Wednesday, March 5, 2014

Gol. Capítulo 22


Capítulo 22


Mari discutía con Ceci por el teléfono, hacía un par de días que le había estado llamando sin obtener respuesta, así que ese día cuando la chica por fin contestó, Mariana estaba más que dispuesta a exigir respuestas a su amiga.
-¡Vale, debí contestarte antes! ¿Qué necesitas o qué?
-Necesito que vengas lo antes posible.
-¿Sabes que tengo un nuevo proyecto? Por hoy no creo poder, pero mañana estoy en tu casa de seguro.
-¡MAÑANA! – Mari sentía ganas de golpearse la cabeza contra la pared. – ¡Te espero aquí temprano! – dijo y colgó. Miró la pantalla del teléfono y antes de que algo más sucediera marcó el número de su amiga en Londres.
-¿Bueno? – contestó su amiga desde el otro lado de la línea.
-¡LOU! Qué bueno que me has contestado a la primera.
-Claro, pero ¿por qué no me llamaste por Skype?
-Es que yo quería saber si podrías venir a Madrid…
-Planeaba hacerlo la semana siguiente… ¿ha pasado algo? – Mari podía escuchar en la voz de su amiga que estaba comenzando a asustarse.
-No exactamente, pero me ayudaría que vinieras…
-Lukas me dijo que no contestara… - la voz de la chica ahora era juguetona. – ahora no veré su partido del sábado porque supongo que me quieres allá en un máximo de tres horas.
-No es un vuelo largo…
Después de colgarle a su amiga, mari se fue a su habitación, donde Kaká estaba leyendo una revista con los auriculares puestos. Las paredes en su habitación eran de color marrón oscuro, contrastando con todos los muebles de colores claros y el cubrecama blanco.
Se metió al baño y tuvo un pequeño episodio de pánico en silencio, salió y cogió el libro que de momento estaba leyendo. Tras leer cuatro capítulos sin detenerse, miró el reloj en la mesa de noche a su izquierda, del otro lado Kaká estaba mirando zapatos deportivos en internet. Faltaban unos minutos para que su amiga estuviera en España, así que puso el separador en medio de las páginas del libro y lo dejó sobre la mesa de noche color claro.
Se puso las botas grises y miró a su esposo.
-Voy a recoger a Lou al aeropuerto.
-¿Ah? – dijo él, sacándose los auriculares. Mariana le repitió lo que había dicho anteriormente – No sabía que vendría, te espero despierto - le dio un beso en la mejilla al despedirse.

Con el sol metiéndose entre las cortinas, Ceci se puso de pie, solo quería volver a dormir, pero la alarma del despertador ya estaba sonando y el pequeño despertador estaba lejos de su alcance. Cuando por fin decidió ponerse en marcha, iba tarde. Había quedado de verse con Mari temprano. Tomo una ducha y se vistió rápidamente antes de peinarse con una coleta alta y ponerse los zapatos. De camino a la casa de Mariana se compró un café y cuando llegó vio que había una chica afuera de la casa con un perro no muy lejos.
Minutos más tarde estaban Ceci, Mariana y Lou metidas en el auto negro de Mari.
-¿te importaría decirme qué estamos haciendo? – preguntó Lou, quién lucía unos pantalones cortos para hacer ejercicio y una camiseta rosa fosforescente. Probablemente su pijama – pensó Ceci.
-A la farmacia. – Lou miró a Ceci con el signo de interrogación prácticamente escrito en el rostro. - ¿Quién se va a bajar?
-¿Qué quieres decir? ¿No vamos a ir todas?
-¡Lou va! – dijo Ceci.
-Necesito que me ayudes, yo no me puedo bajar por si me ven…pero tú sí.
Lou se miró en el espejo del auto. Tenía el cabello alborotado en un par de coletas que caían sobre sus hombros y el rostro completamente limpio, nada de maquillaje. Ni siquiera llevaba lentes oscuros. Tenía puestas unas sandalias y su pijama improvisado.
-Te voy a matar. ¿Qué quieres, helado?
-Quiero…
-Quiere una prueba de embarazo. – se adelantó Ceci. – Y apúrate, yo tengo que ir a trabajar.
Mari le prestó a su amiga sus lentes oscuros que estaban en la guantera y ella se los puso antes de coger la cartera y salir del auto. Hacía un poco de aire, pero no estaba haciendo frío en lo absoluto. Entró en la farmacia y con los lentes cubriéndole la mitad del rostro se metió hasta la parte trasera donde usualmente se encontraban los artículos femeninos, allí miró varias cajitas y llevó tres de distintas marcas. Pagó rápidamente y fue de vuelta al auto.
-¡También he traído algo para hacerte orinar! – anunció la castaña al subir al auto.


En casa de Mariana, Kaká ya se había ido, solo quedaban las tres amigas. Con mariana en el sofá de la sala tomando su segundo litro de agua en los últimos diez minutos, Ceci estaba mirando su reloj cada pocos minutos. Lou estaba acostada en el suelo con el pug de su amiga mientras éste dormía, haciendo un ruido curioso cada pocas exhalaciones.  
-Bueno, deséenme suerte… - Mari se levantó y fue al baño.
-¿Cuánto apuestas a que se le ha retrasado el periodo?
-¿En serio Ceci? ¿En serio?
-Bueno… la verdad yo creo que se está poniendo muy nerviosa por una cosa de nada. O sea, se casaron hace como no sé… - hizo cuentas en su mente. – ¿seis meses?
-Sí, mira, seguro que no quiere hijos ahora… pero yo estoy segura que Kaká estaría encantado.
-Pues sí, pero él no es quién se va a poner gorda. – dijo Mariana sentándose de nuevo en el sofá. – las pruebas están en el baño, pero hay que esperar unos minutos.
-Deberías ir al médico.
Después de que comenzaron a conversar acerca del médico, Lou comenzó a contarles a sus amigas acerca de sus nuevas amistades en Inglaterra. Ceci la miraba con una pequeña sonrisa en el rostro mientras Mari se comía las uñas.


Kaká había llegado a casa después de entrenar encontrándose a Mari en el sofá de la sala comiendo una cubeta de helado de vainilla con chispas de chocolate, lo suficientemente pronto, Lou salió de la cocina con las mangas de su blusa arremangadas. Llevaba puesto un pantalón de denim ajustado y una blusa de tirantes roja debajo de la blusa blanca a botones, lo que le llamó la atención fue que llevaba la bolsa colgada al hombro. Parecía que ella iba a salir, mientras que su mujer estaba sentada con las piernas cruzadas en el sofá de la sala con el pijama puesto y el cabello en una trenza de aquella que seguro le había hecho su amiga, estaba mirando uno de esos programas del canal discovery donde mostraban a mujeres dando a luz. Kaká no quería saber cómo podía comer mientras miraba aquello, pero igual entró en la casa.
-¿Vas a salir? – Preguntó Kaká.
-Ah, sí…he quedado con Sergio. – respondió ella.
Kaká asintió y cogió el juego de llaves que estaba sobre la mesita junto a la entrada, las de Mari, se las dio y se fue en dirección a las escaleras. Lou miró al hombre subir y fue rápidamente a decir adiós a su amiga, aquel día no volvería a la casa de su amiga, tal vez al día siguiente. Apenas salió de la casa color beige vio un auto de lujo que no pudo identificar estacionado afuera de la reja. Finalmente se encontró a su mejor amigo. Había resultado en verdad su mejor amigo. Sergio sonrió al verla y ella igual. Se abrazaron como si no se hubieran visto en años y subieron al auto.
Cuando llegaron a la casa de Sergio, Lou dejó su bolsa en la habitación de huéspedes y salió en busca de su amigo en el primer piso.
-¿Qué haces? – preguntó metiéndose a la cocina dando pequeños brinquitos.
Sergio estaba agachado con la cabeza metida en el refrigerador, la chica hiso una nota mental de no patearlo, eso era muy Ceci
-Perdona, me acabo de dar cuenta que necesito ir de compras. – dijo, sacando la cabeza del refrigerador.
Su amiga estaba entonces sentada sobre la isla son las piernas cruzadas y una manzana de plástico en las manos, jugando con ella. Sergio la miró y ella suspiró dramáticamente antes de dar un brinco y acomodarse el fleco al lado de la cara.
-Vamos.
Unos minutos más tarde ambos estaban en el súper mercado, el jugador empujaba el carrito mientras la chica miraba una copia de la comida que Sergio tenía que comer, el nuevo nutriólogo del equipo había cambiado bastante de la dieta de los jugadores. Mientras Sergio cogía un par de botellas de leche la chica buscó el queso y la carne, en medio de la sección de frutas, él le cogió el brazo y la hiso detenerse mientras iba por las peras.
-Vas a venir al partido mañana. – le soltó de pronto con una sonrisa en el rostro.
-Pensé que tendría que verlo desde el sofá de Mariana, solo tenía dos boletos y Ceci obviamente irá.
-No te preocupes, mi madre estará en la ciudad mañana y lo verá desde el palco.
-O sea, ¿quieres que conozca a tu madre? – preguntó la chica fingiendo miedo, un par de chavales que iban corriendo por allí se los quedaron mirando.
-Tiene ganas de conocerte y sé que no te perderías el partido por nada del mundo, después de todo, somos “tus niños de blanco” ¿o no?
La chica se sonrojo al recordar el pequeño apodo que le daba a los hombres del Madrid, sonrió y apunto un dedo acusador a Sergio, pero fue interrumpida a media palabra por la voz de uno de los chavales de antes, éste cogía con fuerza la mano de su madre y caminaba con rapidez hacia Sergio, en sus manos una hoja de papel y un rotulador aparentemente de color negro.
Los ojos de su amigo que iba a su lado se abrieron como platos y a ambos les invadió el rostro una sonrisa enorme y brillante.
-¿Nos das tu autógrafo? – preguntó el que aún sostenía la mano de su madre. El otro miró con atención mientras él defensa se pasó una mano por el cabello recién decolorado y cogía el papel y rotulador.
Le preguntó el nombre al chico y les hiso un poco de conversación, Lou miraba atenta, en ocasiones cuando salía con sus amigos –que usualmente eran jugadores- alguna que otra persona se acercaba y pedía autógrafos, ignorándola, aunque eso no la molestaba. Le incomodaba, pero eso era todo. El segundo chico dio un paso al frente, tenía aún cara de niño pequeño, estaba cerca de los trece años, se veía mayor al otro, piel clara y cabello rubio oscuro. Algunos mechones demasiado largos le caían sobre la frente y ojos, la chica notó que tenía pestañas negras muy largas y unos ojos color café muy parecidos a otros que había visto hacía poco. Le tendió a Sergio una pelota de fútbol que al coger el jugador sonrió con más ganas.
-¿Ustedes juegan? – preguntó, el pequeño que sostenía abrazado a su pecho el papel autografiado sacudió la cabeza a modo de negativa.
-Sólo Alberto. – respondió el niño.
Alberto, se pasó una mano por el cuello y se notó incomodo, Sergio lanzó la pelota al suelo y jugó por un corto momento con ésta, pateándola con la punta del pie y haciéndola elevarse hasta la altura de su pecho desde donde la bajó hasta sus rodillas donde la hiso botar un par de veces antes de dominarla con los pies y ponerla en el suelo con el pie sobre ésta. Los chicos miraron atentos y Sergio la pasó con suavidad al tímido Alberto, él la recibió y la detuvo con su pie.
-¿Qué podéis hacer? – el niño miró a Sergio hacía arriba, era mucho más alto aún que la madre de los niños. Puso la mirada en el techo alto y luego cogió la pelota con sus manos y la lanzó sobre su cabeza antes de golpearla repetidamente con su cabeza antes de botarla sobre sus rodillas tres veces y ponerla en el suelo con un poco de problema. Los cuatro sonrieron y aplaudieron al niño. – Te veo en el campo un día de éstos.
Olvidados completamente de la conversación de antes Sergio y Lou continuaron haciendo las compras. Mientras las demás personas pasaban el tiempo en las filas leyendo revistas los dos estaban teniendo un pequeño concurso de ver quien parpadeaba primero. Lou perdió.


-Bien, ¿Qué te pasa? – preguntó Kaká, tomando asiento al lado de Mariana. La cubeta de helado aún entre sus piernas mientras miraba la televisión. – Si no me lo dices tú hare que Lou me lo diga. – intentó de nuevo.
Mariana lo miró directamente a los ojos por un momento, la cuchara estaba en la cubeta de helado y sus pantuflas en el suelo, Kaká estaba vestido con su pijama también, como si aquello pudiera reconfortar a su esposa. En realidad lo hacía. Pero Mari no quiso admitirlo.
-¿Haz llorado? – le preguntó Kaká poniendo su mano en una de las mejillas de su mujer, que con expresión sería se quedaba callada e inmóvil. – Por favor dime qué está pasando.
Mari se quebró un poco y cogió más helado con la cuchara, estaba nerviosa y no entendía muy bien que era lo demás que sentía. Kaká puso su mano sobre el hombro más lejano de Mari y en el otro apoyó su barbilla antes de volver a presionarla por una respuesta, ella puso finalmente la cubeta sobre la mesita para el café frente a sí y sucumbió ante le mirada fija de su marido.
Trago saliva con dificultad y respiro hondo antes de voltearse ligeramente en el sofá, miró muy seria el rostro de él y vio que estaba completamente calmado, eso le dio cierto sentido de la calma también. Siempre le había parecido que Kaká era un hombre paciente, claro está: siempre que no le tiraras nada sobre la ropa. Una de las cosas que los hacía funcionar tan bien como pareja era esa actitud de él, pero a Mari se le hacía un nudo en el estómago de pensar en eso mismo. El futuro que tenían juntos.
Sin querer pensárselo mucho más de lo que ya lo había hecho mientras miraba como varias mujeres daban a luz a sus pequeños “montoncitos de alegría” se lo dijo.
-Me he hecho una prueba de embarazo. – le dijo con cuidado. No quería que a su marido le diera alguna clase de ataque psicótico. Mariana estaba exagerando en su mente las posibles respuestas que él tendría, pero todos los escenarios terminaban en un Kaká inmóvil en el sofá. La realidad era muy distinta, la mano sobre la espalda de Mariana encontró con facilidad su camino hasta la mano de ella, cogiéndola y dándole un ligero apretón, cómo instándola a continuar. – Ha dado positivo. – dijo y seguidamente se mordió el labio esperando que Kaká la mandara a freír espárragos con aquel asunto.
En su interior, Mariana deseaba que Kaká fuera un manojo de alegría; pero, por algún motivo se había creado una idea en la mente de que él se molestaría.
En la vida real, Kaká abrió la boca para hablar pero la volvió a cerrar tan pronto como la había abierto. Miró a Mariana unos instantes antes de reírse con ganas unos segundos, dejando a la mujer a su lado un poco desconcertada. Recuperó la compostura y lo más suavemente que pudo jaló a Mariana hacia sí y le paso los brazos alrededor. Mariana estaba completamente confundida entonces.
-¿No estás enojado? – le dijo ella a su esposo.
-¿Por qué iba a estarlo? ¡Voy a tener un hijo con la mujer más increíble del mundo! – le respondió, se separaron y vio que su esposa se limpiaba torpemente algunas lágrimas que habían caído sobre sus mejillas. -¿Qué te pasa? ¿Tú no lo quieres? – le pregunto decepcionado.
-No ¡no es eso! Es que… - Mari miró hacia la televisión, donde una mujer con barriga de seis meses mostraba como se veía comparada a las fotos del día de su boda. La imagen hiso que Mariana sintiera aún más lagrimas aflorar en sus ojos.
-¿Entonces?
-Me voy a poner gorda. – le dijo a regañadientes. Kaká soltó otra risa y Mariana le dio un golpe en el brazo, lo que lo hiso reír más.
-¿No era que tu mejor amiga es una Nutrióloga de primera? – Mari se detuvo por un instante y miro a Kaká como si entendiera por primera vez. – Además… - Kaká se puso de pie y salió de la sala sólo para entrar unos minutos más tarde con una cuchara en la mano – dicen que “amor es engordar juntos” – le dijo y cogió helado con su cuchara limpia mientras le arrojaba a Mari el control remoto. – Y cambia el canal, tenemos tiempo para aprender de eso luego.
Mari sonrió y cogió helado también.


Mientras Lou estaba acostada en su cama a punto de dormir su teléfono móvil comenzó a sonar, contestó rápidamente, era Gonzalo.
-¿Cómo está eso de que te fuiste a España?
-Es solo por un par de días, Mari está embarazada y es una larga historia. ¿No deberías irte a dormir o algo?  
-Sí, es que en eso estaba cuando me acordé de ti…
-Ah…
-Espera, no te desperté… ¿verdad?
-No – la chica se rio un poco -, si los ronquidos de Lukas no me despiertan nada lo hará.
-Bueno, creo que sí es tarde…mañana te llamo más temprano. – Lou asintió aunque luego se dio cuenta de que no la veía.
-De acuerdo. – le respondió. – Adiós. – dijo sonriente.
Ambos colgaron, cada uno con una cosa distinta pero parecida en la mente. Gonzalo pensaba en cómo era que Lou sabía acerca de los ronquidos de Lukas, mientras que Lou recordaba la respiración acompasada de Gonzalo cuando dormía, una cosa muy distinta a la de Lukas. Además, se tocó el costado y sintió dolor, Lukas era un poco brusco en la cama. Era extraño, que aun sintiendo lo que sentía por el alemán, Lou seguía extrañando algunas cosas de Gonzalo. Ciertamente el trato era distinto, en algunos aspectos era mucho peor, pero en otros era mucho más tierno.
-Ya está terminado. – se dijo y se volvió a dormir. Se había dicho aquello muchas veces antes.


El Madrid había estado espectacular el día anterior, pero Lou tenía que irse ese día. Era Lunes y tenía que presentarse a trabajar al día siguiente. Mariana y Ceci habían insistido en que las acompañara a comer antes de irse. Cristi se reunió con ellas y las cuatro hicieron planes para ir de compras por el bebé que Mariana esperaba, para Mariana cualquier cosa era una buena excusa para poner el pie en el centro comercial.
Ceci vestía un bonito vestido color arena, al igual que Lou aunque ambas llevaban un corte distinto, el de la nutrióloga dejaba los hombros más descubiertos, Mariana y Cristi llevaban puestos unos pantalones y una blusa, el clima en Madrid era bastante mejor que en Inglaterra y Lou había aprovechado el sol y el calor que en Londres tanto se extrañaba.
Mientras comían el postre, salió el tema que más le interesaba a sus amigas entrometidas y degeneradas.
-Dime una cosa, ¿Lukas te hizo esto? – preguntó Mariana poniendo un dedo en unos pequeños moretones azules que su amiga tenía en el hombro derecho.
-¿Qué cosa? – preguntaron ambas, Cristina y Ceci al ver como Mari miraba a su amiga con una mirada picara mientras ella se ponía de color rojo vivo.
-Unos moretones… - las dos chicas se pusieron serias.
-No pensé que fuera de los que golpeaban, Lou…tienes que dejarlo. – dijo Cristi, dejando por un momento su cappuccino sobre la mesa.
-No, es que, no es eso… - respondió Lou sin saber muy bien cómo explicarle a sus amigas.
-¡No lo defiendas! ¡Te ha lastimado! – la reprendió Ceci con el ceño fruncido.
-Es que fue voluntario, ¿eh? – explicó Mariana, que entendió rápidamente.
-A ver… ¿qué? – dijo Cristi, confundida.
-¿Estamos jugando algún juego raro? – preguntó Ceci.
Las dos chicas en frente de Mariana y Lou parecían estar muy confundidas, ambas mostraban el ceño fruncido mientras que Mariana se mostraba divertida. Lou simplemente quería que se la tragara la tierra. Ese era, posiblemente su tema menos favorito además de la política.
-¿Cómo les explico que hay hombres que no miden sus fuerzas? – respondió Lou, pero no sirvió de mucho para mejorar la situación. Mariana soltó una risotada y echó la cabeza hacia atrás antes de darle a su amiga una palmada en el hombro y hablar con más claridad.
-¿Ven que los hombres son unos animales? – dijo Mariana como si aquello fuera una clase elemental de matemática. – Hay hombres que son más animales en la cama.
-Ahhhhh… - Cristina y Ceci se miraron al comprender y luego ambas miraron de manera similar a la nutrióloga, que tenía los ojos plantados en el platito con pastel que tenía frente a sí, dio un trago a su café cappuccino con crema irlandesa.
-Bueno, aquí lo que me importa es que Gonzalo ya no figura en el mapa. – dijo Cristi. – Özil me contó lo que pasó, desde su punto de vista, quiero decir. Los jugadores saben cómo fue todo y ninguno te culpa. Lo que sí es que nadie quería que se separaran.
-Pero se ve que Lukas te quiere, es decir… no has tenido que avisarle antes de venir y no se lo ha tomado a mal. Es una señal, confía en ti. – Ceci sonrió como era usual en ella, mirando hacia arriba y subiendo ligeramente un hombre de manera soñadora – Es porque te ama.
-Mírala… - dijo Mariana. -Seguro estás pensando en Cristiano.
Ceci se sonrojo.
-Ay, es muy lindo. – Cristi puso los ojos en blanco, de todas, ella era la que más escuchaba a Ceci hablar de su novio. – El otro día… ¿saben lo que me regalo?
-¿Flores?
-¡Chocolates!
-De seguro te dio boletos para algún concierto…
-¡No! – Arrugó la nariz - ¡Me dio unos plumones para dibujar!
Las tres chicas a su alrededor sonrieron y fingieron saber de lo que la chica hablaba. Como siempre, la conversación se desvió. Desde los regalos hasta el tema de la separación de Cristina y Özil, quién probablemente dejaría el Madrid. 


Antes de subirse al avión Lou reviso su móvil y leyó un mensaje que le había llegado mientras estaba con sus amigas, era de Lukas.
“Ella, Ella… me he metido en un lío. Nada preocupante. Llámame cuando estés en casa, ¿quieres? Un beso.”

Lou se metió el teléfono en el bolsillo de la chaqueta después de ponerlo en modo avión y se fue. 

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