! ¿Qué es eso? – Lukas la miro sonriente, Lou sabía que estaba jugando. – Dos coronas.
El mesero se alejó de la mesa aun escribiendo en la libretita, Lou miró a Lukas, no le agradaba del todo que hiciera eso, pero él solo sonreía.
Él se inclinó en la mesa y puso los codos en la mesa dejando un brazo descansando sobre ésta mientras se tocaba la barbilla con aire pensativo. Tenía la barba crecida, tal vez no se habría rasurado en un par de días.
-El rumor es que te engañó con la rubia. – dijo de pronto aunque en voz baja, no parecía avergonzado, aunque se veía pensativo. La chica no comprendió enteramente hasta que pasaron un par de minutos en silencio. Él se dio cuenta de ello, y pudo ver que cuando comprendió la pregunta sus ojos mostraron tristeza, pero solo fue un instante, luego se volvieron fríos y soltó un suspiro en forma de risa.
-No. Eso sería más simple. – le dijo. - ¿En serio quieres saber toda la historia? – él alzo las cejas y puso los brazos sobre el respaldo del sillón donde estaba sentado. El mesero dejó las cervezas frente a ellos, las botellas de vidrio se empañaban y las gotitas de agua comenzaban a resbalar hacia abajo.
-No le diré a nadie si no quieres. – le respondió. Ella suspiro y se lo contó todo, emitiendo algunos detalles inútiles, los sentimientos que no había encontrado ahora la golpeaban, pero miró hacia el techo y se contuvo como pudo. - ¿Y ahora te quedaras aquí?
-Sí. Me gustaría mantenerme alejada. Es lo mejor; además él ya tiene nueva novia.
Lukas asintió, sabía que ella quería llorar pero prefirió voltear la hoja y dejar el tema, después de todo, si ella se quedaba en Londres, podrían conversar después. El mesero llevó la comida y ambos comenzaron a comer mientras hablaban un poco sobre sus planes para la siguiente temporada, ocasionalmente bromeando. Lou no había descubierto lo bromista que el alemán podía ser.
Al día siguiente se fue hasta Stamford bridge.

~~~
La despedida de soltera de Mariana fue toda una fiesta. Las amigas más cercanas de la chica estaban allí, al igual que su hermana y algunas otras invitadas a la boda.
Ceci, Cristina y Lou estuvieron toda la mañana arreglando un salón en el hotel donde sería la recepción de la boda, había mesas altas de vidrio con sillas de metal color negro y forro blanco, en las mesas habían puestos centros con un par de globos atados a unos pequeños palitos de madera pintados de color rojo o azul. El tema en esa ocasión eran los colores de la bandera de reino unido, Ceci se las había arreglado para conseguir un modelo a miniatura de un mini cooper azul con la bandera de carreras en el techo y una bonita pintura que ya había mandado a casa de su amiga. Cristi le había regalado un set de seis portarretratos grandes con intrincados diseños, seguramente pensando en las fotos que se traerían de Brasil, a donde se irían de luna de miel. Lou le había llevado al par una colección de sábanas y colchas, recordando lo mucho que su amiga odiaba las sábanas blancas.
La fiesta comenzó temprano, por la tarde, pero se alargó y las que se quedaron decidieron hacer más que comer pastel y chismorrear. Así que se fueron al bar del hotel y comenzaron a beber, Mariana dio la sorpresa de la noche, tomando shots de tequila sin rechistar, aunque paro antes de ponerse borracha y bailo lo suficiente para procesar el alcohol, las demás no pudieron igualarle sin cambiar de bebida o caerse al suelo de borrachas. Ceci estaba riendo con las tonterías de sus amigas, ella había decidido llevar a sus amigas de vuelta a casa en su auto, por lo que sólo tomó refresco. Cristina comenzaba a coquetear las paredes y Lou bailaba con el resto de las invitadas a la despedida, Mari incluida. La cuñada de Mari decidió hacer un brindis casi a las dos de la madrugada.
-¡Esa que se casa! – grito mientras se paraba sobre una mesa. La gente no la podía ver bien, pues la luz era muy tenue. - ¡Sí, esa! – apunto hacia Mariana con el vaso de vodka y jugo en la mano. – ¡ESA ES MI CUÑADAAAA! – las mujeres comenzaron a reír, era obvio que aquella mujer estaba borracha y Mari en el estado en el que estaba no le importó mucho, sino que rio con el resto y escuchó cuando volvió a hablar. Esta vez, tuvo algo de coherencia al hablar. – Se va a quedar toda la vida con el mismo hombre…no la culpo, miren que…que…¡que yo la quiero! Y le deseo toda la suerte del mundo, ¡ESTA ES POR TI, MARIANA! ¡HASTA EL FONDO! – dijo y se llevó el vaso a los labios para beber, como las demás todo lo que le quedaba en el vaso.
Mari recibió un abrazo un tanto violento de parte de sus tres mejores amigas y poco después la fiesta terminó y Ceci tuvo que llevar a sus amigas de vuelta a sus casas, con excepción de Lou, que se subió al elevador y como pudo entró en su habitación de hotel. Ceci deseaba haber detenido a sus amigas, porque a decir verdad, ellas estaban hechas un completo desastre, en especial Cristi. Mari, aunque no estaba tan mal, le preocupó, después de todo, al día siguiente se casaba.



-¿Dónde está? – preguntó Ceci, Mariana no había regresado de su cita con el estilista, aún hacía falta que la maquillista la preparara y se pusiera el vestido, pero claro, Mariana de seguro se había quedado atascada en el tráfico en alguna parte de la ciudad y mientras tanto Ceci y Cristina se mordían las uñas, Lou tampoco había hecho su aparición por la casa de Cristina, después de esperar mucho tiempo, sonó el timbre y las dos salieron, el cabello de ambas recogido en un chongo alto y abultado, a Ceci le caía un poco de cabello hacía el lado derecho.
Al abrir la puerta se encontraron con Mari, peinada y lista, tenía el cabello largo en un chongo con rizos y la tiara puesta de manera que detenía el velo, y evitaba que se cayera. Con las mejillas rozadas y los ojos enmarcados con delineador negro y sombra de ojos que iba de negro a gris y en la esquina de la ceja era blanco, por eso se había tardado tanto, había conseguido que el maquillista la encontrara en el salón.
Mari lucía de verdad hermosa para su boda. Sonrió, la maquillista le había puesto un labial a prueba de todo, que le tendría que durar 24 horas y sobre éste le había puesto brillo de labios. Ceci la miró y la atacó con uno de sus abrazos, pocas veces abrazaba a alguien, pero después de que comenzó a salir con Cristiano Mariana y Cristi se habían dado cuenta de que estaba más cariñosa con ellas. Ceci se fue a poner la sombra de ojos, había optado por algo claro y natural, como usualmente hacía, se puso la sombra rosada y un poco de dorado para resaltar el maquillaje, se puso brillo de labios y volvió a la habitación donde Mari hablaba animadamente con Cristi, ella se había terminado de arreglar hacía poco menos de una hora, se había puesto sombra de ojos de un color crema muy claro y un tono rosado oscuro y delineador sobre el parpado, haciendo el efecto de tener más pestañas. Mariana era la única que usaba pestañas postizas.
-Primero vístanse ustedes. – dijo Mariana. Las tres se metieron en la habitación de Ceci, la primera en cambiarse fue Cristi, después de probarse veinte vestidos rosas en diferentes tiendas, Mariana se enamoró de un vestido color azul, el cual todas las damas habían aceptado felizmente usar. Probablemente Ceci era la que más feliz había sido con el color del vestido, pero al final a todas les causo gracia que el vestido no fuera rosa como la novia lo había planeado.
Ceci subió el cierre y Cristi se dio la vuelta, el vestido era a un solo hombro y tenía una cinta sobre la cintura que le quedaba perfectamente ajustada, desde allí el vestido caía con gracia hasta el suelo. Mariana estaba complacida con la apariencia de sus damas. Los zapatos abiertos eran plateados con tacón alto y cintas que rodeaban el tobillo, escogidos por Ceci, quien rara vez se ponía zapatos de tacón.
Un par de minutos después Ceci también estaba vestida, justo cuando ayudaban a Mari a entrar en su ajustado vestido, sonó el timbre, Cristi salió a abrir, Lou estaba allí de pie con el cabello recogido de la misma manera que el de sus amigas, aunque el fleco le caía sobre la frente con algunos mechones que se hacían más largos y le llegaban casi hasta la mitad de la mejilla, definitivamente se había hecho un corte de cabello. Llevaba unos pantalones de color rojo brillante con una blusa negra que tenía estampada la imagen de su héroe de toda la vida, Freddy Mercury en los pies sus converse.
Ya estaba maquillada, al igual que sus amigas con sombras de ojos en tonos rosados, aunque ella había optado por ponerse un poco de negro en la base del parpado, sobre la línea de las pestañas, sus mejillas sonrosadas y sus labios con un brillo rosado muy tenue.
Ambas entraron a la casa y se toparon con Mari vestida y preparada.
-¿A poco no está guapísima? – dijo Ceci con entusiasmo.
-Sí. – dijeron las dos amigas.
Mari sonreía y minutos después las cuatro estaban listas. Justo a tiempo, pues llegó la limusina. Las cuatro subieron, primero la novia y luego las damas, primero Cristi, luego Ceci y al final Lou. La limusina negra no tardó en llegar a la Iglesia, afuera había algunas personas, los padrinos y algunos familiares de ambos novios. Kaká ya estaba adentro de la Iglesia, esperando a que su hermano le avisara que su novia ya estaba allí. El pasillo hacia el altar estaba cubierto con una alfombra roja y a los costados, junto a cada banca había arreglos de flores color blanco, rosa y algunas plantas color verde brillante que hacían del arreglo un pequeño conjunto frondoso de flores.
En sus manos, Mari llevaba un ramo de cristal cortado, la mantilla española en su cabeza caía con gracia, la cola del vestido estaba por el momento en manos de Cristi, una niña y un niño de cuatro y seis años le ayudarían a llevar la cola, ambos hijos de su cuñada, misma que no mostraba signo alguno de resaca tras la noche anterior en la cual había tomado de todo.
Mari respiraba hondo, su padre hablaba con ella, pero ella insistía que no eran nervios sino emoción, ya quería llegar al altar, dar el sí, besar a Kaká y poder llevar el anilo de bodas en su dedo por siempre.
Mientras Cristi cogía la canasta con flores y se la daba a otra niña, una hija de la prima de Kaká, quién arrojaría los pétalos tras la entrada de la novia. No había sido asignada a que lo hiciera pero Cristina se ocupó de poner a las damas y a los padrinos en fila, siendo Ceci la primera, pues ella era madrina de ramo y llevaba el bello ramo de rosas color rosa y blanco que Mari dejaría a la virgen. Los siguientes en la fila eran Alonso y Nagore, ambos serían padrinos de anillos y detrás de ellos con las arras Carolina y Marcelo Saragosa, detrás Gonzalo y Lou llevaban el lazó en una cajita de cristal, al final, los padrinos de velación unos tíos de Kaká que Mari no soportaba.
Mari sonrió con malicia cuando Lou la miró con mala cara, recordaba que cuando aún estaba con Gonzalo habían planeado las cosas de esa manera, pero en ese momento no podía ni mirar al hombre con el que entraría a la boda de su mejor amiga. En cambio Mari sentía ganas de reír, internamente deseaba que algo pasara en la recepción, tal vez se volverían a unir, tal vez él le pediría perdón y su amiga aceptaría. Pero en ese momento Mari solo tenía cabeza para lo que estaba a punto de suceder.
Estaba vestida con el vestido de sus sueños, peinada y maquillada como nunca se hubiera imaginado, el ramo que llevaba en sus manos ansiosas era tal y como siempre lo soñó, sus amigas estaban allí, su madre, su padre, hermanos, toda su familia. La madre de Kaká esperaba al lado de su hijo adentro, en el altar, mientras su padre charlaba con su madre que estaba frente a ella, su padre estaba a su lado esperando a que las puertas de la Iglesia se abrieran y las damas y padrinos comenzaran a caminar. Cuando lo hicieron él se volteó hacia su hija, dándole las últimas palabras y buenos consejos que le quedaban antes de poner el brazo para que su hija con lágrimas en los ojos lo tomara. En lugar de coger el brazo de su padre, lo abrazó con el mismo cariño de siempre, como cuando era una niña, su madre ya comenzaba a caminar por la alfombra, lanzando una última mirada a su única hija, la más chica. No quería llorar, pero al verla la realidad cayó sobre ella. Su hija estaba a punto de casarse, ya no era una niña, no era la niña pequeña que ella siempre recordaba cuando la miraba. Era una mujer. Una mujer a punto de comenzar una vida con un hombre al cual amaba. Y así todos esperaron de pie a que la novia y su padre caminaran hasta el altar.
Despacio caminó hasta el altar con su padre a su lado y cuando se encontró con la mirada de Kaká se le escapó una sonrisa enorme, no había estado nerviosa en todo el tiempo que había planeado la boda, pero al mirar a su futuro esposo, sintió como el corazón se le aceleraba. Las luces tenues en la Iglesia hacían de todo el evento algo romántico, las flores de colores tiernos también pero finalmente el llegar al altar y darle un beso en la mejilla a su padre antes de que éste se dirigiera a Kaká para entregarle a su hija, eso fue lo que puso todo en su lugar.
-Te estoy vigilando, muchacho. – Kaká se quedó sin palabras así que asintió despacio con la cabeza. El padre de Mariana sonrió y dejo que la mano de su hija soltara la suya y fuera allí donde la mano de Kaká esperaba, le dio un apretón en el hombro al futbolista y sonriendo se fue al lado de su esposa.
Toda la ceremonia paso lentamente, aunque para Mariana y Kaká había pasado todo muy rápido. El intercambio de votos, cuando Mari tuvo que respirar profundo para no llorar, a pesar de llevar maquillaje a prueba de agua, no quería permitirse salir en el video de su boda llorando. Kaká contuvo las ganas de reír durante todo el tiempo que el padre le dictaba lo que debía decir y Mari lo miraba divertida, aunque sólo Kaká reconocía aquella manera en que ella levantaba levemente la ceja y apretaba los labios cuando algo le hacía gracia pero no podía decir nada. Ellos dos se entendían. Los padrinos de anillos, que se acercaron a darles los anillos, se fueron a sentar de nuevo.
Marcelo y Carolina llevaron las arras y se quedaron al lado de los novios mientras hacían el intercambio de estos, Mari intentando no tirar ninguna. Después de que Kaká devolviera las arras a Carolina, ellos dos se fueron a sentar, con la cajita que contenía las arras en las manos. Los tíos de Kaká, padrinos de velación estuvieron de pie al lado de ellos durante todo el proceso y cuando Gonzalo y Lou les pusieron el lazo y se quedaron de pie a un lado la tía de Kaká le lanzó una mirada fría a la castaña. Mari la odiaba, y de haberlo visto seguro que le habría amargado la ceremonia pero Lou hizo como si no lo viera y en lugar de darle importancia buscó entre las bancas la cara familiar de cierto futbolista que la había acompañado, para no desaprovechar el segundo boleto que Mariana le había enviado con la invitación. En el proceso cruzó miradas con la novia rubia de Gonzalo, que le mandaba miradas llenas de odio. Gonzalo estuvo de pie junto a ella, con las manos cogidas por el frente, ella estaba sosteniendo la cajita de cristal donde el lazo sería guardado. Finalmente el padre indico que se podían quitar el lazo y Gonzalo fue hasta Kaká y sonriente le quito el lazo, mientras Lou le guiñaba el ojo a Mari de manera exagera, obviamente sin disimulo alguno.
Los padrinos de velación encendieron una vela que le pasaron a los novias y la ceremonia continuó hasta que los niños pasaron a dejar las ofrendas y después de la comunión y la última oración, todos estaban de pie y el padre, un padre de edad avanzada que había atinado a conocer a los novios antes de la ceremonia les permitió que se besaran antes de salir de la Iglesia.
Aunque claro, Kaká y Mariana se volvieron a besar una vez que salieron.
Tras una serie de felicitaciones, Kaká cogió la mano de Mariana y se fueron a la limusina, para irse de una buena vez al lugar del evento.
Cristi desapareció en cuanto la gente salió de la Iglesia, Ceci y Ronaldo se fueron juntos en el auto de él y mientras Lou se iba con Lukas en el auto que él había rentado esa misma mañana. Ambos se quedaban en el hotel donde sería el evento, así como los invitados que venían de algún lugar lejano.
En el camino al lugar, Mariana y Kaká no dejaban de bromear sobre lo poco que habían visto de los invitados y el pequeño tropezón de Ceci al entregarle el ramo cuando ya se había terminado la ceremonia.
Al llegar al hotel Mariana y Kaká esperaron un poco antes de salir de la limusina. Casi todos los invitados ya estaban allí cuando salieron por fin, Mariana estaba encantada con todo. El lugar estaba tal y como se lo había imaginado.
Había un gran toldo árabe color blanco y enredado en las patitas de éste había lucecitas amarillas enredadas que llegaban al techo y colgaban, aquellas luces no serían prendidas hasta que comenzara a oscurecer, y sería entonces cuando darían un efecto especial, como de estrellas. Por todos lados había mesas altas redondas de color blanco donde se sentaban cuatro personas. Como centro de mesa habían sido colocadas unas peceras con flores rosadas de apariencia voluminosa, y piedritas en el fondo. Al fondo había una mesa larga en forma rectangular con un mantel de color verde pistache y un mantel más pequeño de color rosa puesto sobre éste. En medio había una pequeña pista de madera para bailar y una tarima al lado de ésta para un cuarteto de Jazz, todos los músicos estaban vestidos de negro.
Aún era temprano, las cuatro de la tarde, con todos los invitados allí Mariana y Kaká se pusieron frente a la mesa en forma de rectángulo y un ministro llevó a cabo la boda civil. Los testigos de Kaká fueron Iker y Ceci, ya que Sarah no había podido estar allí a causa de un evento deportivo en Bélgica que tenía que cubrir. Mariana escogió como testigos Lou y Gonzalo. Después de firmar y que el fotógrafo revoloteara alrededor de la gente involucrada en la boda al civil se tomaron algunas otras fotos con los novios posando y los invitados aplaudieron de nuevo a la pareja legalmente casada.
Los músicos comenzaron a tocar y mientras tanto Mari y Kaká fueron a una parte alejada en el jardín donde el fotógrafo tomo algunas fotos. Al volver comenzó la fiesta con el vals de los novios.
Una vez que oscureció Mari lanzó el ramo, cayéndole a Ceci que casi tira a una prima de Kaká por cogerlo, Cristiano desde su mesa sonreía sin decir nada, aunque no faltaron quienes le hicieran comentarios al respecto…
Después cuando Kaká tiro la liga ésta le cayó a nada más y nada menos que al hermano de Kaká, quien rápidamente la arrojó a uno de sus tíos causando que la mayoría riera.
A mitad de la tarde, ya con las luces encendidas, después de haber tomado un poco más de lo debido e ignorando el consejo de Lukas, Lou se puso de pie y caminó hasta donde estaban los músicos. Mari estaba sentada con su esposo, sus padres y sus suegros en la mesa rectangular, desde donde podía ver todo. Su amiga apenas iba a comenzar a hablar cuando uno de los meseros pasaba al lado de ella con una bandeja llena de copas de champagne, la chica cogió una sonriendo y agradeciendo al mesero. Mari se golpeó la frente con la palma de la mano antes de volver a ver a su amiga, la mayoría de los que estaban allí también la miraban, aunque ellos lucían menos divertidos que la novia.
-Mari…amiga, - comenzó. Mariana recordó aquella vez, cuando se graduó de la universidad y saltó al escenario, impulsada por el alcohol y sus propias palabras. Ella misma había retado a Louella a que cantara una canción con los músicos, y después de tres vasos de vodka y jugo, la castaña se sacó los zapatos, se recogió la falda del largo vestido color rojo que llevaba puesto y saltó al escenario cuando los músicos terminaban la canción, después de dar algunas indicaciones a los músicos había comenzado a cantar, dando el espectáculo de la graduación. Mari había cogido su cámara en cuanto su amiga había subido al escenario y aún conservaba la grabación de aquel evento. Lou no recordaba eso por el momento, pero sabía que en algún momento de la noche tendría que hacer el brindis, así que de nueva cuenta, impulsada por el alcohol, cogía el micrófono con manos expertas, suficientes veces había hablado ante un micrófono, aunque nunca en una boda. – hoy te casaste. Te casaste con un amigo mío. ¡Kaká, eres un suertudo! Yo… no sabía si alguna vez, alguien fuera a llegar a merecer a mi mejor amiga. – el alcohol pudiera haber sido, o tal vez después de todo se le había comenzado a bajar la borrachera, pero su voz sonaba llena de sentimiento. – Es como una hermana, esa chica rara que ahora lleva tu apellido. – quienes conocían a Mari rieron un poco, Mariana solo hizo un puchero antes de volver la vista a su amiga. – pero, yo los conozco desde antes de que ustedes mismos se conocieran… creo que he visto de cerca cómo se quieren. Yo sé que se quieren de verdad y eso ya es un tesoro enorme, no lo pierdan a través de las peleas y la vida; ahora que están juntos. Al menos ya no tengo que lavar tus platos. – dijo, apuntando un dedo acusador a la que alguna vez fue su compañera de piso. – Como los que están aquí hoy, los quiero y si he aprendido algo es que, hay personas a las que uno no entiende como a Mariana…yo nunca he sabido bien que es lo que pasa por su cabeza ¡está loca! – Algunos más rieron – pero ya lo dije, es como si fuera de mi familia, la quiero. Pero aunque no entienda a alguien, cuando ellos son personas tan valiosas, uno las quiere y bueno, hay que seguir la corriente algunas veces y Kaká, te espera una vida de seguirle la corriente a esa chiflada. – Kaká sonrió mirando a Mari de reojo, ella miraba a su amiga con los ojos entrecerrados, no sabía si reír o golpearla. – Y sé que mi mejor amiga, la que en este momento quiere matarme por llamarle “loca” va a tener una gran vida contigo. Kaká. – Alzó su copa por fin, en dirección al jugador, quien también alzo su copa hacia la castaña. – Mariana. – la volvió a alzar en dirección a su amiga, ella sin querer soltar las lágrimas alzó la copa sonriendo – Por qué sean muy felices. – luego se dirigió a los invitados. – ¡Por los novios! – la gente alzo sus copas también, y todos brindaron. Lou devolvió el micrófono a los músicos y fue hasta donde estaba su amiga y le dio un fuerte abrazo, después le dio otro a Kaká y se fue de vuelta a su mesa, donde Cristiano, Ceci y Lukas esperaban.

Poco después los músicos pidieron a la gente que pasara adentro, se hacía tarde y en unos minutos se serviría la cena. Adentró esperaba un salón cerrado con una iluminación cálida y tenue.
Las mesas cuadradas tenían sobre sí manteles con líneas que se cruzaban en colores verde pistache y rosa, los centros de mesa en algunas mesas eran pequeños arboles dorados donde colgaban velas y enredadas en el tallo de los pequeños arboles había minúsculas flores blancas y plantitas verdes simulando una pequeña enredadera, en otras mesas había cajitas de cristal con flores blancas y plantas que le daban mayor volumen al arreglo, las sillas Tiffany acomodadas alrededor de las mesas cuadradas, con lugar para doce. Junto a la gran pista de madera había máquinas de humo y un escenario montado cerca de la pista, donde un grupo de músicos vestidos al estilo de gánsteres tocaba. La fiesta continuo, Cristi finalmente les había presentado a su novio, quién resulto ser nada más y nada menos…
-¡Mesut Özil! Ceci y Lou estaban sorprendidas aunque Mariana ya lo sabía. Özil había estado raro con las chicas los últimos meses, pero Lou recordaba haber conversado con él sobre una chica que le gustaba pero que no tenía ni idea si podría funcionar algo con ella, mientras Ceci y Lou se miraban e intentaban comprender la pareja se fue a la pista de baile.
-Me sorprende. No sabía que podía guardar secretos tanto tiempo… - dijo Ceci.
-Lo que me sorprende es que no lo sospecharan. – dijo Cristiano, pasando un brazo sobre los hombros de ambas chicas, él era mucho más alto que Ceci pero a ella no le molestaba en absoluto.
-Bueno, ya. Sácala a bailar. – dijo Lou, sacándose el brazo de Cristiano de encima y apuntando hacia la pista de baile.
Sin decir palabra ambos se fueron a bailar, Lukas estaba conversando con Khedira mientras ella se quedaba de pie cerca de la pista. Mariana estaba en el centro con Kaká, La cola larga de su vestido estaba colgando de su brazo, el sueño de su vida había sido vestir un Vera Wang el día de su boda y lo había conseguido. Sin tener que ajustarse al vestido, pues era delgada.
De pronto un brazo se posó sobre sus hombros, pero en lugar de ser pesado como el de Cristiano, este brazo le caía suavemente, la mano colgando sobre su hombro derecho, el hombre al que aquel brazo pertenecía a su izquierda. El gesto le era familiar, a pesar de llevar una semana conociéndolo, él le era familiar.
-Tu ex a las 11:00. – le dijo en el oído. Ella lo miro de reojo y puso la vista donde él decía con disimulo. Gonzalo estaba saliendo de la pista de baile con su brazo alrededor de la cintura de su novia rubia. No lo quiso demostrar, pero estaba molesta, tanto que podía imaginar una versión pequeñita de ella misma en caricatura, como la que aparecía en Lizzie McGuire, imaginaba a esa pequeña Lou haciendo una rabieta enorme, pisando fuerte la mesa que estaba detrás de ella, seguramente diciendo barbaries sobre el hombre que le rompiera el corazón hacía poco menos de dos meses. – no debí decírtelo, ¿verdad? – él le preguntó en inglés, ya que no hablaba español y se había acostumbrado a hablarle en aquel idioma.
Lou se dio la vuelta, cerró los ojos y suspiró, intentaba contar a diez cuando Lukas se volteó para mirarla. Sonreía de lado. Lou sabía por qué había aceptado ir con ella, eran amigos, pero no era tan ciega como para no ver que el hombre estaba un tanto interesado en ella, lo cual ella no comprendía. Nunca había sido guapa, ni bonita, ni nadie a quién los chicos miraban. Y en ese momento allí estaba Lukas poniendo su mano en la espalda de ella, por debajo de la línea de la cintura del vestido azul cielo que vestía. Él se inclinó para decirle algo al oído y ella estaba segura que estaba intentando ayudarla un poco con la situación de Gonzalo.
-En verdad es un imbécil. – le dijo. Lou lo miró con las cejas alzadas y se rio con ganas. Era la primera vez que el alemán daba su opinión sobre Gonzalo. – por cierto ¿hablaste con él?
-Ni una palabra. – respondió ella, girándose con una sonrisa, aunque se había sentado al lado de él en la iglesia no habían cruzado palabra. De reojo vio a Mari bailando con Kaká, ambos sonreía como unos tontos, completamente ignorantes de lo que pasara fuera de su mundo de fantasía, en el que por el momento se encontraban inmersos.
Gonzalo se acercaba a ellos, la mujer de nariz extremadamente delgada y recta iba a su lado, con cada paso que daban Lou se daba cuenta de lo bonita que aquella mujer era. Sin duda él la preferiría sobre ella cualquier día, aunque ella pensó que Gonzalo no era tan superficial. Y cuando le dio una sonrisa y la saludó sintió que el estómago se le contorsionaba de manera extraña y familiar a la vez. Se dio una cachetada mentalmente, aún lo quería y el corazón aún se le aceleró cuando percibió el olor de la colonia que el argentino usaba.
-Hola, ¿cómo están? – dijo Gonzalo, en español.
-Estamos muy bien, pero Lukas no habla español. – dijo Lou con una expresión cortés, no una sonrisa. El alemán al escuchar su nombre sonrió y le paso un brazo por sobre los hombros a la castaña, atrayéndola un poco hacia sí. Ella normalmente hubiera hecho algún puchero a manera de broma, pero en ese momento no hizo nada más que pasar su brazo por la cintura de él y sonreírle, aunque su mirada cuando se encontró con la de Lukas era más bien una de agradecimiento. – Sé que no hablas alemán, pero creo que todos hablamos inglés.
-Sí, bueno…te presento a Adriane. – la rubia extendió su mano para saludar a la castaña y a su acompañante. – Adriane ella es Lou.
-Louella, para ti. – repuso la castaña, mirándolos a ambos, Gonzalo y Adriane. – Éste es Lukas. – El aludido extendió su mano y le dio un apretón firme a la mano de Gonzalo después de saludar a la rubia.
-Bueno, disculpen pero…esta canción…no me la puedo perder. – Lukas dijo con su sonrisa casual, la que comúnmente adornaba su rostro. La canción un cover de “This Love” de Maroon 5 que hacía la banda.
Gonzalo se quedó mirando como la chica tomaba un trago de su refresco antes de correr con Lukas, que la cogía de la mano y la llevaba a un lugar en la pista donde aunque estuvieran rodeados de invitados podían ser vistos por cualquiera en el sitio donde el argentino y su novia podían verlos.
Mariana se topó con el par bailando y le dio una mirada de cuestionamiento a su amiga, que solo se encogió de hombros y continuó bailando con el alemán. En alguna parte de la pista Ceci bailaba con Cristiano mientras gritaba las letras emocionada, aquella era una de sus canciones favoritas y Cristi estaba bailando tranquilamente con Mesut. El resto de los invitados también bailaban en parejas. La siguiente canción, una canción lenta de Enrique Iglesias, “héroe”. De pronto todas las parejas estaban allí, en la pista y algunos salieron de la misma para dar lugar a aquellos que sí tenían con quien bailar.
En medio de todos, Mariana estaba allí con Kaká, bailando pegados, ella recargaba su mejilla contra el pecho de él y mientras tanto él solo se preguntaba a sí mismo si en verdad se acababa de casar con aquella chica que desde el primer momento lo había vuelto loco. Recordó entonces, cómo había sido esa primera vez que se vieron y se le escapó una sonrisa. Ella le había tirado el vino por accidente y él se había puesto tan molesto que ella se tuvo que defender y ambos se dijeron tantas cosas…que pensar que ese día terminaban casándose era gracioso.
Ceci estaba un poco incomoda con Cristiano, bailaban lento y el no dejaba de mirarla a los ojos, pero ella se sentía como en una película cursi, de aquellas que Mariana y Cristi adoraban obligarlas a ella y Lou a ver. Y cuando él percibió la incomodidad de la chica, se detuvo a media canción, y poniendo una mano en la mejilla de la chica le dio un beso suave y lento en los labios.
- Eu te amo. – le confesó, con los ojos puestos en los de ella, que se abrieron como platos antes de que titubeara antes de poder formar palabra, pero no pudo decir nada, solo paso los brazos alrededor del cuello de él y volvió a unir sus labios a los de él.

Un par de horas más tarde, algunos invitados ya se habían ido, eran casi las seis de la madrugada cuando Lukas se quedó conversando con algunos amigos que estaban allí, Mariana y Kaká estaban ocupados despidiendo a algunos invitados, Ceci estaba con Cristi bromeando, Cristiano y Coentrão estaban charlando. Özil estaba inmerso en la conversación con otros invitados. 
Lou intentó entrar en la conversación de Ceci y Cristi pero ambas estaban en un momento de incoherencia, no provocado por el alcohol, sino por el sueño, ambas necesitaban dormir pronto, pues todo les causaba risa.
La chica decidió ir a tomar aire, la máquina de humo había sido apagada hacía un par de horas, pero sintió que lo adecuado sería salir un momento antes de volver a entrar.
Afuera había solo algunas luces, los rociadores estaban encendidos y el toldo ya no estaba, tampoco las mesas, ni siquiera la pista de baile, nada. Se quedó de pie pensando en lo que pasaría después de aquello. Al día siguiente su amiga saldría a Brasil y no regresaría en dos semanas, ¿qué haría si ocurría algo importante y no podía hablar con ella? Era como quedarse sin internet en una tarde lluviosa.
-¿Qué haces? – dijo una voz conocida, el acento era imposible de confundir. Ella suspiró, no quería hablar con él.
-Salí a tomar un respiro… - le respondió sin mirarla. - ¿Y Adriane? ¿No deberías estar con ella? – preguntó, deseando que él se fuera de nuevo.
-Se fue hace un rato. – respondió. Ambos se quedaron en silencio. - ¿Y Lukas? Tú sí que deberías estar con tu novio. –dijo con ironía. No quería, pero toda la tarde la había visto riendo con él, cogidos de la mano, abrazándose y bailando. Quería disculparse con ella por lo que le había dicho, pero estaba enojado y su voz lo delató. La castaña hizo caso omiso a su tono.
-Bueno, es que quería estar sola un momento. – dijo, lanzando la indirecta. Gonzalo se acercó a ella y ella intentó alejarse, solo logró que uno de sus zapatos de tacón se atascara en el pasto y su tobillo aún herido por la patada que le había propinado a la pared se doblara de manera dolorosa.
Gonzalo la detuvo antes de que cayera, aunque el pie le dolía como la vez anterior. Maldijo mentalmente sin querer pronunciar palabra. Él la dirigió a los baños que estaban al final de un pasillo afuera del salón, cerca de donde estaban parados, la chica no pudo caminar bien, así que él tuvo que sostenerla para llegar al baño, sin importarle que fueran los baños de mujeres y que pudiera haber alguien adentro, entró y sentó a la chica en frente de los espejos, ella daba la espalda a éste, y a su lado estaba la fila de lavamanos. Gonzalo le ayudó a sacarse el zapato y le puso un papel con agua fría sobre el tobillo adolorido.
-¡Au! –ella frunció el ceño.
-Perdón… - le dijo él, mirándola a la cara.
Ambos se quedaron viendo un largo tiempo, ninguno decía nada.  De pronto él se enderezó y cogiendo su rostro la besó. La besó y ella consciente de la situación lo besó también, poniendo las manos en su pecho, pero después recordó que se suponía que ella estaba con Lukas y él estaba con Adriane. Lo empujó, haciendo que se alejara de ella.
-Tu… yo… - no sabía muy bien que decir, los sentimientos que la invadían en ese momento la confundían. Su corazón latía rápidamente y las manos le temblaban, pero sentía ese pinchazo de ira, no debía besarlo, no debía querer besarlo, no después de lo que él le dijo, le había dado a entender que no la quería ni un poco, no le interesó que se fuera, aún si estuviera embarazada de él. ¿Y ahora la besaba en un baño en la boda de su mejor amiga? Se alegró de que al menos no hubiera nadie para presenciar el momento, en especial que Mariana no lo pudiera ver, aquello probablemente arruinaría su noche. – No le haré esto a Lukas… - dijo, mirando hacia otro lado, intentó poner atención a los cubículos de color naranja oscuro y el piso blanco, las paredes eran de un naranja quemado, un poco más claro que el de las puertas de los cubículos. Dentro se veían inodoros blancos.
-¿En serio te importa? – preguntó Gonzalo, antes de plantar un beso en los labios de la chica. Ella quiso hablar pero le resultó inútil empujar a Gonzalo como lo acababa de hacer, él puso las manos a los lados de su cuerpo, apoyados en el mármol sobre el que estaba sentada.

-Aja…– logró decir antes de que Gonzalo volviera a callarla con sus labios.