Capítulo
16
Mariana se levantó de la cama y
se arregló para ir a trabajar, habían pasado un par de semanas desde que el
restaurante abrió y las críticas aun eran buenas, la gente continuaba llegando
y Lou no parecía tener ningún problema para manejar la situación. En España,
era una cosa distinta, Mari quería remodelar el restaurante, pero no podía con
la boda que no estaba planeada completamente. Mari había encontrado los
vestidos para sus damas, el suyo, los smokings de los hombres, además que ya
había contratado el banquete, el jardín y él salón, la luna de miel ya estaba
planeada, la iglesia ya estaba reservada, las flores, los músicos, el pastel de
bodas, las invitaciones, todo. Todo estaba preparado.
Pero Mariana estaba estresada,
Kaká le había ayudado con la mitad de las cosas, pero en ese tiempo ellos se
habían peleado sobre los manteles de las mesas, el moño en las invitaciones, el
color de las flores para la iglesia, y además el día anterior, él había llegado
tarde a las pláticas pre-matrimoniales a las que debían asistir antes de la
boda.
Mariana estaba irritable y Kaká
después de haber tenido un entrenamiento pesado esa mañana estaba que echaba
humo cuando Mariana comenzó con las indirectas.
A manera de broma le había
preguntado si también al entrenamiento había llegado un “poquito tarde” y esto
lo molesto de tal manera que él contraatacó con lo primero que logró recordar.
-No, amor. Pero si hubiera
llevado un moño atado por el medio, seguro ni entrenaba. – le contestó él con
una sonrisa, falsamente dulce.
-Bueno, cariñito… me imagino
que si te pintabas de azul no te hubieran dejado entrar. – le comentó Mari,
haciendo referencia a la idea que él había tenido de poner flores azules en
lugar de rosas entre las blancas que se pondrían como centro de mesa.
-Mira, corazón. A la otra, me
pondré un trapo color plata sobre la cabeza. Eso sí que te gustará. – comentó,
recordándole a Mariana sobre los manteles que quería colocar.
-Panquesito… - dijo entre
dientes. – no estoy para bromas.
-Sirenita, yo tampoco.
En ese momento ambos se echaron
sobre el otro, besándose y tocándose, aunque aclarando el asunto.
-En este momento te odio. –
dijo Mariana mientras Kaká la cargaba hasta la habitación.
-Sí, yo te odio más.- le dijo
él, abriendo la puerta como podía.
-Ni me hables. – le espetó
Mariana, poniendo sus manos en los hombros de él.
-¡Cállate de una vez! – la
silenció el jugador antes de meterse en la habitación y cerrar la puerta con el
pie.
~~~
Las puertas del restaurante por
fin se cerraron, los meseros comenzaron a irse, en la cocina con los platos
limpios todos salieron, despidiéndose de la jefa, Lou se tiró sobre una silla,
no sabía qué hacer, había estado parte del día ayudando como podía en la
cocina, luego simplemente se paseó por el lugar asegurándose de que a todos los
clientes los atendían bien, pero a mitad del día se quedó sin mucho que hacer,
la gente entraba y otros salían, en la cocina, ya tenían su ritmo bien puesto y
ella solo estorbaba allí dentro, mientras que afuera no tenía mucho que hacer
más que sentarse frente a la registradora y hacer las cuentas para los clientes
que iban saliendo. Lo peor del asunto, al Real Madrid lo habían eliminado de la
Champions league en la semifinal el miércoles. Ya ni siquiera la espera de la
final le entusiasmaba tanto, además que el equipo había dejado escapar los
últimos partidos y tampoco se llevarían la liga. Lou estaba molesta, frustrada
y aburrida.
Y al terminar el día, además
estaba cansada. Hacía días que no podía dormir, solo se acostaba en la cama y
sus sentidos se agudizaban, también estaba paranoica. Después de que Ale la
atacará, se fue a la casa de Higuaín y allí se sentía segura, con todo y las
peleas, se sentía seguro y acompañada, no había un momento en que estuviera
sola pues si no estaba Gonzalo para hacer alguna payasada, estaba Andrea para
comentar con ella sobre lo último que había pasado en algún programa de la
noche o hablar sobre cualquier cosa. La rubia que trabajaba para Higuaín era
una mujer amable e inteligente. Lou extrañaba eso.
En aquel apartamento solo se
tenía a sí misma. No había nadie para hacerle compañía, no había nadie para
protegerla. Nunca antes había vivido sola y no era que no le gustara la
soledad, porque amaba el silencio, pero por la noche extrañaba despertar con
frio y descubrir que Gonzalo había cogido su parte de la cobija. Extrañaba que
alguien la despertara a mitad de la noche porque había soñado con nachos y
quería comer nachos. Extrañaba esas cosas raras que él decía cuando estaba
dormido. Había hecho una frasecita su mantra y con esas tres palabras intentaba
ir a dormir con paz mental, rara vez lo lograba pero decirse a sí misma “ya
está terminado” era un paso fundamental para aceptarlo, pues realmente ya
estaba terminada su relación con el argentino.
No lo admitiría a sí misma,
pero extrañaba a Gonzalo. Aunque él la hubiera humillado y le hubiera dicho
aquellas cosas tan horribles, extrañaba al argentino y al llegar a casa y poner
los tres seguros a la puerta antes de ir a la habitación y cerrar con llave el
balcón, Lou se dio cuenta que tal vez era hora de un cambio.
Al día siguiente llamó temprano
a Mariana, ella estaba en el restaurant, haciendo lo suyo, Lou estaba entrando
a la escuela de idiomas. Hablaron por unos cinco minutos y luego colgaron, Mari
no entendió por qué sería tan importante que supiera aquellos mínimos detalles
sobre el restaurante, pero no le dio importancia.
La escuela de idiomas consistía
de un mostrador al frente y una puerta con un vidrio a la izquierda, todo allí
era gris o blanco y en las paredes de lo
que parecía ser la recepción había posters de los países cuyos idiomas se
enseñaban allí. El chico detrás del mostrador la atendió rápidamente y ella
entró por la puerta de la izquierda hacia un pasillo largo, a sus lados había
otras puertas que dirigían a pequeños salones de clase, no había más de cinco
alumnos por salón, de hecho Lou no vio ningún salón lleno. Pronto alcanzo el
final del pasillo, allí había unas escaleras, en la zona de arriba había más
espacio y más salones, se fue al salón número seis y llamó a la puerta, un
hombre demasiado joven para tener treinta y demasiado adulto para los veinte
salió para recibirla.
-Hola, mucho gusto. Soy Lou
Gómez.
-Eduardo Flores. – dijo él. -
¿te puedo ayudar en algo?
-Sí, eh… - la chica se sintió
algo apenada, sabía que aquella no era la manera habitual, pero necesitaba un
maestro de Italiano y lo necesitaba pronto. – me ha dicho el de recepción que
tú podrías enseñarme italiano.
Eduardo se rio y miro de reojo
a sus alumnos dentro del salón, detrás del cristal, tres jóvenes se amontonaban
cerca de la puerta intentando escuchar la conversación, esperando que aquella
chica fuera la novia del maestro, pero él sabía, porque se le notaba a
kilómetros, que ella era muy joven y además parecía importante, hablaba como si
tuviera prisa. No de irse, sino de llegar a un compromiso, o al menos, eso fue
lo que pensó él.
-Sí, pero tú no serás básico,
¿verdad? – la chica sonrió y negó con la cabeza orgullosa.
-No, pero sé que hay muchas
cosas que no sé.
Después que el maestro le diera
el número de su teléfono móvil y se despidieron y ella se fue.
Lou pasó las siguientes semanas
aprendiendo Italiano, no le fallaba mucho, simplemente era cosa de que
aprendiera a conjugar los verbos en pasado y que expandiera su vocabulario.
En el restaurante las cosas
iban muy bien, pero se aburría, extrañaba su trabajo como nutrióloga, extraña
hablar en español, extrañaba a sus amigas, a los hombres del Madrid que la
hacían reír demasiado y extrañaba las horas que pasaba en el hospital charlando
con las enfermeras. Por un momento deseo volver a España, pero en aquel
instante el teléfono comenzó a sonar, fue a cogerlo en la mesa de noche y
presionó el botón verde. La llamada era de Mike, de nuevo el Chelsea quería
saber si ella podría visitar el plantel y discutir la posibilidad de que
trabajara con ellos, Lou se sorprendió había olvidado por completo aquella
propuesta, así que cuando colgó con la promesa de llamarlos ella, tuvo que
pensárselo muy bien.
Salió del apartamento, llevaba
unos jeans y una camiseta roja con un estampado de flores, encima se había
puesto una chaqueta ligera de denim. Estaba usando como era común, un par de
tacones altos y llevaba el cabello suelo. Demasiado largo por no haberlo
cortado en los últimos meses, aunque estaba perfectamente sano, así que no
tenía urgencia de cortarlo.
En la ciudad, por la noche
había muchos bares abiertos, se paseó por una calle bonita, había gente pasando
a su lado y algunos autos, chicos guapos montados en vespas. En una esquina
había un local donde vendían libros, además que era una pequeña cafetería, Lou
la había descubierto cuando buscaba por todas las librerías una copia de “como
agua para chocolate” la semana de su llegada a Italia. Allí mismo lo había
comenzado a releer. En medio de la noche, la cafetería aún estaba abierta, así
que husmeó entre los libros y escogió algo que se veía prometedor. “El
profesor” aunque claro; los libros estaban en italiano. Con el libro en las
manos buscó entre las revistas, allí, una de aquellas revistas le llamó la
atención, en la portada, aparecía su ex. Su ex con una mujer. No le agradó nada,
así que cogió la revista y fue al mostrador, pagando el libro y la revista se
fue directa de vuelta al apartamento, se sentó en la mesita de la cocina y sacó
la revista de la bolsa de papel que le habían dado en la librería. Pasó las
hojas y se fue a encontrar con la nota donde se hablaba un poco de la súbita
ruptura de ella con Gonzalo y de como él se “repuso” rápidamente y comenzó a
salir con aquella nueva mujer. En su rostro lucía una cantidad exagerada de
maquillaje, tenía un cuerpo de modelo, y el cabello rubio corto, por encima de
los hombros. Lo primero que la chica pensó fue que eran todo lo contrario,
además que por las fotos, se notaba que ella era de la misma altura que él, una
mujer alta, se veía también que era mayor a él. Y al final de la nota, comprobó
que aquella era modelo. En las fotos aparecían abrazados y en la última
parecían estar besándose, ¿había pasado un mes y él ya estaba en plan de novio
con otra mujer? Lou se negó a creérselo, releyó la nota entera y después se
sintió enfadada, se levantó de golpe y caminó apresuradamente a la habitación,
donde pateó la pared de piedra, simplemente lastimando su pie. Se sentó en la
cama, enfadada y se sacó los zapatos, su pie estaba rojo, había tenido que
ponerse violenta…
Molesta y cojeando por el dolor
sacó el pijama del closet, puso su ropa en la canasta de la ropa sucia y se
metió en la cama tras apagar las luces del apartamento y revisar que la puerta
de entrada estuviera bien cerrada.
No logró dormir bien, y cuando
por fin sus ojos cedieron al sueño, la alarma sonó. Lou se puso de pie de mala
gana, al apoyar el pie derecho con el cual había pateado la pared, sintió un
dolor fuerte que iba desde la punta de sus dedos y subía hasta su tobillo. Se
preguntó si lo había roto, pero no tenía tiempo para nada así que se dio un
baño y se puso una crema para el dolor que uno de los preparadores físicos en
Madrid usaba para los golpes en los partidos. El dolor desapareció así que Lou
se puso un vestido rosa de tirantes con corte en forma “A” y sus zapatillas
blancas, se secó el cabello, dejando que algunas ondas se formaran en éste,
cogió su bolso blanco y sus lentes oscuros y se fue. Una vez que llegó al
restaurante, se sentó ante la caja registradora y cogió el celular, rápidamente
llamó a Mari.
-¿Hola? – Mari contestó.
-Hola, ¿Cómo estas Mari? – preguntó
Lou entusiasmada, mirando como los meseros salían de la cocina con sus
delantales negros atados sobre la cintura.
-Bien, ¿y tú? – dijo la chica,
en ese momento estaba en la barra, preparando bebidas.
-También. Mari… - el tono de la
chica cambió un poco. Le comentó sobre la propuesta del equipo Inglés.
-Yo sé que no eres feliz en
Italia. – respondió Mari. – y de segura ya te enteraste de la güera esa…
-Sí… pero eso es lo de menos,
el restaurante va muy bien y creo que podemos dejarlo en las manos de Laura, es
una chef increíble y ella puede hacerse cargo.
-¿Entonces te vas a Inglaterra?
– Mari no daba crédito a lo que su amiga le decía.
-Sí.
-Ay, es que a ti te gusta estar
entre hombres sudorosos, ¿verdad? Ya admítelo. – bromeó Mariana. – Pero vas a
venir a mi boda.
-¡No me la pierdo por nada!
Además con esa invitación tan mona que me han mandado…
-Más te vale.
Después de hablar un poco sobre
la boda de Mari, ambas colgaron y se fueron a revisar que el restaurante
funcionara como era debido. Lou se puso de acuerdo con Laura, le aumentarían el
sueldo y ella quedaría a cargo del lugar hasta que Mari o ella fueran. En
cuanto Lou tuvo tiempo llamó a Eduardo y canceló el resto de sus lecciones
antes de llamar al hombre del Chelsea que le había insistido en que los
visitara. Así lo haría, visitaría Inglaterra y probablemente allí se quedaría.
Pero antes de hacer cualquier
arreglo, tenía que comprobar que el puesto le agradaba, esta vez no se metería
en enredos, en sus manos estaba mantener a los jugadores a distancia, con los
hombres del Madrid había hecho amistad y cuando se fue sabía que una parte de
sí misma se había quedado con ellos y que a ellos los había herido, no le había
comentado a nadie que se iría, ni siquiera a Sergio, que había estado
intentando llamarla, pero ella no quería contestar sus llamadas. No quería
escuchar los reproches de su amigo, que aquel día de la apertura del
restaurante había hecho por restregarle en la cara lo mucho que todos la
extrañaban. Casi se le rompía el corazón solo de acordarse de que había dejado
toda una vida en España. Toda una vida.
Y mientras los días pasaban,
ella sólo se torturaba más, en los programas de chismes había de vez en cuando
una nota sobre Higuaín y su famosa novia, la mujer de cabello rubio había
llevado a Gonzalo a un evento aquí, a un evento allá y en casi todas las fotos
aparecían abrazados o besándose. Al principio a Lou le hervía la sangre, pero
después, no se movía siquiera, no estaba indiferente, simplemente no sentía
nada. Como si hubiera abusado brutalmente de sus sentimientos y en ese momento
ya no le quedaban ningunos. No sentía ni enojo, ni tristeza, ni felicidad,
nada. Solo sentía que los días pasaban muy lento y su avión salía el viernes.
Cuando el viernes llegó, Lou se
fue al aeropuerto a las cuatro de la tarde, el vuelo salía a las siete, así que
tenía suficiente tiempo.
No tardó en aterrizar en la
ciudad de Londres, en el aeropuerto de Heathrow, desde allí un taxi la llevo al
hotel donde durmió casi toda la tarde antes de salir a buscar algún lugar donde
cenar.
El mesero acababa de darle la
carta, estaba en un restaurante local, Lou creyó ver a alguien conocido. El
lugar estaba decorado con muchas fotos en las paredes, algunas más cerca del
suelo que otras, las paredes eran azul oscuro y toda la parte del frente eran
cristales, grandes vitrales coloridos y la puerta de vidrio en el medio. Al
fondo estaba la cocina y la caja registradora sobre un costado de la pequeña
barra.
-¿Qué haces aquí? – le dijo él
en inglés cuando la saludó.
-…es una larga historia.- le
respondió ella, también en inglés.
-Tengo tiempo, ¿te molesta? –
le dijo, refiriéndose al puesto frente a ella, estaba sentada en una pequeña
cabina al estilo de los años 50, aunque la mesa era azul oscuro y los sillones
tenían un diseño de rayas gruesas del mismo azul y blanco. Ella negó con la
cabeza y él se sentó al mismo tiempo que alzaba el brazo y le indicaba al
mesero que le llevará otra carta. – La comida aquí es excelente. – le dijo.
-Seguro… - dijo ella,
mordiéndose la lengua para no reprocharle al jugador que visitara un
restaurante donde todo en el menú contenía alguna cosa que ella nunca en la
vida le permitiría a ningún futbolista comer con frecuencia. El mesero le llevó
la carta al hombre sentado frente a ella y de inmediato él supo que pedir.
-Pide las alitas, te las sirven
con unas papas y una ensalada buenísimas. – le recomendó.
-¿Vienes aquí con frecuencia,
verdad? – le dijo ella, el mesero se acercó y el alemán sonrió antes de que el
mesero respondiera por él.
-¿Lo de siempre Lukas? – Lou se
quedó mirando al mesero sin saber que decir, no esperaba eso, según sabía, él
llevaba poco tiempo en Inglaterra.
-Sí, a ella tráele las alitas.
Ya sabes, con la ensalada. – se cubrió la cara con el dorso de la mano y bajó
la voz, aunque ella lo pudo escuchar. – Es nutrióloga, no quiero que se le
quemen los cables aquí… - el mesero se rio por lo bajo y escribió en su pequeña
libreta.
-¿De tomar?
-Una limonada. – dijo ella.
-¡No! ¿Qué es eso? – Lukas la
miro sonriente, Lou sabía que estaba jugando. – Dos coronas.
El mesero se alejó de la mesa
aun escribiendo en la libretita, Lou miró a Lukas, no le agradaba del todo que
hiciera eso, pero él solo sonreía.
Él se inclinó en la mesa y puso
los codos en la mesa dejando un brazo descansando sobre ésta mientras se tocaba
la barbilla con aire pensativo. Tenía la barba crecida, tal vez no se habría
rasurado en un par de días.
-El rumor es que te engañó con
la rubia. – dijo de pronto aunque en voz baja, no parecía avergonzado, aunque
se veía pensativo. La chica no comprendió enteramente hasta que pasaron un par
de minutos en silencio. Él se dio cuenta de ello, y pudo ver que cuando
comprendió la pregunta sus ojos mostraron tristeza, pero solo fue un instante,
luego se volvieron fríos y soltó un suspiro en forma de risa.
-No. Eso sería más simple. – le
dijo. - ¿En serio quieres saber toda la historia? – él alzo las cejas y puso
los brazos sobre el respaldo del sillón donde estaba sentado. El mesero dejó
las cervezas frente a ellos, las botellas de vidrio se empañaban y las gotitas
de agua comenzaban a resbalar hacia abajo.
-No le diré a nadie si no
quieres. – le respondió. Ella suspiro y se lo contó todo, emitiendo algunos
detalles inútiles, los sentimientos que no había encontrado ahora la golpeaban,
pero miró hacia el techo y se contuvo como pudo. - ¿Y ahora te quedaras aquí?
-Sí. Me gustaría mantenerme
alejada. Es lo mejor; además él ya tiene nueva novia.
Lukas asintió, sabía que ella
quería llorar pero prefirió voltear la hoja y dejar el tema, después de todo,
si ella se quedaba en Londres, podrían conversar después. El mesero llevó la
comida y ambos comenzaron a comer mientras hablaban un poco sobre sus planes
para la siguiente temporada, ocasionalmente bromeando. Lou no había descubierto
lo bromista que el alemán podía ser.
Al día siguiente se fue hasta
Stamford bridge.
~~~
La despedida de soltera de
Mariana fue toda una fiesta. Las amigas más cercanas de la chica estaban allí,
al igual que su hermana y algunas otras invitadas a la boda.
Ceci, Cristina y Lou estuvieron
toda la mañana arreglando un salón en el hotel donde sería la recepción de la
boda, había mesas altas de vidrio con sillas de metal color negro y forro
blanco, en las mesas habían puestos centros con un par de globos atados a unos
pequeños palitos de madera pintados de color rojo o azul. El tema en esa
ocasión eran los colores de la bandera de reino unido, Ceci se las había
arreglado para conseguir un modelo a miniatura de un mini cooper azul con la
bandera de carreras en el techo y una bonita pintura que ya había mandado a
casa de su amiga. Cristi le había regalado un set de seis portarretratos
grandes con intrincados diseños, seguramente pensando en las fotos que se
traerían de Brasil, a donde se irían de luna de miel. Lou le había llevado al
par una colección de sábanas y colchas, recordando lo mucho que su amiga odiaba
las sábanas blancas.
La fiesta comenzó temprano, por
la tarde, pero se alargó y las que se quedaron decidieron hacer más que comer
pastel y chismorrear. Así que se fueron al bar del hotel y comenzaron a beber,
Mariana dio la sorpresa de la noche, tomando shots de tequila sin rechistar,
aunque paro antes de ponerse borracha y bailo lo suficiente para procesar el
alcohol, las demás no pudieron igualarle sin cambiar de bebida o caerse al
suelo de borrachas. Ceci estaba riendo con las tonterías de sus amigas, ella
había decidido llevar a sus amigas de vuelta a casa en su auto, por lo que sólo
tomó refresco. Cristina comenzaba a coquetear las paredes y Lou bailaba con el
resto de las invitadas a la despedida, Mari incluida. La cuñada de Mari decidió
hacer un brindis casi a las dos de la madrugada.
-¡Esa que se casa! – grito
mientras se paraba sobre una mesa. La gente no la podía ver bien, pues la luz
era muy tenue. - ¡Sí, esa! – apunto hacia Mariana con el vaso de vodka y jugo
en la mano. – ¡ESA ES MI CUÑADAAAA! – las mujeres comenzaron a reír, era obvio
que aquella mujer estaba borracha y Mari en el estado en el que estaba no le
importó mucho, sino que rio con el resto y escuchó cuando volvió a hablar. Esta
vez, tuvo algo de coherencia al hablar. – Se va a quedar toda la vida con el
mismo hombre…no la culpo, miren que…que…¡que yo la quiero! Y le deseo toda la
suerte del mundo, ¡ESTA ES POR TI, MARIANA! ¡HASTA EL FONDO! – dijo y se llevó
el vaso a los labios para beber, como las demás todo lo que le quedaba en el
vaso.
Mari recibió un abrazo un tanto
violento de parte de sus tres mejores amigas y poco después la fiesta terminó y
Ceci tuvo que llevar a sus amigas de vuelta a sus casas, con excepción de Lou,
que se subió al elevador y como pudo entró en su habitación de hotel. Ceci
deseaba haber detenido a sus amigas, porque a decir verdad, ellas estaban hechas
un completo desastre, en especial Cristi. Mari, aunque no estaba tan mal, le
preocupó, después de todo, al día siguiente se casaba.
…
-¿Dónde está? – preguntó Ceci,
Mariana no había regresado de su cita con el estilista, aún hacía falta que la
maquillista la preparara y se pusiera el vestido, pero claro, Mariana de seguro
se había quedado atascada en el tráfico en alguna parte de la ciudad y mientras
tanto Ceci y Cristina se mordían las uñas, Lou tampoco había hecho su aparición
por la casa de Cristina, después de esperar mucho tiempo, sonó el timbre y las
dos salieron, el cabello de ambas recogido en un chongo alto y abultado, a Ceci
le caía un poco de cabello hacía el lado derecho.
Al abrir la puerta se
encontraron con Mari, peinada y lista, tenía el cabello largo en un chongo con
rizos y la tiara puesta de manera que detenía el velo, y evitaba que se cayera.
Con las mejillas rozadas y los ojos enmarcados con delineador negro y sombra de
ojos que iba de negro a gris y en la esquina de la ceja era blanco, por eso se
había tardado tanto, había conseguido que el maquillista la encontrara en el
salón.
Mari lucía de verdad hermosa
para su boda. Sonrió, la maquillista le había puesto un labial a prueba de
todo, que le tendría que durar 24 horas y sobre éste le había puesto brillo de
labios. Ceci la miró y la atacó con uno de sus abrazos, pocas veces abrazaba a
alguien, pero después de que comenzó a salir con Cristiano Mariana y Cristi se
habían dado cuenta de que estaba más cariñosa con ellas. Ceci se fue a poner la
sombra de ojos, había optado por algo claro y natural, como usualmente hacía,
se puso la sombra rosada y un poco de dorado para resaltar el maquillaje, se
puso brillo de labios y volvió a la habitación donde Mari hablaba animadamente
con Cristi, ella se había terminado de arreglar hacía poco menos de una hora,
se había puesto sombra de ojos de un color crema muy claro y un tono rosado
oscuro y delineador sobre el parpado, haciendo el efecto de tener más pestañas.
Mariana era la única que usaba pestañas postizas.
-Primero vístanse ustedes. –
dijo Mariana. Las tres se metieron en la habitación de Ceci, la primera en
cambiarse fue Cristi, después de probarse veinte vestidos rosas en diferentes
tiendas, Mariana se enamoró de un vestido color azul, el cual todas las damas
habían aceptado felizmente usar. Probablemente Ceci era la que más feliz había
sido con el color del vestido, pero al final a todas les causo gracia que el
vestido no fuera rosa como la novia lo había planeado.
Ceci subió el cierre y Cristi
se dio la vuelta, el vestido era a un solo hombro y tenía una cinta sobre la
cintura que le quedaba perfectamente ajustada, desde allí el vestido caía con
gracia hasta el suelo. Mariana estaba complacida con la apariencia de sus
damas. Los zapatos abiertos eran plateados con tacón alto y cintas que rodeaban
el tobillo, escogidos por Ceci, quien rara vez se ponía zapatos de tacón.
Un par de minutos después Ceci
también estaba vestida, justo cuando ayudaban a Mari a entrar en su ajustado
vestido, sonó el timbre, Cristi salió a abrir, Lou estaba allí de pie con el
cabello recogido de la misma manera que el de sus amigas, aunque el fleco le
caía sobre la frente con algunos mechones que se hacían más largos y le
llegaban casi hasta la mitad de la mejilla, definitivamente se había hecho un
corte de cabello. Llevaba unos pantalones de color rojo brillante con una blusa
negra que tenía estampada la imagen de su héroe de toda la vida, Freddy Mercury
en los pies sus converse.
Ya estaba maquillada, al igual
que sus amigas con sombras de ojos en tonos rosados, aunque ella había optado
por ponerse un poco de negro en la base del parpado, sobre la línea de las
pestañas, sus mejillas sonrosadas y sus labios con un brillo rosado muy tenue.
Ambas entraron a la casa y se
toparon con Mari vestida y preparada.
-¿A poco no está guapísima? –
dijo Ceci con entusiasmo.
-Sí. – dijeron las dos amigas.
Mari sonreía y minutos después
las cuatro estaban listas. Justo a tiempo, pues llegó la limusina. Las cuatro
subieron, primero la novia y luego las damas, primero Cristi, luego Ceci y al
final Lou. La limusina negra no tardó en llegar a la Iglesia, afuera había
algunas personas, los padrinos y algunos familiares de ambos novios. Kaká ya
estaba adentro de la Iglesia, esperando a que su hermano le avisara que su
novia ya estaba allí. El pasillo hacia el altar estaba cubierto con una
alfombra roja y a los costados, junto a cada banca había arreglos de flores
color blanco, rosa y algunas plantas color verde brillante que hacían del arreglo
un pequeño conjunto frondoso de flores.
En sus manos, Mari llevaba un
ramo de cristal cortado, la mantilla española en su cabeza caía con gracia, la
cola del vestido estaba por el momento en manos de Cristi, una niña y un niño
de cuatro y seis años le ayudarían a llevar la cola, ambos hijos de su cuñada,
misma que no mostraba signo alguno de resaca tras la noche anterior en la cual
había tomado de todo.
Mari respiraba hondo, su padre
hablaba con ella, pero ella insistía que no eran nervios sino emoción, ya
quería llegar al altar, dar el sí, besar a Kaká y poder llevar el anilo de
bodas en su dedo por siempre.
Mientras Cristi cogía la
canasta con flores y se la daba a otra niña, una hija de la prima de Kaká,
quién arrojaría los pétalos tras la entrada de la novia. No había sido asignada
a que lo hiciera pero Cristina se ocupó de poner a las damas y a los padrinos
en fila, siendo Ceci la primera, pues ella era madrina de ramo y llevaba el
bello ramo de rosas color rosa y blanco que Mari dejaría a la virgen. Los
siguientes en la fila eran Alonso y Nagore, ambos serían padrinos de anillos y
detrás de ellos con las arras Carolina y Marcelo Saragosa, detrás Gonzalo y Lou
llevaban el lazó en una cajita de cristal, al final, los padrinos de velación
unos tíos de Kaká que Mari no soportaba.
Mari sonrió con malicia cuando
Lou la miró con mala cara, recordaba que cuando aún estaba con Gonzalo habían
planeado las cosas de esa manera, pero en ese momento no podía ni mirar al
hombre con el que entraría a la boda de su mejor amiga. En cambio Mari sentía
ganas de reír, internamente deseaba que algo pasara en la recepción, tal vez se
volverían a unir, tal vez él le pediría perdón y su amiga aceptaría. Pero en
ese momento Mari solo tenía cabeza para lo que estaba a punto de suceder.
Estaba vestida con el vestido
de sus sueños, peinada y maquillada como nunca se hubiera imaginado, el ramo
que llevaba en sus manos ansiosas era tal y como siempre lo soñó, sus amigas
estaban allí, su madre, su padre, hermanos, toda su familia. La madre de Kaká
esperaba al lado de su hijo adentro, en el altar, mientras su padre charlaba
con su madre que estaba frente a ella, su padre estaba a su lado esperando a
que las puertas de la Iglesia se abrieran y las damas y padrinos comenzaran a
caminar. Cuando lo hicieron él se volteó hacia su hija, dándole las últimas
palabras y buenos consejos que le quedaban antes de poner el brazo para que su
hija con lágrimas en los ojos lo tomara. En lugar de coger el brazo de su
padre, lo abrazó con el mismo cariño de siempre, como cuando era una niña, su
madre ya comenzaba a caminar por la alfombra, lanzando una última mirada a su
única hija, la más chica. No quería llorar, pero al verla la realidad cayó
sobre ella. Su hija estaba a punto de casarse, ya no era una niña, no era la
niña pequeña que ella siempre recordaba cuando la miraba. Era una mujer. Una
mujer a punto de comenzar una vida con un hombre al cual amaba. Y así todos
esperaron de pie a que la novia y su padre caminaran hasta el altar.
Despacio caminó hasta el altar
con su padre a su lado y cuando se encontró con la mirada de Kaká se le escapó
una sonrisa enorme, no había estado nerviosa en todo el tiempo que había
planeado la boda, pero al mirar a su futuro esposo, sintió como el corazón se
le aceleraba. Las luces tenues en la Iglesia hacían de todo el evento algo
romántico, las flores de colores tiernos también pero finalmente el llegar al
altar y darle un beso en la mejilla a su padre antes de que éste se dirigiera a
Kaká para entregarle a su hija, eso fue lo que puso todo en su lugar.
-Te estoy vigilando, muchacho.
– Kaká se quedó sin palabras así que asintió despacio con la cabeza. El padre
de Mariana sonrió y dejo que la mano de su hija soltara la suya y fuera allí
donde la mano de Kaká esperaba, le dio un apretón en el hombro al futbolista y
sonriendo se fue al lado de su esposa.
Toda la ceremonia paso
lentamente, aunque para Mariana y Kaká había pasado todo muy rápido. El
intercambio de votos, cuando Mari tuvo que respirar profundo para no llorar, a
pesar de llevar maquillaje a prueba de agua, no quería permitirse salir en el
video de su boda llorando. Kaká contuvo las ganas de reír durante todo el
tiempo que el padre le dictaba lo que debía decir y Mari lo miraba divertida,
aunque sólo Kaká reconocía aquella manera en que ella levantaba levemente la
ceja y apretaba los labios cuando algo le hacía gracia pero no podía decir
nada. Ellos dos se entendían. Los padrinos de anillos, que se acercaron a
darles los anillos, se fueron a sentar de nuevo.
Marcelo y Carolina llevaron las
arras y se quedaron al lado de los novios mientras hacían el intercambio de
estos, Mari intentando no tirar ninguna. Después de que Kaká devolviera las
arras a Carolina, ellos dos se fueron a sentar, con la cajita que contenía las
arras en las manos. Los tíos de Kaká, padrinos de velación estuvieron de pie al
lado de ellos durante todo el proceso y cuando Gonzalo y Lou les pusieron el
lazo y se quedaron de pie a un lado la tía de Kaká le lanzó una mirada fría a
la castaña. Mari la odiaba, y de haberlo visto seguro que le habría amargado la
ceremonia pero Lou hizo como si no lo viera y en lugar de darle importancia
buscó entre las bancas la cara familiar de cierto futbolista que la había
acompañado, para no desaprovechar el segundo boleto que Mariana le había
enviado con la invitación. En el proceso cruzó miradas con la novia rubia de
Gonzalo, que le mandaba miradas llenas de odio. Gonzalo estuvo de pie junto a
ella, con las manos cogidas por el frente, ella estaba sosteniendo la cajita de
cristal donde el lazo sería guardado. Finalmente el padre indico que se podían
quitar el lazo y Gonzalo fue hasta Kaká y sonriente le quito el lazo, mientras
Lou le guiñaba el ojo a Mari de manera exagera, obviamente sin disimulo alguno.
Los padrinos de velación
encendieron una vela que le pasaron a los novias y la ceremonia continuó hasta
que los niños pasaron a dejar las ofrendas y después de la comunión y la última
oración, todos estaban de pie y el padre, un padre de edad avanzada que había atinado
a conocer a los novios antes de la ceremonia les permitió que se besaran antes
de salir de la Iglesia.
Aunque claro, Kaká y Mariana se
volvieron a besar una vez que salieron.
Tras una serie de
felicitaciones, Kaká cogió la mano de Mariana y se fueron a la limusina, para
irse de una buena vez al lugar del evento.
Cristi desapareció en cuanto la
gente salió de la Iglesia, Ceci y Ronaldo se fueron juntos en el auto de él y
mientras Lou se iba con Lukas en el auto que él había rentado esa misma mañana.
Ambos se quedaban en el hotel donde sería el evento, así como los invitados que
venían de algún lugar lejano.
En el camino al lugar, Mariana
y Kaká no dejaban de bromear sobre lo poco que habían visto de los invitados y
el pequeño tropezón de Ceci al entregarle el ramo cuando ya se había terminado
la ceremonia.
Al llegar al hotel Mariana y
Kaká esperaron un poco antes de salir de la limusina. Casi todos los invitados
ya estaban allí cuando salieron por fin, Mariana estaba encantada con todo. El
lugar estaba tal y como se lo había imaginado.
Había un gran toldo árabe color
blanco y enredado en las patitas de éste había lucecitas amarillas enredadas
que llegaban al techo y colgaban, aquellas luces no serían prendidas hasta que
comenzara a oscurecer, y sería entonces cuando darían un efecto especial, como
de estrellas. Por todos lados había mesas altas redondas de color blanco donde
se sentaban cuatro personas. Como centro de mesa habían sido colocadas unas
peceras con flores rosadas de apariencia voluminosa, y piedritas en el fondo.
Al fondo había una mesa larga en forma rectangular con un mantel de color verde
pistache y un mantel más pequeño de color rosa puesto sobre éste. En medio
había una pequeña pista de madera para bailar y una tarima al lado de ésta para
un cuarteto de Jazz, todos los músicos estaban vestidos de negro.
Aún era temprano, las cuatro de
la tarde, con todos los invitados allí Mariana y Kaká se pusieron frente a la
mesa en forma de rectángulo y un ministro llevó a cabo la boda civil. Los
testigos de Kaká fueron Iker y Ceci, ya que Sarah no había podido estar allí a
causa de un evento deportivo en Bélgica que tenía que cubrir. Mariana escogió
como testigos Lou y Gonzalo. Después de firmar y que el fotógrafo revoloteara
alrededor de la gente involucrada en la boda al civil se tomaron algunas otras
fotos con los novios posando y los invitados aplaudieron de nuevo a la pareja
legalmente casada.
Los músicos comenzaron a tocar
y mientras tanto Mari y Kaká fueron a una parte alejada en el jardín donde el
fotógrafo tomo algunas fotos. Al volver comenzó la fiesta con el vals de los
novios.
Una vez que oscureció Mari
lanzó el ramo, cayéndole a Ceci que casi tira a una prima de Kaká por cogerlo,
Cristiano desde su mesa sonreía sin decir nada, aunque no faltaron quienes le
hicieran comentarios al respecto…
Después cuando Kaká tiro la
liga ésta le cayó a nada más y nada menos que al hermano de Kaká, quien
rápidamente la arrojó a uno de sus tíos causando que la mayoría riera.
A mitad de la tarde, ya con las
luces encendidas, después de haber tomado un poco más de lo debido e ignorando
el consejo de Lukas, Lou se puso de pie y caminó hasta donde estaban los
músicos. Mari estaba sentada con su esposo, sus padres y sus suegros en la mesa
rectangular, desde donde podía ver todo. Su amiga apenas iba a comenzar a
hablar cuando uno de los meseros pasaba al lado de ella con una bandeja llena
de copas de champagne, la chica cogió una sonriendo y agradeciendo al mesero. Mari
se golpeó la frente con la palma de la mano antes de volver a ver a su amiga,
la mayoría de los que estaban allí también la miraban, aunque ellos lucían
menos divertidos que la novia.
-Mari…amiga, - comenzó. Mariana
recordó aquella vez, cuando se graduó de la universidad y saltó al escenario,
impulsada por el alcohol y sus propias palabras. Ella misma había retado a
Louella a que cantara una canción con los músicos, y después de tres vasos de
vodka y jugo, la castaña se sacó los zapatos, se recogió la falda del largo
vestido color rojo que llevaba puesto y saltó al escenario cuando los músicos
terminaban la canción, después de dar algunas indicaciones a los músicos había
comenzado a cantar, dando el espectáculo de la graduación. Mari había cogido su
cámara en cuanto su amiga había subido al escenario y aún conservaba la
grabación de aquel evento. Lou no recordaba eso por el momento, pero sabía que
en algún momento de la noche tendría que hacer el brindis, así que de nueva
cuenta, impulsada por el alcohol, cogía el micrófono con manos expertas, suficientes
veces había hablado ante un micrófono, aunque nunca en una boda. – hoy te
casaste. Te casaste con un amigo mío. ¡Kaká, eres un suertudo! Yo… no sabía si
alguna vez, alguien fuera a llegar a merecer a mi mejor amiga. – el alcohol
pudiera haber sido, o tal vez después de todo se le había comenzado a bajar la
borrachera, pero su voz sonaba llena de sentimiento. – Es como una hermana, esa
chica rara que ahora lleva tu apellido. – quienes conocían a Mari rieron un
poco, Mariana solo hizo un puchero antes de volver la vista a su amiga. – pero,
yo los conozco desde antes de que ustedes mismos se conocieran… creo que he
visto de cerca cómo se quieren. Yo sé que se quieren de verdad y eso ya es un
tesoro enorme, no lo pierdan a través de las peleas y la vida; ahora que están
juntos. Al menos ya no tengo que lavar tus platos. – dijo, apuntando un dedo
acusador a la que alguna vez fue su compañera de piso. – Como los que están
aquí hoy, los quiero y si he aprendido algo es que, hay personas a las que uno
no entiende como a Mariana…yo nunca he sabido bien que es lo que pasa por su
cabeza ¡está loca! – Algunos más rieron – pero ya lo dije, es como si fuera de
mi familia, la quiero. Pero aunque no entienda a alguien, cuando ellos son
personas tan valiosas, uno las quiere y bueno, hay que seguir la corriente
algunas veces y Kaká, te espera una vida de seguirle la corriente a esa
chiflada. – Kaká sonrió mirando a Mari de reojo, ella miraba a su amiga con los
ojos entrecerrados, no sabía si reír o golpearla. – Y sé que mi mejor amiga, la
que en este momento quiere matarme por llamarle “loca” va a tener una gran vida
contigo. Kaká. – Alzó su copa por fin, en dirección al jugador, quien también
alzo su copa hacia la castaña. – Mariana. – la volvió a alzar en dirección a su
amiga, ella sin querer soltar las lágrimas alzó la copa sonriendo – Por qué
sean muy felices. – luego se dirigió a los invitados. – ¡Por los novios! – la
gente alzo sus copas también, y todos brindaron. Lou devolvió el micrófono a
los músicos y fue hasta donde estaba su amiga y le dio un fuerte abrazo,
después le dio otro a Kaká y se fue de vuelta a su mesa, donde Cristiano, Ceci
y Lukas esperaban.
Poco después los músicos
pidieron a la gente que pasara adentro, se hacía tarde y en unos minutos se serviría
la cena. Adentró esperaba un salón cerrado con una iluminación cálida y tenue.
Las mesas cuadradas tenían
sobre sí manteles con líneas que se cruzaban en colores verde pistache y rosa,
los centros de mesa en algunas mesas eran pequeños arboles dorados donde
colgaban velas y enredadas en el tallo de los pequeños arboles había minúsculas
flores blancas y plantitas verdes simulando una pequeña enredadera, en otras
mesas había cajitas de cristal con flores blancas y plantas que le daban mayor
volumen al arreglo, las sillas Tiffany acomodadas alrededor de las mesas
cuadradas, con lugar para doce. Junto a la gran pista de madera había máquinas
de humo y un escenario montado cerca de la pista, donde un grupo de músicos
vestidos al estilo de gánsteres tocaba. La fiesta continuo, Cristi finalmente
les había presentado a su novio, quién resulto ser nada más y nada menos…
-¡Mesut Özil! Ceci y Lou
estaban sorprendidas aunque Mariana ya lo sabía. Özil había estado raro con las
chicas los últimos meses, pero Lou recordaba haber conversado con él sobre una
chica que le gustaba pero que no tenía ni idea si podría funcionar algo con
ella, mientras Ceci y Lou se miraban e intentaban comprender la pareja se fue a
la pista de baile.
-Me sorprende. No sabía que
podía guardar secretos tanto tiempo… - dijo Ceci.
-Lo que me sorprende es que no
lo sospecharan. – dijo Cristiano, pasando un brazo sobre los hombros de ambas
chicas, él era mucho más alto que Ceci pero a ella no le molestaba en absoluto.
-Bueno, ya. Sácala a bailar. –
dijo Lou, sacándose el brazo de Cristiano de encima y apuntando hacia la pista
de baile.
Sin decir palabra ambos se
fueron a bailar, Lukas estaba conversando con Khedira mientras ella se quedaba
de pie cerca de la pista. Mariana estaba en el centro con Kaká, La cola larga
de su vestido estaba colgando de su brazo, el sueño de su vida había sido
vestir un Vera Wang el día de su boda y lo había conseguido. Sin tener que
ajustarse al vestido, pues era delgada.
De pronto un brazo se posó
sobre sus hombros, pero en lugar de ser pesado como el de Cristiano, este brazo
le caía suavemente, la mano colgando sobre su hombro derecho, el hombre al que
aquel brazo pertenecía a su izquierda. El gesto le era familiar, a pesar de
llevar una semana conociéndolo, él le era familiar.
-Tu ex a las 11:00. – le dijo
en el oído. Ella lo miro de reojo y puso la vista donde él decía con disimulo.
Gonzalo estaba saliendo de la pista de baile con su brazo alrededor de la
cintura de su novia rubia. No lo quiso demostrar, pero estaba molesta, tanto
que podía imaginar una versión pequeñita de ella misma en caricatura, como la
que aparecía en Lizzie McGuire,
imaginaba a esa pequeña Lou haciendo una rabieta enorme, pisando fuerte la mesa
que estaba detrás de ella, seguramente diciendo barbaries sobre el hombre que
le rompiera el corazón hacía poco menos de dos meses. – no debí decírtelo,
¿verdad? – él le preguntó en inglés, ya que no hablaba español y se había
acostumbrado a hablarle en aquel idioma.
Lou se dio la vuelta, cerró los
ojos y suspiró, intentaba contar a diez cuando Lukas se volteó para mirarla.
Sonreía de lado. Lou sabía por qué había aceptado ir con ella, eran amigos,
pero no era tan ciega como para no ver que el hombre estaba un tanto interesado
en ella, lo cual ella no comprendía. Nunca había sido guapa, ni bonita, ni
nadie a quién los chicos miraban. Y en ese momento allí estaba Lukas poniendo
su mano en la espalda de ella, por debajo de la línea de la cintura del vestido
azul cielo que vestía. Él se inclinó para decirle algo al oído y ella estaba
segura que estaba intentando ayudarla un poco con la situación de Gonzalo.
-En verdad es un imbécil. – le
dijo. Lou lo miró con las cejas alzadas y se rio con ganas. Era la primera vez
que el alemán daba su opinión sobre Gonzalo. – por cierto ¿hablaste con él?
-Ni una palabra. – respondió
ella, girándose con una sonrisa, aunque se había sentado al lado de él en la
iglesia no habían cruzado palabra. De reojo vio a Mari bailando con Kaká, ambos
sonreía como unos tontos, completamente ignorantes de lo que pasara fuera de su
mundo de fantasía, en el que por el momento se encontraban inmersos.
Gonzalo se acercaba a ellos, la
mujer de nariz extremadamente delgada y recta iba a su lado, con cada paso que
daban Lou se daba cuenta de lo bonita que aquella mujer era. Sin duda él la
preferiría sobre ella cualquier día, aunque ella pensó que Gonzalo no era tan
superficial. Y cuando le dio una sonrisa y la saludó sintió que el estómago se
le contorsionaba de manera extraña y familiar a la vez. Se dio una cachetada
mentalmente, aún lo quería y el corazón aún se le aceleró cuando percibió el
olor de la colonia que el argentino usaba.
-Hola, ¿cómo están? – dijo
Gonzalo, en español.
-Estamos muy bien, pero Lukas
no habla español. – dijo Lou con una expresión cortés, no una sonrisa. El
alemán al escuchar su nombre sonrió y le paso un brazo por sobre los hombros a
la castaña, atrayéndola un poco hacia sí. Ella normalmente hubiera hecho algún
puchero a manera de broma, pero en ese momento no hizo nada más que pasar su
brazo por la cintura de él y sonreírle, aunque su mirada cuando se encontró con
la de Lukas era más bien una de agradecimiento. – Sé que no hablas alemán, pero
creo que todos hablamos inglés.
-Sí, bueno…te presento a
Adriane. – la rubia extendió su mano para saludar a la castaña y a su
acompañante. – Adriane ella es Lou.
-Louella, para ti. – repuso la
castaña, mirándolos a ambos, Gonzalo y Adriane. – Éste es Lukas. – El aludido
extendió su mano y le dio un apretón firme a la mano de Gonzalo después de
saludar a la rubia.
-Bueno, disculpen pero…esta
canción…no me la puedo perder. – Lukas dijo con su sonrisa casual, la que
comúnmente adornaba su rostro. La canción un cover de “This Love” de Maroon 5
que hacía la banda.
Gonzalo se quedó mirando como
la chica tomaba un trago de su refresco antes de correr con Lukas, que la cogía
de la mano y la llevaba a un lugar en la pista donde aunque estuvieran rodeados
de invitados podían ser vistos por cualquiera en el sitio donde el argentino y
su novia podían verlos.
Mariana se topó con el par
bailando y le dio una mirada de cuestionamiento a su amiga, que solo se encogió
de hombros y continuó bailando con el alemán. En alguna parte de la pista Ceci
bailaba con Cristiano mientras gritaba las letras emocionada, aquella era una
de sus canciones favoritas y Cristi estaba bailando tranquilamente con Mesut.
El resto de los invitados también bailaban en parejas. La siguiente canción,
una canción lenta de Enrique Iglesias, “héroe”. De pronto todas las parejas
estaban allí, en la pista y algunos salieron de la misma para dar lugar a
aquellos que sí tenían con quien bailar.
En medio de todos, Mariana
estaba allí con Kaká, bailando pegados, ella recargaba su mejilla contra el
pecho de él y mientras tanto él solo se preguntaba a sí mismo si en verdad se
acababa de casar con aquella chica que desde el primer momento lo había vuelto loco. Recordó entonces, cómo había sido
esa primera vez que se vieron y se le escapó una sonrisa. Ella le había tirado
el vino por accidente y él se había puesto tan molesto que ella se tuvo que
defender y ambos se dijeron tantas cosas…que pensar que ese día terminaban
casándose era gracioso.
Ceci estaba un poco incomoda
con Cristiano, bailaban lento y el no dejaba de mirarla a los ojos, pero ella
se sentía como en una película cursi, de aquellas que Mariana y Cristi adoraban
obligarlas a ella y Lou a ver. Y cuando él percibió la incomodidad de la chica,
se detuvo a media canción, y poniendo una mano en la mejilla de la chica le dio
un beso suave y lento en los labios.
- Eu te amo. – le
confesó, con los ojos puestos en los de ella, que se abrieron como platos antes
de que titubeara antes de poder formar palabra, pero no pudo decir nada, solo
paso los brazos alrededor del cuello de él y volvió a unir sus labios a los de
él.
Un par de horas más tarde,
algunos invitados ya se habían ido, eran casi las seis de la madrugada cuando
Lukas se quedó conversando con algunos amigos que estaban allí, Mariana y Kaká
estaban ocupados despidiendo a algunos invitados, Ceci estaba con Cristi
bromeando, Cristiano y Coentrão estaban charlando.
Özil estaba inmerso en la conversación con otros invitados.
Lou intentó entrar en la
conversación de Ceci y Cristi pero ambas estaban en un momento de incoherencia,
no provocado por el alcohol, sino por el sueño, ambas necesitaban dormir
pronto, pues todo les causaba risa.
La chica decidió ir a tomar
aire, la máquina de humo había sido apagada hacía un par de horas, pero sintió
que lo adecuado sería salir un momento antes de volver a entrar.
Afuera había solo algunas
luces, los rociadores estaban encendidos y el toldo ya no estaba, tampoco las
mesas, ni siquiera la pista de baile, nada. Se quedó de pie pensando en lo que
pasaría después de aquello. Al día siguiente su amiga saldría a Brasil y no
regresaría en dos semanas, ¿qué haría si ocurría algo importante y no podía
hablar con ella? Era como quedarse sin internet en una tarde lluviosa.
-¿Qué haces? – dijo una voz
conocida, el acento era imposible de confundir. Ella suspiró, no quería hablar
con él.
-Salí a tomar un respiro… - le
respondió sin mirarla. - ¿Y Adriane? ¿No deberías estar con ella? – preguntó,
deseando que él se fuera de nuevo.
-Se fue hace un rato. –
respondió. Ambos se quedaron en silencio. - ¿Y Lukas? Tú sí que deberías estar
con tu novio. –dijo con ironía. No quería, pero toda la tarde la había visto
riendo con él, cogidos de la mano, abrazándose y bailando. Quería disculparse
con ella por lo que le había dicho, pero estaba enojado y su voz lo delató. La
castaña hizo caso omiso a su tono.
-Bueno, es que quería estar
sola un momento. – dijo, lanzando la indirecta. Gonzalo se acercó a ella y ella
intentó alejarse, solo logró que uno de sus zapatos de tacón se atascara en el
pasto y su tobillo aún herido por la patada que le había propinado a la pared
se doblara de manera dolorosa.
Gonzalo la detuvo antes de que
cayera, aunque el pie le dolía como la vez anterior. Maldijo mentalmente sin
querer pronunciar palabra. Él la dirigió a los baños que estaban al final de un
pasillo afuera del salón, cerca de donde estaban parados, la chica no pudo
caminar bien, así que él tuvo que sostenerla para llegar al baño, sin
importarle que fueran los baños de mujeres y que pudiera haber alguien adentro,
entró y sentó a la chica en frente de los espejos, ella daba la espalda a éste,
y a su lado estaba la fila de lavamanos. Gonzalo le ayudó a sacarse el zapato y
le puso un papel con agua fría sobre el tobillo adolorido.
-¡Au! –ella frunció el ceño.
-Perdón… - le dijo él,
mirándola a la cara.
Ambos se quedaron viendo un
largo tiempo, ninguno decía nada. De
pronto él se enderezó y cogiendo su rostro la besó. La besó y ella consciente
de la situación lo besó también, poniendo las manos en su pecho, pero después
recordó que se suponía que ella estaba con Lukas y él estaba con Adriane. Lo
empujó, haciendo que se alejara de ella.
-Tu… yo… - no sabía muy bien
que decir, los sentimientos que la invadían en ese momento la confundían. Su
corazón latía rápidamente y las manos le temblaban, pero sentía ese pinchazo de
ira, no debía besarlo, no debía querer besarlo, no después de lo que él le
dijo, le había dado a entender que no la quería ni un poco, no le interesó que
se fuera, aún si estuviera embarazada de él. ¿Y ahora la besaba en un baño en
la boda de su mejor amiga? Se alegró de que al menos no hubiera nadie para
presenciar el momento, en especial que Mariana no lo pudiera ver, aquello
probablemente arruinaría su noche. – No le haré esto a Lukas… - dijo, mirando
hacia otro lado, intentó poner atención a los cubículos de color naranja oscuro
y el piso blanco, las paredes eran de un naranja quemado, un poco más claro que
el de las puertas de los cubículos. Dentro se veían inodoros blancos.
-¿En serio te importa? –
preguntó Gonzalo, antes de plantar un beso en los labios de la chica. Ella
quiso hablar pero le resultó inútil empujar a Gonzalo como lo acababa de hacer,
él puso las manos a los lados de su cuerpo, apoyados en el mármol sobre el que
estaba sentada.
-Aja…– logró decir antes de que
Gonzalo volviera a callarla con sus labios.