Capítulo 22
Mari discutía con Ceci por el
teléfono, hacía un par de días que le había estado llamando sin obtener
respuesta, así que ese día cuando la chica por fin contestó, Mariana estaba más
que dispuesta a exigir respuestas a su amiga.
-¡Vale, debí contestarte antes!
¿Qué necesitas o qué?
-Necesito que vengas lo antes
posible.
-¿Sabes que tengo un nuevo
proyecto? Por hoy no creo poder, pero mañana estoy en tu casa de seguro.
-¡MAÑANA! – Mari sentía ganas
de golpearse la cabeza contra la pared. – ¡Te espero aquí temprano! – dijo y
colgó. Miró la pantalla del teléfono y antes de que algo más sucediera marcó el
número de su amiga en Londres.
-¿Bueno? – contestó su amiga
desde el otro lado de la línea.
-¡LOU! Qué bueno que me has
contestado a la primera.
-Claro, pero ¿por qué no me
llamaste por Skype?
-Es que yo quería saber si
podrías venir a Madrid…
-Planeaba hacerlo la semana
siguiente… ¿ha pasado algo? – Mari podía escuchar en la voz de su amiga que
estaba comenzando a asustarse.
-No exactamente, pero me
ayudaría que vinieras…
-Lukas me dijo que no
contestara… - la voz de la chica ahora era juguetona. – ahora no veré su
partido del sábado porque supongo que me quieres allá en un máximo de tres
horas.
-No es un vuelo largo…
Después de colgarle a su amiga,
mari se fue a su habitación, donde Kaká estaba leyendo una revista con los
auriculares puestos. Las paredes en su habitación eran de color marrón oscuro,
contrastando con todos los muebles de colores claros y el cubrecama blanco.
Se metió al baño y tuvo un
pequeño episodio de pánico en silencio, salió y cogió el libro que de momento
estaba leyendo. Tras leer cuatro capítulos sin detenerse, miró el reloj en la
mesa de noche a su izquierda, del otro lado Kaká estaba mirando zapatos deportivos
en internet. Faltaban unos minutos para que su amiga estuviera en España, así
que puso el separador en medio de las páginas del libro y lo dejó sobre la mesa
de noche color claro.
Se puso las botas grises y miró
a su esposo.
-Voy a recoger a Lou al aeropuerto.
-¿Ah? – dijo él, sacándose los
auriculares. Mariana le repitió lo que había dicho anteriormente – No sabía que
vendría, te espero despierto - le dio un beso en la mejilla al despedirse.
Con el sol metiéndose entre las
cortinas, Ceci se puso de pie, solo quería volver a dormir, pero la alarma del
despertador ya estaba sonando y el pequeño despertador estaba lejos de su
alcance. Cuando por fin decidió ponerse en marcha, iba tarde. Había quedado de
verse con Mari temprano. Tomo una ducha y se vistió rápidamente antes de
peinarse con una coleta alta y ponerse los zapatos. De camino a la casa de
Mariana se compró un café y cuando llegó vio que había una chica afuera de la
casa con un perro no muy lejos.
Minutos más tarde estaban Ceci,
Mariana y Lou metidas en el auto negro de Mari.
-¿te importaría decirme qué
estamos haciendo? – preguntó Lou, quién lucía unos pantalones cortos para hacer
ejercicio y una camiseta rosa fosforescente. Probablemente su pijama – pensó
Ceci.
-A la farmacia. – Lou miró a Ceci
con el signo de interrogación prácticamente escrito en el rostro. - ¿Quién se
va a bajar?
-¿Qué quieres decir? ¿No vamos
a ir todas?
-¡Lou va! – dijo Ceci.
-Necesito que me ayudes, yo no
me puedo bajar por si me ven…pero tú sí.
Lou se miró en el espejo del
auto. Tenía el cabello alborotado en un par de coletas que caían sobre sus
hombros y el rostro completamente limpio, nada de maquillaje. Ni siquiera
llevaba lentes oscuros. Tenía puestas unas sandalias y su pijama improvisado.
-Te voy a matar. ¿Qué quieres,
helado?
-Quiero…
-Quiere una prueba de embarazo.
– se adelantó Ceci. – Y apúrate, yo tengo que ir a trabajar.
Mari le prestó a su amiga sus
lentes oscuros que estaban en la guantera y ella se los puso antes de coger la
cartera y salir del auto. Hacía un poco de aire, pero no estaba haciendo frío
en lo absoluto. Entró en la farmacia y con los lentes cubriéndole la mitad del
rostro se metió hasta la parte trasera donde usualmente se encontraban los
artículos femeninos, allí miró varias cajitas y llevó tres de distintas marcas.
Pagó rápidamente y fue de vuelta al auto.
-¡También he traído algo para
hacerte orinar! – anunció la castaña al subir al auto.
…
En casa de Mariana, Kaká ya se
había ido, solo quedaban las tres amigas. Con mariana en el sofá de la sala
tomando su segundo litro de agua en los últimos diez minutos, Ceci estaba
mirando su reloj cada pocos minutos. Lou estaba acostada en el suelo con el pug
de su amiga mientras éste dormía, haciendo un ruido curioso cada pocas
exhalaciones.
-Bueno, deséenme suerte… - Mari
se levantó y fue al baño.
-¿Cuánto apuestas a que se le
ha retrasado el periodo?
-¿En serio Ceci? ¿En serio?
-Bueno… la verdad yo creo que
se está poniendo muy nerviosa por una cosa de nada. O sea, se casaron hace como
no sé… - hizo cuentas en su mente. – ¿seis meses?
-Sí, mira, seguro que no quiere
hijos ahora… pero yo estoy segura que Kaká estaría encantado.
-Pues sí, pero él no es quién
se va a poner gorda. – dijo Mariana sentándose de nuevo en el sofá. – las
pruebas están en el baño, pero hay que esperar unos minutos.
-Deberías ir al médico.
Después de que comenzaron a
conversar acerca del médico, Lou comenzó a contarles a sus amigas acerca de sus
nuevas amistades en Inglaterra. Ceci la miraba con una pequeña sonrisa en el
rostro mientras Mari se comía las uñas.
…
Kaká había llegado a casa
después de entrenar encontrándose a Mari en el sofá de la sala comiendo una
cubeta de helado de vainilla con chispas de chocolate, lo suficientemente
pronto, Lou salió de la cocina con las mangas de su blusa arremangadas. Llevaba
puesto un pantalón de denim ajustado y una blusa de tirantes roja debajo de la
blusa blanca a botones, lo que le llamó la atención fue que llevaba la bolsa
colgada al hombro. Parecía que ella iba a salir, mientras que su mujer estaba
sentada con las piernas cruzadas en el sofá de la sala con el pijama puesto y
el cabello en una trenza de aquella que seguro le había hecho su amiga, estaba
mirando uno de esos programas del canal discovery donde mostraban a mujeres
dando a luz. Kaká no quería saber cómo podía comer mientras miraba aquello,
pero igual entró en la casa.
-¿Vas a salir? – Preguntó Kaká.
-Ah, sí…he quedado con Sergio.
– respondió ella.
Kaká asintió y cogió el juego
de llaves que estaba sobre la mesita junto a la entrada, las de Mari, se las
dio y se fue en dirección a las escaleras. Lou miró al hombre subir y fue
rápidamente a decir adiós a su amiga, aquel día no volvería a la casa de su
amiga, tal vez al día siguiente. Apenas salió de la casa color beige vio un
auto de lujo que no pudo identificar estacionado afuera de la reja. Finalmente
se encontró a su mejor amigo. Había resultado en verdad su mejor amigo. Sergio
sonrió al verla y ella igual. Se abrazaron como si no se hubieran visto en años
y subieron al auto.
Cuando llegaron a la casa de
Sergio, Lou dejó su bolsa en la habitación de huéspedes y salió en busca de su
amigo en el primer piso.
-¿Qué haces? – preguntó
metiéndose a la cocina dando pequeños brinquitos.
Sergio estaba agachado con la
cabeza metida en el refrigerador, la chica hiso una nota mental de no patearlo,
eso era muy Ceci…
-Perdona, me acabo de dar
cuenta que necesito ir de compras. – dijo, sacando la cabeza del refrigerador.
Su amiga estaba entonces
sentada sobre la isla son las piernas cruzadas y una manzana de plástico en las
manos, jugando con ella. Sergio la miró y ella suspiró dramáticamente antes de
dar un brinco y acomodarse el fleco al lado de la cara.
-Vamos.
Unos minutos más tarde ambos
estaban en el súper mercado, el jugador empujaba el carrito mientras la chica
miraba una copia de la comida que Sergio tenía que comer, el nuevo nutriólogo
del equipo había cambiado bastante de la dieta de los jugadores. Mientras Sergio
cogía un par de botellas de leche la chica buscó el queso y la carne, en medio
de la sección de frutas, él le cogió el brazo y la hiso detenerse mientras iba
por las peras.
-Vas a venir al partido mañana.
– le soltó de pronto con una sonrisa en el rostro.
-Pensé que tendría que verlo
desde el sofá de Mariana, solo tenía dos boletos y Ceci obviamente irá.
-No te preocupes, mi madre
estará en la ciudad mañana y lo verá desde el palco.
-O sea, ¿quieres que conozca a
tu madre? – preguntó la chica fingiendo miedo, un par de chavales que iban
corriendo por allí se los quedaron mirando.
-Tiene ganas de conocerte y sé
que no te perderías el partido por nada del mundo, después de todo, somos “tus
niños de blanco” ¿o no?
La chica se sonrojo al recordar
el pequeño apodo que le daba a los hombres del Madrid, sonrió y apunto un dedo
acusador a Sergio, pero fue interrumpida a media palabra por la voz de uno de
los chavales de antes, éste cogía con fuerza la mano de su madre y caminaba con
rapidez hacia Sergio, en sus manos una hoja de papel y un rotulador
aparentemente de color negro.
Los ojos de su amigo que iba a
su lado se abrieron como platos y a ambos les invadió el rostro una sonrisa
enorme y brillante.
-¿Nos das tu autógrafo? –
preguntó el que aún sostenía la mano de su madre. El otro miró con atención
mientras él defensa se pasó una mano por el cabello recién decolorado y cogía
el papel y rotulador.
Le preguntó el nombre al chico
y les hiso un poco de conversación, Lou miraba atenta, en ocasiones cuando salía
con sus amigos –que usualmente eran jugadores- alguna que otra persona se
acercaba y pedía autógrafos, ignorándola, aunque eso no la molestaba. Le
incomodaba, pero eso era todo. El segundo chico dio un paso al frente, tenía
aún cara de niño pequeño, estaba cerca de los trece años, se veía mayor al
otro, piel clara y cabello rubio oscuro. Algunos mechones demasiado largos le
caían sobre la frente y ojos, la chica notó que tenía pestañas negras muy
largas y unos ojos color café muy parecidos a otros que había visto hacía poco.
Le tendió a Sergio una pelota de fútbol que al coger el jugador sonrió con más
ganas.
-¿Ustedes juegan? – preguntó,
el pequeño que sostenía abrazado a su pecho el papel autografiado sacudió la
cabeza a modo de negativa.
-Sólo Alberto. – respondió el
niño.
Alberto, se pasó una mano por
el cuello y se notó incomodo, Sergio lanzó la pelota al suelo y jugó por un
corto momento con ésta, pateándola con la punta del pie y haciéndola elevarse
hasta la altura de su pecho desde donde la bajó hasta sus rodillas donde la
hiso botar un par de veces antes de dominarla con los pies y ponerla en el
suelo con el pie sobre ésta. Los chicos miraron atentos y Sergio la pasó con
suavidad al tímido Alberto, él la recibió y la detuvo con su pie.
-¿Qué podéis hacer? – el niño
miró a Sergio hacía arriba, era mucho más alto aún que la madre de los niños.
Puso la mirada en el techo alto y luego cogió la pelota con sus manos y la
lanzó sobre su cabeza antes de golpearla repetidamente con su cabeza antes de botarla
sobre sus rodillas tres veces y ponerla en el suelo con un poco de problema.
Los cuatro sonrieron y aplaudieron al niño. – Te veo en el campo un día de
éstos.
Olvidados completamente de la
conversación de antes Sergio y Lou continuaron haciendo las compras. Mientras
las demás personas pasaban el tiempo en las filas leyendo revistas los dos
estaban teniendo un pequeño concurso de ver quien parpadeaba primero. Lou
perdió.
…
-Bien, ¿Qué te pasa? – preguntó
Kaká, tomando asiento al lado de Mariana. La cubeta de helado aún entre sus
piernas mientras miraba la televisión. – Si no me lo dices tú hare que Lou me
lo diga. – intentó de nuevo.
Mariana lo miró directamente a
los ojos por un momento, la cuchara estaba en la cubeta de helado y sus
pantuflas en el suelo, Kaká estaba vestido con su pijama también, como si
aquello pudiera reconfortar a su esposa. En realidad lo hacía. Pero Mari no
quiso admitirlo.
-¿Haz llorado? – le preguntó
Kaká poniendo su mano en una de las mejillas de su mujer, que con expresión
sería se quedaba callada e inmóvil. – Por favor dime qué está pasando.
Mari se quebró un poco y cogió
más helado con la cuchara, estaba nerviosa y no entendía muy bien que era lo
demás que sentía. Kaká puso su mano sobre el hombro más lejano de Mari y en el
otro apoyó su barbilla antes de volver a presionarla por una respuesta, ella
puso finalmente la cubeta sobre la mesita para el café frente a sí y sucumbió
ante le mirada fija de su marido.
Trago saliva con dificultad y
respiro hondo antes de voltearse ligeramente en el sofá, miró muy seria el
rostro de él y vio que estaba completamente calmado, eso le dio cierto sentido
de la calma también. Siempre le había parecido que Kaká era un hombre paciente,
claro está: siempre que no le tiraras nada sobre la ropa. Una de las cosas que
los hacía funcionar tan bien como pareja era esa actitud de él, pero a Mari se
le hacía un nudo en el estómago de pensar en eso mismo. El futuro que tenían
juntos.
Sin querer pensárselo mucho más
de lo que ya lo había hecho mientras miraba como varias mujeres daban a luz a
sus pequeños “montoncitos de alegría” se lo dijo.
-Me he hecho una prueba de
embarazo. – le dijo con cuidado. No quería que a su marido le diera alguna
clase de ataque psicótico. Mariana estaba exagerando en su mente las posibles
respuestas que él tendría, pero todos los escenarios terminaban en un Kaká
inmóvil en el sofá. La realidad era muy distinta, la mano sobre la espalda de
Mariana encontró con facilidad su camino hasta la mano de ella, cogiéndola y
dándole un ligero apretón, cómo instándola a continuar. – Ha dado positivo. –
dijo y seguidamente se mordió el labio esperando que Kaká la mandara a freír
espárragos con aquel asunto.
En su interior, Mariana deseaba
que Kaká fuera un manojo de alegría; pero, por algún motivo se había creado una
idea en la mente de que él se molestaría.
En la vida real, Kaká abrió la
boca para hablar pero la volvió a cerrar tan pronto como la había abierto. Miró
a Mariana unos instantes antes de reírse con ganas unos segundos, dejando a la
mujer a su lado un poco desconcertada. Recuperó la compostura y lo más
suavemente que pudo jaló a Mariana hacia sí y le paso los brazos alrededor.
Mariana estaba completamente confundida entonces.
-¿No estás enojado? – le dijo
ella a su esposo.
-¿Por qué iba a estarlo? ¡Voy a
tener un hijo con la mujer más increíble del mundo! – le respondió, se
separaron y vio que su esposa se limpiaba torpemente algunas lágrimas que
habían caído sobre sus mejillas. -¿Qué te pasa? ¿Tú no lo quieres? – le
pregunto decepcionado.
-No ¡no es eso! Es que… - Mari
miró hacia la televisión, donde una mujer con barriga de seis meses mostraba
como se veía comparada a las fotos del día de su boda. La imagen hiso que
Mariana sintiera aún más lagrimas aflorar en sus ojos.
-¿Entonces?
-Me voy a poner gorda. – le
dijo a regañadientes. Kaká soltó otra risa y Mariana le dio un golpe en el
brazo, lo que lo hiso reír más.
-¿No era que tu mejor amiga es
una Nutrióloga de primera? – Mari se detuvo por un instante y miro a Kaká como
si entendiera por primera vez. – Además… - Kaká se puso de pie y salió de la
sala sólo para entrar unos minutos más tarde con una cuchara en la mano – dicen
que “amor es engordar juntos” – le dijo y cogió helado con su cuchara limpia
mientras le arrojaba a Mari el control remoto. – Y cambia el canal, tenemos
tiempo para aprender de eso luego.
Mari sonrió y cogió helado
también.
…
Mientras Lou estaba acostada en
su cama a punto de dormir su teléfono móvil comenzó a sonar, contestó
rápidamente, era Gonzalo.
-¿Cómo está eso de que te
fuiste a España?
-Es solo por un par de días,
Mari está embarazada y es una larga historia. ¿No deberías irte a dormir o algo?
-Sí, es que en eso estaba cuando
me acordé de ti…
-Ah…
-Espera, no te desperté…
¿verdad?
-No – la chica se rio un poco
-, si los ronquidos de Lukas no me despiertan nada lo hará.
-Bueno, creo que sí es
tarde…mañana te llamo más temprano. – Lou asintió aunque luego se dio cuenta de
que no la veía.
-De acuerdo. – le respondió. –
Adiós. – dijo sonriente.
Ambos colgaron, cada uno con
una cosa distinta pero parecida en la mente. Gonzalo pensaba en cómo era que
Lou sabía acerca de los ronquidos de Lukas, mientras que Lou recordaba la respiración
acompasada de Gonzalo cuando dormía, una cosa muy distinta a la de Lukas.
Además, se tocó el costado y sintió dolor, Lukas era un poco brusco en la cama.
Era extraño, que aun sintiendo lo que sentía por el alemán, Lou seguía
extrañando algunas cosas de Gonzalo. Ciertamente el trato era distinto, en
algunos aspectos era mucho peor, pero en otros era mucho más tierno.
-Ya está terminado. – se dijo y
se volvió a dormir. Se había dicho aquello muchas veces antes.
…
El Madrid había estado
espectacular el día anterior, pero Lou tenía que irse ese día. Era Lunes y
tenía que presentarse a trabajar al día siguiente. Mariana y Ceci habían
insistido en que las acompañara a comer antes de irse. Cristi se reunió con
ellas y las cuatro hicieron planes para ir de compras por el bebé que Mariana
esperaba, para Mariana cualquier cosa era una buena excusa para poner el pie en
el centro comercial.
Ceci vestía un bonito vestido
color arena, al igual que Lou aunque ambas llevaban un corte distinto, el de la
nutrióloga dejaba los hombros más descubiertos, Mariana y Cristi llevaban
puestos unos pantalones y una blusa, el clima en Madrid era bastante mejor que
en Inglaterra y Lou había aprovechado el sol y el calor que en Londres tanto se
extrañaba.
Mientras comían el postre,
salió el tema que más le interesaba a sus amigas entrometidas y degeneradas.
-Dime una cosa, ¿Lukas te hizo
esto? – preguntó Mariana poniendo un dedo en unos pequeños moretones azules que
su amiga tenía en el hombro derecho.
-¿Qué cosa? – preguntaron
ambas, Cristina y Ceci al ver como Mari miraba a su amiga con una mirada picara
mientras ella se ponía de color rojo vivo.
-Unos moretones… - las dos
chicas se pusieron serias.
-No pensé que fuera de los que
golpeaban, Lou…tienes que dejarlo. – dijo Cristi, dejando por un momento su
cappuccino sobre la mesa.
-No, es que, no es eso… -
respondió Lou sin saber muy bien cómo explicarle a sus amigas.
-¡No lo defiendas! ¡Te ha
lastimado! – la reprendió Ceci con el ceño fruncido.
-Es que fue voluntario, ¿eh? –
explicó Mariana, que entendió rápidamente.
-A ver… ¿qué? – dijo Cristi,
confundida.
-¿Estamos jugando algún juego
raro? – preguntó Ceci.
Las dos chicas en frente de
Mariana y Lou parecían estar muy confundidas, ambas mostraban el ceño fruncido
mientras que Mariana se mostraba divertida. Lou simplemente quería que se la
tragara la tierra. Ese era, posiblemente su tema menos favorito además de la
política.
-¿Cómo les explico que hay
hombres que no miden sus fuerzas? – respondió Lou, pero no sirvió de mucho para
mejorar la situación. Mariana soltó una risotada y echó la cabeza hacia atrás
antes de darle a su amiga una palmada en el hombro y hablar con más claridad.
-¿Ven que los hombres son unos
animales? – dijo Mariana como si aquello fuera una clase elemental de
matemática. – Hay hombres que son más animales en la cama.
-Ahhhhh… - Cristina y Ceci se
miraron al comprender y luego ambas miraron de manera similar a la nutrióloga,
que tenía los ojos plantados en el platito con pastel que tenía frente a sí,
dio un trago a su café cappuccino con crema irlandesa.
-Bueno, aquí lo que me importa
es que Gonzalo ya no figura en el mapa. – dijo Cristi. – Özil me contó lo que
pasó, desde su punto de vista, quiero decir. Los jugadores saben cómo fue todo
y ninguno te culpa. Lo que sí es que nadie quería que se separaran.
-Pero se ve que Lukas te
quiere, es decir… no has tenido que avisarle antes de venir y no se lo ha
tomado a mal. Es una señal, confía en ti. – Ceci sonrió como era usual en ella,
mirando hacia arriba y subiendo ligeramente un hombre de manera soñadora – Es
porque te ama.
-Mírala… - dijo Mariana.
-Seguro estás pensando en Cristiano.
Ceci se sonrojo.
-Ay, es muy lindo. – Cristi
puso los ojos en blanco, de todas, ella era la que más escuchaba a Ceci hablar
de su novio. – El otro día… ¿saben lo que me regalo?
-¿Flores?
-¡Chocolates!
-De seguro te dio boletos para
algún concierto…
-¡No! – Arrugó la nariz - ¡Me
dio unos plumones para dibujar!
Las tres chicas a su alrededor
sonrieron y fingieron saber de lo que la chica hablaba. Como siempre, la
conversación se desvió. Desde los regalos hasta el tema de la separación de
Cristina y Özil, quién probablemente dejaría el Madrid.
…
Antes de subirse al avión Lou
reviso su móvil y leyó un mensaje que le había llegado mientras estaba con sus
amigas, era de Lukas.
“Ella, Ella… me he metido en un
lío. Nada preocupante. Llámame cuando estés en casa, ¿quieres? Un beso.”
Lou se metió el teléfono en el
bolsillo de la chaqueta después de ponerlo en modo avión y se fue.
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