Capítulo 30
El teléfono comenzó a sonar muy
temprano, la castaña miró el reloj en cuanto escuchó el repiqueteo agudo y
molesto proveniente de la maquina al lado de su cama. De mala gana sacó el
brazo de debajo de las sabanas y se llevó el teléfono a la oreja.
-¿Diga? – dijo con la voz grave
mientras que con la mano libre se frotaba los ojos en espera de deshacerse del
sueño.
-Buenos días, lamento molestarle tan
temprano, pero una mujer acaba de llegar y preguntó por usted… apenas le he
dicho qué número es su habitación y cogió el elevador.
-Está bien… - dijo resignada, no había
motivos para molestarse con la empleada de recepción, - ¿dijo cuál era su
nombre?
-No, pero hablaba alemán. – dijo la
recepcionista.
Al escuchar aquello la chica supo que
se trataba de su suegra. Le dio las gracias a la recepcionista y salto de la
cama directo al baño, se lavó los dientes y cepillo el cabello a toda velocidad
antes de escuchar que alguien tocaba con fervor la puerta. Con el pijama de
cuadros escoceses caminó descalza hasta la puerta. La mujer de cabello rubio y
mejillas rosadas la miró contenta antes de entrar en la habitación de la
castaña. Le dio un beso en la mejilla y un abrazo fuerte que obligó a la chica
a respirar profundo al ser liberada de los brazos fuertes de su suegra, que la
miraba hacia abajo en sus pequeños tacones.
-No te esperaba… - dijo la chica,
intentando aparentar normalidad. – Pero que bueno estas aquí, tal vez te
gustaría conocer a mi amiga, sus bebés están preciosos.
-¡Ah, me encantaría! Los niños son
preciosos, cuando ustedes tengan los suyos yo me asegurare de ayudarles con
ellos. – La mujer sonrió con sinceridad, aunque a la joven de costaba trabajo
pensar en ‘cuando ella tuviera hijos’. – Pero primero que nada, necesito ver tu
vestido.
-¿Mi vestido? – La nutrióloga frunció
el ceño.
-El de novia, cariño. Quiero verlo, por
eso he venido. ¡Falta tan poco para la boda! ¿Van a hacer fiesta de compromiso?
-La semana siguiente. – respondió ella.
– En casa, seguramente.
-No te preocupes, yo me ocupare de que
sea en el lugar indicado. – La chica agradeció las buenas intenciones de su
suegra, pero se sintió fastidiada por el modo en que la mujer quería tomar el
control de todo lo que se relacionaba con su boda.
Unos minutos más tarde, Lou se había
puesto unos jeans negros, una camiseta roja de los red hot chilly peppers y unos zapatos negros, con el cabello
recogido en una trenza larga se puso una chaqueta negra y salió con su suegra,
ambas con lentes oscuros cubriéndoles el rostro. Mientras la mujer hablaba sin
parar desde la parte trasera del taxi, Lou le envió un mensaje de texto a Kaká
para preguntar si aquella tarde podría pasar a ver a su amiga.
Al llegar a un restaurante cerca del
área comercial de Milán, las dos bajaron del taxi y entraron en un local donde
se vendía carne a la parrilla, Lou estaba completamente en contra de la pizza
desde hacía un par de meses.
Apenas probaron bocado, la mujer de
cabello rubio miró con detenimiento a la que sería su nuera, sintiendo el
escrutinio la castaña miró a su suegra, los lentes oscuros de ambas estaban a
su lado al igual que sus teléfonos celulares.
-¿Pasa algo? – preguntó la castaña tras
comer algo de arroz.
-Tienes las mejillas regordetas. – dijo
la rubia sin la menor muestra de tacto. – Espero que bajes de peso antes de la
boda, ese vestido que elijas se te tiene que ver precioso.
La mujer de cabello rubio continuó
comiendo como si nada mientras que Lou recordaba que estaba exactamente en el
peso que debía estar, 69 kilos. Ni uno más, ni uno menos. Tal vez podría perder
diez kilos, pero eso era inimaginable, nunca había sido tan delgada y tampoco
había sido nunca su intención. Haciendo cálculos en su mente, la castaña dejó
la mitad del plato y pagó la cuenta de ambas antes de volver a coger otro taxi
para visitar la tienda donde estaba el vestido que había escogido y que sería
arreglado justo para ella.
Lo primero que ocurrió cuando entraron
a la tienda fue que la mujer arrastró a Lou tras de sí para observar los
vestidos, con temor la castaña se dio cuenta de que su suegra miraba con
especial atención los vestidos amplios, al parecer le gustaba la idea de un
corsé y una falda amplia.
Cuando por fin se puso el vestido y lo
mostro a la rubia, ella hiso mala cara y la mando a ponerse vestido tras
vestido hasta que encontró otro que le gustó. Un vestido con la falda amplia,
con capas y capas de tela debajo de la bonita tela blanca con bordado y
piedritas. Lo malo era el corsé, en la parte superior, la ayudante de la tiende
tuvo que hacer un esfuerzo por encontrar la manera de atar la cinta y ajustar a
la perfección el vestido que le hacía a la chica lucir más prominente en el
pecho, donde ya no necesitaba más volumen. Cuando salió para mostrarle el
vestido a su suegra ésta anunció que ese sería el vestido indicado y sin
siquiera hablar un momento con Lou la mando de vuelta a cambiarse diciéndole que
con un par de kilos menos se vería preciosa en el vestido.
Cuando salió de vuelta para discutir
acerca del vestido con su suegra, ésta ya lo había comprado y lo tenía en sus
manos guardado en una bolsa de plástico.
“Genial”, pensó molesta. “Ahora además
debo agradecerle.”
…
Poco antes Lou había hablado con Lukas
por teléfono, él la esperaba en el aeropuerto, cuando ella salió por una de las
grandes puertas dobles con un bolso colgando del hombro y la maleta en su mano
Lukas se apresuró a ir hacia ella y coger el equipaje de la chica para darle un
abrazo y la bienvenida de vuelta a casa. Después de una semana en Milán la
chica estaba por fin de vuelta en Londres.
Lukas no pudo evitar notar la bolsa
extra que la chica cargaba. Lou no le quiso decir qué era, pero quedaba
entendido que de seguro era algo que habría comprado en Italia. Mientras que el
resto del día la chica se la paso acomodando sus cosas de vuelta en sus sitio
en su hogar e imprimiendo algunas fotos para ponerlas en los cuadros extra que
tenía guardados en algún cajón de su mesita de noche, Lukas estuvo jugando con
el perro, que parecía inquietarse al estar lejos de la chica.
-¿Por qué será que te quiere tanto? –
preguntó Lukas a la chica cuando esta le daba un premio en forma de hueso al
perro. La chica lo miró brevemente y le guiñó un ojo.
Lou estaba en una de las habitaciones
de un hotel cerca del centro de la ciudad, allí junto con Ceci se arreglaba
para su fiesta de compromiso, Lukas estaba de seguro ya esperándola en el salón
con el resto de los invitados. Ceci miraba a su amiga y se alegraba de ver cómo
le quedaba el vestido que le había regalado para ese evento en concreto. Con
una falda abultada y un listón terminado en un moño en la espalda, marcando una
cintura baja. Con el vestido azul que su amiga le había regalado, Lou salió de
la habitación seguida por Ceci. Ambas entraron en el elevador y pronto
estuvieron en el salón del evento repleto de gente.
Cristiano se apresuró al lado de ambas
y se tomaron un par de fotos antes de que Sergio hiciera su aparición y los
cuatro se tomaran más fotos con sus teléfonos, pronto el prometido de la chica
apareció para separar a la nutrióloga de sus amigos. Juntos saludaron a un par
de personas antes de que él le cogiera del brazo y la llevara afuera.
Ambos fueron al jardín que estaba casi
junto al salón del evento.
Ceci fue rápidamente en busca de
Bárbara y de Mari, Kaká se quedó junto a la carriola donde los dos bebés
dormían felizmente, arrullados por el murmullo general que se levantaba a lo
largo del salón. Las mesas altas con copas y los meseros estorbaron un poco a
las tres mujeres, pero se fueron sin decir más en busca de su amiga. Ceci
explicaba que había algo en el rostro de Lukas que no le cuadraba, Bárbara
conociendo a su sobrina caminó a paso acelerado. Era más posible para la
pelirroja que la castaña le pateara el trasero a su prometido antes que dejarlo
decir palabra contra ella. Mari, con sus zapatos bajos, se preguntaba si Ceci
se había podido imaginar aquello o en verdad había pasado algo.
Las tres se quedaron disimuladamente
cerca de un par de puertas de cristal con cortinas, allí dando la espalda al
jardín escucharon con atención para saber qué era lo que sucedía afuera con su
amiga y su prometido.
-Te ves muy bien.
-Gracias. – Le dijo Lou – Tú también te
ves muy bien.
-Amor, no crees que sería mejor si te cambiaras
el vestido…
La castaña dejo de sonreír al momento y
miró con admiración a su prometido, con un traje color negro, camisa blanca y
corbata negra.
-¿Por qué haría eso? – le preguntó
molesta.
-Bueno, trabajas para un equipo que usa
esos colores. – Lou miró a Lukas con una sonrisa incrédula. Miró hacia el
suelo, los zapatos de él y los de ella, luego se cogió las manos y las paso
nerviosamente por la falda de su vestido. En verdad que ese vestido le
encantaba.
-No me voy a cambiar. – su expresión
denotaba la seriedad de su voz.
-Por favor, Ella, mi madre te ha
comprado un vestido muy lindo, por favor…
Lou explotó, no podría soportar ni un
segundo más del control de su suegra, si alguien había sido muy claro al
aconsejarle había sido Bárbara. Con los puños apretados repitió lo más calmada
que pudo sus palabras anteriores.
-¿Qué hacen? – preguntó Gonzalo, las
tres mujeres miraban por el cristal a lo lejos a la pareja que discutía, las
cosas parecían estar a punto de ponerse mal. Ceci pensó que había metido a su
amiga en problemas, pero para ser justos, a Lou le encantaba el color azul.
-Nada. – se apresuró a decir Mari. - ¿y
tú?
-Recibí la invitación y me pareció mal
no venir.
-Y también se rasuró. – apuntó Mari,
Bárbara ignorándola completamente mientras las voces afuera subía de tono. Ceci
le cogió el brazo a Mariana y la hiso acercarse a la puerta, dispuesta a
abrirla. Las tres ignoraron que Gonzalo aún estaba detrás de ellas y a la
espera de una explicación para su comportamiento.
Las tres salieron del salón y el
argentino las siguió sin saber exactamente que hacía.
-Lukas, no me hagas enojar.
-Es que no entiendo por qué te molesta.
– respondió Lukas con la voz calmada. Bárbara estaba preparada para cometer un
asesinato en cualquier momento mientras que Mariana y Ceci se miraban con
temor. Gonzalo siguió a la pelirroja, prefiriendo el paso seguro de la mujer. –
¡Solo digo que mamá te ha comprado un vestido bonito y que es más adecuado para
la ocasión!
-¡Es que tu madre! – Lou perdió el
control, Mari recordó aquel ademán que la chica hizo con los brazos. Se puso un
brazo alrededor de la cintura por el frente mientras apoyaba el codo en la otra
mano y se pasaba la mano por la frente. Seguro que Lukas no saldría bien parado
de aquello. - ¡Tu madre ha controlado todo! ¡Tú y ella! ¡Desde que me cambiaste
la fecha y el lugar! – Lukas miró a la chica con tanta calma como pudo
mantener. - ¡Yo te rogaba por casarnos en Madrid! – Los ojos de la castaña
comenzaron a brillar con lágrimas, pero ni ella misma sabía si eran de enojo o
desesperación. - ¡Ella decidió que flores, que manteles, que vestido, que
invitaciones y hasta esto lo decidió ella! – Lou se refería a la fiesta de compromiso.
-Ella, mi madre está emocionada… ¿por
qué no me hablaste de todo esto antes? Ahora es muy tarde para cambiarlo.
-¿Emocionada? ¡ES MI BODA! Es mi boda y
más que emoción siento desesperación.
-Bueno eso podrías haberlo dicho antes
de gastar tanto en los preparativos. – Bárbara, Ceci, Mariana y Gonzalo se
quedaron de piedra a unos metros de donde la pareja discutía acaloradamente.
Todos tuvieron que pensarlo un poco antes de darse cuenta de que en verdad le
estaba echando en cara los gastos a Lou, gastos que ella ni siquiera había
hecho, sino su suegra.
Mariana y Ceci tuvieron que coger a
Bárbara por los brazos para que no se acercara a la pareja.
-¿Qué? – Lou parecía tardar más que sus
amigos en entender lo que ocurría. -
¿Qué quieres decir?
-Todo lo que hemos gastado hasta ahora
no ha valido nada para ti y me lo dices cuando ya no se puede cambiar nada, y
el anillo no fue cualquier cosa, ¿al menos te ha gustado, Ella?
Lukas miraba con seriedad a su
prometida, ella estaba helada y ya algunas lágrimas resbalaban por sus
mejillas. Gonzalo la miró desde la distancia y se preguntó si era su
imaginación o en verdad la nutrióloga estaba más delgada que la última vez que
la había visto, nunca la había visto tan delgada. ¿También eso sería culpa de la
suegra controladora de bodas?
-No vale nada si me lo vas a restregar
todo en la cara. – le dijo la castaña, se quitó el anillo y para sorpresa de
sus amigos se acercó a Lukas y le cogió la mano, lo puso en su palma y cerro
los dedos de él sobre el anillo. – también quédate con los zapatos. – se sacó
los tacones nude y los dejó a su lado
en el suelo. – los pagaste tú también.
Ambos se quedaron mirando directamente
a los ojos un par de segundos antes de que Lukas le hablara en voz baja, nadie
más que Lou escuchó lo que le dijo.
-¡NO ME LLAMES ELLA! – le gritó,
sacándose de encima el brazo de Lukas.
Al darse la vuelta, Mariana, Ceci,
Bárbara y Gonzalo la miraban con los ojos abiertos como platos. Lou se percató
de que estaba a punto de echarse a llorar y caminó con paso seguro hasta las
puertas laterales que daban a la recepción del hotel.
Descalza, Lou salió del hotel. Estaba
oscureciendo y aquello no le agradó, pero no le quedó nada que hacer. Caminando
llegó a un parque donde casi no había gente. Pronto comenzó a llover pero no se
dio cuenta hasta que el cabello se le pegó a la piel descubierta y el viento le
hizo abrazarse. Con el tiempo que llevaba llorando se había olvidado que estaba
al aire libre.
Acabas
de terminar con Lukas. No tienes novio. No habrá boda. Pensó. Así es mejor,
más vale sola que mal acompañada.
Con la lluvia que caía apenas y podía
ver más allá de diez metros frente a sí. Estaba haciendo frio y el viento
soplaba con ganas. Lou se maldijo por no haber cogido unas zapatillas y un
abrigo antes de salir o mejor aún, por qué no se había metido a llorar en su
habitación de hotel. Pronto recordó que estaba compartiendo habitación con
Lukas. Mientras se daba una paliza mental por haber terminado con Lukas
escuchaba los autos que pasaban a toda velocidad detrás de ella por la calle,
salpicando de agua las aceras.
-Te vas a resfriar. – dijo una voz a su
lado, desde la banca de concreto, Lou miró hacia arriba. Gonzalo la miraba con
una chaqueta puesta y otra que reconoció como suya en el brazo, tenía un
paraguas negro cubriéndole la cabeza. – Kate dijo algo de que este lugar estaba
cerca y conocías el camino. Bárbara se volvió loca cuando comenzó a llover. –
Lou no pudo evitar sonreír un poco ante la pronunciación que él tenía de la
palabra “llover”, que le sonaba a “shover”.
-¿Qué les han dicho?
-Sorprendentemente, la madre de Lukas
anunció que se cancelaba todo. – Lou se rió de manera amarga. – Esa mujer de
verdad…no es agradable. – la castaña asintió. – Bien, pero vamos. Bárbara ya
tuvo suficientes preocupaciones por un día, pensó que patearías a Lukas. Ni
siquiera yo me imaginé que le devolverías el anillo.
-Yo todavía no lo creo. – admitió ella,
poniéndose la chaqueta y los zapatos deportivos que Gonzalo le había llevado.
Gonzalo miro a la chica, ella parecía
mirar hacía un lado evitando su mirada, las lágrimas aún resbalaban por sus
mejillas.
-Ya no tendrás que usar ese vestido que
escogió tu suegra.
-No quiero hablar de esto, ¿sí? – Ella
miro su rostro y sin escuchar más él asintió y ambos caminaron en silencio de
vuelta al hotel.
En cuanto la chica entro a la recepción
del hotel, Cristiano, Sergio y Ceci la recibieron. Gonzalo se hiso a un lado
con los dos hombres y dejó que Ceci se llevara a su amiga a su habitación, por
suerte Mariana había conseguido sacar las cosas de su amiga de la habitación
que habría compartido con Lukas y las habían llevado a otra habitación. Kaká y
Mariana se habían ido a su habitación con los gemelos antes de que la chica
regresara, así que terminó la noche con su tía y su amiga.
Gonzalo miró preocupado a la chica
caminar con paso lento al lado de sus amigas, finalmente liberó más lágrimas y
se aferró al brazo de Ceci mientras ella le cogía las manos con fuerza, nunca
había visto a su amiga tan mal, no se lo había imaginado. Bárbara le pasaba la
mano por la espalda, intentando hacer que se calentara un poco, pues comenzaba
a ponerse pálida. El argentino entendió qué había hecho hacía un año, Sergio y
Cristiano lo miraron, sería que los tres pensaban lo mismo. De algún modo,
Cristiano sabía que Sergio veía al igual que él a la nutrióloga como una
hermana, aunque en algún punto Sergio había pensado en la chica como algo más
en ese momento estaba muy claro que era más bien algo “fraternal”, pero Gonzalo
la quería de una manera distinta y lo había dejado muy claro cuando había
peleado con Lukas y le había dicho lo que Bárbara llamaba “hasta de lo que se
va a morir”.
En la habitación, Ceci recordó lo que
había sucedido cuando Lou terminó con Gonzalo, ¿sería que ella también
terminaría así? Mientras Bárbara le aseguraba en silencio que no sería así, Lou
pretendía dormir de espaldas a ellas.
…
-¿Estarás bien? – preguntó Mari, Lou
tenía en sus brazos a Ricky mientras Ceci le hacía caras a Luca desde los
brazos de Cristiano.
-Claro, no te preocupes. Tengo que ir a
un partido esta noche y preparar algunos exámenes con el resto de preparadores
físicos, estaré ocupada. – le dio un beso en la nariz al pequeño bebé. – Te
veré para el bautizo de estos pequeñitos.
El resto de la mañana Lou estuvo
despidiéndose de gente, Sergio había sido el último después de Cristiano y Ceci.
Se habían paseado por el centro de la ciudad con los brazos entrecruzados,
charlando como hacía mucho que no lo hacían.
-¿Cuándo termina tu contrato? – le
preguntó, como para hacerla olvidarse un momento del asunto de Lukas. Esa
mañana se habían topado el uno con el otro en el lobby del hotel y la chica
apenas había alcanzado a darse media vuelta e irse antes de que las lágrimas
asomaran por su rostro.
-El año próximo. – Sergio alzó las
cejas. – solo firmé por dos años.
-¿Piensas renovar? – la chica frunció
el ceño y puso la mirada en el cielo como pensando. – Deberías regresar a
España, tienes la doble nacionalidad, es como volver a casa.
-Sí, pero ya tengo mi consultorio en
Londres y no volveré a huir de un ex.
Sergio lo pensó un instante antes de
poner cara de suficiencia.
Pronto fue hora de despedirse y con el
español en el avión, Lou se preparó para un partido en Stanford Bridge donde
recibirían al Liverpool.
Con la mente en otro lado en todo
momento, las semanas comenzaron a pasar, Lou apenas se daba cuenta, mientras
que sus amigos continuaban llamando y los mensajes de texto se acumulaban en su
teléfono, la chica apenas contestaba un par e ignoraba el resto.
La gente continuaba haciendo preguntas
en twitter y Kate no había sido muy discreta en su blog, Lukas continuaba
jugando como si nada y sus páginas de internet publicaban fotos como era usual.
Mientras ella guardaba silencio y caminaba por la calle cubriéndose el rostro
con los lentes oscuros más grandes que tenía, ya que la gente que conocía la
noticia aun la miraba con ojos perforadores.
Durante el bautizo de los gemelos la
chica se había puesto el vestido más bonito que había encontrado y había hecho
el viaje. Sonrió para las fotos y charló con algunas de las personas que Kaká y
Mariana habían invitado, invirtió un par de horas charlando con Gonzalo y
regalo a su ahijado y su hermano un par de ositos de felpa y la ropa que habían
usado ese día; pero, al regresar a su habitación de hotel por la noche se
volvió a sentir sola.
Ese era su error y lo sabía, sentirse
sola cuando no lo estaba. Ella misma se había aislado de sus amigos y a ellos
mismos les ocultaba lo mucho que su rompimiento con Lukas la había afectado.
La temporada terminaría pronto, la
Premier League estaba cercana a su final y el equipo iba bien, no tanto como a
Mourinho le gustaría, pero se esperaba que terminaran al menos segundos en la
tabla después del Arsenal, que había arrasado con la contratación de Mesut.
Justamente Lou preparaba unos archivos
para un examen que les llevaría a cabo a los jugadores al día siguiente cuando
alguien llamó a su puerta. Dejó las carpetas en la mesa del pequeño estudio y
salió, fue por el pasillo hasta la entrada e ignoró la pantalla que mostraba a
la persona que tocaba el timbre. Abrió la puerta y se encontró a Santi Cazorla con
el enorme perro que Lou había visto por última vez hacía poco más de un mes.
-¿Hola? – la nutrióloga saludó a Santi.
Él la saludó sonriente.
-Sé que es raro…es que… Lukas se fue a
Alemania y me pidió que cuidara de Pongo, pero…no come y lo llame… él me dijo
que te lo trajera.
-¿A mí? – preguntó. Santi asintió
enérgicamente y el perro desde el otro lado de la correa no parecía dejar de
moverse inquieto. – Pues, si él dijo…
Con la correa del perro en su mano se
despidió del jugador.
-Tú también deberías comer. – dijo el
jugador antes de irse.
Lou cerró la puerta y le quitó la
correa a Pongo, el perro saltó alegremente sobre ella, poniendo sus patas
grandes sobre los hombros de la chica. Ella le acarició las orejas y lo hiso
quitarse de encima. Le puso croquetas y agua en su viejo plato de comida y vio
como el animal se comía todo rápidamente. Subió a su habitación seguida por el
enorme perro y se miró en el espejo de su baño. De seguro que estaba más
delgada, había perdido casi diez kilos para ponerse aquel vestido de novia que
la madre de Lukas había escogido y después de romper con él había decidido
matar el tiempo en el gimnasio, donde además poco pensaba en nada que no fuera
hacer correctamente las patadas en su clase de kick-boxing.
Acarició de nuevo la cabeza del perro y
bajo las escaleras para continuar trabajando.
…
La gente se ponía de pie y aplaudía
junto con los jugadores. La mitad del estadio de color azul mientras que la
otra mitad vestía de blanco y negro. El último partido de la temporada había
terminado con los blues ganando a New
Castle 2-1.
Eva y Lou se miraron mientras aplaudían
y veían a los jugadores en el campo, algunos les daban la mano a los jugadores
de New Castle mientras otros arrojaban sus camisetas empapadas de sudor hacia
las tribunas donde la gente las recibía felizmente.
Las dos sonreían. Después de un año de
trabajo por fin terminaba la temporada, lo siguiente era lo que Lou odiaba de
trabajar para algún equipo. ¿Quiénes se irían? ¿Quiénes se quedarían?
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