Wednesday, March 5, 2014

Gol. Capítulo 30


Capítulo 30

El teléfono comenzó a sonar muy temprano, la castaña miró el reloj en cuanto escuchó el repiqueteo agudo y molesto proveniente de la maquina al lado de su cama. De mala gana sacó el brazo de debajo de las sabanas y se llevó el teléfono a la oreja.

-¿Diga? – dijo con la voz grave mientras que con la mano libre se frotaba los ojos en espera de deshacerse del sueño.

-Buenos días, lamento molestarle tan temprano, pero una mujer acaba de llegar y preguntó por usted… apenas le he dicho qué número es su habitación y cogió el elevador.

-Está bien… - dijo resignada, no había motivos para molestarse con la empleada de recepción, - ¿dijo cuál era su nombre?

-No, pero hablaba alemán. – dijo la recepcionista.

Al escuchar aquello la chica supo que se trataba de su suegra. Le dio las gracias a la recepcionista y salto de la cama directo al baño, se lavó los dientes y cepillo el cabello a toda velocidad antes de escuchar que alguien tocaba con fervor la puerta. Con el pijama de cuadros escoceses caminó descalza hasta la puerta. La mujer de cabello rubio y mejillas rosadas la miró contenta antes de entrar en la habitación de la castaña. Le dio un beso en la mejilla y un abrazo fuerte que obligó a la chica a respirar profundo al ser liberada de los brazos fuertes de su suegra, que la miraba hacia abajo en sus pequeños tacones.

-No te esperaba… - dijo la chica, intentando aparentar normalidad. – Pero que bueno estas aquí, tal vez te gustaría conocer a mi amiga, sus bebés están preciosos.

-¡Ah, me encantaría! Los niños son preciosos, cuando ustedes tengan los suyos yo me asegurare de ayudarles con ellos. – La mujer sonrió con sinceridad, aunque a la joven de costaba trabajo pensar en ‘cuando ella tuviera hijos’. – Pero primero que nada, necesito ver tu vestido.

-¿Mi vestido? – La nutrióloga frunció el ceño.

-El de novia, cariño. Quiero verlo, por eso he venido. ¡Falta tan poco para la boda! ¿Van a hacer fiesta de compromiso?

-La semana siguiente. – respondió ella. – En casa, seguramente.

-No te preocupes, yo me ocupare de que sea en el lugar indicado. – La chica agradeció las buenas intenciones de su suegra, pero se sintió fastidiada por el modo en que la mujer quería tomar el control de todo lo que se relacionaba con su boda.

Unos minutos más tarde, Lou se había puesto unos jeans negros, una camiseta roja de los red hot chilly peppers y unos zapatos negros, con el cabello recogido en una trenza larga se puso una chaqueta negra y salió con su suegra, ambas con lentes oscuros cubriéndoles el rostro. Mientras la mujer hablaba sin parar desde la parte trasera del taxi, Lou le envió un mensaje de texto a Kaká para preguntar si aquella tarde podría pasar a ver a su amiga.

Al llegar a un restaurante cerca del área comercial de Milán, las dos bajaron del taxi y entraron en un local donde se vendía carne a la parrilla, Lou estaba completamente en contra de la pizza desde hacía un par de meses.

Apenas probaron bocado, la mujer de cabello rubio miró con detenimiento a la que sería su nuera, sintiendo el escrutinio la castaña miró a su suegra, los lentes oscuros de ambas estaban a su lado al igual que sus teléfonos celulares.

-¿Pasa algo? – preguntó la castaña tras comer algo de arroz.

-Tienes las mejillas regordetas. – dijo la rubia sin la menor muestra de tacto. – Espero que bajes de peso antes de la boda, ese vestido que elijas se te tiene que ver precioso.

La mujer de cabello rubio continuó comiendo como si nada mientras que Lou recordaba que estaba exactamente en el peso que debía estar, 69 kilos. Ni uno más, ni uno menos. Tal vez podría perder diez kilos, pero eso era inimaginable, nunca había sido tan delgada y tampoco había sido nunca su intención. Haciendo cálculos en su mente, la castaña dejó la mitad del plato y pagó la cuenta de ambas antes de volver a coger otro taxi para visitar la tienda donde estaba el vestido que había escogido y que sería arreglado justo para ella.

Lo primero que ocurrió cuando entraron a la tienda fue que la mujer arrastró a Lou tras de sí para observar los vestidos, con temor la castaña se dio cuenta de que su suegra miraba con especial atención los vestidos amplios, al parecer le gustaba la idea de un corsé y una falda amplia.

Cuando por fin se puso el vestido y lo mostro a la rubia, ella hiso mala cara y la mando a ponerse vestido tras vestido hasta que encontró otro que le gustó. Un vestido con la falda amplia, con capas y capas de tela debajo de la bonita tela blanca con bordado y piedritas. Lo malo era el corsé, en la parte superior, la ayudante de la tiende tuvo que hacer un esfuerzo por encontrar la manera de atar la cinta y ajustar a la perfección el vestido que le hacía a la chica lucir más prominente en el pecho, donde ya no necesitaba más volumen. Cuando salió para mostrarle el vestido a su suegra ésta anunció que ese sería el vestido indicado y sin siquiera hablar un momento con Lou la mando de vuelta a cambiarse diciéndole que con un par de kilos menos se vería preciosa en el vestido.
Cuando salió de vuelta para discutir acerca del vestido con su suegra, ésta ya lo había comprado y lo tenía en sus manos guardado en una bolsa de plástico.

“Genial”, pensó molesta. “Ahora además debo agradecerle.”




Poco antes Lou había hablado con Lukas por teléfono, él la esperaba en el aeropuerto, cuando ella salió por una de las grandes puertas dobles con un bolso colgando del hombro y la maleta en su mano Lukas se apresuró a ir hacia ella y coger el equipaje de la chica para darle un abrazo y la bienvenida de vuelta a casa. Después de una semana en Milán la chica estaba por fin de vuelta en Londres.

Lukas no pudo evitar notar la bolsa extra que la chica cargaba. Lou no le quiso decir qué era, pero quedaba entendido que de seguro era algo que habría comprado en Italia. Mientras que el resto del día la chica se la paso acomodando sus cosas de vuelta en sus sitio en su hogar e imprimiendo algunas fotos para ponerlas en los cuadros extra que tenía guardados en algún cajón de su mesita de noche, Lukas estuvo jugando con el perro, que parecía inquietarse al estar lejos de la chica.

-¿Por qué será que te quiere tanto? – preguntó Lukas a la chica cuando esta le daba un premio en forma de hueso al perro. La chica lo miró brevemente y le guiñó un ojo.


Lou estaba en una de las habitaciones de un hotel cerca del centro de la ciudad, allí junto con Ceci se arreglaba para su fiesta de compromiso, Lukas estaba de seguro ya esperándola en el salón con el resto de los invitados. Ceci miraba a su amiga y se alegraba de ver cómo le quedaba el vestido que le había regalado para ese evento en concreto. Con una falda abultada y un listón terminado en un moño en la espalda, marcando una cintura baja. Con el vestido azul que su amiga le había regalado, Lou salió de la habitación seguida por Ceci. Ambas entraron en el elevador y pronto estuvieron en el salón del evento repleto de gente.

Cristiano se apresuró al lado de ambas y se tomaron un par de fotos antes de que Sergio hiciera su aparición y los cuatro se tomaran más fotos con sus teléfonos, pronto el prometido de la chica apareció para separar a la nutrióloga de sus amigos. Juntos saludaron a un par de personas antes de que él le cogiera del brazo y la llevara afuera.
Ambos fueron al jardín que estaba casi junto al salón del evento.


Ceci fue rápidamente en busca de Bárbara y de Mari, Kaká se quedó junto a la carriola donde los dos bebés dormían felizmente, arrullados por el murmullo general que se levantaba a lo largo del salón. Las mesas altas con copas y los meseros estorbaron un poco a las tres mujeres, pero se fueron sin decir más en busca de su amiga. Ceci explicaba que había algo en el rostro de Lukas que no le cuadraba, Bárbara conociendo a su sobrina caminó a paso acelerado. Era más posible para la pelirroja que la castaña le pateara el trasero a su prometido antes que dejarlo decir palabra contra ella. Mari, con sus zapatos bajos, se preguntaba si Ceci se había podido imaginar aquello o en verdad había pasado algo.

Las tres se quedaron disimuladamente cerca de un par de puertas de cristal con cortinas, allí dando la espalda al jardín escucharon con atención para saber qué era lo que sucedía afuera con su amiga y su prometido.


-Te ves muy bien.

-Gracias. – Le dijo Lou – Tú también te ves muy bien.

-Amor, no crees que sería mejor si te cambiaras el vestido…

La castaña dejo de sonreír al momento y miró con admiración a su prometido, con un traje color negro, camisa blanca y corbata negra.

-¿Por qué haría eso? – le preguntó molesta.

-Bueno, trabajas para un equipo que usa esos colores. – Lou miró a Lukas con una sonrisa incrédula. Miró hacia el suelo, los zapatos de él y los de ella, luego se cogió las manos y las paso nerviosamente por la falda de su vestido. En verdad que ese vestido le encantaba.

-No me voy a cambiar. – su expresión denotaba la seriedad de su voz.

-Por favor, Ella, mi madre te ha comprado un vestido muy lindo, por favor…

Lou explotó, no podría soportar ni un segundo más del control de su suegra, si alguien había sido muy claro al aconsejarle había sido Bárbara. Con los puños apretados repitió lo más calmada que pudo sus palabras anteriores.


-¿Qué hacen? – preguntó Gonzalo, las tres mujeres miraban por el cristal a lo lejos a la pareja que discutía, las cosas parecían estar a punto de ponerse mal. Ceci pensó que había metido a su amiga en problemas, pero para ser justos, a Lou le encantaba el color azul.

-Nada. – se apresuró a decir Mari. - ¿y tú?

-Recibí la invitación y me pareció mal no venir.

-Y también se rasuró. – apuntó Mari, Bárbara ignorándola completamente mientras las voces afuera subía de tono. Ceci le cogió el brazo a Mariana y la hiso acercarse a la puerta, dispuesta a abrirla. Las tres ignoraron que Gonzalo aún estaba detrás de ellas y a la espera de una explicación para su comportamiento.

Las tres salieron del salón y el argentino las siguió sin saber exactamente que hacía.

-Lukas, no me hagas enojar.

-Es que no entiendo por qué te molesta. – respondió Lukas con la voz calmada. Bárbara estaba preparada para cometer un asesinato en cualquier momento mientras que Mariana y Ceci se miraban con temor. Gonzalo siguió a la pelirroja, prefiriendo el paso seguro de la mujer. – ¡Solo digo que mamá te ha comprado un vestido bonito y que es más adecuado para la ocasión!

-¡Es que tu madre! – Lou perdió el control, Mari recordó aquel ademán que la chica hizo con los brazos. Se puso un brazo alrededor de la cintura por el frente mientras apoyaba el codo en la otra mano y se pasaba la mano por la frente. Seguro que Lukas no saldría bien parado de aquello. - ¡Tu madre ha controlado todo! ¡Tú y ella! ¡Desde que me cambiaste la fecha y el lugar! – Lukas miró a la chica con tanta calma como pudo mantener. - ¡Yo te rogaba por casarnos en Madrid! – Los ojos de la castaña comenzaron a brillar con lágrimas, pero ni ella misma sabía si eran de enojo o desesperación. - ¡Ella decidió que flores, que manteles, que vestido, que invitaciones y hasta esto lo decidió ella! – Lou se refería a la fiesta de compromiso.

-Ella, mi madre está emocionada… ¿por qué no me hablaste de todo esto antes? Ahora es muy tarde para cambiarlo.

-¿Emocionada? ¡ES MI BODA! Es mi boda y más que emoción siento desesperación.

-Bueno eso podrías haberlo dicho antes de gastar tanto en los preparativos. – Bárbara, Ceci, Mariana y Gonzalo se quedaron de piedra a unos metros de donde la pareja discutía acaloradamente. Todos tuvieron que pensarlo un poco antes de darse cuenta de que en verdad le estaba echando en cara los gastos a Lou, gastos que ella ni siquiera había hecho, sino su suegra.

Mariana y Ceci tuvieron que coger a Bárbara por los brazos para que no se acercara a la pareja.

-¿Qué? – Lou parecía tardar más que sus amigos en entender lo que ocurría. -  ¿Qué quieres decir?

-Todo lo que hemos gastado hasta ahora no ha valido nada para ti y me lo dices cuando ya no se puede cambiar nada, y el anillo no fue cualquier cosa, ¿al menos te ha gustado, Ella?

Lukas miraba con seriedad a su prometida, ella estaba helada y ya algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas. Gonzalo la miró desde la distancia y se preguntó si era su imaginación o en verdad la nutrióloga estaba más delgada que la última vez que la había visto, nunca la había visto tan delgada. ¿También eso sería culpa de la suegra controladora de bodas?

-No vale nada si me lo vas a restregar todo en la cara. – le dijo la castaña, se quitó el anillo y para sorpresa de sus amigos se acercó a Lukas y le cogió la mano, lo puso en su palma y cerro los dedos de él sobre el anillo. – también quédate con los zapatos. – se sacó los tacones nude y los dejó a su lado en el suelo. – los pagaste tú también.

Ambos se quedaron mirando directamente a los ojos un par de segundos antes de que Lukas le hablara en voz baja, nadie más que Lou escuchó lo que le dijo.

-¡NO ME LLAMES ELLA! – le gritó, sacándose de encima el brazo de Lukas.

Al darse la vuelta, Mariana, Ceci, Bárbara y Gonzalo la miraban con los ojos abiertos como platos. Lou se percató de que estaba a punto de echarse a llorar y caminó con paso seguro hasta las puertas laterales que daban a la recepción del hotel.
Descalza, Lou salió del hotel. Estaba oscureciendo y aquello no le agradó, pero no le quedó nada que hacer. Caminando llegó a un parque donde casi no había gente. Pronto comenzó a llover pero no se dio cuenta hasta que el cabello se le pegó a la piel descubierta y el viento le hizo abrazarse. Con el tiempo que llevaba llorando se había olvidado que estaba al aire libre.

Acabas de terminar con Lukas. No tienes novio. No habrá boda. Pensó. Así es mejor, más vale sola que mal acompañada.

Con la lluvia que caía apenas y podía ver más allá de diez metros frente a sí. Estaba haciendo frio y el viento soplaba con ganas. Lou se maldijo por no haber cogido unas zapatillas y un abrigo antes de salir o mejor aún, por qué no se había metido a llorar en su habitación de hotel. Pronto recordó que estaba compartiendo habitación con Lukas. Mientras se daba una paliza mental por haber terminado con Lukas escuchaba los autos que pasaban a toda velocidad detrás de ella por la calle, salpicando de agua las aceras.

-Te vas a resfriar. – dijo una voz a su lado, desde la banca de concreto, Lou miró hacia arriba. Gonzalo la miraba con una chaqueta puesta y otra que reconoció como suya en el brazo, tenía un paraguas negro cubriéndole la cabeza. – Kate dijo algo de que este lugar estaba cerca y conocías el camino. Bárbara se volvió loca cuando comenzó a llover. – Lou no pudo evitar sonreír un poco ante la pronunciación que él tenía de la palabra “llover”, que le sonaba a “shover”.

-¿Qué les han dicho?

-Sorprendentemente, la madre de Lukas anunció que se cancelaba todo. – Lou se rió de manera amarga. – Esa mujer de verdad…no es agradable. – la castaña asintió. – Bien, pero vamos. Bárbara ya tuvo suficientes preocupaciones por un día, pensó que patearías a Lukas. Ni siquiera yo me imaginé que le devolverías el anillo.

-Yo todavía no lo creo. – admitió ella, poniéndose la chaqueta y los zapatos deportivos que Gonzalo le había llevado.

Gonzalo miro a la chica, ella parecía mirar hacía un lado evitando su mirada, las lágrimas aún resbalaban por sus mejillas.

-Ya no tendrás que usar ese vestido que escogió tu suegra.

-No quiero hablar de esto, ¿sí? – Ella miro su rostro y sin escuchar más él asintió y ambos caminaron en silencio de vuelta al hotel.

En cuanto la chica entro a la recepción del hotel, Cristiano, Sergio y Ceci la recibieron. Gonzalo se hiso a un lado con los dos hombres y dejó que Ceci se llevara a su amiga a su habitación, por suerte Mariana había conseguido sacar las cosas de su amiga de la habitación que habría compartido con Lukas y las habían llevado a otra habitación. Kaká y Mariana se habían ido a su habitación con los gemelos antes de que la chica regresara, así que terminó la noche con su tía y su amiga.

Gonzalo miró preocupado a la chica caminar con paso lento al lado de sus amigas, finalmente liberó más lágrimas y se aferró al brazo de Ceci mientras ella le cogía las manos con fuerza, nunca había visto a su amiga tan mal, no se lo había imaginado. Bárbara le pasaba la mano por la espalda, intentando hacer que se calentara un poco, pues comenzaba a ponerse pálida. El argentino entendió qué había hecho hacía un año, Sergio y Cristiano lo miraron, sería que los tres pensaban lo mismo. De algún modo, Cristiano sabía que Sergio veía al igual que él a la nutrióloga como una hermana, aunque en algún punto Sergio había pensado en la chica como algo más en ese momento estaba muy claro que era más bien algo “fraternal”, pero Gonzalo la quería de una manera distinta y lo había dejado muy claro cuando había peleado con Lukas y le había dicho lo que Bárbara llamaba “hasta de lo que se va a morir”.

En la habitación, Ceci recordó lo que había sucedido cuando Lou terminó con Gonzalo, ¿sería que ella también terminaría así? Mientras Bárbara le aseguraba en silencio que no sería así, Lou pretendía dormir de espaldas a ellas.




-¿Estarás bien? – preguntó Mari, Lou tenía en sus brazos a Ricky mientras Ceci le hacía caras a Luca desde los brazos de Cristiano.

-Claro, no te preocupes. Tengo que ir a un partido esta noche y preparar algunos exámenes con el resto de preparadores físicos, estaré ocupada. – le dio un beso en la nariz al pequeño bebé. – Te veré para el bautizo de estos pequeñitos.

El resto de la mañana Lou estuvo despidiéndose de gente, Sergio había sido el último después de Cristiano y Ceci. Se habían paseado por el centro de la ciudad con los brazos entrecruzados, charlando como hacía mucho que no lo hacían.

-¿Cuándo termina tu contrato? – le preguntó, como para hacerla olvidarse un momento del asunto de Lukas. Esa mañana se habían topado el uno con el otro en el lobby del hotel y la chica apenas había alcanzado a darse media vuelta e irse antes de que las lágrimas asomaran por su rostro.

-El año próximo. – Sergio alzó las cejas. – solo firmé por dos años.

-¿Piensas renovar? – la chica frunció el ceño y puso la mirada en el cielo como pensando. – Deberías regresar a España, tienes la doble nacionalidad, es como volver a casa.

-Sí, pero ya tengo mi consultorio en Londres y no volveré a huir de un ex.

Sergio lo pensó un instante antes de poner cara de suficiencia.

Pronto fue hora de despedirse y con el español en el avión, Lou se preparó para un partido en Stanford Bridge donde recibirían al Liverpool.

Con la mente en otro lado en todo momento, las semanas comenzaron a pasar, Lou apenas se daba cuenta, mientras que sus amigos continuaban llamando y los mensajes de texto se acumulaban en su teléfono, la chica apenas contestaba un par e ignoraba el resto.
La gente continuaba haciendo preguntas en twitter y Kate no había sido muy discreta en su blog, Lukas continuaba jugando como si nada y sus páginas de internet publicaban fotos como era usual. Mientras ella guardaba silencio y caminaba por la calle cubriéndose el rostro con los lentes oscuros más grandes que tenía, ya que la gente que conocía la noticia aun la miraba con ojos perforadores.

Durante el bautizo de los gemelos la chica se había puesto el vestido más bonito que había encontrado y había hecho el viaje. Sonrió para las fotos y charló con algunas de las personas que Kaká y Mariana habían invitado, invirtió un par de horas charlando con Gonzalo y regalo a su ahijado y su hermano un par de ositos de felpa y la ropa que habían usado ese día; pero, al regresar a su habitación de hotel por la noche se volvió a sentir sola.


Ese era su error y lo sabía, sentirse sola cuando no lo estaba. Ella misma se había aislado de sus amigos y a ellos mismos les ocultaba lo mucho que su rompimiento con Lukas la había afectado.
La temporada terminaría pronto, la Premier League estaba cercana a su final y el equipo iba bien, no tanto como a Mourinho le gustaría, pero se esperaba que terminaran al menos segundos en la tabla después del Arsenal, que había arrasado con la contratación de Mesut.

Justamente Lou preparaba unos archivos para un examen que les llevaría a cabo a los jugadores al día siguiente cuando alguien llamó a su puerta. Dejó las carpetas en la mesa del pequeño estudio y salió, fue por el pasillo hasta la entrada e ignoró la pantalla que mostraba a la persona que tocaba el timbre. Abrió la puerta y se encontró a Santi Cazorla con el enorme perro que Lou había visto por última vez hacía poco más de un mes.

-¿Hola? – la nutrióloga saludó a Santi. Él la saludó sonriente.

-Sé que es raro…es que… Lukas se fue a Alemania y me pidió que cuidara de Pongo, pero…no come y lo llame… él me dijo que te lo trajera.

-¿A mí? – preguntó. Santi asintió enérgicamente y el perro desde el otro lado de la correa no parecía dejar de moverse inquieto. – Pues, si él dijo…

Con la correa del perro en su mano se despidió del jugador.

-Tú también deberías comer. – dijo el jugador antes de irse.

Lou cerró la puerta y le quitó la correa a Pongo, el perro saltó alegremente sobre ella, poniendo sus patas grandes sobre los hombros de la chica. Ella le acarició las orejas y lo hiso quitarse de encima. Le puso croquetas y agua en su viejo plato de comida y vio como el animal se comía todo rápidamente. Subió a su habitación seguida por el enorme perro y se miró en el espejo de su baño. De seguro que estaba más delgada, había perdido casi diez kilos para ponerse aquel vestido de novia que la madre de Lukas había escogido y después de romper con él había decidido matar el tiempo en el gimnasio, donde además poco pensaba en nada que no fuera hacer correctamente las patadas en su clase de kick-boxing.

Acarició de nuevo la cabeza del perro y bajo las escaleras para continuar trabajando.




La gente se ponía de pie y aplaudía junto con los jugadores. La mitad del estadio de color azul mientras que la otra mitad vestía de blanco y negro. El último partido de la temporada había terminado con los blues ganando a New Castle 2-1.

Eva y Lou se miraron mientras aplaudían y veían a los jugadores en el campo, algunos les daban la mano a los jugadores de New Castle mientras otros arrojaban sus camisetas empapadas de sudor hacia las tribunas donde la gente las recibía felizmente.

Las dos sonreían. Después de un año de trabajo por fin terminaba la temporada, lo siguiente era lo que Lou odiaba de trabajar para algún equipo. ¿Quiénes se irían? ¿Quiénes se quedarían?

En la noche, con los jugadores celebrando y algunos miembros del equipo técnico charlando, Eva y Lou habían llegado al club donde a los hombres del Chelsea les gustaba celebrar vistiendo jeans y blusas azul y blanca respectivamente. Mientras Eva intentaba encontrar la manera cortes de decirle a Oscar que no deseaba bailar, Lou arrastraba a Juan Mata a la pista con ayuda de David Luiz. 

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