Capítulo 24
Lou y Kate estaban sentadas en
una de las bancas de metal del área de las regaderas y se cepillaban el
cabello. Kate había terminado su clase de pilates mientras Lou aún estaba con
uno de los entrenadores golpeando unos sacos de boxeo.
-Supongo que estabas estresada.
– dijo Kate, poniéndose una crema para alaciar el cabello.
-Un poco. – La nutrióloga no
quería comentarle a nadie acerca de su última conversación con Mariana, había
pasado ya un par de días y la chica aún tenía problemas para sacarse el tema de
la mente.
Mientras Lou viví la mayor
parte de su día con la cabeza en las nubes Lukas y su recién adquirido gran
danés jugueteaban en alguna parte de la casa de él. Un cachorrito que apenas
con unos meses de nacido lucía ya más grande que el pug de Mariana.
Pavlov había llamado al perro
con el nombre de Pongo, pues al parecer le recordaba al dálmata de la película
de Disney.
Después de que las chicas
salieron del gimnasio con el cabello húmedo y envueltas en sus chaquetas era ya
un poco tarde, Kate se fue por un lado y Lou por el otro, dándose un “hasta
luego” antes de ir cada una hasta sus autos.
Lou había adquirido un par de
días antes el auto clásico del lugar. Un mini color azul. Aunque había optado
por no ponerle la bandera de Gran Bretaña en el techo. Kate manejaba su Audi A3
de color rojo.
Al llegar a casa, lo primero
que Lou hacía después de ir al gimnasio era secarse el cabello, así que después
que terminó de secar su cabello largo y arreglar su fleco bajó a la cocina a
cenar, el resfriado olvidado completamente. Cuando terminó de cortar unas
manzanas escuchó el teléfono sonar, contestó rápidamente y sostuvo el teléfono
entre su oreja y su hombro. Estaba vestida con su pijama de ovejitas color rosa
y unas pantuflas de peluche azules.
-¿Bueno?
-Lou, cariño, ¿cómo estás? – La
chica suprimió un suspiro de sorpresa. Era su tía. La única tía con la que aún
tenía algo de contacto. Tras los incidentes que había tenido con su familia,
rara vez hablaba con su madre y su padre había fallecido poco después de que
ella y su hermano se fueran a España.
-Bárbara…tía… - Lou no sabía
bien como llamar a la mujer que había sido prácticamente su madre los últimos
diez años. – Estoy muy bien, ¿cómo estás tú? Hace mucho que hablamos…
-Ha sido mi culpa, en verdad. Estoy
muy bien también. Cariño, sólo quería comentarte que hablé con tu hermano la
semana pasada… ¿puedes explicarme por qué aún no he bautizado a ninguno de tus
hijos? – Lou se rio.
Aquello era una cosa tan típica
de su tía. La mujer nunca había tenido hijos y su vida se había basado en
cuidar a sus sobrinos, en algún momento a Lou y su hermano en especial, y en
ocasiones a Mariana. No era por nada que había estado presente en la boda de su
mejor amiga. La tía Bárbara era una leyenda entre las amistades de la
nutrióloga. Una leyenda impaciente por ver bebes.
Lou la comprendía; su madre le
había contado, cuando eran jóvenes su hermana había tenido un accidente de
auto. Una cosa muy sangrienta y compleja, no hubo más daño hacia Bárbara, pero
el daño que se le había provocado en el vientre había sido irreversible, nunca
podría tener hijos. Y se resignó. Nunca se casó y nunca hiso nada por tener
hijos. Era de esperar que se ilusionara por los hijos que sus sobrinos podrían
poner en sus manos.
-Bueno… sabes que aún hay
tiempo. – le dijo la chica, con un leve rubor en el rostro.
-Pero no quiero que te tomes
tanto tiempo… ¡Cariño, eres joven!
-¡Exacto! ¿Cuál es la prisa
tía?
-Sé que tienes novio… - ya veía
Lou hacia donde iba la conversación.
-A ver, ¿y que hay con eso?
-¡A ver al cine, jovencita! –
la tía dijo en tono de broma. – Cuéntame de tus amores…
-¿Hablaste con Mari? – Lou
entrecerró los ojos. Mordió un trozo de manzana y escucho a su tía reír, eso
era un sí. -¿Qué te contó esa chismosa?
…
Mariana comía el desayuno en la
cocina mientras miraba la televisión, estaban dando un documental acerca de los
venados y por algún motivo a la castaña le había parecido interesante. Kaká
entró a la cocina y la chica se puso de pie lista para servirle un plato de huevo
con jamón y pan tostado a su marido.
-Cariño, no te molestes. – le
dijo él. La castaña había estado ansiosa desde la semana anterior cuando habían
hecho la cita con el médico para su primer ultrasonido. Kaká no lo quería
admitir, pero él también estaba muy emocionado. – Siéntate.
Mariana se sentó y continuó
comiendo, si miraba su abdomen apenas podría ver un bulto, aunque a ella le
parecía que había crecido bastante en las últimas semanas. Después de su
primera visita con el médico cuando no habían podido ver a su bebé, Mariana
había estado más activa de lo normal, contrario a los síntomas normales del
embarazo, ella no había tenido malestares ni cansancio.
-¿A qué hora terminas tu
entrenamiento? – le preguntó a Kaká una vez que se sentó a su lado.
-A la una ya estoy aquí, creo
que terminando el entrenamiento veré unas cosas con el club… quería hablar
contigo acerca de eso…
-¿Qué pasa? – Mariana tuvo
miedo de preguntar, pero aun así lo hiso.
-Quiero ir a jugar al Milan de
nuevo.
-¡Qué! ¿Y vas a dejar el Real
Madrid? – Mariana soltó los cubiertos, olvidándose por completo de la comida y
los venados en el televisor.
-Ya he pasado mucho tiempo
aquí… y ya no es lo mismo, quiero volver a Italia. Y sé que a ti también te
gustaría vivir allá. – Mariana estaba enojada, no sabía que decirle a su
esposo. – Será más fácil que lleves el manejo del restaurante, puedes venderle
a tu socio tu parte del restaurante de Madrid y nos podemos ir.
-Kaká, tengo toda mi vida en
éste país. Mis amigos, mi trabajo, mi familia ahora eres tú…pero no me puedes
pedir que deje todo de esa manera.
-Lo sé, pero tú debes entender
que éste es mi trabajo. Y ya no soy feliz jugando aquí.
-Muy bien, quiero los papeles
del divorcio.
Mariana se levantó de la mesa y
se fue de la cocina, dejando a Kaká con las manos en el rostro y una expresión
de preocupación, ya sabía que ella no se lo tomaría bien, pero no se imaginaba
que se pondría tan dramática.
Antes de que Mari pudiera
terminar su turno en la cocina esa tarde, recibió una llamada en el
restaurante, Ceci le llamaba desde la casa de Cristiano, lo que ya no era
sorpresa.
En los últimos meses Cristiano
y Ceci habían reforzado su relación, siendo ella una de las razones que le
hacía quedarse un poco más en Madrid. Nadie se había sorprendido al darse
cuenta de que la arquitecta resultaba la persona ideal para cuidar al pequeño
hijo de Ronaldo.
-¿Sí?
-Hola, Mari ¿Cómo estás?
-Mal. – respondió rápidamente.
– Kaká se quiere ir a jugar con el Milan.
-¿Y eso se te hace mal? –
Mariana le contestó un “sip” – Mariana no seas egoísta, sabemos que desde que
no está Mourinho las cosas son diferentes, deberías apoyarlo.
-Pero…
-Además a ti te encanta la idea
de irte a España, lo que no quieres es que deje el Real Madrid.
-Es que…
-Y él te ha apoyado mucho con
lo de tu restaurante en Nápoles y Florencia, no te bastó poner uno sino que
pusiste dos restaurantes y él siempre te apoyó.
-Entonces…
-Mariana, pídele disculpas y
vete con él.
-Ah, sí…claro Ceci.
-Bueno, te veo el Mañana para
que me digas cómo se ve tu bebé.
-Sí, hasta mañana.
Mariana colgó y se sintió
extraña, su amiga seguro había hablado algo con Kaká. Sin perder más tiempo
Mari se fue a casa y se cambió, poniéndose unos jeans que le quedaron muy
justos y una blusa que le quedaba grande. Kaká no tardó en entrar por la puerta
del frente con la maleta que llevaba a sus entrenamientos. Saludó a Mari y ella
le dio un beso corto en los labios antes de disculparse.
Sin más, ambos salieron y él le
abrió la puerta a su mujer para que subiera al auto, pronto, estuvieron en el
edificio médico donde él doctor los atendería.
Mientras esperaban en la
recepción Mariana llenaba una forma con información general sobre su salud que
le entregó a la secretaria antes de que el médico los recibiera.
-Bueno, ¿Cómo les ha ido?
-Bien, ya no podemos esperar
para ver a ese pequeño. – dijo Kaká con entusiasmo. Mari no dejaba de moverse
mientras el doctor les hablaba acerca de los cuidados que deberían tener hasta
la siguiente cita y lo que podían esperar ver en el primer ultrasonido.
-Pasen por aquí. – dirigió a la
pareja hasta una pequeña habitación contigua a su oficina, allí tenía una cama
ligeramente inclinada y un par de aparatos. – Por favor, siéntese aquí. –le
indico a Mariana, ella se sentó en la cama y luego se acostó mientras el doctor
le acercaba a Kaká un banco de metal para que se sentara al lado de su esposa.
– Le voy a poner ésta crema, es muy fría pero nos ayudara a ver a su bebé. – le
dijo a Mariana, ella ya se había imagino muchas veces esa cita con el médico y
rápidamente se subió la blusa y espero a que el frío de la crema le invadiera
el abdomen.
Rápidamente, el médico encontró
la imagen que buscaba y volteó la pantalla para que la pareja pudiera ver lo
mismo que él ya había visto. Mariana tardó un par de segundos en encontrarle
forma a lo que veía en la pantalla en blanco y negro, pronto cogió la mano de
Kaká y le dio un apretón.
Kaká seguía mirando atentamente
cuando el médico volvió a hablar.
-Los felicito, esperan gemelos.
– dijo antes de apuntar son su dedo índice a cada uno de los bebés en la
pantalla. Ambos muy pequeños.
Kaká y Mariana sonrieron y se
miraron el uno a otro por un momento antes de que la castaña soltara unas
cuantas lágrimas.
Al llegar a casa ya era un poco
tarde, Mari no tenía ayuda en la cocina ya que le agradaba poner manos a la
obra y preparar ella misma los alimentos, aunque sí había una mujer de edad
mayor que era muy eficiente y rápida para mantener el hogar en orden. Mariana
se preguntó qué haría cuándo se fuera a Italia con su marido.
Kaká se acercó a ella en la
cocina y la abrazó desde atrás, presionando su espalda contra su pecho y
besándole con delicadeza la sien. Ninguno de los dos podía terminar de creer
que iban a ser padres de gemelos. Mientras que Mariana ya se imaginaba al par
de pequeñas con los ojos de su padre y aquella nariz y boca chiquitas tan
características de los bebés, sabía que al crecer un poco seguro se parecerían
mucho a Kaká; por su parte Kaká simplemente se imaginaba lo bonito que sería
tener a cada uno de sus hijos o hijas en sus brazos, definitivamente estaba
preparado para ello, aunque tener gemelos sería un trabajo de verdad complicado
y cansado, pero confiaba en que Mariana y él serían un buen equipo en aquella
tarea tan complicada.
Intercambiando aquellas ideas,
ambos se pusieron a cocinar, tiempo antes – por suerte – Kaká había aprendido
un par de cosas útiles para la cocina, de manera que en cuanto su esposa cogía
los ingredientes él ya podía suponer lo que quería cocinar. Una hora después la
pareja estaba sentada a la mesa, la casa estaba en silencio a excepción de la
voz de Mariana que continuaba hablando un poco preocupada acerca de lo que
pasaría en el futuro, después de todo, no sólo tendría que dar a luz por
partida doble, sino que también tendría que mudarse con Kaká a otro país.
-Ya conoces Milán, sé que te
gustará vivir allí. – le dijo Kaká con una sonrisa. A pesar de que su esposa
había encontrado una voz de razón y accedido a apoyarlo en su decisión de dejar
el club español, él sabía que debía andarse con cuidado de no provocar a su
esposa, ella no era temperamental, pero era obvio que le dolía más que nada la
decisión de él de dejar el club.
Bajo cualquier otra
circunstancia, Kaká estaba seguro que Mari se iría con mucho gusto a Milán.
Mariana lo miró sin decir nada
mientras comía un trozo de melón.
-Tu. Yo. Las mejores tiendas.
Mi tarjeta de crédito. Piénsalo. – le guiñó un ojo a la castaña, que lo miró
con expresión divertida.
Esa noche, por primera vez en
mucho tiempo la pareja se besó de manera casi inocente, primero que todo
estaban felices de que el amor que sentían el uno por el otro se vería
reflejado en la bendición de dos hijos. Ninguno de los dos tuvo que hacer esfuerzo
alguno por entender hacia donde iba cada uno mientras se besaban y acariciaban
con confianza. Conocían sus cuerpos tan bien como las palmas de sus manos,
después de todo llevaban ya dos años juntos, casi medio año casados. El amor
era algo que a ambos les iba tan naturalmente como respirar.
Después de hacer el amor con
singular ternura y conversar un poco,
Mariana y Kaká, abrazados, se quedaron dormidos.
…
Lou miró a Lukas dar de comer
al enorme perro. Dos meses. Habían pasado dos meses desde la última vez que
había hablado con su tía y aún no sabía bien que estaba haciendo con el alemán.
Lo amaba, lo amaba de verdad, o al menos eso quería creer. Pero Gonzalo era
nada más su amigo y él no había dado más señales de querer volver a lo que eran
antes, a pesar de tener esos extraños momentos de silencio donde sólo se
quedaban mirando al otro, nada pasaba y nada pasaría. Se habían visto un par de
veces, Lou ya sabía que Mari estaba de lado de él, pues siempre sabía dónde
encontrarla y a qué hora.
Mientras pensaba en aquello, se
dio cuenta de que el perro estaba enorme. ¿Por qué demonios había su novio
decidido comprar un perro de aquel tamaño? Viéndolo de pie eran de la misma
estatura y aún no terminaba de crecer.
-Lo he comprado para Pav. –
dijo Lukas cuando Lou se lo preguntó.
-¿Y no crees que el perro se
coma al niño? – preguntó Lou un poco incomodada por el tamaño del perro. Había
pasado muy poco tiempo con él, así que no sabía cómo podría comportarse.
La sorpresa fue cuando Pongo se
echó al lado de la chica y puso su gran cabeza sobre el regazo de la castaña
mientras Lukas lo miraba. La nutrióloga miró al perro un momento, cómo si éste
entendiera su desconfianza con él, el perro la miro también con sus grandes
ojos azules. Sin saber que más hacer la chica acarició la cabeza del animal y
sintió como éste daba un suspiro que prácticamente la sacudió.
-¿Eso responde tu pregunta? –
dijo Lukas con una sonrisa de oreja a oreja, parecida a las que daba a los
aficionados cada vez que anotaba un gol en el Emirates Stadium. - ¿Quieres
llevarlo a p-a-s-e-a-r? – preguntó.
-Creo que está más cómodo aquí.
– afirmo Lou. El jardín trasero de Lukas era bastante grande y el perro
disfrutaba correr por doquier, aunque dentro de la casa se comportaba como un
buen chico. El alemán se sentó al lado de la chica y paso un brazo sobre sus
hombros, dejando que ella apoyara la cabeza en su hombro mientras pasaba la
mano por detrás de una de las orejas de Pongo.
-Tal vez el mes que entra valla
a Alemania… - soltó Lukas de pronto. – creí que tal vez te gustaría ir.
Lou se lo pensó un momento
antes de volver a hablar.
-Estamos hablando de Navidad,
¿verdad? – Él asintió. – Creo que podría acompañarte. – respondió finalmente. –
Lukas sonrió y le dio un beso en la frente como era usual.
-Ven, no quiero que te vuelvas
a enfermar.
Ambos entraron en la casa por
las puertas corredizas seguidos por el perro que fue a su enorme cama en una
esquina de la sala de estar. Ambos fueron hasta la cocina e hicieron té,
después de todo estaba haciendo algo de frío y siempre les caía bien el té
verde.
Al regresar a la cocina Lou se
quedó recargada contra el marco de la puerta de la cocina, él estaba frente a
la tostadora dándole la espalda, las tazas listas en la mesa soltaban un ligero
aroma que llenaba la cocina.
Lou caminó hasta donde él
estaba y lo rodeo con sus brazos, abrazandolo por la cintura desde atrás. Lukas
miró sobre su hombro y sonrió a la chica que apoyaba la mejilla contra su
espalda, aquel hombre siempre emanaba calor, fuera físicamente o simplemente
por su forma de ser.
-¿Qué haces? – preguntó la
castaña.
-Un poco de comida, ¿no te
parece que ya es tarde?
-¿Tú cocinas? – la nutrióloga
se veía sorprendida. Él le respondió con su usual ah-ha que hiso a la chica
sobresaltarse un poco, ella se soltó y se colocó a su lado, mirándolo con una
ceja alzada. -No tienes el tipo de los que cocinan.
-¿Y por qué te sorprende tanto?
– le dio un plato con un par de rebanas de pan tostado con mermelada de durazno
encima.
-Nunca había tenido un novio
que me hiciera de comer. – admitió antes de comer un trozo de pan. Mientras lo
hacía, él le paso un brazo alrededor de la cintura y le dio un beso ruidoso en
la mejilla, ella se quedó quieta para no tirar la comida aunque usualmente se
movía para fastidiarlo.
…
-¡Hola! – la saludó a Giroud,
Ramsey, Cazorla y Jack Wilshere. Lukas la había convencido de festejar después
de haber ganado el partido de aquel día. Chelsea había jugado el día anterior, Manchester
United había anotado tres goles y ganado. Si tan sólo hubieran tenido una
oportunidad más habrían ganado, pero Lou tenía que admitir que los jugadores
estaban con la cabeza sobre las nubes, imaginando que ganarían de nuevo sin
hacer el mínimo esfuerzo y se encontraron con un Rooney y un Van Persie que
tenían ganas de anotar. -¡Por fin te dejas ver! - Le dijo a Özil, a quién solo
había visto un par de veces desde su llegada al club.
-Te ves muy bien, el clima por
aquí te ha sentado bien. – le dijo Per.
Mientras Lou hablaba con
algunos de los chicos y sus novias, Lukas estaba como siempre hablando con
otros de sus compañeros.
Era de noche y estaban en un
área algo más privada en un club nocturno cercano al centro de la ciudad. Las
luces parpadeaban y en general se estaba a oscuras, pero la música en esa zona
sonaba un poco más baja que en el resto del lugar, aun así, las paredes
vibraban y la gente a su alrededor bailaba. Algunos jugadores estaban
recargados en uno de los barandales cerca de una fuente, el lugar era amplio.
El lugar donde estaban se
encontraba al fondo del club y había allí una fuente grande rodeada por unos
barandales altos. En el techo había luces de colores y las paredes eran casi
todas de un color rojo tinto o negro, al igual que la alfombra. Había muchos
cuadros con fotografías de la ciudad y pantallas. Las mesas circulares estaban
cerca de la pared, rodeadas por sofás, formando una especie de ‘cajones’
redondos.
Lou nunca había estado en aquel
lugar, pero al ver como los trataban los trabajadores del local a los
jugadores, la nutrióloga pudo percatarse de que ellos sí iban bastante.
-¿Y has tenido que romper con
Cristina? – preguntó Lou, después de pedirle a su amigo que le repitiera por
segunda vez lo que había dicho.
-Sí. Pero se lo ha tomado muy
bien. Yo no creo en eso de las relaciones a distancia. – le dijo Mesut. - A ti
te ha ido muy bien acá, ya lo veo.
Lou notó que su amigo cambiaba
el tema sutilmente, pero prefirió no insistir, aunque ambos se tomaran bien el
término de su relación eso no quería decir que estuvieran felices con ello,
sólo significaba que eran lo suficientemente inteligentes para saber que si uno
de los dos se iba a un país distinto las cosas no funcionaría. Así, Lou le
dedicó a su amiga una sonrisa amplia y asintió antes de dar un trago a su
bebida; un vodka con jugo de mango y agua mineral.
-Es diferente de España. –
Comentó – Además me aburría en Italia estando yo sola. Pero aquí ya sabes, los
hombres tienen tantas ideas que me cuesta trabajo aburrirme.
Ambos se rieron un poco con el
comentario, en el tiempo que habían trabajado juntos, habían hecho amistad con
los demás miembros del equipo y al alemán no le sorprendía que ahora su amiga
hiciera amistad con su nuevo equipo, además que ya conocía a algunos con los
que trabajaba con la selección española.
-¿Ya le estás contando de tus
perros? – dijo una voz detrás de la chica, era Lukas. Le pasó un brazo sobre
los hombros y se quedó de pie al lado de la chica que miró a Özil con
diversión.
-No me digas, ¿has comprado
otro?
-Tenía tentación de comprar uno
blanco…
Lukas se rio.
-Tú ni te burles. Ha comprado
un gran danés que me llega a los hombros.
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