Saturday, September 21, 2013

Thursday, September 19, 2013

Buenos libros

Es siempre bonito mirar un libro, leer la reseña y decidirse a comprarlo. 

La desicion es siempre importante. Uno escoge no solo un par de horas de diversión, no, uno escoge un destino al cual viajar y en el cual vivir un par de dias, los mejores amigos y la aventura que tendrás. 
Leer el libro escogido es aun mas fácil, uno se hace cercano y familiar a la narrativa y estilo del autor, a sus personajes y sus formas de pensar.

Hay libros que uno acoge y protege con especial cuidado. Hay quien prefiere leer "en secreto": desde la comodidad de nuestro living, en nuestra habitación o jardín. Pero nunca falta tampoco aquel -como yo- que prefiere leer en cualquier lugar donde se le de la oportunidad: la escuela-siempre que las actividades estén terminadas, tampoco se trata de meterse en problemas -, en el auto -poco recomendable si uno se marea con facilidad-, en esas visitas incomodas a familiares lejanos.

Al final, llegas al último capítulo de tu preciado libro y sabes que pronto será la despedida, terminará la historia y con ella tu amistad con los personajes y su aventura llegará a su fin.

La última página ya marca el inevitable fin, la última palabra nos lleva a recordar las páginas previas y así aunque sea triste dejar un libro de lado y ponerlo en el librero para leerlo de nuevo quizá algún día, miramos hacia la nada y admiramos la aventura y nos ponemos a la espera de una nueva aventura que nos saqué de una aburrida clase y nos lleve hasta las lejanas tierras de la Nueva Zelanda de 1852...

Wednesday, September 18, 2013

Cuando tengas ganas de morirte

Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y veras qué hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.
Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.

Jaime Sabines.

Tuesday, September 17, 2013

Gol. Capítulo 16

Capítulo 16


Mariana se levantó de la cama y se arregló para ir a trabajar, habían pasado un par de semanas desde que el restaurante abrió y las críticas aun eran buenas, la gente continuaba llegando y Lou no parecía tener ningún problema para manejar la situación. En España, era una cosa distinta, Mari quería remodelar el restaurante, pero no podía con la boda que no estaba planeada completamente. Mari había encontrado los vestidos para sus damas, el suyo, los smokings de los hombres, además que ya había contratado el banquete, el jardín y él salón, la luna de miel ya estaba planeada, la iglesia ya estaba reservada, las flores, los músicos, el pastel de bodas, las invitaciones, todo. Todo estaba preparado.
Pero Mariana estaba estresada, Kaká le había ayudado con la mitad de las cosas, pero en ese tiempo ellos se habían peleado sobre los manteles de las mesas, el moño en las invitaciones, el color de las flores para la iglesia, y además el día anterior, él había llegado tarde a las pláticas pre-matrimoniales a las que debían asistir antes de la boda.
Mariana estaba irritable y Kaká después de haber tenido un entrenamiento pesado esa mañana estaba que echaba humo cuando Mariana comenzó con las indirectas.
A manera de broma le había preguntado si también al entrenamiento había llegado un “poquito tarde” y esto lo molesto de tal manera que él contraatacó con lo primero que logró recordar.
-No, amor. Pero si hubiera llevado un moño atado por el medio, seguro ni entrenaba. – le contestó él con una sonrisa, falsamente dulce.
-Bueno, cariñito… me imagino que si te pintabas de azul no te hubieran dejado entrar. – le comentó Mari, haciendo referencia a la idea que él había tenido de poner flores azules en lugar de rosas entre las blancas que se pondrían como centro de mesa.
-Mira, corazón. A la otra, me pondré un trapo color plata sobre la cabeza. Eso sí que te gustará. – comentó, recordándole a Mariana sobre los manteles que quería colocar.
-Panquesito… - dijo entre dientes. – no estoy para bromas.
-Sirenita, yo tampoco.
En ese momento ambos se echaron sobre el otro, besándose y tocándose, aunque aclarando el asunto.
-En este momento te odio. – dijo Mariana mientras Kaká la cargaba hasta la habitación.
-Sí, yo te odio más.- le dijo él, abriendo la puerta como podía.
-Ni me hables. – le espetó Mariana, poniendo sus manos en los hombros de él.
-¡Cállate de una vez! – la silenció el jugador antes de meterse en la habitación y cerrar la puerta con el pie.

~~~

Las puertas del restaurante por fin se cerraron, los meseros comenzaron a irse, en la cocina con los platos limpios todos salieron, despidiéndose de la jefa, Lou se tiró sobre una silla, no sabía qué hacer, había estado parte del día ayudando como podía en la cocina, luego simplemente se paseó por el lugar asegurándose de que a todos los clientes los atendían bien, pero a mitad del día se quedó sin mucho que hacer, la gente entraba y otros salían, en la cocina, ya tenían su ritmo bien puesto y ella solo estorbaba allí dentro, mientras que afuera no tenía mucho que hacer más que sentarse frente a la registradora y hacer las cuentas para los clientes que iban saliendo. Lo peor del asunto, al Real Madrid lo habían eliminado de la Champions league en la semifinal el miércoles. Ya ni siquiera la espera de la final le entusiasmaba tanto, además que el equipo había dejado escapar los últimos partidos y tampoco se llevarían la liga. Lou estaba molesta, frustrada y aburrida.
Y al terminar el día, además estaba cansada. Hacía días que no podía dormir, solo se acostaba en la cama y sus sentidos se agudizaban, también estaba paranoica. Después de que Ale la atacará, se fue a la casa de Higuaín y allí se sentía segura, con todo y las peleas, se sentía seguro y acompañada, no había un momento en que estuviera sola pues si no estaba Gonzalo para hacer alguna payasada, estaba Andrea para comentar con ella sobre lo último que había pasado en algún programa de la noche o hablar sobre cualquier cosa. La rubia que trabajaba para Higuaín era una mujer amable e inteligente. Lou extrañaba eso.
En aquel apartamento solo se tenía a sí misma. No había nadie para hacerle compañía, no había nadie para protegerla. Nunca antes había vivido sola y no era que no le gustara la soledad, porque amaba el silencio, pero por la noche extrañaba despertar con frio y descubrir que Gonzalo había cogido su parte de la cobija. Extrañaba que alguien la despertara a mitad de la noche porque había soñado con nachos y quería comer nachos. Extrañaba esas cosas raras que él decía cuando estaba dormido. Había hecho una frasecita su mantra y con esas tres palabras intentaba ir a dormir con paz mental, rara vez lo lograba pero decirse a sí misma “ya está terminado” era un paso fundamental para aceptarlo, pues realmente ya estaba terminada su relación con el argentino.
No lo admitiría a sí misma, pero extrañaba a Gonzalo. Aunque él la hubiera humillado y le hubiera dicho aquellas cosas tan horribles, extrañaba al argentino y al llegar a casa y poner los tres seguros a la puerta antes de ir a la habitación y cerrar con llave el balcón, Lou se dio cuenta que tal vez era hora de un cambio.
Al día siguiente llamó temprano a Mariana, ella estaba en el restaurant, haciendo lo suyo, Lou estaba entrando a la escuela de idiomas. Hablaron por unos cinco minutos y luego colgaron, Mari no entendió por qué sería tan importante que supiera aquellos mínimos detalles sobre el restaurante, pero no le dio importancia.
La escuela de idiomas consistía de un mostrador al frente y una puerta con un vidrio a la izquierda, todo allí era gris o blanco y  en las paredes de lo que parecía ser la recepción había posters de los países cuyos idiomas se enseñaban allí. El chico detrás del mostrador la atendió rápidamente y ella entró por la puerta de la izquierda hacia un pasillo largo, a sus lados había otras puertas que dirigían a pequeños salones de clase, no había más de cinco alumnos por salón, de hecho Lou no vio ningún salón lleno. Pronto alcanzo el final del pasillo, allí había unas escaleras, en la zona de arriba había más espacio y más salones, se fue al salón número seis y llamó a la puerta, un hombre demasiado joven para tener treinta y demasiado adulto para los veinte salió para recibirla.
-Hola, mucho gusto. Soy Lou Gómez.
-Eduardo Flores. – dijo él. - ¿te puedo ayudar en algo?
-Sí, eh… - la chica se sintió algo apenada, sabía que aquella no era la manera habitual, pero necesitaba un maestro de Italiano y lo necesitaba pronto. – me ha dicho el de recepción que tú podrías enseñarme italiano.
Eduardo se rio y miro de reojo a sus alumnos dentro del salón, detrás del cristal, tres jóvenes se amontonaban cerca de la puerta intentando escuchar la conversación, esperando que aquella chica fuera la novia del maestro, pero él sabía, porque se le notaba a kilómetros, que ella era muy joven y además parecía importante, hablaba como si tuviera prisa. No de irse, sino de llegar a un compromiso, o al menos, eso fue lo que pensó él.
-Sí, pero tú no serás básico, ¿verdad? – la chica sonrió y negó con la cabeza orgullosa.
-No, pero sé que hay muchas cosas que no sé.
Después que el maestro le diera el número de su teléfono móvil y se despidieron y ella se fue.

Lou pasó las siguientes semanas aprendiendo Italiano, no le fallaba mucho, simplemente era cosa de que aprendiera a conjugar los verbos en pasado y que expandiera su vocabulario.
En el restaurante las cosas iban muy bien, pero se aburría, extrañaba su trabajo como nutrióloga, extraña hablar en español, extrañaba a sus amigas, a los hombres del Madrid que la hacían reír demasiado y extrañaba las horas que pasaba en el hospital charlando con las enfermeras. Por un momento deseo volver a España, pero en aquel instante el teléfono comenzó a sonar, fue a cogerlo en la mesa de noche y presionó el botón verde. La llamada era de Mike, de nuevo el Chelsea quería saber si ella podría visitar el plantel y discutir la posibilidad de que trabajara con ellos, Lou se sorprendió había olvidado por completo aquella propuesta, así que cuando colgó con la promesa de llamarlos ella, tuvo que pensárselo muy bien.
Salió del apartamento, llevaba unos jeans y una camiseta roja con un estampado de flores, encima se había puesto una chaqueta ligera de denim. Estaba usando como era común, un par de tacones altos y llevaba el cabello suelo. Demasiado largo por no haberlo cortado en los últimos meses, aunque estaba perfectamente sano, así que no tenía urgencia de cortarlo.
En la ciudad, por la noche había muchos bares abiertos, se paseó por una calle bonita, había gente pasando a su lado y algunos autos, chicos guapos montados en vespas. En una esquina había un local donde vendían libros, además que era una pequeña cafetería, Lou la había descubierto cuando buscaba por todas las librerías una copia de “como agua para chocolate” la semana de su llegada a Italia. Allí mismo lo había comenzado a releer. En medio de la noche, la cafetería aún estaba abierta, así que husmeó entre los libros y escogió algo que se veía prometedor. “El profesor” aunque claro; los libros estaban en italiano. Con el libro en las manos buscó entre las revistas, allí, una de aquellas revistas le llamó la atención, en la portada, aparecía su ex. Su ex con una mujer. No le agradó nada, así que cogió la revista y fue al mostrador, pagando el libro y la revista se fue directa de vuelta al apartamento, se sentó en la mesita de la cocina y sacó la revista de la bolsa de papel que le habían dado en la librería. Pasó las hojas y se fue a encontrar con la nota donde se hablaba un poco de la súbita ruptura de ella con Gonzalo y de como él se “repuso” rápidamente y comenzó a salir con aquella nueva mujer. En su rostro lucía una cantidad exagerada de maquillaje, tenía un cuerpo de modelo, y el cabello rubio corto, por encima de los hombros. Lo primero que la chica pensó fue que eran todo lo contrario, además que por las fotos, se notaba que ella era de la misma altura que él, una mujer alta, se veía también que era mayor a él. Y al final de la nota, comprobó que aquella era modelo. En las fotos aparecían abrazados y en la última parecían estar besándose, ¿había pasado un mes y él ya estaba en plan de novio con otra mujer? Lou se negó a creérselo, releyó la nota entera y después se sintió enfadada, se levantó de golpe y caminó apresuradamente a la habitación, donde pateó la pared de piedra, simplemente lastimando su pie. Se sentó en la cama, enfadada y se sacó los zapatos, su pie estaba rojo, había tenido que ponerse violenta…
Molesta y cojeando por el dolor sacó el pijama del closet, puso su ropa en la canasta de la ropa sucia y se metió en la cama tras apagar las luces del apartamento y revisar que la puerta de entrada estuviera bien cerrada.
No logró dormir bien, y cuando por fin sus ojos cedieron al sueño, la alarma sonó. Lou se puso de pie de mala gana, al apoyar el pie derecho con el cual había pateado la pared, sintió un dolor fuerte que iba desde la punta de sus dedos y subía hasta su tobillo. Se preguntó si lo había roto, pero no tenía tiempo para nada así que se dio un baño y se puso una crema para el dolor que uno de los preparadores físicos en Madrid usaba para los golpes en los partidos. El dolor desapareció así que Lou se puso un vestido rosa de tirantes con corte en forma “A” y sus zapatillas blancas, se secó el cabello, dejando que algunas ondas se formaran en éste, cogió su bolso blanco y sus lentes oscuros y se fue. Una vez que llegó al restaurante, se sentó ante la caja registradora y cogió el celular, rápidamente llamó a Mari.
-¿Hola? – Mari contestó.
-Hola, ¿Cómo estas Mari? – preguntó Lou entusiasmada, mirando como los meseros salían de la cocina con sus delantales negros atados sobre la cintura.
-Bien, ¿y tú? – dijo la chica, en ese momento estaba en la barra, preparando bebidas.
-También. Mari… - el tono de la chica cambió un poco. Le comentó sobre la propuesta del equipo Inglés.
-Yo sé que no eres feliz en Italia. – respondió Mari. – y de segura ya te enteraste de la güera esa…
-Sí… pero eso es lo de menos, el restaurante va muy bien y creo que podemos dejarlo en las manos de Laura, es una chef increíble y ella puede hacerse cargo.
-¿Entonces te vas a Inglaterra? – Mari no daba crédito a lo que su amiga le decía.
-Sí.
-Ay, es que a ti te gusta estar entre hombres sudorosos, ¿verdad? Ya admítelo. – bromeó Mariana. – Pero vas a venir a mi boda.
-¡No me la pierdo por nada! Además con esa invitación tan mona que me han mandado…
-Más te vale.
Después de hablar un poco sobre la boda de Mari, ambas colgaron y se fueron a revisar que el restaurante funcionara como era debido. Lou se puso de acuerdo con Laura, le aumentarían el sueldo y ella quedaría a cargo del lugar hasta que Mari o ella fueran. En cuanto Lou tuvo tiempo llamó a Eduardo y canceló el resto de sus lecciones antes de llamar al hombre del Chelsea que le había insistido en que los visitara. Así lo haría, visitaría Inglaterra y probablemente allí se quedaría.
Pero antes de hacer cualquier arreglo, tenía que comprobar que el puesto le agradaba, esta vez no se metería en enredos, en sus manos estaba mantener a los jugadores a distancia, con los hombres del Madrid había hecho amistad y cuando se fue sabía que una parte de sí misma se había quedado con ellos y que a ellos los había herido, no le había comentado a nadie que se iría, ni siquiera a Sergio, que había estado intentando llamarla, pero ella no quería contestar sus llamadas. No quería escuchar los reproches de su amigo, que aquel día de la apertura del restaurante había hecho por restregarle en la cara lo mucho que todos la extrañaban. Casi se le rompía el corazón solo de acordarse de que había dejado toda una vida en España. Toda una vida.
Y mientras los días pasaban, ella sólo se torturaba más, en los programas de chismes había de vez en cuando una nota sobre Higuaín y su famosa novia, la mujer de cabello rubio había llevado a Gonzalo a un evento aquí, a un evento allá y en casi todas las fotos aparecían abrazados o besándose. Al principio a Lou le hervía la sangre, pero después, no se movía siquiera, no estaba indiferente, simplemente no sentía nada. Como si hubiera abusado brutalmente de sus sentimientos y en ese momento ya no le quedaban ningunos. No sentía ni enojo, ni tristeza, ni felicidad, nada. Solo sentía que los días pasaban muy lento y su avión salía el viernes.
Cuando el viernes llegó, Lou se fue al aeropuerto a las cuatro de la tarde, el vuelo salía a las siete, así que tenía suficiente tiempo.
No tardó en aterrizar en la ciudad de Londres, en el aeropuerto de Heathrow, desde allí un taxi la llevo al hotel donde durmió casi toda la tarde antes de salir a buscar algún lugar donde cenar.
El mesero acababa de darle la carta, estaba en un restaurante local, Lou creyó ver a alguien conocido. El lugar estaba decorado con muchas fotos en las paredes, algunas más cerca del suelo que otras, las paredes eran azul oscuro y toda la parte del frente eran cristales, grandes vitrales coloridos y la puerta de vidrio en el medio. Al fondo estaba la cocina y la caja registradora sobre un costado de la pequeña barra.
-¿Qué haces aquí? – le dijo él en inglés cuando la saludó.
-…es una larga historia.- le respondió ella, también en inglés.
-Tengo tiempo, ¿te molesta? – le dijo, refiriéndose al puesto frente a ella, estaba sentada en una pequeña cabina al estilo de los años 50, aunque la mesa era azul oscuro y los sillones tenían un diseño de rayas gruesas del mismo azul y blanco. Ella negó con la cabeza y él se sentó al mismo tiempo que alzaba el brazo y le indicaba al mesero que le llevará otra carta. – La comida aquí es excelente. – le dijo.
-Seguro… - dijo ella, mordiéndose la lengua para no reprocharle al jugador que visitara un restaurante donde todo en el menú contenía alguna cosa que ella nunca en la vida le permitiría a ningún futbolista comer con frecuencia. El mesero le llevó la carta al hombre sentado frente a ella y de inmediato él supo que pedir.
-Pide las alitas, te las sirven con unas papas y una ensalada buenísimas. – le recomendó.
-¿Vienes aquí con frecuencia, verdad? – le dijo ella, el mesero se acercó y el alemán sonrió antes de que el mesero respondiera por él.
-¿Lo de siempre Lukas? – Lou se quedó mirando al mesero sin saber que decir, no esperaba eso, según sabía, él llevaba poco tiempo en Inglaterra.
-Sí, a ella tráele las alitas. Ya sabes, con la ensalada. – se cubrió la cara con el dorso de la mano y bajó la voz, aunque ella lo pudo escuchar. – Es nutrióloga, no quiero que se le quemen los cables aquí… - el mesero se rio por lo bajo y escribió en su pequeña libreta.
-¿De tomar?
-Una limonada. – dijo ella.
-¡No! ¿Qué es eso? – Lukas la miro sonriente, Lou sabía que estaba jugando. – Dos coronas.
El mesero se alejó de la mesa aun escribiendo en la libretita, Lou miró a Lukas, no le agradaba del todo que hiciera eso, pero él solo sonreía.
Él se inclinó en la mesa y puso los codos en la mesa dejando un brazo descansando sobre ésta mientras se tocaba la barbilla con aire pensativo. Tenía la barba crecida, tal vez no se habría rasurado en un par de días.
-El rumor es que te engañó con la rubia. – dijo de pronto aunque en voz baja, no parecía avergonzado, aunque se veía pensativo. La chica no comprendió enteramente hasta que pasaron un par de minutos en silencio. Él se dio cuenta de ello, y pudo ver que cuando comprendió la pregunta sus ojos mostraron tristeza, pero solo fue un instante, luego se volvieron fríos y soltó un suspiro en forma de risa.
-No. Eso sería más simple. – le dijo. - ¿En serio quieres saber toda la historia? – él alzo las cejas y puso los brazos sobre el respaldo del sillón donde estaba sentado. El mesero dejó las cervezas frente a ellos, las botellas de vidrio se empañaban y las gotitas de agua comenzaban a resbalar hacia abajo.
-No le diré a nadie si no quieres. – le respondió. Ella suspiro y se lo contó todo, emitiendo algunos detalles inútiles, los sentimientos que no había encontrado ahora la golpeaban, pero miró hacia el techo y se contuvo como pudo. - ¿Y ahora te quedaras aquí?
-Sí. Me gustaría mantenerme alejada. Es lo mejor; además él ya tiene nueva novia.
Lukas asintió, sabía que ella quería llorar pero prefirió voltear la hoja y dejar el tema, después de todo, si ella se quedaba en Londres, podrían conversar después. El mesero llevó la comida y ambos comenzaron a comer mientras hablaban un poco sobre sus planes para la siguiente temporada, ocasionalmente bromeando. Lou no había descubierto lo bromista que el alemán podía ser.
Al día siguiente se fue hasta Stamford bridge.

~~~
La despedida de soltera de Mariana fue toda una fiesta. Las amigas más cercanas de la chica estaban allí, al igual que su hermana y algunas otras invitadas a la boda.
Ceci, Cristina y Lou estuvieron toda la mañana arreglando un salón en el hotel donde sería la recepción de la boda, había mesas altas de vidrio con sillas de metal color negro y forro blanco, en las mesas habían puestos centros con un par de globos atados a unos pequeños palitos de madera pintados de color rojo o azul. El tema en esa ocasión eran los colores de la bandera de reino unido, Ceci se las había arreglado para conseguir un modelo a miniatura de un mini cooper azul con la bandera de carreras en el techo y una bonita pintura que ya había mandado a casa de su amiga. Cristi le había regalado un set de seis portarretratos grandes con intrincados diseños, seguramente pensando en las fotos que se traerían de Brasil, a donde se irían de luna de miel. Lou le había llevado al par una colección de sábanas y colchas, recordando lo mucho que su amiga odiaba las sábanas blancas.
La fiesta comenzó temprano, por la tarde, pero se alargó y las que se quedaron decidieron hacer más que comer pastel y chismorrear. Así que se fueron al bar del hotel y comenzaron a beber, Mariana dio la sorpresa de la noche, tomando shots de tequila sin rechistar, aunque paro antes de ponerse borracha y bailo lo suficiente para procesar el alcohol, las demás no pudieron igualarle sin cambiar de bebida o caerse al suelo de borrachas. Ceci estaba riendo con las tonterías de sus amigas, ella había decidido llevar a sus amigas de vuelta a casa en su auto, por lo que sólo tomó refresco. Cristina comenzaba a coquetear las paredes y Lou bailaba con el resto de las invitadas a la despedida, Mari incluida. La cuñada de Mari decidió hacer un brindis casi a las dos de la madrugada.
-¡Esa que se casa! – grito mientras se paraba sobre una mesa. La gente no la podía ver bien, pues la luz era muy tenue. - ¡Sí, esa! – apunto hacia Mariana con el vaso de vodka y jugo en la mano. – ¡ESA ES MI CUÑADAAAA! – las mujeres comenzaron a reír, era obvio que aquella mujer estaba borracha y Mari en el estado en el que estaba no le importó mucho, sino que rio con el resto y escuchó cuando volvió a hablar. Esta vez, tuvo algo de coherencia al hablar. – Se va a quedar toda la vida con el mismo hombre…no la culpo, miren que…que…¡que yo la quiero! Y le deseo toda la suerte del mundo, ¡ESTA ES POR TI, MARIANA! ¡HASTA EL FONDO! – dijo y se llevó el vaso a los labios para beber, como las demás todo lo que le quedaba en el vaso.
Mari recibió un abrazo un tanto violento de parte de sus tres mejores amigas y poco después la fiesta terminó y Ceci tuvo que llevar a sus amigas de vuelta a sus casas, con excepción de Lou, que se subió al elevador y como pudo entró en su habitación de hotel. Ceci deseaba haber detenido a sus amigas, porque a decir verdad, ellas estaban hechas un completo desastre, en especial Cristi. Mari, aunque no estaba tan mal, le preocupó, después de todo, al día siguiente se casaba.



-¿Dónde está? – preguntó Ceci, Mariana no había regresado de su cita con el estilista, aún hacía falta que la maquillista la preparara y se pusiera el vestido, pero claro, Mariana de seguro se había quedado atascada en el tráfico en alguna parte de la ciudad y mientras tanto Ceci y Cristina se mordían las uñas, Lou tampoco había hecho su aparición por la casa de Cristina, después de esperar mucho tiempo, sonó el timbre y las dos salieron, el cabello de ambas recogido en un chongo alto y abultado, a Ceci le caía un poco de cabello hacía el lado derecho.
Al abrir la puerta se encontraron con Mari, peinada y lista, tenía el cabello largo en un chongo con rizos y la tiara puesta de manera que detenía el velo, y evitaba que se cayera. Con las mejillas rozadas y los ojos enmarcados con delineador negro y sombra de ojos que iba de negro a gris y en la esquina de la ceja era blanco, por eso se había tardado tanto, había conseguido que el maquillista la encontrara en el salón.
Mari lucía de verdad hermosa para su boda. Sonrió, la maquillista le había puesto un labial a prueba de todo, que le tendría que durar 24 horas y sobre éste le había puesto brillo de labios. Ceci la miró y la atacó con uno de sus abrazos, pocas veces abrazaba a alguien, pero después de que comenzó a salir con Cristiano Mariana y Cristi se habían dado cuenta de que estaba más cariñosa con ellas. Ceci se fue a poner la sombra de ojos, había optado por algo claro y natural, como usualmente hacía, se puso la sombra rosada y un poco de dorado para resaltar el maquillaje, se puso brillo de labios y volvió a la habitación donde Mari hablaba animadamente con Cristi, ella se había terminado de arreglar hacía poco menos de una hora, se había puesto sombra de ojos de un color crema muy claro y un tono rosado oscuro y delineador sobre el parpado, haciendo el efecto de tener más pestañas. Mariana era la única que usaba pestañas postizas.
-Primero vístanse ustedes. – dijo Mariana. Las tres se metieron en la habitación de Ceci, la primera en cambiarse fue Cristi, después de probarse veinte vestidos rosas en diferentes tiendas, Mariana se enamoró de un vestido color azul, el cual todas las damas habían aceptado felizmente usar. Probablemente Ceci era la que más feliz había sido con el color del vestido, pero al final a todas les causo gracia que el vestido no fuera rosa como la novia lo había planeado.
Ceci subió el cierre y Cristi se dio la vuelta, el vestido era a un solo hombro y tenía una cinta sobre la cintura que le quedaba perfectamente ajustada, desde allí el vestido caía con gracia hasta el suelo. Mariana estaba complacida con la apariencia de sus damas. Los zapatos abiertos eran plateados con tacón alto y cintas que rodeaban el tobillo, escogidos por Ceci, quien rara vez se ponía zapatos de tacón.
Un par de minutos después Ceci también estaba vestida, justo cuando ayudaban a Mari a entrar en su ajustado vestido, sonó el timbre, Cristi salió a abrir, Lou estaba allí de pie con el cabello recogido de la misma manera que el de sus amigas, aunque el fleco le caía sobre la frente con algunos mechones que se hacían más largos y le llegaban casi hasta la mitad de la mejilla, definitivamente se había hecho un corte de cabello. Llevaba unos pantalones de color rojo brillante con una blusa negra que tenía estampada la imagen de su héroe de toda la vida, Freddy Mercury en los pies sus converse.
Ya estaba maquillada, al igual que sus amigas con sombras de ojos en tonos rosados, aunque ella había optado por ponerse un poco de negro en la base del parpado, sobre la línea de las pestañas, sus mejillas sonrosadas y sus labios con un brillo rosado muy tenue.
Ambas entraron a la casa y se toparon con Mari vestida y preparada.
-¿A poco no está guapísima? – dijo Ceci con entusiasmo.
-Sí. – dijeron las dos amigas.
Mari sonreía y minutos después las cuatro estaban listas. Justo a tiempo, pues llegó la limusina. Las cuatro subieron, primero la novia y luego las damas, primero Cristi, luego Ceci y al final Lou. La limusina negra no tardó en llegar a la Iglesia, afuera había algunas personas, los padrinos y algunos familiares de ambos novios. Kaká ya estaba adentro de la Iglesia, esperando a que su hermano le avisara que su novia ya estaba allí. El pasillo hacia el altar estaba cubierto con una alfombra roja y a los costados, junto a cada banca había arreglos de flores color blanco, rosa y algunas plantas color verde brillante que hacían del arreglo un pequeño conjunto frondoso de flores.
En sus manos, Mari llevaba un ramo de cristal cortado, la mantilla española en su cabeza caía con gracia, la cola del vestido estaba por el momento en manos de Cristi, una niña y un niño de cuatro y seis años le ayudarían a llevar la cola, ambos hijos de su cuñada, misma que no mostraba signo alguno de resaca tras la noche anterior en la cual había tomado de todo.
Mari respiraba hondo, su padre hablaba con ella, pero ella insistía que no eran nervios sino emoción, ya quería llegar al altar, dar el sí, besar a Kaká y poder llevar el anilo de bodas en su dedo por siempre.
Mientras Cristi cogía la canasta con flores y se la daba a otra niña, una hija de la prima de Kaká, quién arrojaría los pétalos tras la entrada de la novia. No había sido asignada a que lo hiciera pero Cristina se ocupó de poner a las damas y a los padrinos en fila, siendo Ceci la primera, pues ella era madrina de ramo y llevaba el bello ramo de rosas color rosa y blanco que Mari dejaría a la virgen. Los siguientes en la fila eran Alonso y Nagore, ambos serían padrinos de anillos y detrás de ellos con las arras Carolina y Marcelo Saragosa, detrás Gonzalo y Lou llevaban el lazó en una cajita de cristal, al final, los padrinos de velación unos tíos de Kaká que Mari no soportaba.
Mari sonrió con malicia cuando Lou la miró con mala cara, recordaba que cuando aún estaba con Gonzalo habían planeado las cosas de esa manera, pero en ese momento no podía ni mirar al hombre con el que entraría a la boda de su mejor amiga. En cambio Mari sentía ganas de reír, internamente deseaba que algo pasara en la recepción, tal vez se volverían a unir, tal vez él le pediría perdón y su amiga aceptaría. Pero en ese momento Mari solo tenía cabeza para lo que estaba a punto de suceder.
Estaba vestida con el vestido de sus sueños, peinada y maquillada como nunca se hubiera imaginado, el ramo que llevaba en sus manos ansiosas era tal y como siempre lo soñó, sus amigas estaban allí, su madre, su padre, hermanos, toda su familia. La madre de Kaká esperaba al lado de su hijo adentro, en el altar, mientras su padre charlaba con su madre que estaba frente a ella, su padre estaba a su lado esperando a que las puertas de la Iglesia se abrieran y las damas y padrinos comenzaran a caminar. Cuando lo hicieron él se volteó hacia su hija, dándole las últimas palabras y buenos consejos que le quedaban antes de poner el brazo para que su hija con lágrimas en los ojos lo tomara. En lugar de coger el brazo de su padre, lo abrazó con el mismo cariño de siempre, como cuando era una niña, su madre ya comenzaba a caminar por la alfombra, lanzando una última mirada a su única hija, la más chica. No quería llorar, pero al verla la realidad cayó sobre ella. Su hija estaba a punto de casarse, ya no era una niña, no era la niña pequeña que ella siempre recordaba cuando la miraba. Era una mujer. Una mujer a punto de comenzar una vida con un hombre al cual amaba. Y así todos esperaron de pie a que la novia y su padre caminaran hasta el altar.
Despacio caminó hasta el altar con su padre a su lado y cuando se encontró con la mirada de Kaká se le escapó una sonrisa enorme, no había estado nerviosa en todo el tiempo que había planeado la boda, pero al mirar a su futuro esposo, sintió como el corazón se le aceleraba. Las luces tenues en la Iglesia hacían de todo el evento algo romántico, las flores de colores tiernos también pero finalmente el llegar al altar y darle un beso en la mejilla a su padre antes de que éste se dirigiera a Kaká para entregarle a su hija, eso fue lo que puso todo en su lugar.
-Te estoy vigilando, muchacho. – Kaká se quedó sin palabras así que asintió despacio con la cabeza. El padre de Mariana sonrió y dejo que la mano de su hija soltara la suya y fuera allí donde la mano de Kaká esperaba, le dio un apretón en el hombro al futbolista y sonriendo se fue al lado de su esposa.
Toda la ceremonia paso lentamente, aunque para Mariana y Kaká había pasado todo muy rápido. El intercambio de votos, cuando Mari tuvo que respirar profundo para no llorar, a pesar de llevar maquillaje a prueba de agua, no quería permitirse salir en el video de su boda llorando. Kaká contuvo las ganas de reír durante todo el tiempo que el padre le dictaba lo que debía decir y Mari lo miraba divertida, aunque sólo Kaká reconocía aquella manera en que ella levantaba levemente la ceja y apretaba los labios cuando algo le hacía gracia pero no podía decir nada. Ellos dos se entendían. Los padrinos de anillos, que se acercaron a darles los anillos, se fueron a sentar de nuevo.
Marcelo y Carolina llevaron las arras y se quedaron al lado de los novios mientras hacían el intercambio de estos, Mari intentando no tirar ninguna. Después de que Kaká devolviera las arras a Carolina, ellos dos se fueron a sentar, con la cajita que contenía las arras en las manos. Los tíos de Kaká, padrinos de velación estuvieron de pie al lado de ellos durante todo el proceso y cuando Gonzalo y Lou les pusieron el lazo y se quedaron de pie a un lado la tía de Kaká le lanzó una mirada fría a la castaña. Mari la odiaba, y de haberlo visto seguro que le habría amargado la ceremonia pero Lou hizo como si no lo viera y en lugar de darle importancia buscó entre las bancas la cara familiar de cierto futbolista que la había acompañado, para no desaprovechar el segundo boleto que Mariana le había enviado con la invitación. En el proceso cruzó miradas con la novia rubia de Gonzalo, que le mandaba miradas llenas de odio. Gonzalo estuvo de pie junto a ella, con las manos cogidas por el frente, ella estaba sosteniendo la cajita de cristal donde el lazo sería guardado. Finalmente el padre indico que se podían quitar el lazo y Gonzalo fue hasta Kaká y sonriente le quito el lazo, mientras Lou le guiñaba el ojo a Mari de manera exagera, obviamente sin disimulo alguno.
Los padrinos de velación encendieron una vela que le pasaron a los novias y la ceremonia continuó hasta que los niños pasaron a dejar las ofrendas y después de la comunión y la última oración, todos estaban de pie y el padre, un padre de edad avanzada que había atinado a conocer a los novios antes de la ceremonia les permitió que se besaran antes de salir de la Iglesia.
Aunque claro, Kaká y Mariana se volvieron a besar una vez que salieron.
Tras una serie de felicitaciones, Kaká cogió la mano de Mariana y se fueron a la limusina, para irse de una buena vez al lugar del evento.
Cristi desapareció en cuanto la gente salió de la Iglesia, Ceci y Ronaldo se fueron juntos en el auto de él y mientras Lou se iba con Lukas en el auto que él había rentado esa misma mañana. Ambos se quedaban en el hotel donde sería el evento, así como los invitados que venían de algún lugar lejano.
En el camino al lugar, Mariana y Kaká no dejaban de bromear sobre lo poco que habían visto de los invitados y el pequeño tropezón de Ceci al entregarle el ramo cuando ya se había terminado la ceremonia.
Al llegar al hotel Mariana y Kaká esperaron un poco antes de salir de la limusina. Casi todos los invitados ya estaban allí cuando salieron por fin, Mariana estaba encantada con todo. El lugar estaba tal y como se lo había imaginado.
Había un gran toldo árabe color blanco y enredado en las patitas de éste había lucecitas amarillas enredadas que llegaban al techo y colgaban, aquellas luces no serían prendidas hasta que comenzara a oscurecer, y sería entonces cuando darían un efecto especial, como de estrellas. Por todos lados había mesas altas redondas de color blanco donde se sentaban cuatro personas. Como centro de mesa habían sido colocadas unas peceras con flores rosadas de apariencia voluminosa, y piedritas en el fondo. Al fondo había una mesa larga en forma rectangular con un mantel de color verde pistache y un mantel más pequeño de color rosa puesto sobre éste. En medio había una pequeña pista de madera para bailar y una tarima al lado de ésta para un cuarteto de Jazz, todos los músicos estaban vestidos de negro.
Aún era temprano, las cuatro de la tarde, con todos los invitados allí Mariana y Kaká se pusieron frente a la mesa en forma de rectángulo y un ministro llevó a cabo la boda civil. Los testigos de Kaká fueron Iker y Ceci, ya que Sarah no había podido estar allí a causa de un evento deportivo en Bélgica que tenía que cubrir. Mariana escogió como testigos Lou y Gonzalo. Después de firmar y que el fotógrafo revoloteara alrededor de la gente involucrada en la boda al civil se tomaron algunas otras fotos con los novios posando y los invitados aplaudieron de nuevo a la pareja legalmente casada.
Los músicos comenzaron a tocar y mientras tanto Mari y Kaká fueron a una parte alejada en el jardín donde el fotógrafo tomo algunas fotos. Al volver comenzó la fiesta con el vals de los novios.
Una vez que oscureció Mari lanzó el ramo, cayéndole a Ceci que casi tira a una prima de Kaká por cogerlo, Cristiano desde su mesa sonreía sin decir nada, aunque no faltaron quienes le hicieran comentarios al respecto…
Después cuando Kaká tiro la liga ésta le cayó a nada más y nada menos que al hermano de Kaká, quien rápidamente la arrojó a uno de sus tíos causando que la mayoría riera.
A mitad de la tarde, ya con las luces encendidas, después de haber tomado un poco más de lo debido e ignorando el consejo de Lukas, Lou se puso de pie y caminó hasta donde estaban los músicos. Mari estaba sentada con su esposo, sus padres y sus suegros en la mesa rectangular, desde donde podía ver todo. Su amiga apenas iba a comenzar a hablar cuando uno de los meseros pasaba al lado de ella con una bandeja llena de copas de champagne, la chica cogió una sonriendo y agradeciendo al mesero. Mari se golpeó la frente con la palma de la mano antes de volver a ver a su amiga, la mayoría de los que estaban allí también la miraban, aunque ellos lucían menos divertidos que la novia.
-Mari…amiga, - comenzó. Mariana recordó aquella vez, cuando se graduó de la universidad y saltó al escenario, impulsada por el alcohol y sus propias palabras. Ella misma había retado a Louella a que cantara una canción con los músicos, y después de tres vasos de vodka y jugo, la castaña se sacó los zapatos, se recogió la falda del largo vestido color rojo que llevaba puesto y saltó al escenario cuando los músicos terminaban la canción, después de dar algunas indicaciones a los músicos había comenzado a cantar, dando el espectáculo de la graduación. Mari había cogido su cámara en cuanto su amiga había subido al escenario y aún conservaba la grabación de aquel evento. Lou no recordaba eso por el momento, pero sabía que en algún momento de la noche tendría que hacer el brindis, así que de nueva cuenta, impulsada por el alcohol, cogía el micrófono con manos expertas, suficientes veces había hablado ante un micrófono, aunque nunca en una boda. – hoy te casaste. Te casaste con un amigo mío. ¡Kaká, eres un suertudo! Yo… no sabía si alguna vez, alguien fuera a llegar a merecer a mi mejor amiga. – el alcohol pudiera haber sido, o tal vez después de todo se le había comenzado a bajar la borrachera, pero su voz sonaba llena de sentimiento. – Es como una hermana, esa chica rara que ahora lleva tu apellido. – quienes conocían a Mari rieron un poco, Mariana solo hizo un puchero antes de volver la vista a su amiga. – pero, yo los conozco desde antes de que ustedes mismos se conocieran… creo que he visto de cerca cómo se quieren. Yo sé que se quieren de verdad y eso ya es un tesoro enorme, no lo pierdan a través de las peleas y la vida; ahora que están juntos. Al menos ya no tengo que lavar tus platos. – dijo, apuntando un dedo acusador a la que alguna vez fue su compañera de piso. – Como los que están aquí hoy, los quiero y si he aprendido algo es que, hay personas a las que uno no entiende como a Mariana…yo nunca he sabido bien que es lo que pasa por su cabeza ¡está loca! – Algunos más rieron – pero ya lo dije, es como si fuera de mi familia, la quiero. Pero aunque no entienda a alguien, cuando ellos son personas tan valiosas, uno las quiere y bueno, hay que seguir la corriente algunas veces y Kaká, te espera una vida de seguirle la corriente a esa chiflada. – Kaká sonrió mirando a Mari de reojo, ella miraba a su amiga con los ojos entrecerrados, no sabía si reír o golpearla. – Y sé que mi mejor amiga, la que en este momento quiere matarme por llamarle “loca” va a tener una gran vida contigo. Kaká. – Alzó su copa por fin, en dirección al jugador, quien también alzo su copa hacia la castaña. – Mariana. – la volvió a alzar en dirección a su amiga, ella sin querer soltar las lágrimas alzó la copa sonriendo – Por qué sean muy felices. – luego se dirigió a los invitados. – ¡Por los novios! – la gente alzo sus copas también, y todos brindaron. Lou devolvió el micrófono a los músicos y fue hasta donde estaba su amiga y le dio un fuerte abrazo, después le dio otro a Kaká y se fue de vuelta a su mesa, donde Cristiano, Ceci y Lukas esperaban.

Poco después los músicos pidieron a la gente que pasara adentro, se hacía tarde y en unos minutos se serviría la cena. Adentró esperaba un salón cerrado con una iluminación cálida y tenue.
Las mesas cuadradas tenían sobre sí manteles con líneas que se cruzaban en colores verde pistache y rosa, los centros de mesa en algunas mesas eran pequeños arboles dorados donde colgaban velas y enredadas en el tallo de los pequeños arboles había minúsculas flores blancas y plantitas verdes simulando una pequeña enredadera, en otras mesas había cajitas de cristal con flores blancas y plantas que le daban mayor volumen al arreglo, las sillas Tiffany acomodadas alrededor de las mesas cuadradas, con lugar para doce. Junto a la gran pista de madera había máquinas de humo y un escenario montado cerca de la pista, donde un grupo de músicos vestidos al estilo de gánsteres tocaba. La fiesta continuo, Cristi finalmente les había presentado a su novio, quién resulto ser nada más y nada menos…
-¡Mesut Özil! Ceci y Lou estaban sorprendidas aunque Mariana ya lo sabía. Özil había estado raro con las chicas los últimos meses, pero Lou recordaba haber conversado con él sobre una chica que le gustaba pero que no tenía ni idea si podría funcionar algo con ella, mientras Ceci y Lou se miraban e intentaban comprender la pareja se fue a la pista de baile.
-Me sorprende. No sabía que podía guardar secretos tanto tiempo… - dijo Ceci.
-Lo que me sorprende es que no lo sospecharan. – dijo Cristiano, pasando un brazo sobre los hombros de ambas chicas, él era mucho más alto que Ceci pero a ella no le molestaba en absoluto.
-Bueno, ya. Sácala a bailar. – dijo Lou, sacándose el brazo de Cristiano de encima y apuntando hacia la pista de baile.
Sin decir palabra ambos se fueron a bailar, Lukas estaba conversando con Khedira mientras ella se quedaba de pie cerca de la pista. Mariana estaba en el centro con Kaká, La cola larga de su vestido estaba colgando de su brazo, el sueño de su vida había sido vestir un Vera Wang el día de su boda y lo había conseguido. Sin tener que ajustarse al vestido, pues era delgada.
De pronto un brazo se posó sobre sus hombros, pero en lugar de ser pesado como el de Cristiano, este brazo le caía suavemente, la mano colgando sobre su hombro derecho, el hombre al que aquel brazo pertenecía a su izquierda. El gesto le era familiar, a pesar de llevar una semana conociéndolo, él le era familiar.
-Tu ex a las 11:00. – le dijo en el oído. Ella lo miro de reojo y puso la vista donde él decía con disimulo. Gonzalo estaba saliendo de la pista de baile con su brazo alrededor de la cintura de su novia rubia. No lo quiso demostrar, pero estaba molesta, tanto que podía imaginar una versión pequeñita de ella misma en caricatura, como la que aparecía en Lizzie McGuire, imaginaba a esa pequeña Lou haciendo una rabieta enorme, pisando fuerte la mesa que estaba detrás de ella, seguramente diciendo barbaries sobre el hombre que le rompiera el corazón hacía poco menos de dos meses. – no debí decírtelo, ¿verdad? – él le preguntó en inglés, ya que no hablaba español y se había acostumbrado a hablarle en aquel idioma.
Lou se dio la vuelta, cerró los ojos y suspiró, intentaba contar a diez cuando Lukas se volteó para mirarla. Sonreía de lado. Lou sabía por qué había aceptado ir con ella, eran amigos, pero no era tan ciega como para no ver que el hombre estaba un tanto interesado en ella, lo cual ella no comprendía. Nunca había sido guapa, ni bonita, ni nadie a quién los chicos miraban. Y en ese momento allí estaba Lukas poniendo su mano en la espalda de ella, por debajo de la línea de la cintura del vestido azul cielo que vestía. Él se inclinó para decirle algo al oído y ella estaba segura que estaba intentando ayudarla un poco con la situación de Gonzalo.
-En verdad es un imbécil. – le dijo. Lou lo miró con las cejas alzadas y se rio con ganas. Era la primera vez que el alemán daba su opinión sobre Gonzalo. – por cierto ¿hablaste con él?
-Ni una palabra. – respondió ella, girándose con una sonrisa, aunque se había sentado al lado de él en la iglesia no habían cruzado palabra. De reojo vio a Mari bailando con Kaká, ambos sonreía como unos tontos, completamente ignorantes de lo que pasara fuera de su mundo de fantasía, en el que por el momento se encontraban inmersos.
Gonzalo se acercaba a ellos, la mujer de nariz extremadamente delgada y recta iba a su lado, con cada paso que daban Lou se daba cuenta de lo bonita que aquella mujer era. Sin duda él la preferiría sobre ella cualquier día, aunque ella pensó que Gonzalo no era tan superficial. Y cuando le dio una sonrisa y la saludó sintió que el estómago se le contorsionaba de manera extraña y familiar a la vez. Se dio una cachetada mentalmente, aún lo quería y el corazón aún se le aceleró cuando percibió el olor de la colonia que el argentino usaba.
-Hola, ¿cómo están? – dijo Gonzalo, en español.
-Estamos muy bien, pero Lukas no habla español. – dijo Lou con una expresión cortés, no una sonrisa. El alemán al escuchar su nombre sonrió y le paso un brazo por sobre los hombros a la castaña, atrayéndola un poco hacia sí. Ella normalmente hubiera hecho algún puchero a manera de broma, pero en ese momento no hizo nada más que pasar su brazo por la cintura de él y sonreírle, aunque su mirada cuando se encontró con la de Lukas era más bien una de agradecimiento. – Sé que no hablas alemán, pero creo que todos hablamos inglés.
-Sí, bueno…te presento a Adriane. – la rubia extendió su mano para saludar a la castaña y a su acompañante. – Adriane ella es Lou.
-Louella, para ti. – repuso la castaña, mirándolos a ambos, Gonzalo y Adriane. – Éste es Lukas. – El aludido extendió su mano y le dio un apretón firme a la mano de Gonzalo después de saludar a la rubia.
-Bueno, disculpen pero…esta canción…no me la puedo perder. – Lukas dijo con su sonrisa casual, la que comúnmente adornaba su rostro. La canción un cover de “This Love” de Maroon 5 que hacía la banda.
Gonzalo se quedó mirando como la chica tomaba un trago de su refresco antes de correr con Lukas, que la cogía de la mano y la llevaba a un lugar en la pista donde aunque estuvieran rodeados de invitados podían ser vistos por cualquiera en el sitio donde el argentino y su novia podían verlos.
Mariana se topó con el par bailando y le dio una mirada de cuestionamiento a su amiga, que solo se encogió de hombros y continuó bailando con el alemán. En alguna parte de la pista Ceci bailaba con Cristiano mientras gritaba las letras emocionada, aquella era una de sus canciones favoritas y Cristi estaba bailando tranquilamente con Mesut. El resto de los invitados también bailaban en parejas. La siguiente canción, una canción lenta de Enrique Iglesias, “héroe”. De pronto todas las parejas estaban allí, en la pista y algunos salieron de la misma para dar lugar a aquellos que sí tenían con quien bailar.
En medio de todos, Mariana estaba allí con Kaká, bailando pegados, ella recargaba su mejilla contra el pecho de él y mientras tanto él solo se preguntaba a sí mismo si en verdad se acababa de casar con aquella chica que desde el primer momento lo había vuelto loco. Recordó entonces, cómo había sido esa primera vez que se vieron y se le escapó una sonrisa. Ella le había tirado el vino por accidente y él se había puesto tan molesto que ella se tuvo que defender y ambos se dijeron tantas cosas…que pensar que ese día terminaban casándose era gracioso.
Ceci estaba un poco incomoda con Cristiano, bailaban lento y el no dejaba de mirarla a los ojos, pero ella se sentía como en una película cursi, de aquellas que Mariana y Cristi adoraban obligarlas a ella y Lou a ver. Y cuando él percibió la incomodidad de la chica, se detuvo a media canción, y poniendo una mano en la mejilla de la chica le dio un beso suave y lento en los labios.
- Eu te amo. – le confesó, con los ojos puestos en los de ella, que se abrieron como platos antes de que titubeara antes de poder formar palabra, pero no pudo decir nada, solo paso los brazos alrededor del cuello de él y volvió a unir sus labios a los de él.

Un par de horas más tarde, algunos invitados ya se habían ido, eran casi las seis de la madrugada cuando Lukas se quedó conversando con algunos amigos que estaban allí, Mariana y Kaká estaban ocupados despidiendo a algunos invitados, Ceci estaba con Cristi bromeando, Cristiano y Coentrão estaban charlando. Özil estaba inmerso en la conversación con otros invitados. 
Lou intentó entrar en la conversación de Ceci y Cristi pero ambas estaban en un momento de incoherencia, no provocado por el alcohol, sino por el sueño, ambas necesitaban dormir pronto, pues todo les causaba risa.
La chica decidió ir a tomar aire, la máquina de humo había sido apagada hacía un par de horas, pero sintió que lo adecuado sería salir un momento antes de volver a entrar.
Afuera había solo algunas luces, los rociadores estaban encendidos y el toldo ya no estaba, tampoco las mesas, ni siquiera la pista de baile, nada. Se quedó de pie pensando en lo que pasaría después de aquello. Al día siguiente su amiga saldría a Brasil y no regresaría en dos semanas, ¿qué haría si ocurría algo importante y no podía hablar con ella? Era como quedarse sin internet en una tarde lluviosa.
-¿Qué haces? – dijo una voz conocida, el acento era imposible de confundir. Ella suspiró, no quería hablar con él.
-Salí a tomar un respiro… - le respondió sin mirarla. - ¿Y Adriane? ¿No deberías estar con ella? – preguntó, deseando que él se fuera de nuevo.
-Se fue hace un rato. – respondió. Ambos se quedaron en silencio. - ¿Y Lukas? Tú sí que deberías estar con tu novio. –dijo con ironía. No quería, pero toda la tarde la había visto riendo con él, cogidos de la mano, abrazándose y bailando. Quería disculparse con ella por lo que le había dicho, pero estaba enojado y su voz lo delató. La castaña hizo caso omiso a su tono.
-Bueno, es que quería estar sola un momento. – dijo, lanzando la indirecta. Gonzalo se acercó a ella y ella intentó alejarse, solo logró que uno de sus zapatos de tacón se atascara en el pasto y su tobillo aún herido por la patada que le había propinado a la pared se doblara de manera dolorosa.
Gonzalo la detuvo antes de que cayera, aunque el pie le dolía como la vez anterior. Maldijo mentalmente sin querer pronunciar palabra. Él la dirigió a los baños que estaban al final de un pasillo afuera del salón, cerca de donde estaban parados, la chica no pudo caminar bien, así que él tuvo que sostenerla para llegar al baño, sin importarle que fueran los baños de mujeres y que pudiera haber alguien adentro, entró y sentó a la chica en frente de los espejos, ella daba la espalda a éste, y a su lado estaba la fila de lavamanos. Gonzalo le ayudó a sacarse el zapato y le puso un papel con agua fría sobre el tobillo adolorido.
-¡Au! –ella frunció el ceño.
-Perdón… - le dijo él, mirándola a la cara.
Ambos se quedaron viendo un largo tiempo, ninguno decía nada.  De pronto él se enderezó y cogiendo su rostro la besó. La besó y ella consciente de la situación lo besó también, poniendo las manos en su pecho, pero después recordó que se suponía que ella estaba con Lukas y él estaba con Adriane. Lo empujó, haciendo que se alejara de ella.
-Tu… yo… - no sabía muy bien que decir, los sentimientos que la invadían en ese momento la confundían. Su corazón latía rápidamente y las manos le temblaban, pero sentía ese pinchazo de ira, no debía besarlo, no debía querer besarlo, no después de lo que él le dijo, le había dado a entender que no la quería ni un poco, no le interesó que se fuera, aún si estuviera embarazada de él. ¿Y ahora la besaba en un baño en la boda de su mejor amiga? Se alegró de que al menos no hubiera nadie para presenciar el momento, en especial que Mariana no lo pudiera ver, aquello probablemente arruinaría su noche. – No le haré esto a Lukas… - dijo, mirando hacia otro lado, intentó poner atención a los cubículos de color naranja oscuro y el piso blanco, las paredes eran de un naranja quemado, un poco más claro que el de las puertas de los cubículos. Dentro se veían inodoros blancos.
-¿En serio te importa? – preguntó Gonzalo, antes de plantar un beso en los labios de la chica. Ella quiso hablar pero le resultó inútil empujar a Gonzalo como lo acababa de hacer, él puso las manos a los lados de su cuerpo, apoyados en el mármol sobre el que estaba sentada.

-Aja…– logró decir antes de que Gonzalo volviera a callarla con sus labios. 

Gol. Capítulo 15

Capítulo 15


Ninguno de los dos besó al otro de verdad, eran simplemente labios sobre labios y cuando se separaron ambos se miraron a los ojos con cautela. A Lou se le subió el rubor por las mejillas mientras que Sergio se pasó una mano por el cabello mojado de sudor.
Tras unos segundos de silencio se escuchó la risa de la chica, Sergio que había puesto los ojos en el suelo, levanto la vista para encontrarse a la castaña riendo con ganas, él también se rio.
-Si me esperas te puedo llevar. – dijo él. Lou sonrió y asintió antes de abrir la puerta y salir.
Cuando ella llegó a la recepción algunos jugadores salían, se sentó al lado de Dulce a quién le comentó que no estaría en el club durante toda la semana siguiente.

...

La habitación del hotel donde Lou se quedaría era más bien una suite. Tenía una pequeña sala de estar con una televisión y al fondo una puerta que daba a la habitación, tenía un balcón y un baño amplio. Todo en la suite tenía tonalidades de café, beige y dorado. La cama tenía cuatro postes y las ropas de cama tenían líneas amarillas, color crema y dorado; aunque las sábanas eran lisas, de color crema.
Esa noche casi no logró dormir pensando en Higuaín. Soñó con él y durmió poco, pero al día siguiente al ponerse de pie solo tuvo en mente encontrar a la gente ideal para trabajar en el restaurante. Aun necesitaban tres chefs y un par de meseros, además de que debían encontrar un buen proveedor de vinos.
Y de nuevo recordó a Gonzalo, de aquella vez que la llevo a cenar a uno de sus restaurantes favoritos y el dueño les sirvió uno de sus mejores vinos, hizo una nota mental de buscar aquel vino.

...

Gonzalo esa noche no pudo dormir, ella se había ido, su ropa ya no estaba, sus peines, su maquillaje, sus libros, sus discos, su secadora de cabello, su computadora portátil, sus osos de peluche, todo lo que ella había traído consigo había desaparecido y él sabía que era su culpa. Prácticamente la había echado, la había insultado. La voz de razón se lo dejó saber poco después de que se fue de la casa, tardo un rato en volver a la casa, y cuando lo hizo tenía la intención de pedirle a su novia que lo disculpara, pero al volver, su novia ya no estaba en casa, ni ella ni sus cosas, solo le dejó su perfume en las sábanas y el amargo recuerdo de ese instante cuando se atrevió a insinuarle que se había acostado con otro, con un amigo, y cuando ella creyó que a él no le importaban ni ella ni su hijo. Le remordía la conciencia, todo era mentira, y en él sabía que esa chica jamás podría dormir con otro que no fuera él. Al menos no mientras estuvieran juntos.
Sabía que no había nadie que le importara más que ella y se moría de la angustia. Mariana no le había contestado el teléfono y Kaká no estaba al tanto de nada, Ceci no sabía nada más que Cristiano y con Sergio no había hablado. Los demás jugadores solo sabían que ella estaba mal.
Esa mañana antes de salir para el entrenamiento, Mari fue a su casa y le dijo algunas cosas.
-Ella me pidió que no te dijera nada. – le explicó Mari al llegar. – pero creo que no te dijo nada antes de irse, y por más patán que te hayas portado con ella, tienes que saber.
-¿Dónde está? ¿Está bien? – Gonzalo no resistió las ganas de preguntar.
-Está bien… - quería insultarlo, después de ver como su amiga lloraba por su culpa se sentía con ganas y derecho de romperle la nariz, pero desistió de la idea y se limitó a responderle. – Solo ella. Resulto que todo fue por una alergia y falta de vitaminas.
Gonzalo respiro hondo, pero siguió sintiéndose culpable de lo que había hecho, había alejado a quién era probablemente la única que de verdad amaría.
Mariana solo le comentó sobre eso, pero no quiso decirle a donde se había ido, con miedo de que la fuera a buscar. Él solo se imaginó que se habría ido a Alemania, donde su hermano estaba.

...

-Quindi questa è la vigna? ((Entones, ¿este es el viñedo?)) – Lou caminaba por un campo amplio, ese día muy temprano se había arreglado, llevaba una camiseta de tirantes debajo de una blusa de botones color rosa y sus jeans ajustados con los flats color arena y sus lentes oscuros cubriéndole la mitad  del rostro, en ese momento los lentes estaban sobre su cabeza, la mariconera le colgaba cómodamente sobre la cadera izquierda con la tira cruzando su torso.
-Giusto. ((Así es)) – respondió el hombre que le mostraba el largo campo con filas y filas de plantas, en todas se podía encontrar la misma cosa.
Lou apenas se las había arreglado con su pésimo italiano, algunas personas le sabían hablar en español, pero la verdad eran pocas y ya se arrepentía de haber tomado cursos de alemán cuando Mari decidió tomar el curso intermedio de italiano. En su momento le había parecido más útil, pero ahora que la vida la había llevado hasta allí, sintió que el mundo no podía estar más en su contra.
Se había puesto todo el maquillaje que podía para disimular lo mal que había dormido las últimas noches, hacía tres días que se había instalado en el hotel y se mantenía ocupada durante el día, pero en las noches no podía evitar extrañar a aquel hombre argentino que usualmente le pasaba el brazo sobre la cintura y se dormía a su lado. Aunque el clima era caluroso, extrañaba aquel brazo por la mañana.
Después de probar el vino Lou hizo el trato con el dueño del viñedo y se fue de regreso a la ciudad, que no quedaba muy lejos, el camino estaba lleno de más campos verdes y cuando volvió a la ciudad todo tenía aquella apariencia cálida y antigua, le gustan los colores de las casas que rodeaban el pequeño centro donde estaba el restaurante. Al entrar al local, se dio cuenta de que todo estaba casi listo, en la cocina había un par de cocineros, hacían falta al menos otro par, tenían a cinco ayudantes y un par de chicos que se dedicaban a lavar los platos, meseros necesitaban unos cinco, pero esos ya estaban.
Lou estuvo haciendo llamadas desde el lugar, sentada en una de las sillas de adentro, aún no ponían los manteles, pues no había llegado, aunque las sillas que habían ordenado con el forro naranja oscuro eran cómodas y lo comprobó al estar sentada por un par de horas. En cuanto terminó con las llamadas era hora de que saliera a encontrarse con el proveedor de quesos.
Cuando cerró el trato con su proveedor se fue de vuelta al hotel, donde cenó una ensalada antes de subir a su habitación y llamar a Mari para ponerla al corriente con los avances. Durante unos minutos leyó y luego se fue a dormir diciéndose a sí misma:
-Ya está terminado.


Mari decidió que los vestidos de sus damas los escogería hasta que las tres damas estuvieran presentes, pero esa mañana con Cristina y Ceci acompañándola se fue a buscar su vestido de bodas. Kaká no estaba preocupado por su vestimenta, lo que le preocupaba más que nada era el lugar, extrañamente para Mari, él se había puesto a cargo de la decoración del jardín y el salón donde harían la recepción de la boda. Los días se les estaban haciendo cortos, las invitaciones estarían listas la semana siguiente y seguramente los invitados las recibirían dentro de los siguientes quince días.
Otra cosa que le preocupaba a Mariana era la luna de miel, no tenían ni idea de a donde podían ir, pero Kaká había dejado claro que Italia ya no era opción, así que Mari se preguntaba si tomarían alguna especie de crucero o algo por el estilo, pero eso seguramente lo planearían después.
Mientras Cristina y Ceci esperaban afuera de los vestidores, en una zona privada, lejos de las fijas y filas de vestidos colgados en ganchos y guardados en bolsas de plástico transparente.
A Mari una asistente de la tienda le ayudaba a ponerse el vestido número seis. La tienda era enorme y la castaña tenía mucho de donde escoger, pero hasta el momento no se había enamorado de ningún vestido, nada le llamaba la atención lo suficiente como para usarlo cuando caminara hasta el altar.
Con sus planes de boda, la castaña apenas había tenido tiempo para pensar en su nuevo restaurante, aquello le molestaba, pero cuando ella y Kaká lo hablaron antes de dar la noticia a sus amigos quedó muy claro que la boda no podía ser a mitad de la temporada y Mari no quería esperar hasta el final de la siguiente temporada.
Mari salió del probador deteniendo la falda del vestido con sus manos para no tropezar, la asistente la ayudó cargando la cola del vestido y ella se puso de pie frente a un espejo de cuerpo completo con tres caras que le permitían ver el vestido desde diferentes ángulos. El corseé se ajustaba perfectamente a su cuerpo, pero en la falda se abría de manera exagerada y la falda tenía al menos unas diez capas de tela que no solo le incomodaban sino que además hacían del vestido una prenda muy pesada.
 Ceci fue implacable, se levantó desde el lugar donde estaba sentada con una revista de novias en las manos y se acercó a su amiga que aún se miraba al espejo. Solo echó un vistazo y se puso las manos en la cara como mirando al cielo.
-Esta horrible. – dijo finalmente, cogiendo la tela de la falda, que tenía un diseño extraño de líneas curveadas que intentaba hacer lucir a la tela un poco más elegante.
Cristi resopló desde la silla y asintió con la cabeza, Mari sabía que tenían razón así que se volvió a cambiar en el probador, poniéndose un vestido que le había llamado la atención desde que entró en la tienda. Era ajustado y en la parte de abajo, cerca de los pies se volvía un poco esponjoso, tenía un diseño bonito con pedrería y una cola larga. Se lo puso y salió de nuevo para mirarse en el espejo. Lo que veía le agradó.
-Creo que ¡Es este! – dijo volteándose hacia sus amigas que la miraron cada una con la boca abierta.
-Definitivamente. – dijo Cristi antes de que ambas se levantaran, ella y Ceci, y caminaran hasta su amiga en frente del espejo.
-Está hermoso – dijo Ceci admirando las piedras brillantes que hacían al vestido resaltar.

...

Lou estaba en el asiento de atrás en un taxi del aeropuerto, iba de camino a la casa de Mari, estaba preparada para darle las copias de los papeles de todos aquellos arreglos que había logrado en la última semana que había pasado en Italia.
Mari le había propuesto que se quedará en su casa hasta que solucionara el asunto con el club, la nutrióloga iba a renunciar para irse a vivir a Italia, donde había encontrado un pequeño apartamento, desde allí además podría cuidar el negocio que Mariana y ella abrirían dos semanas después.
-¿Segura que no es molestia? – le pregunto a Mari después de que llegó a su casa y ella la recibió con un fuerte abrazo.
-Ay, ¿tu? ¿Molestia? Siempre… - dijo Mari a manera de juego. – En todo caso, será bueno que estés aquí. ¡Tienes que ayudarme con la boda! ¡Estoy vuelta loca con tanto preparativo!
Las dos se quedaron parte de la mañana en la habitación de huéspedes, donde Lou se quedaría, hablando sobre el restaurante en Italia y la boda, los vestidos de las damas de honor, el acomodo de las mesas en el restaurante, la decoración del jardín, los uniformes para los meseros y la comida.
La comida siempre era lo más importante.
Las dos se fueron al restaurante en el auto de Mari y pasaron el resto del día juntas allí, Lou casi tomaba nota de lo que tendría que hacer cuando estuviera sola haciéndose cargo de todo el local en otro país.

...

-Estos vestidos no están tan mal… - respondió Cristi después de que Mari dejo la pregunta en el aire, ya había decidido que los vestidos de sus damas serían color rosa. No les daría elección.
-¿Puedo ponerle un par de holanes por aquí? – pregunto Ceci, mirando el vestido demasiado simple que su amiga les había hecho probar.
Los tres vestidos eran ajustados en la parte del pecho, strapless y como único detalle, en la parte de abajo se abría, dando la impresión de que las chicas que usaban los vestidos tenían una cintura más pequeña y una cadera de tamaño promedio.
Lou se subía el vestido incómodamente, como era usual, los pechos le quedaban apretados en el vestido que insistía en querer dejar su ropa interior a cargo de cubrirla.
-Yo solo creo que estarían más bonitos sin esta cosa en los pies, no puedo ni caminar. – dijo Lou.
Ceci intento moverse alrededor del pequeño salón donde las tres estaban mirándose frente a un gran espejo.
-Tienes razón. – Ceci se aferró a una pared antes de caerse mientras Mari se reía y llamaba a la vendedora.
Pronto estuvieron de nuevo probándose otro vestido de un color rosa más brillante.

...

Apenas salieron de la tienda de vestidos con su orden puesta, Ceci corrió de vuelta al apartamento donde su hermana la esperaba con un libro en las manos, se dio una rápida ducha y se cambió, por poco se olvidaba que tenía planes de cenar con Cristiano en su casa, mientras sus amigas se metían a sus autos para ir a cenar a un restaurante del centro de la ciudad ella se ponía los zapatos a toda velocidad antes coger su bolso y salir corriendo, su hermana ni siquiera alcanzo a despedirse de su hermana menos cuando Ceci ya estaba bajando las escaleras a toda velocidad, tropezando solo una vez al final de las escaleras.
Subió al auto y condujo con tanta precaución como pudo, cuando llegó a casa de Cristiano, estacionó el auto y bajo, fue a la puerta y tocó el timbre, saludando risueña la camarita que la mirada desde el panel donde el botón rojo parpadeaba. La madre de Cristiano salió sonriendo, la dejó entrar y luego la saludó efusivamente, después de entrar a la cocina un niño pequeño la saludó.

...

Lou estaba frente a los hombres del Madrid, llevaba su uniforme informal, el que usaba cuando se iba con el equipo a jugar algún partido de la champions. Mourinho y ella ya habían hablado sobre su salida del club. Lou ya no podía estar en el club, alguien tenía que hacerse cargo del restaurante de Italia y además ella planeaba poner un consultorio allá, claro, después de tomar algunas lecciones de italiano.
El jefe no le había puesto las cosas difíciles sólo lamento que saliera del club tan pronto y le deseó lo mejor, ella se despidió de Chendo en silencio antes de ir a donde el resto del cuerpo técnico y despedirse, ahora le tocaba la parte más difícil. Mourinho le había pedido que lo hiciera, y como en aquella primera ocasión que vio al equipo y se presentó, todos los hombres del Madrid la miraban expectantes. Todos de pie, aún no terminaban el entrenamiento, pero así era mejor para ella, salir del club sin compañía. A diferencia de aquella vez, ella tenía el cabello más largo, lo llevaba suelto y el fleco le caía sobre el lado derecho de la frente, los pantalones negros y la blusa color blanca, unos zapatos deportivos de color blanco. Su rostro lucia distinto, los jugadores se dieron cuenta al verla que algo andaba mal, usaba su usual cantidad de maquillaje, aunque era obvio que después de decir adiós al cuerpo técnico había llorado y un poco de éste se había corrido, revelando las ojeras oscuras que se le marcaban por debajo de los ojos. Nadie sabía que estaba pasando, pensaron que tal vez una revisión, pero no estaban seguros.
-Bueno, muchachos… - empezó, no se movía, estaba de pie con las piernas juntas y se cogía las manos nerviosamente quieta. Apenas podía tragar la saliva y mover la vista sobre los jugadores sin sentirse incomoda. Nunca se imaginó que decir adiós a un grupo de hombres pudiera ser tan difícil. – Ha sido un placer trabajar con ustedes esta temporada, quiero que sepan que son grandes personas y si hago esto es porque sé que los dejaré en buenas manos. – se pasó la lengua por los labios, de pronto sentía la boca seca. – Yo he presentado mi renuncia ayer por la mañana y éste será el último día que les hablare como su nutrióloga. – Al mirar a los hombres se topó con la de cierto argentino, bajo la vista y cuando la volvió a levantar miró hacia otro lado. – La persona que me reemplazará en un profesional y espero le tengan tanta confianza cómo a mí. Extraoficialmente los voy a extrañar como loca, pero hay motivos personales que no me permiten quedarme en España. Yo los seguiré apoyando desde lejos ¡éxito muchachos!
Los jugadores la miraban sin dar crédito a lo que acababan de escuchar. Ella fue hacia los entrenadores y les estrechó la mano antes de voltear con los jugadores y darles a todos un adiós con un movimiento de su mano, en los ojos se le formaban las lágrimas pero antes de que alguien pudiera ir tras ella, la chica se metió en el edificio y se encerró en su oficina con el seguro puesto.
Después de dejar la oficina en orden salió de la oficina, los hombres estaban aún en el campo y ella salió rápidamente, sólo le dijo adiós a Dulce y se fue, dejando atrás a todo un equipo de futbol confundido.

Dos semas se pasaron muy pronto y era tiempo de la inauguración del restaurante, Mariana estuvo en Italia la semana previa, alistando a los chefs y dando órdenes; se quedaba en el pequeño apartamento de su amiga, que nunca había vivido sola lo que se dice sola, el lugar era en verdad pequeño. Lou vivía en un edificio alto de apartamentos con estilo antiguo, aunque era bonito, pues en su habitación había un balcón que le permitía ver la hermosa ciudad a cualquier hora, aunque ella prefería admirar la ciudad de noche, cuando las luces le permitían admirar el cielo también.
La puerta de entrada estaba a unos cinco pasos de la cocina, que era pequeña, allí Lou había acomodado una mesita redonda de madera con cuatro sillas de madera y forro blanco, no tenía visitas, pero se le ocurrió que cuatro puestos en la mesa eran suficientes, las paredes eran amarillas con una cinta de papel tapiz en medio, en ella había dibujadas frutas y verduras. No había pared que separara la sala de estar de la cocina, así que ni se había molestado en poner tv en la cocina. En la sala una pequeña pantalla plana estaba puesta sobre un mueble de madera, entre aquel mueble y un sofá rojo oscuro para tres personas había una mesita para café hecha de madera. Las paredes eran a diferencia de las de la cocina, eran color blanco y estaban libres de papel tapiz. Pegado a la pared había un librero que se veía bastante bien dotado de libros. En una esquina el estéreo y a su lado un estante alto donde Lou había colocado su colección de discos.
En el suelo la alfombra de felpa blanca daba el último toque a la habitación, más allá, en el fondo del pasillo a la derecha había un baño espacioso, en el fondo había una tina azul cielo con patas blancas y cerca un estante donde estaban las diez botellitas con perfumes, cremas, productos para el cabello, mascarillas, etc. que pudiera llegar a necesitar Lou.
El lavamanos era blanco y debajo de este caía una cortina blanca con estampado de flores azules que hacía relucir la bañera, justo detrás de la cual había una ventana con cortinas idénticas. El inodoro estaba en una esquina y a su lado estaba el armario de toallas. Las paredes hasta la mitad eran blancas, luego había una línea dorada y el resto era azul cielo hasta llegar al techo, que estaba pintado de blanco.
Frente a la puerta de madera del baño, estaba la puerta de la habitación. La habitación de Lou tenía un gran closet, donde la ropa estaba acomodada sin cuidado y las maletas se veían afuera, recargadas contra el tocador de seis cajones. El espejo alto, de cuerpo entero estaba casi en la esquina, cerca de las puertas al balcón. Las cortinas de color rosa pastel, haciendo contraste con las paredes color teal, el cubrecama hacía el mismo efecto, y los muebles blancos añadían a la habitación una vibra interesante.
Ya que la cama era tamaño matrimonial, Mari había compartido la cama con su mejor amiga, de la misma manera que lo hacía cuando había fiestas de pijamas.

El día de la inauguración ambas se alistaron temprano y se pusieron vestidos cortos, el de Mariana era un vestido rojo ajustado que le llegaba sobre las rodillas, y llevaba unos zapatos de tacón alto en color negro. Lou se había puesto un vestido naranja ajustado en la parte del busto, tenía tirantes delgados y desde la cintura hacia abajo se volvía un poco más suelto, también le llegaba sobre las rodillas y lo había combinado con unos zapatos de poco tacón blancos.
Kaká y algunos jugadores habían hecho el viaje para estar allí, se habían hospedado en un hotel cercano al centro. En mitad de la tarde las chicas llegaron al lugar y ya había algunos fotógrafos de periódicos locales, en cuanto el lugar abrió los periodistas entraron y en poco tiempo con los futbolistas y la gente que había llegado el lugar estaba lleno. Mariana hablaba con un escritor para una revista local mientras Lou se ocupaba de los comensales.

...

Ceci se reía, el niño al que cuidaba había insistido en que quería comer helado y la chica no se había resistido a llevarlo. Cristiano estaba entrenando, era tarde, pero así estaba la cosa.
El pequeño había tenido la ocurrencia de actuar como ella, la imitaba y la manera en que lo hacía a Ceci le causaba mucha gracia, así que para cuando volvieron a casa de ella, los dos estaban jugando. La hermana de Ceci, no sabía si debía preocuparse o sentirse orgullosa. Lo cierto era que el pequeño se estaba divirtiendo, la pasaba en grande y la chica también parecía feliz de cuidarlo.

Al poco tiempo los dos se quedaron en el sofá mirando uno de eso programas para niños, él se aburrió al poco tiempo, pero Ceci estaba como hipnotizada por la niña de cabello rozado que aparecía en la televisión.