Capítulo 29
Mariana ya lo había hablado con Ceci,
Lou estaba cada día más emocionada y ansiosa, era obvio que se había convencido
rápidamente de que Lukas era a quien de verdad quería, el mismo día que habló
con su amiga le llamó a Gonzalo, teniendo cuidado de que fuera después de su
partido, y le había dicho lo que estaba pasando. Él pareció entender y no
mostro signos de enojo, sino que pareció no importarle. Ceci había resultado,
todo lo contrario. Cristiano había tenido que calmarla cuando Mari les dijo a
ambos en Skype. La arquitecta por poco tiraba la mesa donde estaba la
computadora y Cristiano aunque se mostró sorprendido no perdió los estribos.
Sin duda, Mariana estaba preocupada con
el extraño silencio de Gonzalo. Él también se había dado por vencido. Kaká ya
no le daba ánimos a su mujer para que ayudara a sus amigos a re-encontrarse y
Lou estaba más que ocupada. Buscaba un lugar bonito donde llevar a cabo la
ceremonia, pero los lugares que veía no le agradaban o no estaban disponibles
para la fecha que ella y Lukas querían, sin la ayuda de Mariana, la cosa se le
complicaba, pero estaba consciente de que no podía pedirle ayuda en ese
momento, cuando la barriga estaba tan grande cómo jamás se habría imaginado.
En su lugar, Lukas parecía más
inclinado a buscar un lugar en Alemania para la boda. A Lou no le agradaba,
hubiera preferido casarse en México o en España, ambos eran algo así como su
hogar, pero él nunca había siquiera mencionado aquellas opciones, en su lugar,
siempre hablaba de lo bello que resultaban los sitios que él conocía en su
hogar.
Mariana hablaba con su amiga y parecía
no creerlo: su amiga estaba en verdad entusiasmada, así la planeación de la
boda pronto se dejó en manos de una profesional. Aunque en eso, no había tanto
apuro, la fecha estaba puesta para el año siguiente.
-Mari, tienes que acompañarme a ver los
vestidos, tal vez la semana siguiente podré ir a Italia. – le anunció.
La chef, cada día pasaba menos tiempo
en la cocina y más en la habitación que pronto estaría ocupada por un par de
bebés pequeños y llorones. Si tenían los pulmones de su madre, seguro que
también serían gritones, pero aquello no sería problema para Kaká, que tenía el
sueño pesado.
Lou no tardaría en estar en casa de
Mariana y ella solo esperaba. Ese día justamente tenía cita para otro
ultrasonido. A su amiga le tocaría ver a los bebés en vivo y en directo antes
de que nacieran, cosa que Ceci y Cristi, envidiarían mucho.
Mientras esperaba, Mari se cambió,
quitándose los pantaloncillos de yoga que usaba para sus sesiones con la
entrenadora personal que su esposo le había contratado, se puso un pantalón
blanco y una blusa roja que le marcaba la barriga. Ya en ese momento, poca
gente se acercaba a ella en la calle para tocar su barriga; pues llevaba en
casi todo momento la expresión de fastidio grabada en el rostro, expresión que
sólo Kaká podía quitarle al llegar de sus entrenamientos.
El timbre sonó y la mujer que le
ayudaba a Mari a hacer la limpieza y cocinar abrió la puerta, pronto Lou estuvo
frente a si amiga y ambas se abrazaron a pesar de que una de ellas estaba
embarazada y sentada en el sofá de su casa.
Primero se pusieron al corriente en lo
que había hecho desde la última vez que habían hablado, lo cual había pasado,
posiblemente la semana anterior, cuando Lou le cambió la dieta a su amiga por
décima vez.
-Ya me aburrí de los sándwiches de
atún. – le había recriminado Mari. – Tu comételos si quieres, pero a mi dame
otra cosa.
Conversando por casi dos horas, Mari
casi pierde su cita con el médico.
Cuando por fin llegaron al consultorio,
el doctor se desocupó y las dos mujeres entraron en el consultorio. Mari ya
conocía la rutina de su cita con el médico; primero se sentaron a hablar acerca
de cómo había pasado Mariana los últimos días y luego el doctor la pesaba en la
báscula de pesas. Lou miraba y escuchaba con atención, al parecer los bebés de
su amiga nacerían antes de lo planeado, o eso creía el doctor después de
pesarla.
Seguidamente, Mari se acostó en la
silla inclinada al lado del aparato de ultrasonido. El médico le puso la crema
fría en el vientre y pasó el aparato de plástico por la piel de la mujer,
pronto encontraron el latido de ambos corazones y después la imagen en 3D de
los niños completamente formados apareció en la pantalla.
Lou miro con atención la pantalla, no
podía creerse que su amiga tuviera en el vientre a aquel par de niños tan
pequeños.
-¿Son tuyos? ¿Segura? – bromeo sin
dejar de mirar la pantalla mientras el doctor imprimía imágenes de los niños.
-Sí, Kaká ayudó. – respondió Mari. –
Valla que ayudó… - agregó entre dientes.
Al salir del médico, las amigas fueron
a casa de Mari, era obvio que la chef no podía más con sus zapatos, aunque
éstos fueran de un tacón muy pequeño. Lou le ayudó a ponerse en su lugar, unos
tenis vans que le sentaban mucho mejor. Kaká estaba de momento en casa de uno
de sus amigos mirando un partido de la champions league con unos amigos del
equipo.
-¿Quieres manejar? Yo no puedo ni coger
el volante correctamente con estos niños en el vientre.
-¿Han salido de buen pie? – le preguntó
Lou a Mariana mientras ponía el auto en marcha.
-Uf, creo que ambos van para delanteros
o tal vez de porteros, de repente me patean muy fuerte.
Con Mariana dándole las instrucciones
de hacia dónde ir, Lou manejó hasta la tienda de Franc Sarabia. Con Mari
preguntándole todo el camino por qué no había ido a España, pero ella
simplemente le respondió que era más probable encontrar vestidos en Italia,
además que tenía en mente visitar más de una tienda. Cosa que se le complicaría
en Madrid.
-Bueno, por acá tampoco está muy
despejada la calle.
Lou estacionó el auto sin darle
siquiera una ojeada a su amiga, ya sabía por el tono de su voz la expresión que
tendría en el rostro al mirarla.
Tras probarse cinco vestidos, Mariana
estaba un poco molesta, su amiga le ponía todo tipo de peros ridículos a los
vestidos. Y simplemente le faltaba decir que no creía en la blancura de los
mismos para que Mari saliera de la tienda gritando improperios.
-Tiene mucho volumen – dijo sobre el
primero.
-Es muy sencillo. – criticó el segundo.
-Demasiada pedrería ¿no crees? – le
comentó a su amiga cuando salió del probador con el tercer vestido.
-Me aplasta el busto. – se quejó del
cuarto.
-Siento que la cola es muy corta. –
puntualizó acerca del último. Mari la cogió por los hombros y la obligó a mirar
de vuelta el espejo que tenía frente a sí.
-Es perfecto, no lo quieres ver porque
tienes miedo de que la boda se convierta en algo real. – le dijo a Lou sin más
demora. – ¡tan solo mírate! ¡Estas guapísima!
Lou miraba a su amiga completamente
atónita, ella la instó a mirarse en el espejo. Con el cabello castaño oscuro
suelto detrás de sus hombros, vio el vestido de manga larga que llevaba puesto;
tenía piedritas bordadas y la tela era tan blanca que con la luz de la tienda
dolían los ojos al mirarlo demasiado tiempo, estaba ajustado hasta la altura de
la rodilla, a partir de allí se abría y caía amplió sobre sus pies con la cola
larga detrás de ella. En la espalda tenía una tela fina con encaje que se
transparentaba elegantemente dejando ver su piel bronceada, al igual que las
mangas largas transparentaban con gracia la piel de sus brazos y hombros.
-Yo te puedo ver en el altar con éste
vestido. – le dijo Mari a su amiga mientras la vendedora a su lado asentía con
una sonrisa en el rostro.
…
-¡Te digo que dejó el vestido! – le
decía Mariana a Ceci por teléfono semanas más tarde. – según ella, le gustó más
el vestido de Rosa Clara a un solo hombro. Este bonito, pero el Franc Sarabia
esta hermoso.
-Bueno, pero recuerda que se casa en primavera.
La manga larga no le va a sentar muy bien con el calor.
Mari y Ceci continuaron hablando sobre
otras cosas, Ceci le comentó de las recientes cenas que había compartido con su
familia y su novio. Los papás de Ceci aún no habían conocido a Cris, el niño,
pero le que a Ceci le seguía preocupando era la confianza con la que su padre
le hablaba a Cristiano.
-Son hombres, entre ellos se entienden.
– le dijo Mariana a su amiga para calmarla.
Después de unos minutos más al teléfono
Mariana escuchó el auto de su marido afuera y tuvo que colgar. Su amiga desde
el otro lado de la línea la dejó y continuo pensando en lo que haría para el
edificio de aquella empresa de bienes raíces que su jefe le había encargado
para ese viernes.
…
Cuando Lukas y Lou hablaban acerca de
la fecha exacta de la boda, Lukas estaba conduciendo, la castaña lo miraba como
si no comprendiera por qué él quería adelantar la boda.
-Me parece que el nueve de Mayo era
perfecto.
-Pero es más de un año, ¿no preferirías
el 21 de Junio? – Lukas le dijo.
-¿En Alemania? – Lou lo miró con
seriedad escrita en el rostro.
El semáforo marcó la luz roja y Poldi
detuvo el auto, mirando momentáneamente a su novia, la chica lo miraba con los
ojos brillantes de enojo.
-Ella, no te voy a obligar a vivir en
mi país. Solo es la boda, además, pensé que te gustaba allá.
-Sí, pero mi vida no está allá. – la
castaña se mordió la lengua para no molestarse por haber sido llamada “Ella”
con ese tono de voz que Lukas usaba cuando no quería enojarse.
-Cuando nos casemos – arrancó el auto
de nuevo, - lo va a estar. – dijo tranquilamente.
-Con más razón tienes que concederme
esto. – La castaña suspiró.
-Si lo que te preocupa es la
organización, mi madre puede ayudarte, ella misma me ha dicho sobre la fecha en
la iglesia. Seguro que también conoce un bonito jardín donde hacer la fiesta.
-¿También ella nos va a organizar la
luna de miel? – dijo la nutrióloga de malas, volteando hacia la ventana. Lukas
comprendió que estaba entrando en terreno peligroso. Lou nunca había hablado
con su suegra en persona y seguramente no esperaba aquello.
-Ella, no te pongas pesada.
-Luke, no me digas Ella. – le
respondió.
Lukas entendió que la chica estaba
molesta así que estacionó el auto en silencio y se bajó rápidamente para
abrirle la puerta y tenderle la mano, ayudándola a bajar. Cuando ella se bajó
comenzó a caminar sin esperar al alemán, en su lugar se puso los lentes
oscuros, continúo caminando con su usual movimiento de cadera y dejó que el
bolso le colgara del codo mientras enviaba un mensaje de texto a Ceci.
En la tienda, al jugador le tomaron
fotos un par de fans mientras Lou examinaba los edredones y las almohadas,
Lukas continuaba mirando las camisetas y cachuchas mientras alguno que otro
mirón le hacía una foto.
La castaña intentó tranquilizarse pero
parecía imposible, no quería hacer que su familia hiciera el viaje a Alemania,
le encantaba el lugar y en alguna ocasión había visto a Lukas jugar allí con su
equipo nacional pero si había algún país donde desearía casarse ese era España,
donde había consolidado su carrera y había aprendido a vivir sola –vivir con su
hermano había sido casi como vivir sola-, era allí donde Lou había conocido a
la mayoría de sus amigos y entonces un hombre se la llevaba a otro país a
casarse, de pronto se preguntó si también él sería capaz de decidir dejar
Inglaterra y volver a Alemania sin siquiera tomar su opinión en cuenta. Por lo
que había dejado entrever, la decisión acerca del lugar dónde se casarían ya
estaba tomada y ella no había tenido voz ni voto, ¿sería así siempre?
-¿Sigues molesta? – le preguntó una voz
en el oído, conocía perfectamente la voz de Lukas, así que intento guardar la
compostura y se quitó los lentes, poniéndolos en lo alto de su cabeza, se dio
la vuelta y puso las manos sobre el pecho del hombre con una expresión que dejaba
entrever duda y pena.
-¿La próxima vez me vas a preguntar
antes de decidir? – le preguntó en voz baja. Lukas se lo pensó un momento,
intentaba comprender a qué se refería, pero pronto entendió y le dijo que sí
con una mirada de disculpa. – Entonces no. – Lukas la besó, pero la chica no
pudo evitar estar un poco fría.
Nunca había sido el tipo de chica que
cedía ante un hombre o ante cualquiera en general, siempre era ella la que
llevaba las riendas del caballo. Ir con la corriente le hacía sentirse inútil e
ignorada. Gonzalo, a pesar de ser necio como ella, nunca la había tomado por
sentado, de haber estado juntos cuando tuvo que decidir si irse del Real Madrid
o no, la hubiera tomado en cuenta antes de hacer cualquier cosa.
Aunque Lou lo hubiera apoyado y le
hubiera dejado escoger libremente, aún si eso le hubiera costado dejar su casa
y su propuesta en el Chelsea. Por segunda vez desde que Lukas le había puesto
aquel pesado anillo de compromiso en el dedo anular, Lou pensaba en Gonzalo.
“¿Lo
sabrá? ¿Qué pensará?” Se decía Lou mientras caminaba con
Lukas por la tienda, mirando los cd’s y los juegos de videos.
Lou cogió el más reciente título de “the walking dead” para Xbox y lo miró
con interés. Gonzalo y ella amaban esa serie y habían comprado las temporadas
en DVD tan pronto como salieron a la venta.
Lukas vio lo que la chica tenía en las
manos y luego continuó mirando los juegos de “need for speed”.
…
Mientras Lou miraba la televisión con
Pongo sentado a sus pies cerca del sofá, Lukas estaba al teléfono con uno de
sus amigos, el partido siguiente sería su partido de vuelta al equipo después
de una lesión en la pierna. La castaña había pasado la mañana con la
organizadora de bodas mirando fotografías de los lugares donde podría llevarse
a cabo la boda en Múnich.
Pronto Lukas se sentó a su lado en la
sala de estar con la portátil en sus manos. La castaña lo miró y observó por el
rabillo del ojo mientras él revisaba los sitios que ella ya había revisado con
anterioridad. Había cuatro sitios posibles, dos de ellos eran salones cerrados
y los otros dos eran jardines abiertos, aunque uno de ellos atrajo la atención
de la nutrióloga, pues cerca había un pequeño lago artificial con agua clara y
lleno de peces de distintos colores que contrastaban con el pasto brillante y
bien cuidado del lugar, o al menos así lucía en las fotos.
-Creo que el salón se verá bien. –
dijo, finalmente, deteniéndose en la imagen del salón con iluminación tenue y
mesas redondas acomodadas por todo el lugar con sillas cubiertas por cojines de
color crema y manteles azules.
Lou no tardó en lanzarle una mirada de
reprobación que él reconoció al instante.
-Prefiero el jardín. – le señaló ella,
buscando la imagen en la computadora. – Según sé, se pone un piso de madera y carpas árabes de
color blanco y se puede estar muy en paz.
Lukas asintió, sabía que le tocaba
ceder, después de todo, se había salido con la suya en cuanto a la fecha y lugar.
-Mi madre cree que podrían ver ese
asunto cuando vallamos a Alemania, ¿me vas a acompañar durante las fechas
internacionales, verdad?
-¿Juegas en Alemania y Portugal,
verdad? – él asintió, cogiendo la mano de su prometida. – Supongo que sí.
Los viajes fueron terribles para Lou,
mientras Lukas se la pasaba con el equipo, la chica tuvo que intentar recordar
bien cómo hablar alemán, que le costaba más trabajo que los otros idiomas que
había aprendido. La madre de su prometido era una mujer muy amable, era bajita
y delgada y siempre que la veía le sonreía. Al menos parecía encantadora.
Parecía.
Unos minutos después de entrar en la
tienda de flores, Lou fue callada por la mujer de cabello rubio que sería su
suegra, se puso al mando y escogió las flores para su ramo sin dedicarle a la
castaña más que una sonrisa y una mirada alegre. Los centros de mesa serían
unos floreros de vidrio pequeños pero de corte delgado que llevarían flores
color blanco y lila con piedritas de distintas tonalidades entre el blanco, el
gris y el negro. En cuanto a los manteles, las mesas redondas estarían
cubiertas por dos manteles cada una; uno sería blanco y superpuesto estaría un
mantel de color lila al igual que las flores. Las invitaciones no las escogió
la madre de Lukas simplemente porque eso no se haría en Alemania.
Durante el partido, Lukas había jugado
poco más de la primera mitad y no había anotado ningún gol aunque asistió a
Klose, quien anotó el primer gol del partido; la madre del jugador difícilmente
decía algo que atinara a hacer reír de verdad a la castaña, quien reía
falsamente para no provocar resentimiento en la mujer.
Después del silbatazo final, el
marcador quedó Alemania 1 – Brasil 1.
Para cuando la chica se tumbó en la
cama, los oídos le zumbaban y creía escuchar la voz de su suegra en donde solo
se oía el sonido de la lluvia afuera. Lukas le había insistido en que se
quedara en su casa, pero la castaña se negó y en su lugar reservó una
habitación en un hotel donde la mayoría de los hospedados parecían estar allí
por el mes entero cuando ella sólo se quedaría una semana.
La visita a Portugal fue aún más
miserable, Lukas se pasaba todo el día con sus compañeros. De no haber sido
porque pocas veces al año se veían a la chica le hubiera molestado, pero
entonces se preguntaba por qué razón le había pedido que fuera con él siendo
que pasaban tan poco tiempo juntos.
Mientras que la noche antes de su
partido salieron a cenar y caminar por la calle, las otras dos noches, la chica
estuvo recluida en su habitación de hotel mirando películas y hablando por
teléfono con Ceci o Mariana. El día del partido de Alemania-Portugal en la
mañana miró el partido de España-Honduras. Había sido una cosa muy curiosa ver
a sus amigos de cerca gracias a una pantalla de televisión cuando ellos estaban
tan lejos.
…
Los hombres corrían con sus uniformes
azul oscuro, los tenis de colores vivos sobresaliendo en la pequeña multitud.
El entrenador miraba desde el mediocampo a sus hombres calentando. Algunos
charlaban, otros corrían en grupos y otros se limitaban a escuchar al resto.
Él escuchaba, con paciencia, había
tenido clases de italiano el día anterior y aún mientras corría intentaba
recordar alguna cosa útil, pero el maestro parecía ir demasiado lento:
probablemente se terminaría la temporada antes de que Gonzalo pudiera
pronunciar una oración entera sin cometer errores.
Albiol corría a su lado sin decir
palabra, hacía algo así como un mes que su compañero hablaba poco y si Albiol
había escuchado los rumores correctamente, era por motivos del corazón.
Después de entrenar Gonzalo se iba
usualmente a su casa, después de darse una última mirada en el espejo y pasarse
la mano por la barba crecida, se fue. Puso la maleta en el asiento del copiloto
y salió en camino a su casa. En unos minutos estaba estacionando el Ferrari
frente a su entrada, bajando sus cosas y abriendo la puerta. Andrea, la mujer
que le había ayudado en España no había podido seguirlo, por más que él hubiera
deseado conservar a la empleada de confianza, después del lío que armó en
Madrid la mujer decidió quedarse en su hogar y dejar que él se las arreglara.
La actual mujer que se encargaba de la gran casa de Gonzalo era muy callada y
pocas veces miraba a su jefe a la cara. Siempre llevaba el cabello en una
coleta relamida y el rostro limpio cubierto por unas gafas de marco negro que
la hacían lucir más adulta de lo que en verdad era.
Gonzalo se tumbó en el sofá, cogió su
teléfono celular y no tardó mucho en toparse con la imagen de su amiga en la
pantalla.
Mari aparecía sonriente en una foto que
ella misma había twitteado unos minutos antes con Kaká, su madre y Lou. Por lo
que se veía estaban en el hospital, Mariana lucía una bata de hospital y estaba
en una silla de ruedas con cables conectados a los brazos. Gonzalo regresó al
tweet y leyó con atención “¡Los gemelos ya vienen, gracias a Dios mi familia me
acompaña!”.
Mariana había sido una buena amiga,
intentó ayudarle a volver con su antigua novia y además lo había ayudado a
hacer la transición de España a Italia al mismo tiempo que ella misma la hacía
junto con Kaká, aunque él se notaba mucho más cómodo con el cambio. De no haber
sido por el anillo que ahora Lou llevaba en el dedo anular, Mariana y Ceci ya
se habrían ideado algo para que se volvieran a ver.
Sin poder evitar sonreír envió una
respuesta a sus amigos, mencionando a Mariana y a Kaká, twitteando también una
fotografía donde aparecía sonriendo y mostrando el pulgar hacia arriba. “¡Se
los espera con ansias, Suerte!” Unos minutos más tarde Kaká ya lo había puesto
en favoritos y retwitteado, más no se pasó por twitter durante el resto del
día.
…
-Mari, ya te dieron la epidural. No te
pueden dar más drogas. – le dijo Lou a su amiga mientras le pasaba un trapo
húmedo por el rostro.
-¡No me importa! – Se quejó - ¡Me
duele! – sollozó.
El médico entró de nuevo en la
habitación, según lo que la enfermera les había contado, era seguro que el
parto fuera rápido debido a los ejercicios que Mariana había hecho durante el
embarazo, el buen peso y la posición en que estaban los niños: ambos de cabeza.
Ya habían estado en el hospital por
cuatro horas, las contracciones que Mariana sentía eran cada vez más seguidas y
Kaká al verla quejarse se sentía cada vez un poco más culpable y nervioso, el
hecho de que la futura madre no dejara de lanzarle miradas asesinas no ayudaba
en nada, pero para su suerte, su madre estaba allí para darle un poco de paz
mental a su hija y ayudarle a cuidar a sus bebés una vez que nacieran. No se
quedaría más de un mes, pero ambos, Mariana y Kaká estaban seguros de que en un
mes podían aprender lo más importante acerca del cuidado de sus hijos.
-Tú te vas a volver defensa, no quiero
que vuelvas a meter goles. NUNCA. – le dijo Mariana a su esposo en medio de una
contracción que le obligó a cerrar los ojos y apretar los dientes con fuerza.
Las enfermeras, acostumbradas a
escuchar a una que otra mujer reprochar a sus maridos se miraron divertidas.
Pronto la castaña tuvo que comenzar a pujar. Lou se había quedado afuera de la
habitación, esperando con paciencia al lado de algunos amigos de la pareja.
Mientras esperaba escuchaba con atención, en cualquier momento esperaba que
resonara el llanto de algún bebé, pero no fue así.
Pasaban las horas y nada ocurría, con
el reloj marcando las 7:36 de la tarde, llevando dos horas pujando, por fin, en
el pasillo se escuchó el sonido fuerte y claro del llanto de un bebé. Un bebé
con muy buenos pulmones. Después de que un par de minutos más, se volvió a
escuchar el estridente lloriqueo de otro bebé. Todos afuera se miraron con los
rostros iluminados.
Kaká salió con la sonrisa más amplía en
el rostro y anunció que ya era papá de dos niños completamente saludables y que
la mamá estaba ahora descansando. Su madre se acercó y lo abrazó, felicitándolo
y besándolo en ambas mejillas. Su hemano y su padre le dieron un abrazo y un
par de palmadas en la espalda. Los únicos que entraron en la habitación donde
Mari había sido llevada para descansar, fueron Kaká, su madre y la nutrióloga.
Las madres de Kaká y Mariana le
hicieron un par de preguntas a Mariana para saber si necesitaba algo y ella al
avisarles que sólo quería descansar; las mujeres se alejaron y salieron de
camino a la cafetería para tomar algo y conversar un rato. Lou miró a Mari y la
felicitó al igual que había hecho con anterioridad a Kaká. Le dio un apretón a
la mano de su amiga y decidió salir también para dejar que descansara.
-Gracias. – dijo Mari con los ojos
medio cerrados, pesados por el cansancio. – Me alegro que estés aquí, Dios sabe
que amo a mi mamá, pero a veces… necesito un descanso de ella.
-No te preocupes, - Lou volteó a mirar
también a Kaká – tenemos dos semanas para averiguar cómo cambiar pañales.
Los tres rieron un poco y la amiga de
Mari salió de la habitación, dejando que la pareja se quedara a solas.
Kaká se sentó en la orilla de la cama
de su esposa y le cogió la mano antes de besarla y ponerla de vuelta sobre las
sabanas limpias del hospital.
-Eres la mejor. – le dijo sonriente.
-Lo sé. – Mariana ni siquiera se
molestó en fingir modestia, a partir de ese momento y por siempre se merecía
cada cumplido que su marido le diera. – Ven - la mujer se movió con cuidado en
la cama, haciendo un espacio para que su marido se acostara a su lado, - sabes
que sin ti no puedo dormir bien. – le recordó.
Los jugadores miraban a través del
vidrio, en los cuneros había cinco niñas y tres niños. Los bebés de Mariana y
Kaká estaban en brazos de un par de enfermeras que los arrullaban. Pronto los
jugadores con experiencia en el ámbito de ser padres pidieron a una de las
enfermeras que les mostraran a los bebés Izecson, los dos niños estaban aún
hinchados pero entre los cachetes regordetes se les notaba una nariz pequeña y
las pestañas largas de su madre.
Esa misma noche, Kaká anunció al mundo
por medio de su cuenta de twitter el nacimiento de sus gemelos Ricardo y Luca.
…
Lou se acomodó la bufanda sobre el
hombro y fue de camino al lobby del hotel. Tenía colgando por el codo el bolso
y en su mano llevaba una maleta con algunas cosas para su amiga que saldría ese
mismo día del hospital, tan solo dos días después de haber dado a luz a sus
gemelos.
Si durante la noche, las cosas habían
ido bien, también se llevarían a los bebés consigo ese mismo día.
Afuera del hospital las cámaras
esperaban ansiosas la salida de Mariana y Kaká, la castaña caminó con paso
seguro entre la gente y entró en el edificio mostrando una identificación a los
hombres de seguridad. Minutos más tarde, Lou ayudaba a su amiga a ponerse el
vestido de manga larga color salmón, unas calcetas a la rodilla de color piel y
unas botas color café. Mientras Mari cogía con cuidado al pequeño y delicado
Luca, Lou le arregló a su amiga el cabello en una media cola y después cuando
Kaká dejó al pequeño Richy en brazos de su abuela para coger a Luca, la
nutrióloga le puso un poco de maquillaje a su amiga, para cubrir los tenues
círculos oscuros que se habían formado debajo de sus ojos. El mundo no
necesitaba saber que aquellos dos bebés tan hermosos le habían costado siete
horas de esfuerzo y dolor. La imaginación les bastaba.
La madre de Mariana se apareció pronto
con dos portabebés cubiertos por cobijas para los niños que permanecían
dormidos en brazos de su abuela y papá.
Mari cogió a Ricardo con cuidado y les
pidió a su amiga y a su madre que mejor pusieran los portabebés en la
camioneta. Una vez que firmaron el alta, dieron frente a las cámaras, mostrando
al par de bebés saludables e idénticos. Kaká no podía dejar de sonreír y
Mariana simplemente deseaba encontrar pronto un sitio donde sentarse. Pronto
volvieron a entrar al hospital y salieron por la salida trasera donde las
cámaras ya no los seguían.
-¿No deberíamos preguntárselo ahora,
cariño? – dijo Mariana a su esposo desde el asiento de atrás donde cuidaba que
los dos bebés permanecieran en su sitio. Lou los miró a ambos desde la tercera
fila de asientos, donde compartía espacio con la madre de Mariana.
-¿Decirme qué, perdón?
-Bueno… Sí, tal vez sea buen momento. –
respondió Kaká.
-Bien, ya díganle. – agregó la suegra
de Mari.
-Queremos saber si te gustaría ser
madrina de Luca. – dijo Mariana. – Sé que te gustan los niños y pensé que tal
vez…
-Me encantaría. – dijo la chica con
alegría. – Por supuesto que seré su madrina.
-Uff, ahora dile quién será el padrino.
– dijo Kaká con una mirada de disculpa por el espejo retrovisor. – o deja que
lo vea…
La camioneta se detuvo frente a la
entrada de la casa de Mariana, donde estaba estacionado un Ferrari blanco. Lou
no comprendió hasta que todos bajaron de la camioneta y entraron a la casa. Marian,
con ayuda de su marido y su madre, fue a recostarse en su habitación; mientras
tanto la abuela paterna se quedó en la de estar conversando con alguien, ambos
niños a su cuidado en los portabebés.
La castaña entró en la casa de sus
amigos y caminó hasta la sala, allí se encontró con Higuaín. Tan reluciente
como siempre, solo tenía la barba más crecida.
Lou miró a Gonzalo charlando con la
madre de Kaká, uno de los niños dormía cubierto por una cobija de color
verde-azul mientras que su hermano estaba en los brazos de su abuela con los
ojos cerrados y envuelto en su cobija de color naranja y blanco. La castaña no
podía reconocer a los niños, ambos eran idénticos, aquello ya pronosticaba el
desastre durante la adolescencia cuando de seguro habrían desarrollado algún
gusto por cambiarse de ropa y hacerle creer a Marian-con su humor tan presto
para bromas- que eran el otro.
Higuaín veía con ojos atentos y las
cejas alzadas al pequeño bebé que se le presentaba. Desde los brazos de su
abuela, quién según había escuchado Lou de oídos de la señora era Luca abrió
los ojos con lentitud, revolviéndose un poco y lanzando una primera mirada a su
hogar. La castaña se acercó haciendo tan poco ruido como fuera posible, Richy
permanecía dormido y no quería conversar con el jugador, aunque este la miró.
El pequeño Luca extendió sus manitas
hacia Gonzalo, él sabía por su madre que a los niños jamás se les puede coger
las manitas, así que se limitó a sonreír al pequeño a quien ya se le veían los
ojos iguales a los de su padre.
-Vamos, cógelo. – le dijo la mujer con
un fuerte acento, aunque en voz suave, consciente de que a los bebés les
molestaría si hacía demasiado ruido. – Después de todo, es tu ahijado.
Lou miró al hombre que asintió,
obviamente ya sabía de aquello, pero ella se estaba enterando. La madre de Kaká
le lanzó una mirada a la castaña, como diciéndole con los ojos que animara al
hombre a coger al niño en sus brazos.
-Anda, mira, si te sientas tal vez lo
sientas más seguro. Ven. – Lou cogió a Higuaín por el hombro, y aun siendo más
alto que ella se dejó sentar en el sofá. La abuela los miró a ambos, la castaña
estaba de pie indicándole al jugador cómo poner los brazos para detener la
cabeza del que era su ahijado. – Y así. – Le acomodó con cuidado el brazo
izquierdo para que no dejara al bebé demasiado alejado de su cuerpo.
Con cuidado Higuaín cogió en sus brazos
a Luca y se sorprendió al encontrarlo tan ligero. Sonriendo le acomodó la
cobijita debajo de la barbilla, con lo que el bebé pareció contento. La abuela
le indicó a Lou que les tomara una foto, sin quedarle más que hacer, Lou lo
hizo y se encontró ante una imagen simplemente tierna. Había algo en la manera
en que Higuaín cargaba al bebé que era distinto de la manera en que Kaká lo
hacía, era claro que uno era el padre y el otro sólo un amigo, pero Kaká aunque
parecía sorprendido no se notaba curioso como el argentino.
Mientras le sonreía al bebé, admiraba
la cara pequeña del pequeñísimo ser humano que cargaba en sus brazos, estaba
consciente de que aquel niño le cabía en un brazo, pero se veía tan frágil que
le parecía imposible tenerlo en sus brazos y que no se convirtiera en polvo.
Lou tomó un par de fotos y entonces él se dio cuenta y sonrió para otro par
antes de que Richy comenzara a llorar, Luca no parecía complacido, pero no
lloró junto a su hermano, en su lugar se revolvió, hizo una mueca arrugando su
pequeña nariz y le tocó la cara a Gonzalo como pidiéndole que callara el ruido.
La madre de Kaká corrió hasta su nieto
y lo sacó del portabebés, lo miró un momento y luego se lo tendió a la castaña.
-Necesito preparar leche, esta
hambriento. – le dijo, acercando el dedo índice a la comisura de la pequeña boca
del niño, que comenzó a buscar chupar el dedo de su abuela. – No tardó,
arrúllalo un poco, Mariana esta exhausta y Kaká debe estar convenciéndola de
quedarse en cama.
Lou tenía en sus brazos al idéntico
hermano de Luca, Higuaín la miró sonriendo y de cierto modo, parecía reírse de
ella, pero no le dijo nada. Acomodando al niño en sus brazos para recargarlo
contra su pecho, la chica comenzó a caminar por la sala frene a su ex, daba
pequeñas vueltas y sacudía con cuidado al niño mientras él lloraba cada vez
menos, aunque con el rostro colorado y las mejillas húmedas. Lou le acarició la
cabeza sin pelo al bebé y continuó yendo y viniendo por la sala.
-Te ves… experimentada. – le dijo
Higuaín en voz baja, temiendo que Luca se despertara en sus brazos.
-No tengo idea de lo que hago. Tú te
ves… - miró ceñuda al hombre con el bebé en sus brazos, luciendo relajado
mientras el pequeño continuaba pasando sus manitas por la línea de su quijada,
seguramente intrigado ante la sensación de la barba moderadamente crecida de su
padrino. – cómodo.
-Lo estoy. – le respondió. – aunque yo
tampoco sé que estoy haciendo, che es que son pequeñísimos ¿cómo sabe esa mujer
lo que quiere? Apenas le ha echado un ojo… - volteó hacia abajo para mirar al
bebé que continuó restregando sus manitas en la barba de Gonzalo, quién tuvo
que esconder los labios mientras el bebé le cogía la mejilla con la poca fuerza
que tenía. Se notaba que era incapaz de detener a Luca.
-Cuando tengas hijos entenderás. – dijo
Lou. – Yo ahora solo entiendo de niños pequeños, los bebés son otra cosa…
-Una cosa muy frágil. – dijo la mamá de
Kaká, pronto Kaká también estuvo en la sala, cogió a Richy en sus brazos y con
ayuda de su madre comenzó a darle el biberón.
Luca pronto se removió notablemente
molesto en los brazos de Gonzalo, la madre de Kaká fue rápidamente a la cocina
y regresó con el segundo biberón, él no pudo cargar al niño y darle la leche,
así que la mujer cogió al pequeño bebé en sus brazos y se sentó con el niño en
sus brazos mientras este comía.
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